¿Realmente es el cobre la llave a una economía baja en carbono?

Posicionar al cobre de cara a la opinión pública en el centro de la transición a una economía baja en carbono gracias a las energías renovables es una meta prioritaria de la corporación multinacional minera y del cobre. Pero a pesar de los esfuerzos de la industria por afirmar lo contrario con los argumentos más peregrinos, desde el punto de vista ecológico ningún proyecto minero es de verdad sostenible.

Por Guadalupe Rodriguez

Sin cobre no hay electricidad
Donde se produzca electricidad, se necesitará transportarla y en toda la infraestructura necesaria para ello habrá cobre. Contienen cobre generadores, transformadores y cables. La energía renovable también necesita cobre, incluso en mayor cantidad. Los vehículos eléctricos requieren de cuatro a cinco veces más cobre que los de combustibles fósiles. Un coche puede tener hasta seis kilómetros de cableado en cobre. También los molinos eólicos y los paneles solares contienen cobre. Hasta 30 toneladas de cobre pueden formar parte de uno sólo de los molinos terrestres más grandes. Lo mismo para las turbinas eólicas marinas de alta potencia (offshore) que requieren además cable de cobre que los conecte a la costa.
Nueva minería del cobre para la transición energética
La transición energética requiere entonces miles de toneladas de cobre porque este material forma parte importante de muchas de las infraestructuras para las energías renovables al ser el mejor conductor de energía y calor.
Hoy, los vehículos eléctricos demandan menos del 1 % del cobre. Para 2027, la demanda anual de cobre para el transporte eléctrico podría ser de más de un 6%, de en torno a 1 millón 740 mil toneladas (1). Todo este cobre se va a tener que sacar de las minas en algún lugar y luego habrá que transportarlo y procesarlo industrialmente y volverlo a transportar.
Expertos de turno están haciendo de embajadores de las bondades de industria minera del s. XXI, desde la academia y la política, obviando los impactos socioambientales sobre los territorios donde se localizan los nuevos proyectos mineros, y obviando sobre todo la opinión de las comunidades afectadas, quienes al final saben mejor lo que se les viene encima que los supuestos expertos a sueldo de las mineras, cuyo mandato único es recortar costes y aumentar beneficios.
A pesar de los esfuerzos de la industria por afirmar lo contrario con los argumentos más peregrinos, desde el punto de vista ecológico ningún proyecto minero es de verdad sostenible. He llegado a ver que hablan incluso de “metales verdes” aludiendo a una supuesta amigabilidad ambiental. Impactos ecológicos graves son inevitables en todo proyecto minero. La actividad que implica riesgos sobre el agua, la tierra y el aire. Y hay que reconocer, que desde el punto de vista social, ningún proyecto minero que está siendo duramente cuestionado de alguna manera por las comunidades afectadas puede tampoco decirse sostenible.
¿“Descarbonizar” o generar aún más carbono?
La Alianza del Cobre dice trabajar con sus aliados para “descarbonizar” la industria a nivel global “de manera efectiva y económica”. Mientras, la propia gran minería de cobre, hace crecer la demanda de energía y potencia eléctricas con todos los procesos y logística de transporte que implica. Si se hace la cuenta completa, que no es lo más habitual, la extracción de estos recursos materiales por medio de la minería y la construcción de estos parques eólicos y la fabricación de los vehículos eléctricos tiene unos requerimientos energéticos intensivos y genera una contaminación y emisiones de carbono incalculables.
Parque eólico offshore (Foto: Rich Bamford, Flickr, CC BY-NC-SA 2.0)

Producción de energía y extractivismo de la mano
Los argumentos de parte de la industria en su propio favor son varios: estaría comprometida con las metas globales para reducir el cambio climático. Y va más allá argumentando que promoverá la eficiencia energética con inversiones entre tres y nueve veces superiores a las actuales. Pero eso significa tanto más cobre, más minería, más industria, más transporte, más combustibles fósiles, más cambio climático. Mucho negocio: en realidad están como buitres especuladores a la espera de la subida de los precios.
Por eso desde mi punto de vista dicho compromiso es bastante dudoso y se ajusta más al doble discurso de decirse verdes y amigables con el medio ambiente mientras continúan con los negocios al uso bajo el signo de un buen aparato de relaciones públicas y clientelismo. La industria sabe ganar dinero, sólo se olvida muchas veces de tomar en cuenta las necesidades energéticas de la población y los usos previos que se están dando a los territorios o los usos que se quisiera asignarles en términos de desarrollo rural, y que no son posibles por absoluta falta de apoyos y la escasez de sensibilidad política.
La línea argumentativa se completa presentando al territorio donde existe el recurso -en este caso el cobre- como una potencia clave en minerales también claves. Todo es clave. Pero los proyectos mineros se proyectan para un período de 15 años, hasta un máximo de 25. Y después dejarán atrás una herencia de contaminación y promesas de restauración que nunca se cumplirán.
Herencia destructiva y contaminante
Siempre que haya demanda de materia prima, la industria justificará su obtención al costo que sea, incluso si compromete la naturaleza, la biodiversidad, a las comunidades, la vida en una palabra.
Es una manera inaceptable de definir el destino de muchas comunidades, sin mencionar los costos reales de la minería a cielo abierto, ocultar datos, negar la destrucción y la contaminación, el desplazamiento de población, el fin del modo de vida de muchos. Pero con respecto a la minería la gente afectada ha despertado, se está organizando, está trabajando para dar a conocer la situación en la que los pone un proyecto minero que cae como una espada de Damocles en su comunidad.
Y los proyectos mineros se pueden y se tienen parar cuando se demuestra con evidencias que su costo socioambiental es mucho mayor que cualquier beneficio que pueda tener para la transición energética, para el crecimiento y para la macroeconomía y las cuentas offshore de las multinacionales en paraísos fiscales. Aunque sea contra el viento y la marea que producen los políticos irresponsables.
La huella del cobre y el debate que nos queda
La extracción del cobre tiene impactos socio ambientales muy graves -aunque se destine a la implementación de energías renovables. Se esté evitando conscientemente o ignorando este debate, que aún no se lleva a cabo en la suficiente profundidad y tarde o temprano va a tener que venir.
Los discursos bonitos de un mundo bajo en carbono están muy alejados de la realidad de muchos lugares afectadas por los proyectos mineros de donde salen las materias primas como el cobre, sin debate público, y sin calcular las pérdidas que la apuesta por la minería tiene para las comunidades, para el medio ambiente y para clima.
El reciclaje de materias primas como el cobre y el fomento de un menor uso y más eficiente de la energía es el camino a seguir. Habrá que debatir más a fondo sobre la transición energética e incluir propuestas serias de ahorro y eficiencia energética, economía circular y post-extractivismo.

Si quieres leer más sobre las pretensiones verdes de la gran industria del cobre (en inglés):
Four Reasons the Copper Industry is Committed to Energy Efficiency — and a Solution to Make It Happen
Nota: 1 Según la ICA International Copper Association
Ecoportal.net
Fuente


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