¿Quién y por qué está construyendo islas artificiales?

Con fines militares, de servicios exclusivos como aeropuertos, residenciales, para perforar en busca de recursos... Hay muchos tipos de islas. En esta entrevista, el profesor y escritor especializado en viajes Alaistar Bonnett explica por qué nos hallamos en la era de las islas artificiales.La construcción de nuevas islas ha sido un continuo a lo largo de la historia desde hace miles de años. La cuestión es que en los últimos tiempos se están creando a un ritmo sin precedentes. Y lo que es casi más problemático: la motivación es puramente capitalista. Detrás de la mayoría de ellas los fines son turísticos, militares o de ambición territorial. Dos buenos ejemplos son las islas lujosas de Dubái o las del Mar de China Meridional.

Carlos Madrid

En contraste con esta realidad, hay otras muchas que están desapareciendo o que están fragmentándose debido a la subida del nivel del mar. Un trágico baile del mapa planetario que ha despertado el interés de muchos expertos. Como es el caso de Alaistar Bonnett, viajero, escritor y profesor de Geografía en la Universidad de Newcastle. Bonnett cuenta a Climática, por correo electrónico, que este no es un fenómeno nuevo. Basta con fijarse en el pueblo Lau de las Islas Salomón, que hace cientos de años construyó en torno a 80 artificiales, o los Uros, que levantaron islas flotantes en la parte peruana del lago Titicaca. Unas creaciones que llevaban a cabo porque, según el experto, “el agua era el medio de transporte preferido antes de que las carreteras se convirtieran en lo que son hoy en día. Por lo que vivir en un lago o cerca de la costa tenía mucho sentido: estabas en la «calle principal» económica y a la vez era en un lugar defendible. Por ello no es de extrañar que se hayan construido islas durante miles de años”.

El archipiélago artificial conocido como La Perla de Catar, ubicado en Doha. Planet Labs, Inc.

El mar, terreno del capitalismo
Sin embargo, en los últimos años las motivaciones han cambiado. Tanto es así que para Bonnett el mar es el terreno del capitalismo. “Los promotores pueden ganar mucho dinero construyendo islas artificiales porque la gente pagará mucho por una vista al mar. En algunos países como China, el Estado puede dificultar la construcción de hoteles en tierra, porque es el propietario del suelo urbano, por eso el mar se ha convertido en un centro empresarial”.
Además de con esos fines, también se construyen islas para que sean instalaciones militares, como sucede en el Mar Meridional de China. “No hay que olvidar que cada isla permite a su país 200 millas náuticas de territorio extra desde sus costas. Así que los incentivos para construir son grandes”.
Y añade: “China ha tomado arrecifes y los ha convertido en islas, con lo que ha reclamado todo el mar. Me gustaría señalar que EE.UU. hizo lo mismo en el Pacífico: la USS –acrónimo de los buques de la armada de EEUU– convirtió atolones en islas militares y los utilizó junto con otras islas diminutas para proyectar su poder sobre gran parte de ese océano. Incluso utilizándolos como sitios de pruebas nucleares. Por ello creo que no debemos juzgar a China sin discutir cómo y por qué EE.UU. consiguió la hegemonía en el Pacífico”.

Palm Jumeirah (izquierdas) y The World, archipiélagos de islas arficiales en Dubái. NASA.

Islas Spratly, situadas en China Meridional. NASA.

Un problema medioambiental
Con fines militares, de servicios exclusivos como aeropuertos, residenciales, para perforar en busca de recursos… las hay de muchos tipos. El problema es que la mayoría de ellas supone un gran perjuicio para el medio ambiente. Algo que se debe a su forma de construcción, que se realiza de la manera más sencilla y barata posible: se arrastra el fondo marino, se tritura y se pulveriza para formar la isla.
“De este modo se destruye toda forma de vida. Las islas de este tipo también suelen crear aguas poco profundas muy cálidas en su interior y a su alrededor, aguas que no son aptas para la vida. Por último, cuando se construye una isla se crea un problema de abastecimiento: todo tiene que llevarse allí -desde las toallas de hotel hasta la electricidad-, por lo que también se añaden muchos costes medioambientales por esa vía”, cuenta Bonnett.
Algo que es un auténtico problema porque en los últimos años se están construyendo muchas. Un dato con el que no sabría precisar “porque muchas se empiezan, se paran y tardan años en terminarlas. Si excluimos las finger islands, que están conectadas al continente por finos puentes de tierra y que los promotores inmobiliarios de Australia y EE.UU. construyen en abundancia, no creo que se terminen más de unas pocas al año”.Sin embargo, sí que hay un tipo de islas artificiales que le interesan: las flotantes, como las que existen en la Ciudad Flotante de las Maldivas. “Son las islas que menos impacto ambiental tienen y podrían ser una solución útil en una época de subida del nivel del mar”.

Las islas Marshall, con una altitud máxima de 10 metros, están en riesgo de desaparecer por la subida del nivel del mar. Foto: Keith Polya.

Mientras, otras desaparecen
A la vez que se crean nuevas islas, otras están despareciendo debido a la subida del nivel del mar. Una paradoja tremenda que para Bonnett no tiene mucho sentido. “Puedes viajar hoy desde islas nuevas que se están construyendo a otras naturales no muy lejanas que están desapareciendo -yo mismo lo he hecho en Panamá-. ¡Te hace sentir que vivimos en un mundo realmente loco!”, cuenta.
También hay islas que han desaparecido por la violencia humana. Como sucedió con el atolón Bikini en las Marshal. Un lugar bombardeado por EEUU durante las décadas de 1940 y 1950 con armas atómicas 7.000 veces más potentes que la fuerza utilizada en Hiroshima. Aun así, como sucede en Runit -donde hay enterrados aproximadamente 73.000 m3 de desechos radiactivos de aquellas explosiones-, sus habitantes quieren regresar. Algo que se debe a la conexión especial que hay entre isla e identidad.

Durante la COP26, el entonces ministro de Justicia, Comunicación y Asuntos Exteriores de Tuvalu, Simon Kofe, dio un discurso dentro del agua para denunciar el riesgo al que se enfrenta su país por la subida del nivel del mar. Foto: Ministerio de Justicia, Comunicación y AAEE de Tuvalu vía REUTERS.

“Según mi experiencia, los isleños son grandes viajeros, pero su isla es el lugar que tienen anclado en el corazón y al que sueñan volver. Por eso, cuando los ciudadanos de las islas pequeñas son expulsados, a menudo intentan regresar, aunque los de fuera no entiendan qué les atrae de un lugar tan pequeño. Todos queremos viajar, pero todos queremos raíces: es otra de esas paradojas que animan la vida moderna”, explica.
Una realidad que sucede también en North Sentinel, espacio que Alistair Bonnett califica como uno de los últimos bastiones tradicionales. “Este lugar capta nuestra imaginación por ser la última isla no visitada ni colonizada donde una comunidad vive de la misma forma que lo han hecho sus antepasados. No se trata de imaginar que la gente de allí es buena o mala, de hacer juicios de valor. Más bien North Sentinel nos recuerda que hay un valor en simplemente dejar a la gente en paz. El mundo moderno es muy intrusivo. Sus beneficios son obvios, pero también es muy corrosivo y muchas personas no eligieron que sus vidas dieran un vuelco. North Sentinel ocupa una especie de lugar nostálgico en nuestros corazones”, concluye.

Fuente. https://climatica.coop/entrevista-alaistar-bonnett-islas-artificiales/ Imagen de portada: Alastair-Bonnett durante su conferencia en la Muestra de Cine de Lanzarote. Foto: cedida por la organización.

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