Nacionalismos contra el planeta




Algunos políticos y medios de comunicación ingleses le “exigen” firmeza a su Primer Ministro para defender a la empresa petrolera British Petroleum (BP) de supuestos ataques “anti-británicos”. Llaman “ataque” a la responsabilidad que exigen políticos y medios de comunicación estadounidenses a la empresa multinacional. El vertido de 570 millones de litros de petróleo en el Golfo de México y el daño irreversible de zonas consideradas de alto nivel ecológico no disipan ese fervor nacionalista.
En España se vivió una situación similar durante el secuestro del atunero Alakrana por parte de “piratas” somalíes en la zona de seguridad establecida por la Unión Europea. Algunos “tertulianos” exigían una “respuesta contundente” de las fuerzas armadas españolas, como si el ejército nacional tuviera la función de defender intereses comerciales privados cuando sus empresarios han actuado con irresponsabilidad y temeridad.
Esgrimen un fervor patriotero ante casos de piratería en Somalia que no muestran al saber que la mayoría de los barcos (aunque no era así en el caso del Alakrana) obtienen pabellones de conveniencia de otros países para beneficiarse en materia fiscal, jurídica y comercial. Si fueran tan patriotas, les molestaría también que la inmensa mayoría de los tripulantes fueran asiáticos y africanos con condiciones laborales inferiores y sin prestaciones sociales. Pero para ningún medio de comunicación resultó de interés general entrevistar a alguno de los estos tripulantes. Bastaba con que los españoles volvieran a sus casas y que los pesqueros nacionales siguieran esquilmando las aguas africanas “internacionales” porque los mares europeos se han quedado sin peces.
Los intereses privados han invertido el sentido de responsabilidad cuando se exige de los gobiernos que solucionen situaciones adversas provocadas por la irresponsabilidad empresarial. La responsabilidad de los gobiernos reside en legislar por el bien común y aplicar la ley, aunque para algunos atente contra el “libre mercado” y la seguridad jurídica. Necesita más protección legal el medioambiente y las personas vulnerables a abusos por parte de empresas que las multinacionales. Los gobiernos deben exigir condiciones de seguridad y en buscar modelos energéticos alternativos.
El gobierno ha concedido una licencia de extracción a una empresa incapaz de hacer frente a una situación adversa provocada por ella y que no toma medidas de seguridad para ahorrar costes. En el colmo del ridículo, BP pedía que los ciudadanos entraran en su página web para enviar ideas sobre cómo tapar la fuga.
No se sabe aún si BP podrá afrontar los 20.000 millones de dólares que exige el gobierno como fondo de “compensación” para los damnificados. A pocos sorprendería que “patriotas” británicos exigieran a su gobierno que salve a la empresa con dinero público.
Ese fondo paliará algunas pérdidas de empresarios de hoteles, de restaurantes y de colectivos de pescadores. Pero resultarán insuficientes a la hora de reparar daños medioambientales irreversibles. ¿Qué fondo compensará a las especies de aves, de arrecife de coral, de peces, de crustáceos y de tortugas que quedarán mermadas por muchos años o que incluso podrían desaparecer?
Los daños graves al medioambiente trascienden nacionalidades y fronteras porque las aguas, los bosques y los desiertos son patrimonio de la Humanidad. No en el sentido de que pertenecen a todos, como algunos pretenden con la Amazonía, sino más bien de que todos pertenecemos a la naturaleza, formamos parte de la Tierra y del agua.
Tras la catástrofe, el presidente Obama aboga por el fin de la era del petróleo. Sus declaraciones coinciden con el descubrimiento en Afganistán de una gran reserva de oro, cobre, cobalto y hierro, valorada en más de un billón (un trillion en inglés) de euros.
Las reservas de litio en tan sólo una provincia superan a las de Bolivia, la hasta entonces más grande reserva del mineral con el que se fabrican baterías de computadoras, de algunos dispositivos móviles y de los coches eléctricos. La administración Obama considera que este “repentino” hallazgo puede contribuir a la estabilización de la zona. Esperemos que por estabilidad no entienda la compra millonaria de armas y la contratación de mercenarios. De cualquier manera, el fin de la era del petróleo no garantiza la paz ni la sostenibilidad de la Tierra si el desarrollo se sigue basando en el consumo y en un crecimiento desbocado.

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Carlos Miguélez Monroy - Periodista y Coordinador del CCS
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