El océano pierde su luz: ¿está disminuyendo la bioluminiscencia en las profundidades?

 

En las largas noches de invierno, nada altera la oscuridad del bosque atlántico gallego. O casi nada. Aunque es difícil de ver a simple vista, el brillo pálido y verdoso de Panellus stipticus está allí, entre las hojas y la madera muerta. Se necesitan noches sin luna y una ausencia casi total de contaminación lumínica (algo cada vez más difícil de conseguir) para verlo bien, pero esta es una de las pocas especies de hongos bioluminiscentes que crecen en la península Ibérica. A nivel mundial, tampoco son muchas –unas 80– las que consiguen generar luz para atraer a los insectos que les ayudan a diseminar sus esporas. Pero es que la bioluminiscencia es, en general, una capacidad escasa en tierra firme.

Juan F. Samaniego

El pálido resplandor de los bosques gallegos gana fuerza en la costa. Allí, los protagonistas son otros, pero la dinámica es similar. De las Rías Baixas a la playa de las Catedrales, en algunas noches de verano brilla el mar de ardora, uno de los muchos nombres por los que se conoce a los mares fosforescentes. Cuando las aguas se agitan, por las olas en la playa, el paso de un barco o los chapoteos de un animal, las comunidades de unos microorganismos llamados Noctiluca scintillans reaccionan con el oxígeno y emiten una luz azul. Pero la bioluminiscencia tampoco es tan común en las aguas costeras (por muchos vídeos de la ardentía que llenen las redes sociales).

Mar adentro, sin embargo, todo cambia. La bioluminiscencia es un rasgo extremadamente habitual en las especies marinas: se estima que el 76% son capaces de generar su propia luz. Y se vuelve más común cuanto más profundo vayamos. Allí donde no llega la energía del sol, ser capaz de brillar con luz propia lo significa todo. Apenas conocemos nada de ese mundo oscuro y frío que se oculta a cientos de metros de profundidad, pero sí sabemos que las especies que lo habitan notan también los efectos del cambio climático. Y, aunque todavía hay más preguntas que respuestas al respecto, el calentamiento global podría estar también afectando a su bioluminiscencia.

Las ventajas de poder brillar
La bioluminiscencia es un rasgo muy común en el océano profundo porque cumple muchas funciones. Sirve para defenderse, para comunicarse, para camuflarse o para atraer presas. Está presente en multitud de especies y linajes diferentes, y los organismos marinos han llegado a ella a través de caminos muy diversos. El calamar vampiro, por ejemplo, en lugar de tinta, libera una pegajosa nube de moco bioluminiscente azul si se ve amenazado. El pez linterna, sin embargo, es uno de los pocos que ha logrado generar luz roja, lo que le permite ver en la oscuridad usando un tipo de luz que el resto de animales no perciben. Y después está el rape abisal o pez diablo negro, cuya hembra atrae a sus presas con un señuelo que consigue hacer brillar gracias a la simbiosis con unas bacterias.
La capacidad de emitir luz propia es un rasgo ecológico muy estable entre las especies marinas, pero también se ve influido por las dinámicas del entorno. Algunos estudios señalan que los episodios de floraciones de microorganismos luminiscentes tienen que ver con la formación de aguas densas que desplazan mayores cantidades de oxígeno y materia orgánica hacia el fondo, estimulando la actividad biológica (incluyendo la de los organismos luminosos). Y otro estudio publicado por investigadores de la Universidade Federal do ABC, en Brasil, señala que la bioluminiscencia también se ve afectada por la temperatura, por la salinidad y por la presencia de luz en el ambiente.
“Esperábamos que la temperatura tuviese un papel importante, ya que influye, de forma generalizada, en las tasas metabólicas y en los límites fisiológicos de las especies”, explica Danilo T. Amaral, investigador de la universidad brasileña y autor principal del estudio. “Sin embargo, nos ha sorprendido que incluso para los organismos capaces de producir su propia luz, las condiciones ópticas de su ambiente son críticas. El resultado de nuestro estudio refuerza la idea de que la bioluminiscencia no opera independientemente del entorno físico, sino que evoluciona y funciona en estrecha interacción con las propiedades oceánicas”.

Refugios climáticos de bioluminiscencia
El estudio es uno de los primeros que trata de entender cómo el cambio climático podría alterar la distribución de las especies bioluminiscentes en los océanos. Es decir, cómo estas especies se van a desplazar o asentar en otras regiones marinas si la temperatura sube o si la salinidad se ve alterada a causa del calentamiento global. “Nuestros hallazgos sugieren que es probable que la prevalencia y la distribución espacial de la bioluminiscencia cambien, aunque no lo harán de manera uniforme”, añade Amaral. “Al que igual que se ha observado en tierra con las luciérnagas, prevemos que en el océano ocurrirá lo mismo. Algunas regiones podrían experimentar una reducción de la bioluminiscencia, mientras que otras podrían volverse más aptas”.
Es decir, la investigación señala que las especies capaces de brillar con luz propia podrían redistribuirse, buscando entornos más favorables, lo que a su vez podría tener consecuencias importantes en las cadenas tróficas, las estrategias de comunicación entre especies y las interacciones depredador-presa. El trabajo describe, además, una serie de refugios climáticos donde es probable que las condiciones favorables persistan en casi cualquier escenario de cambio climático, áreas cuya protección podría reforzarse para proteger a las especies bioluminiscentes. Estos refugios estarían frente a la costa brasileña y la costa Pacífica de Estados Unidos, así como en las aguas entre Japón y China.
“Son regiones que combinan regímenes térmicos relativamente estables, condiciones favorables de penetración de luz y una alta heterogeneidad ambiental, lo que puede proteger a las especies de los cambios rápidos”, concluye el investigador brasileño. “Desde una perspectiva de conservación, la monitorización de estas áreas debería priorizarse e debería ponerse un mayor énfasis en la reducción de los factores de estrés adicionales, como la contaminación, la sobrepesca y la perturbación del hábitat. Sin embargo, en los últimos años estas regiones han sufrido un deterioro en su conservación debido a decisiones políticas”.

Fuente: https://climatica.coop/oceano-pierde-luz-bioluminiscencia/ - Imagen de portada: Medusas azules flotando en el agua. Foto: James Jeremy Beckers.

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