Zonia Baber: la primera ambientalista de la historia
Geógrafa, inventora de objetos, amante de las palabras, activista antiracista y educadora, a Zonia le gustaba el trabajo de campo y unir territorios más allá de la ciencia de los mapas: La intemperie imaginaria, los istmos, las isobaras, las isotermas son, cuando se piensa en Zonia Baber, fulgores cotidianos sin imposición ni extrañeza porque pensar en Zonia Baber es descubrir el pulso de las pasiones geográficas y el afán por descubrirlas. Nació un 24 de agosto en el estado de Illinois (Estados Unidos) en una ciudad en la que solo había escuela primaria. Mudarse a la casa de un tío y un colegio que los años convirtieron en la Universidad Estatal de Chicago iniciaron el viaje y completaron sus comienzos. Sin embargo, lo primero que leemos cuando queremos conocer a Zonia no son relatos de infancia sino opiniones sobre su fervor docente, su amor por la geografía y el modo revolucionario de enseñarla eligiendo el trabajo en el territorio y en el laboratorio por encima de la repetición y la memoria, “No es sordo el mar: la erudición engaña”, escribió Góngora.
Por Marisa Avigliano
Tres fotos ayudarán tal vez a descifrar la pasión de su destello. En las dos primeras aparece ella: en una lleva sombrero y carga sobre uno de sus hombros un pico, esa herramienta con la que se cavan terrenos, se quiebran piedras y se arrancan escombros, y en la otra es la única mujer entre un resto de profesores (catorce) de geología, geografía y paleontología de la Universidad de Chicago en 1912. En la tercera foto ella no está, pero sí está el escritorio que patentó en el año 1896 con bandejas y espacios para guardar útiles y muestras tomadas en las expediciones, pensado para que estudiar fuese más cómodo y creativo: “La enseñanza de la geografía no se nota más fuertemente en ningún lugar que en el uso del trabajo de campo".
En 1898 fundó la Sociedad Geográfica de Chicago, la única Sociedad abierta al público que le daba prioridad a las mujeres oradoras porque además de ser una activa sufragista y de interesarle la ciencia de la Tierra, a Zonia le gustaban las palabras ¿cómo no iban a gustarle? Y como le gustaban mucho creó entre cartografías y péndulos un comité para reemplazar “frases obsoletas que fomentan estereotipos culturales racistas en los libros de texto”.
La maestra ambientalista creía que estudiar geografía servía para unir humanidades: “La geografía política nunca ha significado tanto para el mundo entero como lo significa hoy. Los vecinos que viven en armonía a ambos lados de una línea imaginaria, conocida como frontera política, se sorprenden al descubrir que son enemigos, aunque ignoran la causa que ha transformado sus relaciones. Esta línea imaginaria determina que a uno se le puede disparar legítimamente o reclutar para matar a otros, según las reglas de la guerra, mientras que los demás permanecen pacíficamente en casa” (Zonia Baber, Oportunidades perdida sen la enseñanza de la geografía).
Después de aquel primer viaje desde su casa hasta la casa de su tío, Zonia cruzó varias veces paralelos y meridianos, fue desde Europa hasta el Oriente Medio y desde Asia hasta las Islas del Pacífico, México y el Caribe. Debe haber hecho otros viajes, muchos otros. Buscar datos de Zonia es encontrarse con un territorio sin languidez por dondcamina una mujer con el globo terráqueo a cuestas sin que le pese; es rastrear historias de la tierra y sus transcripciones, es recuperar sus textos y oír un latido de pigmentos que revela el humor de las piedras y del agua.
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