El neoliberalismo no puede resolver la crisis climática: hay que actuar ya

 La acción radical es esencial para detener la transición del calentamiento global a la ebullición global y al ecocidio: Los fenómenos meteorológicos extremos han aumentado en frecuencia e intensidad en la última década, y en el último mes se ha producido una rara combinación de problemas en Norteamérica, el Mediterráneo y Oriente Próximo, el norte de China y Corea del Sur. Para los europeos, se ha añadido el horror de ver a los turistas huyendo de los incendios forestales, especialmente en Grecia. Todos estos acontecimientos forman parte de las primeras fases del colapso climático, que irá empeorando progresivamente a menos que el mundo haga una transición revolucionaria y rápida hacia una economía baja en carbono, aunque hay pocos indicios de que los líderes políticos estén ni remotamente preparados para ello.

Paul Rogers


Pero al menos, el secretario general de la ONU, António Guterres, utiliza un lenguaje diferente, sobre todo al emplear el término "ebullición global" en lugar de "calentamiento global" en sus advertencias sobre lo que está por venir.
Él es una excepción, y la opinión pública en general sigue sin ser consciente de los enormes cambios necesarios. Todas las advertencias de los científicos del clima, unidas a la evidencia ante nuestros propios ojos, parecen contar poco mientras avanzamos hacia un planeta inestable, caótico y sobrecalentado.
¿A qué se debe esto? Y, lo que es más importante, ¿por qué no se está produciendo una descarbonización radical, a pesar de que sabemos que es posible? Y, lo más importante de todo, ¿cómo se puede dar la vuelta esta la situación a tiempo?
Empecemos por la inacción. Aquí interactúan tres elementos. En primer lugar, estamos hablando de cambios fundamentales en nuestra forma de vivir, no sólo en Europa occidental, sino en todo el mundo. El resultado sería un mundo más limpio, seguro y sano, pero implicaría años de enormes cambios, lo cual es mucho para que lo asimile la gente corriente. No debemos subestimarlo. A las comunidades más pobres, en particular, les resultará muy difícil hacer frente a los cambios, mientras que las élites más ricas de todo el mundo probablemente mantendrán la ingenua creencia de que su riqueza les mantendrá a salvo.
En segundo lugar, lo que hay que hacer va directamente en contra del funcionamiento actual de la economía. El sistema fundamentalista de mercado tiene sus raíces en la competencia y en la falsa creencia de que los millones de personas que se quedan atrás se beneficiarán de los sobrantes de los ricos y estarán contentos. Cree que aunque el gobierno central, en asociación con la riqueza, pueda tener las últimas palancas de control, debería tener un papel mínimo en el funcionamiento del mercado. La cooperación es un anatema para esta forma de pensar, pero la cooperación es esencial para evitar la ebullición global.
Los neoliberales ven este enfoque fundamentalista del mercado como necesario para una sociedad ordenada y estable, y creen que si los millones de marginados no trastornan sus planes, todo irá bien. En el fondo, se trata de la creencia de que la élite sabe lo que hace.
Una prolongada sequía en Argentina, Chile y Uruguay, crea las condiciones para nuevos incendios forestales, mientras el vecino Brasil se sigue inundando
En Gran Bretaña, hubo el riesgo imprevisto de que un gobierno laborista seriamente radical tomara el poder en 2017. Afortunadamente para los neoliberales, eso se evitó por los pelos y desde entonces la amenaza de la izquierda laborista ha sido total y verdaderamente suprimida.
A pesar de ello, el sistema sigue preocupado por las respuestas potencialmente violentas que puedan surgir desde los márgenes. En muchos países, y especialmente en Gran Bretaña, se han promulgado nuevas leyes y se han reforzado otras, y la policía y las fuerzas de seguridad están mucho mejor equipadas y formadas para gestionar la disidencia pública. Ahora se imponen duras penas de prisión incluso por pequeños actos de acción directa no violenta.
El problema es que un sistema de economía de mercado sencillamente no puede actuar con la rapidez suficiente para hacer frente al colapso climático. El sistema lo sabe, por lo que prefiere apoyar la opinión de los "expertos" -que son muchos- que siguen negando que exista un problema.
Las fuerzas contrarias a la lucha contra el cambio climático están muy arraigadas en la sociedad y les resulta fácil convencer a la gente de que no es necesario actuar.
Esto nos lleva al tercer punto: la implacable propaganda de la industria de los combustibles fósiles y los grupos de opinión asociados durante medio siglo para negar el problema, incluso cuando sus propios científicos dicen lo contrario. En un mundo más justo habría un delito de homicidio corporativo global (o de ecocidio), pero en el mundo real no lo hay.
En general, las fuerzas contrarias a la lucha contra el cambio climático están muy arraigadas en la sociedad y les resulta fácil convencer a la gente de que no es necesario actuar, justo cuando se les dice que hacerlo les costará caro. Los políticos se aprovechan de ello, sobre todo cuando se acercan las elecciones. Esto puede incluso favorecerles electoralmente. Rishi Sunak, primer ministro británico, declaró que la política climática debe ser "proporcional y pragmática", tras ganar unas elecciones parciales en una circunscripción en la que el candidato conservador se había opuesto a la ampliación del plan de la Zona de Ultra Bajas Emisiones de Londres (ULEZ).
Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos? Una forma de verlo es considerar la cuestión actual como dos tendencias globales muy amplias que van camino de converger, y cuando finalmente se encuentren habrá una posibilidad para el cambio radical porque no habrá alternativa.
Una de estas tendencias, como hemos visto, es un sistema establecido en sus costumbres y con pocas probabilidades de cambiar. Las emisiones de carbono seguirán aumentando, las temperaturas superarán con creces el límite de los 1,5 °C y quienes tengan el poder se llevarán la palma, al menos a corto plazo.
La otra tendencia es mucho más positiva y consta de tres elementos.
La ciencia del clima ha avanzado a pasos agigantados en el último medio siglo. La comunidad científica confía mucho más en sus expectativas de colapso climático y, por fin, lo dice sin rodeos. Ese cambio, bienvenido sea, también tiene más fuerza por la forma en que los inicios del colapso climático están superando con frecuencia las advertencias de los modelos de predicción.
La segunda tendencia es que, por fin, existe una creciente conciencia pública de que las cosas deben cambiar, y cambiar rápidamente. La fuerza de los movimientos ambientalistas en muchos países es notable, hasta el punto de que mucha más gente está dispuesta a arriesgarse a ir a la cárcel por el bien del futuro.
Por último, los numerosos e impresionantes avances en la tecnología de las energías renovables han reducido el coste de la electricidad en enormes márgenes, situándola muy por debajo de la paridad de red en precio con los combustibles fósiles.
Sólo quedan dos grandes cuestiones, de las que depende el futuro de muchos, sobre todo de nuestros hijos y nietos. ¿Cuándo se producirá la convergencia y con qué rapidez podrán introducirse los cambios?
Si se tarda otros 20 años, hasta principios de la década de 2040, la tarea será casi insuperable, y sólo se actuará después de numerosas catástrofes terribles y de la amarga ira de los miles de millones de marginados. Si el cambio se produce antes de mediados de la década de 2030, las perspectivas serán más halagüeñas, pero cuanto más tarde se produzca la convergencia, mayor será el reto.
Por tanto, cuanto antes mejor. Así que el resto de la década de 2020 tiene que ser una época de intenso activismo donde y cuando sea posible. Ya sea mediante la persuasión, la argumentación, la acción directa no violenta u otros medios, quizá entonces sea posible convencer a suficientes personas de que es esencial una acción radical antes de que la transición del calentamiento global a la ebullición global corra el riesgo de ser irreversible.

Fuente: https://www.opendemocracy.net/es/clima-crisis-ebullinion-global--activismo-neoliberalismo/ - Imagen de portada: Ub bombero combate un gigantesco incendio forestal cerca de la ciudad de Valparaíso, Chile, en febrero 2022 | Lucas Aguayo Araos/Anadolu Agency via Getty Images

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