¿El evento que salvará al planeta o es otro show verde que no cumple nada de lo que promete?
Comenzó la COP30 en Belém, Brasil, y el mundo vuelve a mirar hacia los líderes que, por trigésima vez, prometen salvar el planeta. Pero el escepticismo es inevitable: ¿de verdad sirve una cumbre que habla de reforestación en una región donde se sigue talando la selva? Con el presidente Lula da Silva como anfitrión y las ausencias notables de China y Estados Unidos, el evento arranca con la sensación de déjà vu. Diez años después del Acuerdo de París, seguimos atrapados entre discursos inspiradores y un termómetro global que no deja de subir.
por Carolina Gutiérrez Argüelles
La paradoja de Belém: salvar la selva desde una ciudad deforestada
La elección de Belém, puerta de entrada al Amazonas, parecía simbólica: llevar la conversación al corazón verde del planeta. Pero la realidad es contradictoria. Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, solo en 2024 se destruyeron más de 9,000 km² de selva amazónica, gran parte para abrir paso a carreteras, ganadería y minería ilegal.
Deforestar para hablar de clima suena absurdo, pero es justo lo que ha encendido las críticas más duras hacia la COP30. Activistas locales denuncian que se talaron zonas para construir la infraestructura del evento y que el costo ambiental de su logística (vuelos, transporte, energía) supera con creces los beneficios de cualquier acuerdo simbólico.
Además, organizaciones indígenas advierten que las comunidades amazónicas no fueron escuchadas en la planificación, a pesar de ser las primeras afectadas por la crisis ambiental. Su exclusión pone en evidencia la contradicción entre el discurso verde y la realidad política de una región donde el desarrollo sigue dependiendo de la explotación del territorio.
Promesas, discursos y un mismo resultado: casi nada cambia
Desde la COP21 en París, las naciones se comprometieron a mantener el calentamiento global por debajo de 1.5 °C. En 2025, ya hemos alcanzado un promedio de +1.3 °C, y las proyecciones indican que cruzaremos el límite en menos de una década. Sin embargo, las cumbres se repiten con el mismo guion: promesas financieras incumplidas, acuerdos sin consecuencias legales y metas que se postergan año tras año. Mientras tanto, la ONU advierte que 2025 será uno de los años más cálidos jamás registrados, y los jóvenes, quienes heredarán este caos climático, sienten que el cambio real no se está decidiendo en los auditorios, sino en las calles, las redes y los hábitos cotidianos.
La desconfianza generacional: “políticos hablando mientras el planeta arde”
Para muchos jóvenes, la COP30 representa un ritual político más que una solución práctica. Las redes sociales hierven con la pregunta que más resuena: ¿de qué sirve una cumbre climática si los mayores contaminantes ni siquiera asisten? Las generaciones que crecieron entre incendios forestales, sequías y olas de calor ya no se tragan el optimismo vacío de los discursos diplomáticos. Lo que exigen no son compromisos firmados, sino acciones medibles, inmediatas y colectivas.
Esa brecha entre política y realidad explica por qué la conversación digital gira hacia la sátira y la ironía: memes de líderes plantando un árbol mientras aprueban megaproyectos petroleros se viralizan más que los comunicados oficiales. Y sin embargo, el cansancio no es indiferencia: es señal de que una nueva generación exige rediseñar la conversación climática. No desde los podios, sino desde la presión pública y el cambio cultural que ya se gesta en cada marcha, en cada video viral.
¿Resignarnos o rediseñar el modelo?
Quizá la COP30 sirva como espejo: un recordatorio de que las soluciones al cambio climático no dependen solo de los gobiernos. Expertos y movimientos juveniles proponen replantear el formato de estas cumbres, integrando mecanismos de participación ciudadana real, transparencia en los compromisos y auditorías ambientales independientes. Porque si el sistema actual produce más vuelos que resultados, tal vez el problema no sea el clima, sino la forma en que intentamos resolverlo.
En un mundo que se calienta más rápido que las promesas, el desafío ya no es solo reducir emisiones: es recuperar la confianza. Y la pregunta sigue abierta: si los líderes no cumplen, ¿quién salvará el planeta?
Fuente: https://ecoosfera.com/medio-ambiente/cop30-solucion-real-show-verde/




