Las mujeres shuar que están protegiendo la Amazonía ecuatoriana

En lo profundo de la Amazonía ecuatoriana, un movimiento silencioso pero poderoso está floreciendo de la mano de las mujeres indígenas. Ante el avance del cambio climático y la deforestación, las mujeres de la comunidad shuar de San Luis Ininkis, en la provincia de Morona Santiago, han decidido sembrar vida: están reforestando con especies nativas, protegiendo las fuentes de agua y transmitiendo su sabiduría ancestral a las nuevas generaciones.

Dunio Chiriap Jimbicti

Sin embargo, no todo ha sido fácil. Aunque su accionar es vital para la protección del bosque tropical, las mujeres shuar enfrentan una serie de barreras que limitan la difusión y el reconocimiento de sus prácticas. Entre estas se encuentran las tensiones con las políticas de conservación estatales, los estereotipos de género que subsisten incluso dentro de sus comunidades, y la falta de acceso equitativo a recursos y decisiones.
Guardianas del bosque

Clareth Ankuash, de 47 años, es una mujer shuar de la comunidad San Luis Ininkis. Desde niña, aprendió de su madre y abuelas a reconocer el poder de las plantas. “Mi mamá me enseñó a hablar con las plantas. A escuchar la selva”, dice con voz pausada. Hoy lidera un vivero comunitario denominado Siembra Vida, que en lengua shuar se dice Iwiakma Araatá, donde se cultivan especies nativas utilizadas tanto para reforestación como para medicina tradicional. Su rol ha sido clave para el éxito de este espacio, que no solo provee árboles, sino también esperanza.

Clareth Ankuash es una mujer shuar de la comunidad San Luis Ininkis, ubicada en la provincia amazónica de Morona Santiago. Dirige un proyecto de vivero donde se cultivan especies nativas utilizadas para la reforestación y la medicina tradicional (Imagen: Dunio Chiriap Jimbicti)

Actualmente, en el vivero trabajan diez personas. La mayoría son mujeres, aunque también participan algunos hombres, como el esposo de Ankuash, Antonio Jimbicti, y ocasionalmente otros miembros de la comunidad.
Este vivero tiene un carácter familiar: Ankuash lo gestiona junto a  sus tres hijas, quienes también participan en las labores cotidianas. Además, brindan prácticas de enseñanza a otras mujeres de la comunidad: cinco mujeres que aprenden sobre la selección de semillas, la germinación y el cuidado de especies nativas.
El vivero fue creado hace seis años por iniciativa de Ankuash. Junto a ella, otras mujeres de la comunidad trabajan en la selección, germinación y siembra de especies como el guayusa (Ilex guayusa), el cedro (Cedrela odorata) y la chonta (Bactris gasipaes). Estas plantas no solo ayudan a recuperar el bosque, sino que fortalecen la identidad cultural shuar, al estar profundamente ligadas a su cosmovisión. La reforestación, en este contexto, es también una forma de resistencia cultural.
Conocimiento vivo frente a modelos externos
Pero esta sabiduría tradicional, que ha sobrevivido siglos, se encuentra en tensión con los modelos de conservación impulsados desde fuera de la comunidad. Las políticas estatales y los programas de ONG que trabajan con las comunidades muchas veces imponen lógicas occidentales de manejo ambiental, sin reconocer el conocimiento profundo que estas tienen sobre su entorno. “A veces vienen los técnicos y quieren enseñarnos cómo cuidar el bosque, pero ellos no saben lo que es vivir aquí, no conocen nuestras plantas, nuestras historias”, explica Ankuash. Esta imposición de saberes externos genera tensiones, y en muchos casos, debilita la autonomía de las comunidades.

Estos árboles de balsa han sido plantados por la comunidad de San Luis Ininkis con fines de reforestación y uso comercial. Las plántulas utilizadas aquí proceden del vivero Siembra Vida, gestionado en su mayor parte por mujeres de la comunidad (Imagen: Dunio Chiriap Jimbicti / Dialogue Earth)


Ante estas situaciones, las reacciones han sido diversas. Algunas comunidades han rechazado proyectos que no respetan su cosmovisión o que llegan sin una consulta previa real. En más de una ocasión, han decidido no continuar trabajando con ciertas ONG o instituciones gubernamentales, especialmente cuando estas buscan imponer sus metodologías sin escuchar las voces locales.
Sin embargo, también han existido procesos de diálogo y negociación. En ciertos casos, las comunidades han logrado hacer comprender a técnicos y funcionarios la importancia de incorporar su perspectiva cultural y territorial en los programas ambientales. Esto se ha dado cuando existe apertura para el diálogo intercultural y voluntad política para construir en conjunto.
Por ejemplo, en San Luis Ininkis, el vivero comunitario no forma parte de un programa estatal o de ONG, sino que nació desde la propia comunidad, liderado por Ankuash y otras mujeres. En ocasiones han recibido visitas de técnicos, pero solo han aceptado colaboraciones cuando se respeta su forma de trabajar: desde la oralidad, la espiritualidad y el conocimiento compartido en comunidad.

Las mujeres tenemos un vínculo muy especial con la tierra, pero también tenemos que romper muchas barreras para que nos escuchen, tanto fuera como dentro de nuestras comunidades
Yadira Kasent, mujer shuar y vicealcaldesa del cantón Morona

“No se trata de decir ‘no’ a todo lo de afuera”, aclara Ankuash, “sino de que primero nos escuchen. Nosotros sí queremos apoyo, pero con respeto. No somos receptores, somos guardianes del bosque, y también sabemos enseñar.”
A pesar de estas limitaciones, las mujeres shuar siguen apostando por sus propias formas de hacer conservación, desde la oralidad, la espiritualidad y la práctica cotidiana. “No solo sembramos plantas, sembramos memoria”, dice Ankuash con firmeza.
Género y territorio, una doble lucha
El papel de las mujeres en estas iniciativas no siempre ha sido reconocido dentro de sus propias comunidades. Aun cuando son ellas quienes resguardan las semillas, cultivan los huertos y curan con las plantas, su trabajo ha sido históricamente invisibilizado o relegado al ámbito doméstico.
Yadira Kasent, vicealcaldesa del cantón Morona y mujer shuar de la parroquia Sevilla Don Bosco, un cantón de la provincia de Morona Santiago, ha vivido estas tensiones en carne propia. A sus 34 años, es una lideresa ambientalista que impulsa proyectos de cuidado ambiental desde la institucionalidad. “Las mujeres tenemos un vínculo muy especial con la tierra, pero también tenemos que romper muchas barreras para que nos escuchen, tanto fuera como dentro de nuestras comunidades”, afirma.
Desde su rol como autoridad local, Kasent ha promovido la inclusión del enfoque intercultural y de género en las políticas ambientales cantonales. Ha liderado mesas de diálogo entre comunidades shuar, técnicos ambientales y autoridades, buscando que las prácticas ancestrales —como la siembra de plantas medicinales, el uso del calendario lunar en cultivos y los rituales de agradecimiento a la tierra— sean reconocidas como herramientas válidas para la gestión ambiental.

Yadira Kasent es la vicealcaldesa de Morona, un cantón de Morona Santiago. Trabaja para promover una perspectiva cultural y de género más amplia en las políticas ambientales de Morona, y afirma que las mujeres locales luchan por hacerse oír tanto fuera como dentro de las comunidades (Imagen: Dunio Chiriap Jimbicti / Dialogue Earth)

Uno de los proyectos que ha impulsado, en articulación con lideresas de varias comunidades, es la creación de pequeños viveros comunitarios administrados por mujeres. Estas iniciativas no solo fomentan la reforestación con especies nativas, sino que también fortalecen la economía familiar, el liderazgo femenino y la soberanía alimentaria. En algunos casos, las mujeres han logrado recibir asistencia técnica bajo un enfoque intercultural, adaptado a sus propias formas de aprendizaje.
Además, Kasent ha propuesto una ordenanza cantonal que busca declarar los saberes ancestrales como patrimonio intangible y base de la planificación ambiental local. La propuesta ha sido socializada con sabias de la comunidad, y sugiere que los planes de reforestación y conservación incluyan prácticas como la identificación de plantas madre, el uso de cantos y rituales durante la siembra, y el respeto por los ciclos naturales del bosque.
Aunque estas iniciativas aún enfrentan resistencias, sobre todo en espacios institucionales dominados por visiones técnicas o patriarcales, representan un paso firme hacia una ecología más justa, inclusiva y enraizada en la sabiduría indígena. Como dice Kasent: “Queremos que nuestras niñas crezcan sabiendo que pueden ser sabias del bosque, pero también líderes, técnicas, concejalas. Que no tengan que escoger entre lo ancestral y lo moderno, sino que puedan caminar con ambos saberes”.
Barreras para el reconocimiento
Uno de los principales obstáculos que enfrentan las mujeres shuar es la falta de acceso a recursos: tierras seguras, apoyo técnico, financiación para sus viveros y capacitaciones adaptadas a sus realidades. Por ejemplo, solo el 25% de las unidades de producción agrícola en Ecuador están dirigidas por mujeres, y menos del 30% de los títulos de tierras en la Amazonía ecuatoriana están a nombre de mujeres.
Otra barrera es la escasa difusión de sus conocimientos en espacios académicos, mediáticos o educativos. Según un informe de Unesco, menos del 5% de los contenidos educativos en América Latina incluyen referencias a saberes indígenas como parte del currículo formal. Aunque muchas mujeres como Ankuash poseen un conocimiento profundo del entorno, rara vez son reconocidas como expertas. En su lugar, los saberes indígenas siguen siendo tratados como “complementarios” o “alternativos” frente a los enfoques científicos dominantes, dice.

Una mujer de San Luis Ininkis lleva chicha (una bebida local) a los trabajadores de una chacra comunal (un sistema agroforestal tradicional utilizado por los pueblos indígenas amazónicos) (Imagen: Dunio Chiriap Jimbicti / Dialogue Earth)

Caminos hacia la justicia ambiental y cultural
A pesar de estos retos, las mujeres shuar continúan avanzando. En la comunidad de San Luis Ininkis, se han comenzado a documentar los saberes de las ancianas en formato audiovisual y escrito, para que las nuevas generaciones puedan aprender de ellas.
Los intercambios intercomunitarios también están en marcha. Redes entre las comunidades de San Luis Ininkis, Pastaza y Morona Santiago facilitan el trueque de semillas nativas, técnicas de cultivo y experiencias de resistencia. Un proyecto apoyado por Iberococinas, un programa de la Secretaría General Iberoamericana, fortaleció diez biohuertos ancestrales liderados por mujeres shuar, que además incluyeron capacitaciones en agroecología y economía comunitaria 
Reforestar el futuro desde la raíz
Las historias de Ankuash, Kasent y tantas otras mujeres shuar ponen de manifiesto los problemas que plantea la lucha contra el cambio climático. No se trata solo de tecnología o de acuerdos internacionales, sino también de valorar las prácticas que han cuidado el medioambiente durante siglos. Como ellas han demostrado, hay lecciones que aprender de estas mujeres si se rompen las barreras estructurales.
La justicia climática no se puede lograr sin justicia de género y sin el reconocimiento del conocimiento ancestral como base para un futuro sostenible. Esta es también la opinión del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, que destaca en su sexto informe la necesidad de integrar el conocimiento local e indígena para lograr soluciones eficaces al cambio climático.
Las mujeres shuar no solo reforestan el bosque: están reforestando el futuro, desde sus propias raíces, con sabiduría, fuerza y amor por la tierra.

Nota editorial
Este artículo forma parte del programa de becas Voces Indígenas de Dialogue Earth. Los ocho becarios son periodistas y narradores indígenas de todo el Sur Global. El objetivo del programa es poner de relieve no solo las temáticas indígenas, sino también la narrativa, el trabajo periodístico y las perspectivas de los propios comunicadores indígenas.
Fuente: https://dialogue.earth/es/bosques/mujeres-shuar-protegen-amazonia-ecuatoriana/ - Imagen de portada: Una mujer shuar trabajando en un proyecto de jardinería en Guadalupe, en el sur de Ecuador. Las acciones de las mujeres indígenas son vitales para la protección de los bosques tropicales de la zona, pero luchan por obtener el reconocimiento adecuado (Imagen: Phil Borges / Danita Delimont / Alamy)

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