La política internacional de Argentina al servicio de Estados Unidos

Las potencias en disputa durante el siglo XX fueron eurocéntricas y no tuvieron en cuenta la crisis ambiental. Ante la hegemonía de Estados Unidos, nuevas alineaciones proponen alternativas al neoliberalismo y la solidaridad Sur-Sur, pero la política exterior de Argentina está lejos de esos procesos. Una lectura en clave histórica y con propuestas de futuro.

Por Francisco Bauer

El período que va desde 1991 al presente es una coyuntura histórica abierta, en la que se modifica la estructura del sistema mundo centro-periferia. Hay factores de cambio que determinan esta coyuntura: la crisis ambiental y la crisis civilizatoria, las consecuencias de la Guerra Fría, la posterior hegemonía de Estados Unidos y el avance subsiguiente hacia un mundo multipolar.

El historiador Fernand Braudel hace una distinción entre el acontecimiento, la coyuntura y el tiempo de larga duración, que se refiere a las civilizaciones. En este sentido, la coyuntura histórica se refiere a un lapso en el que suceden acontecimientos que cambian estructuralmente un estado de cosas en un contexto más o menos amplio.
El período al que nos referimos se inicia con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1991) y se extiende hasta nuestros días.
La historia ambiental nos aporta una nueva dimensión, amplía el horizonte de comprensión de los procesos mundiales de larga duración, en forma holística. Esta perspectiva no había sido tenida en cuenta en los análisis históricos y políticos décadas atrás. Sin embargo, todo proyecto alternativo al neoliberalismo debe incluir la cuestión ambiental.

Foto: Angela Weiss / Télam / AFP

Una filosofía eurocéntrica añeja y agotada
El concepto “Antropoceno” (que refiere a la época geológica actual, afectada significativamente por la actividad humana) es disruptivo. La ciencia contemporánea cuestiona la separación moderna-occidental entre naturaleza y cultura. La historia de la Tierra ya no sigue únicamente las leyes naturales, sino que está moldeada por la historia de las sociedades humanas. Y el Antropoceno se manifiesta como una crisis múltiple.
La Conferencia de Estocolmo de 1972 trató por primera vez en el ámbito internacional la problemática ambiental. No fue suficiente para detener la pérdida de sustentabilidad de la vida y la contaminación del planeta, pero cuestionó las formas de producción y consumo y sus impactos en el cambio climático, el daño a la salud y las víctimas ambientales.
La ciencia moderna europea, su técnica, producción, comercio y consumismo erosionaron el ecosistema planetario, dando lugar a una contradicción entre el capitalismo y la naturaleza. Este divorcio es un problema ambiental que se agrava, porque el planeta Tierra no es un depósito infinito de materias primas para explotar. Tiene límites.

Foto: Marcelo Martínez / Greenpeace

Por otro lado, ese modelo está en crisis. La cultura moderna hegemónica eurocéntrica se resquebraja. Esto incluye a los imperios europeos, pero también a Estados Unidos y a su influencia en el resto del mundo. Es una crisis integral, multidimensional y con una mayor envergadura que todas las crisis anteriores: sus instituciones van en un sentido y la vida, la cultura de la gente, se orienta hacia otro.
Las instituciones sufren una crisis de conocimientos filosóficos, científicos y tecnológicos pues no les sirven para resolver los problemas políticos, sociales, económicos y ambientales. El sistema económico aún vigente es cuestionado por sus daños ecológicos, por sus injusticias sociales e irracionalidades, exponiendo que Estados Unidos y los países europeos no son un modelo válido a seguir. El continuo doble discurso —decir una cosa y hacer otra— es parte de una cultura hegemónica decadente, racista e hipócrita. Surge, entonces, la necesidad de emplear nuevos paradigmas que permitan superar el modelo eurocéntrico en crisis.

Foto: Marcelo Martínez / Greenpeace

Neoliberalismo y desequilibrio ecológico
La hegemonía neoliberal se desplegó fundamentalmente al finalizar la Guerra Fría. Esta contienda se denominó así porque las dos potencias que quedaron tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética, no se enfrentaron en forma directa. Lo hicieron en otros países, indirectamente: ejemplo de ello fueron la guerra de Corea o la guerra de Vietnam.
Desde un punto de vista histórico, antropológico y filosófico, ambas propuestas, la soviética y la estadounidense, eran modernas y eurocéntricas. Aunque tenían fuertes diferencias ideológicas, ambas trataban de dominar y sojuzgar la naturaleza contribuyendo al desequilibrio ecológico; también descalificaban o no consideraban al resto de la humanidad, a los pueblos y culturas con capacidad de crear alternativas propias de vida, mediante otros modos de producción y civilizaciones.
Entre 1947 y 1991 este conflicto dio forma al sistema mundo. Mientras tanto, ambas potencias hablaban de ‘coexistencia pacífica’. La caída del Muro de Berlín (1989) anunció el fin de la Guerra, el triunfo de Estados Unidos y la derrota de la Unión Soviética. El Partido Comunista en Rusia quedó reducido a un partido más entre otros. En el resto del mundo, los partidos comunistas y otros partidos de izquierda se disolvieron o quedaron muy debilitados.

Foto: Nicolás Pousthomis

Simultáneamente, las fuerzas imperialistas presentaron al capitalismo como la única alternativa válida, y al socialismo o comunismo como una opción innecesaria. Con el fin de la Guerra Fría se puso fin a las dos opciones que se le presentaban a la humanidad hasta ese momento: el capitalismo o el socialismo soviético. Surgió así el mundo unipolar.
Para los países de la periferia y las izquierdas esto significó un retroceso y, en parte, una desorientación política. En este contexto, la diversidad histórica cultural emergió en el plano internacional, y la Unesco, en el 2001, la reconoció como una fuerza cultural omitida, despreciada durante siglos por las potencias eurocéntricas. Fue así que los pueblos indígenas dejaron de ser considerados “bárbaros y salvajes”, y fueron reconocidos como patrimonio de la humanidad, pudiendo integrar proyectos nacionales y pluriculturales.
La unipolaridad se consolidó con la Unión Europea, fundada en 1993, al incorporar a los países que habían sido parte de la Unión Soviética. Como parte de este cambio, en esos países se adoptaron políticas neoliberales privatizando empresas estatales y derechos como la salud y educación.
En América, la influencia de Estados Unidos, de sus políticas neoliberales y la construcción del “terrorista” como el enemigo, influyó en América Latina siguiendo la tradición desplegada en el siglo XX pero con nuevos elementos, como el Consenso de Washington. De esa manera, la región fue adoptando progresiva —y no siempre linealmente— el paradigma neoliberal.

Foto: Presidencia de Guatemala

Alternativas desde el sur del mundo
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) marcó un hito en 1994 con el enunciado de “muchos mundos son posibles”. Otros modelos y proyectos de vida se afirmaban como posibles desde cada pueblo, desde la diversidad cultural de la humanidad.
Unos años más tarde, el comandante Hugo Chávez Frías planteó para Venezuela el "socialismo del siglo XXI, un nuevo modelo" de redención social. Al que debemos sumar, por su valioso significado, el Estado Plurinacional de Bolivia, como un gran paso teórico-práctico en la política regional e internacional.
Otra novedad política fue la Filosofía de la Liberación, desde la que el intelectual Enrique Dussel orientó la formación de cuadros del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México en 2018. La incorporación de estas ideas y acontecimientos configuran una nueva instancia de actualización teórica política, de reflexión y formulación de nuevas alternativas a las políticas neoliberales.
En 2008 se formaron los Brics, grupo de países formados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, como un nuevo reordenamiento y disputa a escala mundial con la idea de un mundo multipolar. El centro económico del mundo se desplaza desde Europa al Asia Pacífico.
Este núcleo permite que otros países puedan alinearse tras el grupo Brics atraídos por su política de cooperación Sur-Sur, y por la posibilidad de liberarse del dólar como moneda obligada para comerciar. Del mismo modo, pueden sustraerse a organismos generadores de deudas —como el Fondo Monetario Internacional— que oprimen a los pueblos.
A instancias de Luiz Inácio Lula da Silva, hubo intenciones de que Argentina ingrese a ese grupo, pero la iniciativa no pudo concretarse. Con la llegada de Milei a la presidencia, Argentina se alineó con Estados Unidos e Israel, lo que implica la subordinación a esos países, el debilitamiento del Estado argentino y de su soberanía.
Es claro que es mejor opción para nuestra región alinearse con los Brics porque da mejores oportunidades comerciales en las relaciones Sur-Sur.
Ante la hegemonía estadounidense y la crisis civilizatoria de occidente, las periferias se fortalecen propiciando la integración, la cooperación y unidad Latinoamericana. Otros ejemplos: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA). Todo ello como alternativa a las políticas neoliberales, para defender las soberanías y los bienes naturales de la América mestiza.
*Edición: Mariángeles Guerrero
Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/la-politica-internacional-de-argentina-al-servicio-de-estados-unidos/ - Imagen de portada: Foto: Fernanda Ligabue / Greenpeace

 

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