Observar para aprender tampoco es un rasgo exclusivo de los humanos
Dos estudios recién publicados y elaborados de forma independiente concluyen que los orangutanes y los guacamayos también son capaces de aprender imitando lo que ven, tal como hacemos nosotros: ¿Cuándo llegaron los primeros humanos al continente americano? La pregunta solo tiene respuestas aproximadas: algunos estudios dicen que hace 15.000 años, otros que 20.000 y algunos que incluso 30.000. Durante mucho tiempo, sin embargo, hubo un lugar en Brasil que puso en duda cualquiera de estas teorías. En el yacimiento del Vale da Pedra Furada había piedras talladas muy antiguas, herramientas primitivas con más de 50.000 años. ¿Quién y cómo había llegado hasta allí sin haber dejado ningún otro rastro en el continente a lo largo de milenios? La respuesta a esta pregunta es, si cabe, más sorprendente.
Juan F. Samaniego
Un equipo de investigadores argentinos publicó en 2022 un estudio que volvió a poner del revés las teorías de la colonización humana de América. Concluyó que las herramientas de piedra no habían sido talladas por ningún Homo sapiens, sino por monos capuchinos. Hoy, esta especie sigue utilizando herramientas similares a modo de martillo con el que abrir las nueces de las que se alimenta. No era la primera vez que un estudio similar planteaba esta posibilidad, pero sí sirvió para revivir el debate alrededor de otra pregunta más: ¿y si los primeros humanos copiaron de los monos sus técnicas para trabajar la piedra?
Observar, imitar y aprender es un rasgo básico de la inteligencia humana. Nos copiamos constantemente entre nosotros y, también, obtenemos información del comportamiento de otras especies. Durante mucho tiempo, se creyó que esta capacidad de imitación era un rasgo exclusivo de nuestra especie. Pero, al igual que sucede con muchos otros signos de inteligencia y habilidades complejas, resulta que no lo es. Dos estudios recién publicados y elaborados de forma independiente han concluido que los orangutanes y los guacamayos también son capaces de aprender imitando lo que ven.
La importancia del aprendizaje por observación social
Los seres humanos aprendemos las normas sociales, las tradiciones o ciertos comportamientos mediante la imitación. El objetivo final es la integración en el grupo. Así, cuando observamos a dos o más miembros de nuestra comunidad (puede ser una familia, una clase o una pandilla de amigos) interactuando de cierta manera, tendemos a adoptar ese comportamiento para poder participar del grupo. Es lo que se conoce como aprendizaje por observación social y, hasta donde sabemos ahora, los guacamayos y los orangutanes también le sacan partido.
Los guacamayos de garganta azul viven en grupos sociales complejos, como la mayoría de las especies de loros. La composición de estos grupos cambia con frecuencia a lo largo del tiempo, lo que hace necesario poseer una capacidad rápida de integración en el grupo. Un equipo de investigadores del Instituto Max Planck de Cognición Animal (en Alemania) ha llegado a la conclusión de que la imitación puede facilitar estos procesos, ya que permite aprender comportamientos típicos del grupo, movimientos coordinados o gestos compartidos con rapidez. Para llegar hasta ahí, tuvieron que poner a prueba sus hipótesis con guacamayos del Loro Parque de Tenerife.
Los investigadores evaluaron a un grupo de loros al que se le permitía observar, de forma pasiva, a otro guacamayo que llevaba a cabo acciones raras y arbitrarias, sin un objetivo evidente y en respuesta a señales humanas. Por ejemplo, el loro observado levantaba una pata cuando un humano levantaba el dedo índice o sacudía la cabeza cada vez que la persona hacía un gesto determinado con la mano. De forma paralela, los investigadores intentaron enseñarles directamente esos comportamientos a otro grupo de guacamayos, pero sin la ayuda de un loro al que imitar. El resultado: el primer grupo aprendió mejor y mucho más rápido.
“Nuestro estudio describe por primera vez el aprendizaje por imitación de terceros en una especie no humana. Así, refuerza los hallazgos de otras investigaciones previas que demuestran que la mente humana no es única, ya que la cognición compleja ha evolucionado de manera independiente en taxones muy distantes de mamíferos, como primates y cetáceos, y también en aves, como córvidos y loros”, señala Esha Haldar, investigadora principal del estudio en el Instituto Max Planck de Cognición Animal.
Tal como explica Haldar, los guacamayos en estado salvaje viven en un contexto lleno de desafíos ecológicos que han solventado a través de habilidades y de comportamientos muy concretos. Entre otras cosas, tienen estrategias de desintoxicación, ya que algunos de los frutos verdes de los que se alimentan tienen compuestos secundarios que pueden resultar tóxicos. Cada grupo, además, adapta sus estrategias y comportamientos al entorno en el que vive, por lo que cuando un loro nuevo se integra en la comunidad necesita aprender rápido. “La imitación motora y la mímica vocal pueden servir como herramientas esenciales para la integración y la cohesión grupal, ayudando a reducir los retos derivados de las dinámicas sociales complejas”, añade la investigadora.
Aprender desde la infancia
Si tuviésemos que elegir la especie con una inteligencia más parecida a la nuestra, los orangutanes estarían probablemente en muchas de las apuestas. Su crianza dura cerca de una década (la más larga conocida después de la nuestra), las madres participan activamente en el aprendizaje de las crías y son capaces de desarrollar herramientas y adaptarlas con flexibilidad a los problemas que tienen que resolver. Así, quizá no resulte tan sorprendente conocer que los orangutanes también aprenden por observación social, pero otro estudio de la Universidad de Warwick (en Reino Unido) acaba de demostrarlo. Los investigadores señalan, además, que mantienen este enfoque desde la infancia y a lo largo de muchos años.
“Sabíamos que los orangutanes jóvenes tardaban varios años en aprender a construir sus nidos, pero basándonos en datos de observación de los últimos 17 años, hemos descubierto que este proceso de aprendizaje depende en gran medida de que las crías observen cuidadosamente cómo otros orangutanes construyen sus nidos”, explica Ani Permana, investigadora principal del estudio. “La tendencia de los orangutanes a construir nidos puede tener una base innata, pero los detalles y el método se adquieren socialmente desde una edad muy temprana, observando y practicando, y aprendiendo de los errores a medida que las crías van creciendo».
En estado salvaje, los orangutanes de Sumatra construyen dos tipos de nidos: unos sencillos y prácticos para el día y otros más elaborados y cómodos en el dosel de la selva para pasar la noche. Los investigadores de la universidad británica analizaron durante años cómo las crías observaban con atención el trabajo de construcción de sus madres desde edades muy tempranas y después ponían en práctica lo que acababan de ver. Además, según iban creciendo, prestaban atención a otros elementos más complejos (como elegir los materiales que añaden más comodidad al nido). Con el paso del tiempo, las crías también empezaban a observar a otros adultos cercanos y no solo a sus madres.
“Al igual que los adolescentes humanos buscan su propio camino, los orangutanes en transición hacia la edad adulta observan cada vez con mayor atención cómo otros orangutanes construyen sus nidos y comienzan a probar con nuevas especies de árboles», concluye Permana. ”Sin embargo, los orangutanes adultos tienden a volver a emplear los materiales y las técnicas que usaban sus madres, quizás reconociendo que los métodos más eficaces eran aquellos que habían sido establecidos en primer lugar.”
“Nuestra hipótesis es que es probable que la imitación de terceros esté presente en otros animales sociales en mayor medida de lo que creemos. Es probable que aparezca en todas aquellas especies que muestran variaciones en las costumbres sociales dentro de una misma población o entre distintos grupos, como ocurre por ejemplo con los chimpancés”, añade Esha Haldar.
Y es que, mientras la ciencia busca respuestas especie por especie, podemos hacernos preguntas más allá: ¿por qué seguir creyendo que la evolución solo nos ha concedido a nosotros capacidades tan útiles como las de observar, pensar, aprender o responder a los cambios de nuestro entorno?
Fuente: https://climatica.coop/observar-para-aprender/ - Imagen de portada: Guacamayos. Foto: Michel Bosma.
