Greta Thunberg enfrenta multas y expulsión en Venecia
El gesto ambiental de Greta Thunberg en el Gran Canal destaca la urgencia climática y el estado crítico de los ecosistemas costeros mediterráneos: La expulsión temporal de Greta Thunberg de Venecia y la multa impuesta tras teñir de verde el Gran Canal reabrió una conversación necesaria: ¿qué tan frágil es realmente una ciudad construida sobre el agua en un planeta que se está calentando? Más allá del debate político, la escena dejó al descubierto una realidad incómoda: los ecosistemas que sostienen Venecia llevan años al borde del límite, y cualquier acción, incluso simbólica, revela la urgencia de proteger un territorio donde conviven historia, fauna marina y un equilibrio natural que se deteriora rápido.
por Carolina Gutiérrez Argüelles
Greta Thunberg y la protesta climática en un ecosistema vulnerable
El 23 de noviembre de 2025, Greta Thunberg participó junto a activistas de Extinction Rebellion en una intervención ambiental que tiñó de verde el Gran Canal utilizando un colorante fluorescente no tóxico. Según especialistas, esta sustancia suele emplearse para rastrear caudales, fugas o movimientos del agua, precisamente porque no afecta a peces, aves acuáticas ni plantas locales.
La protesta coincidió con el cierre de la COP30, un contexto en el que se discutía nuevamente la lentitud de los gobiernos para enfrentar la emergencia climática. En Venecia, una ciudad sostenida sobre una laguna llena de vida (moluscos, peces migratorios, aves que descansan en canales laterales) el mensaje era claro: si un sistema tan delicado está ya al límite, la inacción climática podría terminar de inclinar la balanza.
Un territorio hermoso y al borde del colapso hídrico
Venecia siempre ha sido una obra maestra de convivencia entre humanos y agua, pero esa armonía es cada vez más difícil de sostener. En las últimas décadas, la frecuencia del acqua alta ha aumentado a niveles inéditos: inundaciones que sumergen plazas, alteran salinidades, desplazan fauna y deterioran antiguos cimientos. En 2019, el 80% de la ciudad quedó bajo el agua tras una marea excepcional, uno de los peores eventos registrados.
Aunque el sistema de barreras móviles MOSE ha ayudado a frenar algunos episodios, los científicos advierten que si el nivel del mar continúa subiendo, la barrera se volverá insuficiente. La laguna podría cambiar para siempre, afectando a peces como el múgil y la lubina, a cangrejos que dependen de ciertos ciclos de salinidad, e incluso a aves migratorias que necesitan zonas de descanso que hoy están cada vez más reducidas. En este contexto, el color verde del canal, aunque inocuo, se volvió un recordatorio visual del riesgo real que corre uno de los ecosistemas más emblemáticos de Europa.
Lo que realmente buscaba la protesta climática
Extinction Rebellion afirmó que la acción fue parte de una intervención coordinada en diez ciudades italianas. Todas tenían un solo objetivo: mostrar que la crisis climática no es una amenaza abstracta, sino una fuerza que ya altera ríos, bosques, costas y especies enteras. El acto en Venecia evocó una idea clave: cuando un ecosistema está tan debilitado, cualquier alteración (por mínima que sea) revela su fragilidad.
Aunque el tinte no afectó a peces ni plantas, sí hizo visible algo que sucede en silencio todos los días: aguas más calientes, mareas más agresivas, pérdida de biodiversidad y una ciudad que depende de estructuras cada vez más frágiles. Para los defensores ambientales, lo preocupante no fue la protesta, sino lo que simboliza: si no se toman decisiones fuertes en foros climáticos, la ciudad corre el riesgo de convertirse en un ejemplo de lo que el mundo puede perder.
El choque entre protección ambiental y decisiones políticas
La reacción de las autoridades italianas fue inmediata. Greta Thunberg y los 35 activistas recibieron 48 horas de prohibición de acceso y una multa de 150 euros. El gobernador del Véneto calificó la protesta como un acto irresponsable hacia una ciudad “frágil”. Sin embargo, ambientalistas señalan que esta respuesta evidencia otra tensión: se sanciona con rapidez un acto simbólico, mientras que los problemas estructurales que afectan a la laguna (contaminación, erosión, tráfico marítimo masivo, calentamiento global) llevan décadas sin soluciones definitivas.
La protesta puso sobre la mesa un punto esencial: la verdadera amenaza para Venecia no es un colorante pasajero, sino un entorno que se degrada por causas acumuladas, muchas de ellas ligadas a actividades humanas que sí dejan impactos reales.
Naturaleza y vida marina: lo que está en juego en Venecia
Aunque los canales de Venecia parecen paisajes urbanos, debajo existe un mundo vivo. Peces pequeños que entran desde el Adriático, aves que se alimentan en islas mínimas, praderas submarinas que oxigenan el agua y cangrejos que mantienen el equilibrio del fondo fangoso. El cambio climático amenaza todo esto. El aumento de la temperatura del agua afecta ciclos de reproducción; las mareas más altas alteran hábitats; la intrusión salina modifica ecosistemas enteros.
Incluso los animales urbanos (gaviotas, patos, garzas) han tenido que adaptarse a un entorno más inestable. En ese contexto, la protesta de Greta Thunberg no fue un simple gesto político: fue un recordatorio de que la vida que habita la laguna podría desaparecer mucho antes de que las estructuras humanas cedan.
El caso de Greta Thunberg en Venecia no se trata solo de una multa o una sanción. Se convirtió en un espejo incómodo que muestra la vulnerabilidad real de un ecosistema que depende de cada decisión ambiental que se tome (o se deje de tomar). El verde que flotó unos minutos sobre el Gran Canal no dañó a la fauna, pero sí iluminó una pregunta urgente: si un lugar tan único está en peligro, ¿qué queda para el resto de los ecosistemas del planeta?
Fuente: https://www.blogger.com/blog/posts/1387791365583552535




