La opción voluntaria por el decrecimiento


"En el campo de la acción política, el más superficial y aparente, sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela” 



Chema Berro



La degradación y banalidad (inutilidad) en que han caído la política y lo social es fruto de la pesadez(1) de lo real. La realidad se ha identificado con el capitalismo, que es el poder, sin que nada quede fuera. El cierre de lo político y lo social, la ausencia de oposición o alternativa, la conversión de todo asunto en materia de estado y de consenso, la reducción a posibilidad única, el estrechamiento de los márgenes de maniobra, la reducción de la política y de lo social a algo vano e inútil, tiene su causa en esa cerrazón de la realidad, en el imperio de una opción económica convertida en ley y en verdad científica, en su condición de realidad única. De las últimas tonterías que he oído con mayor desagrado ha sido el slogan de “otro mundo es posible”, que en nada ha contribuido a cambiar el mundo sino a edulcorarlo, tratando de esconder que la realidad es la que es y que las dificultades para cambiarla rayan con la imposibilidad de hacerlo. 

Y en esa realidad es en la que estamos todos sumergidos, a veces como víctimas, es cierto, pero también prestándole nuestra adhesión. Nuestros modos y estilos de vida de vida, nuestros consumos, nuestras necesidades... todo que realmente nos mueve y constituye nuestras vidas, son nuestro voto no atrevido a explicitarse, nuestra adhesión a lo existente. Nosotros somos parte de la realidad, estamos ocupados, somos capitalismo. 
Con lo social y lo político caídos en la inutilidad de lo superficial y lo aparente, perdidos como campos de batalla, cuando otro mundo es imposible, cuando no hay nada que hacer, ¿qué es lo que podemos hacer? Esa, creo, es la pregunta que tenemos que hacernos y mantener permanentemente abierta, sin que, naturalmente, tenga yo respuesta a ella.
Mantengo la apuesta de que la opción por el decrecimiento, bien trabajada y con todas las muchas dificultades que su realización entraña, pudiera reabrir algún espacio o zona de lo prepolítico, como antaño hizo lo social, desde la que condicionar y recuperar lo social y lo político. Tiene para ello dos características que me parecen fundamentales. Cuestiona, por un lado, la esencia del sistema capitalista, su necesidad imperiosa de permanente crecimiento (que es a la vez su oferta y señuelo), a la que toda otra consideración social o de cualquier índole tiene que ser siempre supeditada. Nos interpela, por otro lado, a nosotros mismos, como sujetos del capitalismo, obligándonos a convertir nuestras vidas en campos de batalla, no sólo en lo ético y testimonial, sino en el de la politización de nuestras vidas. 
Tiene a la vez el doble componente de exigencia que se nos presenta imperiosa, y de oferta atractiva a vivir más placenteramente. Para nosotros, para los que nos decimos de izquierdas pese a ser de derechas, sería una oportunidad de recuperar la unidad entre vida y política hace tiempo perdida. Y esa unidad nos permitiría una forma de actuación no basada en el decir ni en las propuestas ni en las razones, que más que alumbrar sirven para aumentar el ruido y la confusión imperante, sino en los hechos y en el vivir, que es lo que pudiera tener capacidad de contagio e irradiación. 
Sé que es muy difícil y que tiene muy pocas posibilidades de realizarse. Si alguien tiene una vía más amplia y fácil, que me apunte. 

Fuente: decrecimiento.info(1) el termino pesadez no es el adecuado porque remite a solidificación, mientras que lo real, hoy, es cambiante y múltiple y diverso, sin dejar de ser uno y siempre lo mismo.


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