El Niño y su mar (en llamas) en la era de la Gran Aceleración

Estamos rompiendo récords con una naturalidad cada vez más antinatural: 40ºC en Siberia, incendios históricos y la ralentización de las corrientes oceánicas imprescindibles para el sostén de la vida marina: Hay momentos en la vida de una persona o del mundo mismo, en los que parece como si el tiempo se acelerase. En apenas diez días se producen cambios cuyos efectos durarán décadas, o incluso siglos. Es en esos días donde uno siente que hay más que contar y que, sin embargo, el tiempo no alcanza. Ni siquiera para comprender bien lo que está ocurriendo. Menos aún para describirlo. Decía Marguerite Duras que escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos. Así que al menos intentémoslo.

Juan Bordera  

Podría escribir sobre el robusto equilibrio térmico que nos proporcionan los océanos, esas maravillas repletas de vida que almacenan más del 90% del exceso de calor, y tendría que contar cómo ese equilibrio, esa antigua robustez, está desvaneciéndose ante nuestros ojos a una velocidad increíble. Los récords de temperatura en la superficie de los océanos están siendo pulverizados de una manera que la razón no alcanza a comprender. Los valores en el Atlántico Norte parecen una imposibilidad, un error. Pero no hay error en la gráfica. El error, como veremos, está en otro lugar.

Aunque la anomalía es más pavorosa en esta zona, el promedio global está prácticamente igual de desbocado. Y si bien ambas frenarán en algún momento, el hecho de que se haya producido semejante cambio exponencial es algo que hay que investigar porque podemos estar ante la ruptura de algo muy peligroso. Un cúmulo de causas diferentes están interactuando a la vez para que estas anomalías se estén dando de una manera tan abrupta. Es probable que todavía quede algo de tiempo para reaccionar, pero las mejores opciones ya se están evaporando.
Tal vez podría seguir escribiendo sobre cómo las olas de calor oceánicas –quizá las más peligrosas de todas–, con consecuencias irreversibles para la vida marina que literalmente sostiene al resto, están proliferando en las costas de medio mundo: Irlanda, México, Ecuador, Japón, Mauritania, Islandia y la lista desgraciadamente sigue. Estos fenómenos –como casi todos los extremos– son cada vez más frecuentes y abruptos.
Podría escribir también sobre cómo las anomalías de deshielo y creación de hielo en el Ártico, y especialmente en la Antártida, están dejando a los científicos anonadados, con una mueca de terror e incomprensión en sus rostros.

El mapa térmico que tenemos ante nosotros dibuja una situación más bien cercana a lo terminal. Y nadie que comprenda bien qué está pasando puede entender por qué apenas se habla de esto en los grandes medios. Día sí, día también. Con programas especiales, como los que algunos comunicadores dedican a temas tan cruciales como la okupación o los chemtrails.
Podría escribir, y subrayar, que los récords de todo tipo se siguen rompiendo con una naturalidad cada vez más antinatural. 40ºC en Siberia. 50ºC en México. Incendios históricos en Canadá con sus consiguientes postales en un anaranjado y posapocalíptico Nueva York. Récords de precipitaciones en Japón. Muertes masivas de peces en Texas.
Podría continuar escribiendo sobre cómo el Gobierno francés ha lanzado una valiente campaña mediática para preparar a su población ante un escenario de 4ºC de aumento de temperatura respecto al período preindustrial: “No podemos escapar de la realidad”, dijo el ministro de Medio Ambiente, Christophe Béchu. Aunque la contraparte oscura de Francia es muy tenebrosa: el pasado 21 de junio –el día en que termina simbólicamente la primavera para dar paso a un verano que será histórico– se confirmó el decreto de disolución de Les Soulèvements de la Terre (SLT), quizá el movimiento organizado más transformador del ecologismo europeo reciente.
Y mientras tanto, podría escribir cómo aquí, en un territorio con riesgos más obvios, debidos a la desertificación y al caos climático –cosas de la latitud– obtienen mayorías absolutas partidos que proponen poner una maceta en cada balcón, y que pactan con negacionistas de la ciencia, de los derechos humanos y de la realidad aplastante.
Podría quizá, para ir terminando, escribir y apuntar –sin la precisión que solo el tiempo nos dará–, hacia los posibles motivos de que estos sucesos tan improbables estén coincidiendo en el tiempo: el fenómeno de El Niño –la oscilación entre aguas más calientes y frías (La Niña) en el Pacífico– ha vuelto, y de qué manera. Algunas previsiones muy fiables dejan claro que se tratará probablemente de un fenómeno muy fuerte, que se ha formado muy rápido, y que va a seguir calentando durante meses los océanos de la Tierra.
Pero hay que sumarle otros posibles sospechosos que también están generando caos: la erupción de un volcán submarino en Tonga, que liberó una buena cantidad extra de vapor de agua a la atmósfera; la debilidad de algunas corrientes atmosféricas que de manera circunstancial han dejado libre de polvo del Sáhara algunas zonas; así como el impacto producido por un cambio sustancial en la legislación de los combustibles de los barcos, que ahora están obligados a circular provocando menos emisiones de azufre, lo cual calienta el planeta –y la superficie oceánica en particular– por la eliminación del efecto barrera que provocaban los aerosoles de estas emisiones. Se desenmascara así el calentamiento real que ya hemos provocado. 



Finalmente, la guinda llega después del pastel: podríamos estar presenciando los inicios de la interrupción de algunas corrientes oceánicas imprescindibles para el equilibrio homeostático del planeta, y esto sí que sería terriblemente problemático. La Corriente del Golfo es la más lenta desde hace, por lo menos, 1.600 años. Y en el sur, en la Antártida, más de lo mismo, con descensos en la velocidad de la corriente de alrededor del 30% en apenas tres décadas.
Comprendamos esto bien porque es clave. El agua del deshielo de los casquetes es dulce y fría y, al aumentar la cantidad que va entrando en puntos concretos del circuito, se ralentizan las corrientes, que además se ven afectadas por un aumento de la temperatura general oceánica. Sin negar que en algunas zonas suceda lo contrario de manera puntual, la tendencia general es hacia el frenado. Con esta ralentización de la cinta transportadora, el calor se va acumulando en la superficie oceánica, ya que las aguas no se “mezclan” tanto como antes. Esto podría provocar en el futuro efectos difíciles de prever, y por eso se están produciendo debates sobre el tema y pocos se atreven a posicionarse al respecto.
En el fondo, lo que hay detrás de todo es algo muy fácil de comprender, se llama calentamiento global, caos climático, emergencia, llámenlo como quieran. Y la NASA certificó un detalle que ha pasado inadvertido para el gran público: el balance radiativo se ha doblado en poco más de una década.
Podría escribir mucho más, y sobre cosas terriblemente importantes, como la degradación que supone condenar a cárcel a científicos como Mike Lynch-White –27 meses por una protesta pacífica– o a grandes multas como al profesor Nikolaus Froitzheim. Valientes activistas que protestan ante esta emergencia planetaria que –no lo duden– va a tener impacto en forma de fenómenos extremos, agravados este mismo año. La cuestión ya no es si sí o si no, la cuestión es dónde cae la ruleta que cada vez tiene más premios y  más gordos.
Quizá ha llegado el momento de dejar de escribir tanto y pasar a la acción. Porque en esta situación y ante la inercia de la inacción, necesitamos más que palabras. Necesitamos organizarnos, empatizar con aquellos que no piensan exactamente igual para poder ser suficientes y provocar un cambio. Pero a la vez tenemos que asumir que vivimos en la era de la Gran Aceleración, y cuando los retos y los problemas se aceleran, la respuesta política no puede ser moderarse, no puede ser acobardarse, porque ese sería el verdadero y fatídico error.

Juan Bordera: Es guionista, periodista y activista en Extinction Rebellion y València en Transició. Es coautor del libro El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022) y diputado electo desde 2023 por Compromís a las Cortes Valencianas.
Fuente: https://ctxt.es/es/20230601/Firmas/43302/Juan-Bordera-corrientes-oceanos-cambio-climatico-calentamiento-el-nino.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-medium - Imagen de portada: Una imagen del glaciar Perito Moreno, en Argentina. / Christof Berger

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