La piscifactoría en España es sinónimo de estrés, enfermedad y agonía para los peces
Una investigación de AnimaNaturalis denuncia la crueldad a la que se somete a los peces en las piscifactorías industriales de España, primer productor acuícola de la Unión Europea: Cada año, en España se crían 254 millones de peces en piscifactorías. O, dicho de otra forma, en estos lugares es donde se sacrifica el 95% del total de los animales que son criados o capturados para el consumo humano. Unas cifras que posicionan a nuestro país como el primer productor acuícola de la Unión Europea.
Carlos Madrid
Lo inverosímil de todo ello es que, según revela una reciente investigación de AnimaNaturalis, con esas cifras tan altas de cría no haya una protección real sobre estos animales sintientes, sino más bien justo lo contrario. Como apunta Aïda Gascón, directora de la organización en España, se trata de una realidad muy oculta en nuestro país. «Ya lo es con las granjas de animales terrestres, pero en las de los acuáticos lo es todavía más», explica a Climática.
En su investigación se han centrado en la producción de la trucha arcoíris, ya que estas suponen un 70% de la producción acuícola, y en ella han documentado todos los procesos por los que pasan estos peces, empezando por la cría, pasando por el engorde, el hacinamiento, su clasificación, transporte y terminando en la matanza. En todos ellos, la nota es negativa.
Suspenso en espacio y en calidad del agua
Las truchas son animales en cuya naturaleza está la búsqueda de su propio alimento, para la que recorren muchísimos kilómetros. Una característica que en los estanques de las piscifactorías no pueden desarrollar. «Aquí están muy hacinadas, por lo que no tienen casi espacio para moverse. Una densidad que, además, hace que la calidad del agua empeore, ya que se reduce el oxígeno disponible e incrementan los niveles de amoniaco fruto de las heces y de los propios animales que se van muriendo», dice Gascón.
Un cóctel que les lleva a sufrir estrés, ya que no se pueden mover de manera natural, y diferentes enfermedades. Entre ellas, en las granjas de la trucha arcoíris dataron la enteritis bacteriana y la furunculosis, que causan llagas abiertas en la piel y alta mortalidad; parásitos como piojos que dañan la piel y branquias; y virus como el de la necrosis pancreática infecciosa que desatan brotes masivos. «Sobre todo, lo que observó nuestro equipo de investigación fueron infecciones bacterianas en las escamas e internas. También vimos muchos animales muertos y parásitos. Tenemos constancia de que, para curarlos, se les suministra antibióticos de forma preventiva. No cuando se ponen enfermos, sino antes», añade.
Una vez que salen de los estanques y llega el momento de separarlos por tamaños o de cargarlos en contenedores, las operaciones a menudo son, en palabras de la organización, «brutales». Manipulaciones bruscas que les hacen sufrir, entre otros, hematomas, aletas desgarradas y pérdidas de escamas. Y, durante el transporte al matadero, se repite el hacinamiento vivido en los estanques, lo que agrava su agonía.
Cuando ni el sacrificio supone descanso
Desde AnimaNaturalis ponen especialmente el foco en cómo se sacrifican a estos animales. Un paso que debería ser sinónimo de fin del sufrimiento, pero que para algunos no lo es porque no llegan a morir. El sacrificio, como sostiene Gascón, normalmente se hace a través de dos mecanismos: con hielos, para que mueran lentamente congelados, o a través de descargas eléctricas. «Esta última se hace de forma grupal, por lo que muchos no llegan a tener esa descarga y mueren aplastados. Nosotros proponemos que se apliquen descargas eléctricas, que es la forma menos dolorosa y más inmediata para acabar con la vida del animal, pero que se hagan eficazmente, es decir, en grupos menos numerosos. Algunos incluso son empaquetados vivos», explica.
Todo esto ocurre en un país en el que está vigente el Tratado de Lisboa de 2009, que define a estos animales como sintientes. Un reconocimiento que debería hacer que se aplicase sobre ellos las legislaciones de bienestar animal. Sin embargo, apunta Gascón, la mayoría de las veces estas normativas están enfocadas a tener una mayor productividad, a contribuir al bienestar de las personas o, como mucho, a temas medioambientales. «El problema es que no existe una normativa a nivel estatal que sea homogénea y, la que hay, no aborda de manera específica las particularidades de cada especie».
Para mejorar la situación, desde AnimaNaturalis proponen una serie de puntos. Por ejemplo, que se lleve a cabo el aturdimiento antes del sacrificio, ya que así se aseguraría que haya una pérdida inmediata de conciencia. También, señala Gascón, «que haya normas específicas de densidad de población, ya que estas mejorarían el bienestar de los animales. Un cambio que automáticamente ayudaría a enriquecer la calidad del agua. Además, pedimos que haya un monitoreo constante de esto, para disminuir el nivel de amoníaco y subir el del oxígeno».
Y finaliza: «También prohibiríamos procesos como el desespinado o la evisceración, que normalmente se hacen sin anestesia. Creemos que causan un dolor y un sufrimiento que deberían evitarse. Y, por último, un etiquetado de productos pesqueros nuevo. Actualmente lo hay, pero están expedidos por empresas privadas y estas normalmente no tienen en cuenta el bienestar de los peces, sino que valoran otros temas como el medioambiental».
Fuente: https://climatica.coop/investigacion-piscifactoria-animanaturalis/ - Imagen de portada: Foto: Aitor Garmendia/AnimaNaturalis.