Kume Willay, volviendo a la tierra a través del documental

Tras la revuelta popular de octubre de 2019 dos jóvenes chilenos emprendieron un viaje hacia el norte desde Santiago. En el camino se terminó de asentar un proyecto documental que, mediante su canal de YouTube, da a conocer a través de micro y minidocumentales los “hallazgos” de esta pareja que recorre curiosa valles y montes sin un rumbo definido, pero con un propósito claro: desaprender la metrópolis, conocer otras formas de vida y comunicarlas. Kume, tomado del concepto del Buen vivir mapuche, Küme Mongen y willay, palabra quechua que hace referencia a dar una noticia o avisar de algo, son el nombre de este taller audiovisual itinerante que busca, por tanto, el “buen comunicar”, autogestionando sus producciones y mostrándonos a aquellas comunidades y personas que habitan en nuestro continente de forma consciente, soberana, libre, antisistémica y amorosa.

Por Ignacio Pascual

Romina Glaves (26) y Eduardo Parás (31) se conocieron a finales de 2019. Ella es oriunda de La Cruz, región de Valparaíso y él de Puente Alto, Región Metropolitana. Ambos estaban en la búsqueda de otra forma de vivir inspirada en sus infancias: ella en su pueblo natal, cercana a la ruralidad y por otro lado él, que nostálgico recuerda sus vacaciones en Catemu yendo a trocar papas por cebollas mandatado por su abuela o yendo a refrescarse al río.

Se fueron a vivir por unos días a la comunidad El Refugio del Guerrero en el Cajón del Maipo, lo que les reafirmó que la vida en la ciudad, con sus estructura laboral, habitacional y relacional entre personas y el medio ambiente no era la única. Todo bajo el soplo de los vientos de cambio que se sintieron aquel año.
Con anterioridad, Parás por su cuenta había comenzado en 2018, de forma intuitiva y a pulso, a realizar videos sobre guardianes de semillas, comunidades agroecológicas y la fuerte resistencia en Santiago a la aprobación del TPP 11 en el Congreso Nacional. Esa fue la semilla del proyecto actual.
Glaves con estudios en gastronomía y Parás en diseño gráfico se han complementado y así han documentado los petroglifos amenazados por la vitivinicultura en el Valle del Elqui, la comunidad campesina Quiaca Ayllu al sureste de Perú, la eco aldea Satyam al interior del Parque Nacional Madidi en Bolivia, el rubro de las desconchadoras de piure en Carelmapu en la región de Los Lagos y la apicultura ecológica de la chacra Flor de Iso en Pichincha, Ecuador, entre otras producciones.
“Kume Willay tiene una energía muy del agua, tratamos siempre de emocionar, de tocar a las personas y desde ahí enfocarnos en las propuestas. Siempre hablamos de una problemática, pero cargándonos más a lo positivo y ahí yo creo que hay una analogía con la cocina: con lo que sea que haya inventemos, creemos, creatividad con todo lo que salga”, reflexiona Parás.
Pulsando la resiliencia, la abundancia y la improvisación
Las cuarentenas producto de la pandemia del covid 19 encontró a esta dupla en el tercer mes de su viaje y con tres cortos. Los pilló recién partiendo en Cusco, Perú, en un pequeño hostal con más de 20 viajeros. Encerrados y sin poder generar ingresos decidieron acampar en la montaña, de hecho “un día apareció el dueño del terreno, le explicamos la situación, nos dejó quedarnos y nos ofreció agua y lo que necesitáramos”, recuerda Parás, destacando la comprensión de aquel hombre.
Luego, se les sumarían otra decena de viajeros, esta vez las comunidades campesinas bajaron de las montañas y les plantearon que, debido a las circunstancias, les podían dar techo y comida en su comunidad si ellos llegaban con una prueba PCR negativo ya que no querían arriesgar su salud y autosuficiencia.
“Ellos tienen como producir su queso, su papa, su maíz, sus habas y claro se les acota un poco la diversidad, pero pueden sobrevivir. Pese al miedo del virus había una apertura, entendían nuestra situación”, menciona Parás.
Esta hospitalidad en un momento de tanta desconfianza e incertidumbre los marcó. Glaves se lo atribuye a la cultura campesina ya que “como se trabaja la tierra directamente se sabe que la tierra es abundante, entonces las mamitas nos daban frutita, platanitos, paltas, de todo y te sorprende ese nivel de generosidad, de recibir esa abundancia y compartirla en un mundo egoísta”, recuerda cuando iban a los mercados a buscar las frutas y verduras no comercializables.
Este proceso de dar y recibir ha sido uno de los ejes fundantes de Kume Willay, el que incluso atraviesa la cámara y a sus realizadores ya que Romina y Eduardo van generando dinero durante el viaje. De esta manera, en ocasiones Romina ha trabajado en restaurantes y Eduardo ha realizado trabajos de diseño gráfico a distancia.
Pero también han aprendido a hacer tatuajes, encuadernar libros, le han hecho clases de español a gringos, han realizado talleres de xilografía, han cortado el pelo, han reforestado, han realizado voluntariados, cuidado animales de granja y trabajado en huertas, “lo que es muy lindo porque estamos grabando y al mismo tiempo estamos haciendo, por eso también salimos en los videos, porque somos parte de lo que se está creando”, explica Romina destacando lo valioso de dicho proceso pero también reconoce que a veces puede llegar a ser bastante agotador.
Un pequeño descanso vino luego de iniciar una microfinanciación colectiva (crowdfunding) que les permitió costear algunos gastos de producción, “logramos como el 80%, sentimos que nos fue bien. Al principio pensamos que iba a ser menor, pero al final recibimos mucho amor, más que el dinero estuvo rebueno que se abriera y se conociera más el proyecto. Con eso pudimos descansar”, desclasifica Romina con un suspiro final, de esos que denotan cansancio, pero también pasión por este proyecto documental a pequeña escala.
Desidealizar la ruralidad
Tanto Glaves como Parás reflexionan en torno al viaje que comenzó hace un año y medio. Ambos reconocen que no partieron con la intención de montar un proyecto, sino con la pulsión de conocer otras formas de vida, otro horizonte de mundo posible y mostrar lo que a su juicio condensa la antítesis de un modelo profundamente cuestionado y en crisis.
“Cuando llegamos a un espacio no siempre llegamos con la intención inmediata de hacer un video, sino que llegamos y nos damos cuenta de la energía que tiene y todo lo que puede transmitir. Los lugares y las personas a las que hemos llegado tienen una filosofía de vida: el respetar el espacio en el que viven, el entorno, cómo se vinculan con las plantas y los animales desde el amor”, explica Glaves.
Y al poco andar vieron como esa consciencia y sentido de pertenencia lleva aparejado amenazas y una relación con la muerte muy diferente a la que conocían. “En el mundo más rural la muerte es algo mucho más cotidiano para la gente, en accidentes, enfermedades, estar lejos de los centros de atención de salud. Allá andaban las serpientes cascabel y si te muerde y no te atienden en media hora te mueres”, explica Parás con una expresión un tanto trágica.
Glaves añade que “la vida en el campo es dura, hay que desidealizarla, porque no es tan sencillo como comprar un terreno e irse a cultivar, hay que trabajar la tierra. También muchas familias habían perdido a sus familiares de maneras bien fuertes”, como aquella vez que los invitaron al funeral de un niño debido a una gripe, o muertes que les comentaron de personas en el lago Titicaca o por ataques de cimarrones en las montañas. Historias que engrosaron su comprensión de la vida de la comunidad de Quiaca Ayllu en la sierra alta de la provincia de Sandia en Perú, localidad a la que llegaron cerca de la media noche tras más de 6 horas de viaje en bus.
“En la ciudad- agrega Romina- estamos más protegidos y vivimos en una burbuja y eso nos hace sentir ¡¡AHH NOS VAMOS A MORIR!! (exclama de forma tragicómica) cuando en realidad todos nos vamos a morir, eso se sabe”, reflexiona a la luz de lo rememorado.
Transmutar de norte a sur
Al momento de la realización de esta entrevista vía Zoom, Edu y Romi estaban ubicados en Vilcabamba, ciudad de Ecuador que se ha ganado la fama por la longevidad de sus ciudadanos y a la que ha llegado un gran porcentaje de extranjeros con la intención de alargar su vida.
“Ha llegado mucha gente con dinero pero que aporta a generar una economía local, ayuda a proyectos, a chacras, se genera una red y está bueno igual, está bueno resignificar el dinero. Hay mucho gringo que viene de todos lados pero no viene a consumir, sino que a vivir y ser parte de este espacio ayudando y también compartiendo con la gente que es nativa de aquí, no haciendo esa diferencia de comprarse su terreno o su casa, no, es un compartir”, destaca Romina.
Complementa Edu mencionando que “a veces uno tiene un prejuicio frente a esto pero uno se va abriendo al ver gente que viene del hemisferio norte, con la capacidad de comprar hectáreas de bosques y protegerlo o de financiar proyectos con comunidades campesinas. En gran parte ha sido ver como la parte explotadora y explotada comienzan a transmutar y seres de la parte explotadora se hacen conscientes y vienen a aportar y ser parte de la solución para sanar esa herida, generando y articulando estos proyectos de resistencia”.
Como en el caso de las guardianas de abejas, una española y otra italiana, que ahora viven en una comunidad campesina en Perú compartiendo sus saberes con la comunidad y viceversa, “creo que eso se está consolidado como un eje superinteresante de comunicar”, agrega Parás.
Glaves atribuye este tipo de relación a la libertad del agua ya que esta es la que permite la abundancia, por ejemplo, de alimentos y el compartir de la gente, “aquí hay muchas fuentes de agua que corren constantemente y fluye la vida, algo que contrasta con Chile porque el agua está privatizada y todo se trata de lo mío y lo tuyo y eso hace más difícil soltar porque el río está apretado. Como tratamos a la tierra es como nos tratamos a nosotros mismos y ahí se ve mucho ese cambio en cómo se trata algo natural y no como un recurso”, dice.
No hay solo una forma de experimentar la vida
Al escucharlos hablar, pero también al ver sus producciones audiovisuales, salta a la vista una pulsión unificadora y esperanzadora, con la participación de la tradición y sabiduría de los distintos pueblos indígenas y rurales que han conocido, como un eje central que tratan de rescatar en sus documentales sobre los territorios que visitan.
“Latinoamérica como un territorio que hace cinco siglos está resistiendo, que todavía se nos está robando, esclavizando, explotando y discriminado, donde el capitalismo y el patriarcado se alimentan, pero a la vez la resiliencia que hay y la resistencia que se está haciendo es superinteresante de ir mostrando. Porque cuando uno se va a adentrando, lo que a mí más me toca, es el ver todas esas venas abiertas de América Latina que están ahí fluyendo”, menciona Parás.
Ambos esperan que este proyecto sirva como un pequeño y humilde granito de arena para mostrar lo que pasa en distintas latitudes de nuestro continente a quienes, como ellos, están en la búsqueda de una alternativa, de un ethos no forzada por el progreso, pero también para aquellos que ya son parte de esta contracultura “y digan que bakan que hay más gente haciendo esto”, ejemplifica Eduardo.
“No hay solo una forma de experimentar la vida, sino que hay millones y sobre todo respetando a la Madre Tierra, los animales, las plantas y los espacios, eso queremos transmitir y que la gente lo integre. Siento que es muy gratificante cuando uno entrega a la tierra porque te lo devuelve multiplicado por mil y devolver ese vínculo de poder tocar y sentir la tierra, volver a los ciclos es algo que estamos experimentando. Siento que mientras más espacios y lugares conocemos y mostramos en los videos, como que también vamos volviendo más a la tierra, al centro”, finaliza Glaves.
Para conocer el contenido Kume Willay puedes visitar su canal de YouTube o su Instagram. En este momento continúan su viaje por Abya Yala documentando con esa mirada curiosa y atenta, como de niñxs, que pareciera emerger desde sus infancias con tintes de ruralidad. Esta vez pueden compartir al mundo su experiencia y las de otrxs, articulando redes y esperanzando a las y los miles de personas que han sentido el pulso del arraigo y así, desde el buen comunicar, cambiar la realidad.
“Cada lugar tiene una historia que contar, tiene un consejo, un susurro para que nosotros la gente del desarraigo pueda volver a arraigarse a su tierra” (extracto del audio de El arte de las Piedras Antiguas, Propuesta contra el extractivismo en el Valle de Elqui de Kume Willay).

*Publicado originalmente en tomaterojo.cl
Adjunto foto de portada, gentileza de Kume Willay
Fuentes: Rebelión

 

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