La crisis climática al rojo vivo: El planeta arde

Los incendios se expanden aquí y allá, en tanto las inundaciones se multiplican. El planeta padece un hoy dramático. Los científicos lo acaban de reiterar. Sin embargo, gobiernos y poderes económicos, así como muchos comportamientos individuales y colectivos, no condicen con la magnitud del cataclismo, uno de los peores de la vida desde el origen de la Tierra: Drama global. Los expertos coinciden en señalar que el clima está cambiando en todos los rincones del planeta a una velocidad sin precedentes. Anticipan, incluso, que algunos de estos cambios, tienen ya consecuencias irreversibles por miles y, aun, cientos de miles de años. El medicamento es simple: solo una acción enérgica y duradera para reducir los gases de efecto invernadero puede limitar el impacto de estas alteraciones.

Por Sergio Ferrari


El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en inglés) (https://www.ipcc.ch/languages-2/spanish/ ) publicó un nuevo informe que detalla detalla algunos de los síntomas más corrientes de la enfermedad climática planetaria.

La intensificación del ciclo del agua. Lo que produce lluvias más intensas, y hace que las inundaciones y sequías sean más comunes. Así también, el cambio en los patrones de lluvias. En perspectiva, en las latitudes altas, la precipitación posiblemente aumentará, mientras que se proyecta una disminución en las zonas subtropicales. La precipitación de los monzones variará, siendo diferente en cada región.
Las áreas costeras sufrirán la subida del nivel de las aguas a lo largo del siglo XXI, lo que producirá mayores inundaciones en las zonas más bajas y una creciente erosión. Los fenómenos extremos en las costas, que antes se producían cada cien años, ahora serán anuales.
Por otra parte, este mayor calentamiento amplificará el deshielo de la capa de permafrost y la pérdida de la nieve de temporada, así como el derretimiento de los glaciares y la destrucción de la capa ártica durante el verano.
Los cambios oceánicos conducirán a mayores olas de calor marinas, un aumento en la acidificación del agua y una reducción de los niveles de oxígeno. Modificaciones que se prevén para todo el siglo con graves consecuencias para los ecosistemas marinos.
En los centros urbanos, diferentes aspectos del cambio climático se amplifican a niveles hasta ahora casi desconocidos, como el aumento acelerado de las temperaturas, la frecuencia de las inundaciones por las lluvias y el incremento del nivel del mar en las urbes emplazadas en zonas costeras.


Pareciera que no se hace nada

Este informe también es clave porque presenta el estado actual del conocimiento científico sobre el cambio climático: la evidencia del origen antrópico del calentamiento es cada vez más evidente y cada rincón del planeta se ve seriamente afectado.
Las reflexiones de Sonia Seneviratne, investigadora suiza y coautora del mismo, no dejan de sorprender por su franqueza. Seneviratne llega a la conclusión que, desafortunadamente, el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a un 1.5° está cada vez más fuera de alcance. Por esta razón, hay que actuar de inmediato si se quiere evitar superar este umbral.
Para esta experta en clima, que se encuentra entre las más prestigiosas a nivel mundial, una novedad importante del documento de las Naciones Unidas es el reconocimiento de que se han dado eventos extremos – catastróficos— que muy probablemente no hubieran ocurrido sin la influencia humana.
Sin embargo, el aspecto más preocupante es que todos estos cambios excepcionales se corresponden con lo que muchos expertos ya anticipaban. Concretamente, que mientras se preservara el mismo modelo económico y se bloquearan políticas significativas de reducción de emisiones – un escenario ideal de business-as-usual— no podía esperarse otra cosa que un deterioro significativo de las condiciones climáticas planetarias.  “Es como si no hubiéramos hecho nada por el clima”, subraya Sonia Seneviratne en una entrevista con swissinfo.ch.

La investigadora que coordinó la elaboración del capítulo sobre “hechos extremos” del Informe, se resiste a aceptar el concepto de “nueva normalidad. Lo esencial, según ella, es estar conscientes de que mientras el calentamiento continúe intensificándose, también estos eventos seguirán intensificándose. Si no se reducen significativamente las emisiones, lo que la tierra experimentará en los próximos diez años será de una magnitud y de una gravedad mucho mayor que la que se observa hoy.
Seneviratne concluye con dos reflexiones torales. Estamos comenzando a presenciar eventos que no hubieran ocurrido sin el calentamiento global. No solo aumenta la frecuencia de las olas de calor y las fuertes lluvias, sino también una serie de trastornos climáticos nunca antes vistos. Por otra parte, estamos observando la presencia de múltiples desastres en una misma región y cataclismos combinados en diferentes regiones. Por ejemplo, Suiza, en 2018, padeció una importante ola de calor extremo que también afectó a muchos otros países de Europa, Asia y América del Norte. Este verano nuevamente se viven realidades extremas, casi simultáneamente, en varias zonas del planeta. Esta multitud de fenómenos simultáneos y en ocasiones en una misma región, dificulta cualquier proceso de adaptación.
¿Prevenir o adaptarse a la crisis climática? Pregunta esencial que comienza a circular en un mundo científico que se reconoce desbordado por el impacto, casi inconmensurable y exponencial, de la crisis climática.
La reflexión de Seneviratne ayuda para situarse. Una mayor precisión en las investigaciones puede facilitar la anticipación de los cataclismos. Pero no hay seguridad alguna de que permita evitar desastres. “El calentamiento es tan rápido, que las medidas de adaptación luchan por mantenerse al día. Se necesitan años para adaptar las infraestructuras e intervenir para que las viviendas sean más resistentes al calor o a las lluvias extremas. Un marco de tiempo que no tenemos”, enfatiza.
Adicionalmente, precisa, debemos rendirnos a la idea de que no seremos capaces de hacer frente a todos los eventos que estamos presenciando ahora: habrá consecuencias negativas incluso si intervenimos con medidas de adaptación. Según esta investigadora, la única opción estratégica para evitar desastres, es la reducción de las emisiones...

Código rojo, mínima esperanza
Un artículo de las Naciones Unidas sobre el Informe del IPCC subraya que “una reducción enérgica y duradera de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero pueden limitar la magnitud del cambio climático”.  (https://news.un.org/es/story/2021/08/1495262 ). Según su proyección científica, dicha reducción podría aportar rápidos beneficios para la calidad del aire; de todas maneras, podría tomar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas de la Tierra se estabilizaran.  
Este informe, aprobado por los 195 gobiernos que forman parte del citado Grupo, “proporcionan una contribución inestimable a las negociaciones y la toma de decisiones relacionadas con el clima”, enfatiza la ONU. Y reconoce que a menos que haya una inmediata reducción a larga escala de los gases de efecto invernadero, será imposible limitar el aumento de la temperatura media de la Tierra a esa barrera o incluso a la de los 2°.
La humanidad enfrenta un “código rojo”, climático, según las Naciones Unidas. Para los analistas y expertos, los tiempos se acortan y muchos de los daños se acompañan ya del trágico concepto de irreversibilidad.
Todos somos responsables
Dos ironías universales. La primera, que un informe tan dramático, que viene preparándose desde hace años, se publique justo en agosto del 2021, en medio de un planeta en llamas.

La segunda, la doble moral de gobiernos y esferas de poder económico que suscriben un estudio de contenido preocupante, pero casi sin inmutarse ante la urgencia de modificar sus políticas nacionales a fin de adoptar las reducciones necesarias. Reconocen la catástrofe en puerta, pero sin cambiar en nada los caminos ni rectificar las causas que conducen hacia ella.
Miopía terminal que afecta, también, a una parte importante de los habitantes del planeta con poder de consumo. A pesar del grito desesperado de minorías militantes a favor del clima, se multiplican actitudes cotidianas contraproducentes: turistear en las Bahamas, Tailandia, Recife o Tenerife; usar cada día nuestro propio auto hasta para ir tan solo a la esquina; consumir plástico como caramelos; climatizarnos cada instante en el verano o calefaccionarnos con petróleo en el invierno; o bien, depositar las reservas familiares en bancos que invierten fortunas en proyectos antiecológicos.
       La Tierra arde y pareciera que no hay código rojo que valga.

Fuentes: Rebelión

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