México / El Río Santiago está enfermando comunidades enteras: llevan metales tóxicos en la sangre
La mañana del 18 de noviembre en Casa Jalisco no fue una más: decenas de habitantes de El Salto y Juanacatlán llegaron con pancartas, diagnósticos en la mano y una exigencia directa: atención médica urgente ante la presencia de metales pesados en su sangre. No es un reclamo aislado ni un momento improvisado; es el resultado de años conviviendo con olores químicos, agua contaminada y paisajes que antes tenían vida y hoy cargan espuma, residuos y un río que dejó de ser río. La protesta no solo buscó respuestas: también buscó que el resto del país entienda lo que significa vivir en un territorio donde la contaminación ya no es una palabra técnica, sino algo que respira contigo.
por Carolina Gutiérrez Argüelles
Contaminación tóxica en Jalisco y el impacto en la salud
El estudio realizado por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí tomó 178 muestras de sangre y orina en ambas comunidades y encontró un patrón que nadie quiere ver en su propio análisis: el 100% tenía metales pesados en su cuerpo. Para los expertos, esta cifra representa lo que podría estar ocurriendo en las más de 260 mil personas que viven en la zona.
Observatorio sobre Conflictos Socioambientales
La exposición a sustancias tóxicas alcanza niveles alarmantes, a pesar de las promesas de saneamiento de @Claudiashein y @PabloLemusN, y pese a intervenciones de @CEDHJ, @CNDH y @CIDH.
Por ejemplo: 59% de las y los niños que viven cerca del río están expuestos al mercurio
El caso de un niño de tres años, con 3,484 partículas de aluminio en la sangre, se volvió símbolo de la problemática. Sustancias como plomo, mercurio, arsénico y cadmio aparecieron en niveles significativos, todos relacionados con alteraciones neurológicas, renales y respiratorias. Detrás de cada número hay una historia familiar, un miedo, una consulta pendiente y un futuro incierto.
Contaminación ambiental y un ecosistema en riesgo
El deterioro del Río Santiago no comenzó de golpe: es la suma de años de descargas industriales, basureros, termoeléctricas y proyectos que se expandieron sin considerar los límites naturales de la región. La cuenca, que alguna vez sostuvo peces, aves migratorias y vegetación ribereña, hoy muestra señales de agotamiento: espuma química, colores anormales y fauna que desaparece lentamente.
Los resultados en humanos son solo una parte del panorama. Los investigadores continúan analizando aire, suelo y agua, pero anticipan lo que ya se intuye: los metales también están circulando en el ecosistema. Cuando un río se contamina, no solo afecta a quienes lo habitan, sino también a los animales que beben de él, a los insectos que regulan su biodiversidad y al suelo que debería absorber y filtrar vida, no residuos.
Lo que revelan los números sobre un territorio herido
Los datos son contundentes y hablan por sí mismos:
• Arsénico en 23.5% de los niños de El Salto
• Cadmio en 47% de los menores y 59% de los adultos
• Mercurio en 59% de las niñas y niños
• Cromo en 23% de los adultos
• Manganeso en 64% de los menores de Juanacatlán
• Hidroxipireno en 50% de los niños
Estos metales suelen vincularse con procesos industriales, combustión energética y químicos utilizados en fábricas. Su presencia simultánea confirma que no se trata de una intoxicación puntual, sino de una exposición persistente, donde el territorio se convierte en un espacio que acumula tóxicos sin recibir descanso.
Un ambiente enfermo también enferma a sus habitantes
El caso de El Salto y Juanacatlán evidencia algo que muchas veces se olvida: la salud de un territorio es la salud de quienes viven en él. Cuando un ecosistema pierde equilibrio, los seres humanos también lo sienten. Un río contaminado no solo daña a la fauna; modifica silenciosamente los cuerpos humanos, desde la piel hasta los órganos internos.
Al igual que los peces que ya no pueden sobrevivir o las aves que evitan ciertas áreas, las personas se ven afectadas por el agua que beben, el aire que inhalan y el suelo donde viven. La frontera entre lo ambiental y lo humano no existe realmente: lo que afecta a uno atraviesa inevitablemente al otro.
¿Qué significa esta crisis para quienes no viven ahí?
Puede parecer un problema localizado… hasta que no lo es. Este caso está generando eco en redes porque toca temas que ya son parte del ADN digital de esta generación: salud, justicia ambiental, negligencia gubernamental y evidencia científica. No necesitas vivir en Jalisco para preguntarte: ¿qué tan segura está el agua, el aire o el suelo donde vivo?
Además, esta crisis alimenta un miedo muy actual: la sensación de estar expuestos a riesgos invisibles, mientras las instituciones encargadas de protegernos no actúan o reaccionan tarde. La historia conecta porque expone un patrón que se repite en distintos estados del país: zonas industriales que crecen más rápido que las políticas para contener sus impactos.
La contaminación del Río Santiago no es solo una historia de metales en sangre; es la historia de una región que lleva años enviando señales de auxilio. Las comunidades pusieron su voz en las calles porque su territorio ya no puede hablar por sí mismo. Si un ecosistema dañado puede transformar la salud de toda una población, ¿qué otras señales estamos ignorando mientras el entorno se sigue deteriorando?
Fuente: https://ecoosfera.com/medio-ambiente/rio-santiago-protesta-contaminacion/






