“Nadie puede decirnos qué hacer”: agroecología como resistencia en Malasia

“No podernos darnos el lujo de plantar sólo un cultivo, tenemos que hacer lo que sea más beneficioso para nosotras/os”, dice Nure anak Samale. Conocida por sus amistades como la Mujer Maravilla por su ética de trabajo, Nure lucha por su familia, su comunidad y el medioambiente con cada ají, piña y calabacín que produce en su abundante parcela al lado de la ruta en Sungai Buri, en el noreste de Sarawak.

Por Amelia Collins y Jok Jau Evong

Visita a dos proyectos agroecológicos que cuentan con el apoyo de Sahabat Alam Malasia / Amigos de la Tierra Malasia
Nure dirige un grupo de mujeres en una zona donde la agroecología, la agrosilvicultura y el manejo comunitario de bosques se están volviendo poderosas herramientas de defensa de los derechos de los pueblos, los medios de sustento y los bienes naturales de los bosques.
Aquí, lo que Nure llama “agricultura integrada” no sólo está empezando a revertir los daños provocados por la tala y las plantaciones de palma aceitera, sino que cuestiona y está desafiando directamente ese modelo de desarrollo destructivo.
En lugares donde el gobierno quiere imponer monocultivos comerciales, esto es agroecología como acto de resistencia.
Un equipo de Amigos de la Tierra Internacional viajó para conocer más.
Proyecto de manejo comunitario de bosques y agroecología comunitaria de Sungai Buri, Sarawak, Malasia
Sungai Buri está a casi 30 km de la ciudad de Miri en la costa noreste de Sarawak. Durante generaciones, las comunidades indígenas de esta región han protegido y manejado sus bosques; y los bosques les han proveído  alimentos, agua, madera, combustible, refugio, biodiversidad, semillas, miel, frutas, medicina y alimento para animales.
Pero la tala y la expansión de las plantaciones de palma aceitera han contaminado los ríos y degradado los suelos, privando a las comunidades de sus tierras ancestrales y medios de sustento. La biodiversidad ha ido desapareciendo y con ella no sólo los materiales naturales que se usan para elaborar artesanías, sino también el conocimiento sobre el bosque.
Estas son las condiciones que la comunidad de Sungai Buri enfrentaba cuando se puso en contacto con SAM para pedirle ayuda en 2017. En ese momento eran el único grupo de la zona que oponía resistencia a las plantaciones. Con el asesoramiento de SAM crearon una asociación de residentes, un paso importante para obtener personería jurídica, y comenzaron a pensar en restaurar y proteger los bienes naturales. Decidieron establecer un proyecto piloto de agroecología y cultivo de árboles e identificaron un área de casi 5 acres. Al 2019 ya se habían involucrado activamente entre 50 y 70 residentes.
En el proyecto de manejo comunitario de bosques y agroecología comunitaria de Sungai Buri se cultivan especies forestales nativas, bananas, piñas y daun long. “Hacemos todo lo posible para ayudar a la comunidad a plantar especies locales de árboles”, dice Nure (tercera desde la izquierda).
Las/os integrantes de la asociación de residentes de Sungai Buri recogen semillas saludables del bosque y las propagan en el vivero. 
Con organizaciones hermanas de Marudi, Long Miri y Long Pilah se estableció un esquema de intercambio de semillas donde distintos grupos recolectan semillas de su localidad -merbau, jelayan, rattan, engkabang, meranti y árboles frutales como el durian y langsat.
Este es un proyecto integral. En Sungai Buri no sólo se trata de cultivar alimentos y materiales de manea ambientalmente sustentable, sino de producir artesanías para el mercado.
Las hojas de daun long, por ejemplo, se usan tradicionalmente para envolver alimentos, especialmente arroz y pescado. También pueden secarse y convertirse en sombreros para protegerse del sol y la lluvia. La comunidad puede vender las hojas en Miri por 10 centavos cada una y la demanda es cada vez mayor, especialmente cerca de la frontera con la vecina Brunéi. Son una fuente de ingresos, pero también una alternativa sustentable al plástico, que es una de las razones por la cual la asociación alienta a las comunidades a cultivar daun long.
Bemban, una planta que se usa para elaborar canastos y esteras tradicionales, se ha vuelto escasa ya que su hábitat preferido de pantanos y arrozales ha sido desecado. La escasez ha llevado a las/os artesanas/os a pensar en alternativas tales como cintas de plástico para elaborar sus artesanías.
Hoy en día, no obstante, las mujeres que trabajan con el proyecto de agroecología de Sungai Buri están usando bemban para elaborar esteras, canastos y lazos y envolturas tradicionales. Sin embargo, al igual que muchas comunidades rurales tienen dificultades para comercializar sus artesanías, y le pidieron ayuda a SAM.
El líder comunitario Gasah Tedong (abajo) explica que los canales oficiales no promueven este tipo de prácticas de sustento y tradiciones agrícolas. El gobierno y las empresas sólo les hablan a las comunidades de plantaciones, explica, pero las comunidades no quieren trabajar en plantaciones: “quieren tener control de sus recursos”.
La asociación de residentes de Sungai Buri, uno del pequeño número de proyectos agroecológicos que apoya SAM directamente, enfrenta desafíos. Al grupo le gustaría sembrar más piñas, por ejemplo, pero para sacar las malezas y los árboles que no son locales necesitan una sierra, y necesitan una bomba de agua. Todo esto implica dinero.
También quieren que más mujeres se sumen al proyecto, dice Nure. “En este momento somos alrededor de 20 mujeres plenamente involucradas, pero esperamos ser más y por supuesto queremos darle a todas/os la oportunidad". En toda la región, SAM está trabajando para aumentar la cantidad de mujeres que participan en grupos de agroecología y recientemente la brecha pasó de sólo el 20 por ciento de mujeres al 40 por ciento.
Sembrando una revolución agroecológica
La efectividad de este apoyo se ve claramente reflejada en el centro de capacitación de manejo comunitario de bosques de SAM y el vivero de árboles en Lobang Kompeni, Marudi. Aquí llevan a cabo talleres sobre agroecología, capacitación de comunidades indígenas en el uso de técnicas agrícolas inocuas con la naturaleza, promoción del uso de fertilizantes libres de sustancias químicas y recolección de semillas nativas salvajes para cultivo posterior. Tal como en Sungai Buri, SAM también apoya a las comunidades a rehabilitar tierras degradadas cultivando árboles o reservándolas para conservación y recuperar la vida silvestre.
Aunque los subsidios del gobierno los alientan a cultivar palma aceitera, los agricultores de pequeña escala están en desventaja a la hora de vender sus productos. Y con los precios del aceite de palma en caída, algunas comunidades quieren convertir sus tierras al manejo comunitario de bosques. Hay miles de hectáreas donde los bosques se podrían regenerar de esta forma.
Pero los pequeños propietarios de tierras enfrentan dificultades para obtener licencias para hacer este cambio porque sus territorios no cumplen con la descripción de tierras cultivadas antes de 1958. En realidad, la mayoría de los territorios indígenas de Sarawak se establecieron mucho antes de esa fecha, pero no se usaban todos para cultivo: principalmente eran forestados para fines de caza, recolección, y protección de zonas de captación de agua; y algunas parcelas agrícolas familiares se dejaban en barbecho durante años, permitiendo el rebrote secundario que para el ojo inexperto se parece a un bosque natural. La reglamentación sobre licencias efectivamente impide que la mayoría de los pequeños propietarios de tierras adopten el manejo comunitario de bosques.
Voluntarias/os del vivero plantan y cultivan semillas recogidas en el bosque. En marzo de 2019, la organización cultivaba 2000 almácigos. Las comunidades le consultan a SAM dónde encontrar semillas y cómo cultivarlas, usando los contactos de SAM y trabajando en red con otras comunidades para recolectar semillas.
Todas las especies de árboles involucradas en los proyectos de manejo comunitario de bosques son nativas. Incluyen especies de madera de alta calidad que se usa para la construcción de viviendas y embarcaciones; árboles frutales de larga vida, y otros con rasgos que pueden utilizarse como medicinas, en ceremonias culturales o transformarse en cualquier cosa, desde muebles, herramientas y hasta adhesivos. Los dueños tradicionales - las comunidades indígenas que son propietarias consuetudinarias de tierras tradicionales- visitan el centro de SAM y han empezado a comprar almácigos.
Una parte clave de la capacitación es aprender a elaborar fertilizantes libres de sustancias químicas a partir de ingredientes fácilmente accesibles. Comparados con las contrapartes comerciales, estos fertilizantes orgánicos caseros son mejores para el suelo, mejores para la salud de las personas y mejores para sus finanzas. Para elaborar el fertilizante de aminoácidos de pescado libre de sustancias tóxicas, por ejemplo, simplemente hay que cortar el pescado, agregar azúcar y dejarlo en remojo por dos semanas, y luego diluirlo a razón de 100 ml de agua por 1ml de mezcla de pescado.
Otro fertilizante, llamado fertilizante de microorganismos eficientes (EM) se elabora mezclando huevos, bananas y calabaza (arriba) y dejándolo procesarse durante un mes antes de diluirlo con agua.
“Podemos cultivar todos los ingredientes para el fertilizante”, dijo Roseline Serai (arriba izquierda), una de las participantes en la capacitación en 2019. “Puedo hacerlo en mi casa y luego podemos aplicarlo en cualquier momento". Roseline dijo que espera que su situación financiera mejorará ya que no tendría que comprar más fertilizante para los árboles frutales y los pimientos que cuida para su familia.
Al final de los talleres de SAM, las/os participantes vuelven a sus hogares con botellas de fertilizante orgánico (arriba) y el conocimiento para producir más.
Merum Ngimolang, un pequeño propietario cerca del sitio de Lobang Kompeni, ha estado usando el fertilizante orgánico de SAM desde 2018 “no sólo con la fruta, sino con los pimientos y otras hortalizas y los resultados son buenos”. Decidió probar el fertilizante de aminoácidos de pescado en sus árboles de durian y las piñas después de notar que sus cultivos tratados químicamente estaban en declive y que la calidad del suelo estaba deteriorándose. Merum ya puede ver cómo el durian da frutos más temprano. “Estamos haciendo un buen trabajo con el uso del fertilizante orgánico”, afirmó. “Los efectos son claros. SAM debería continuar con este trabajo”.
¿Significa esto que los fertilizantes orgánicos y otras prácticas agroecológicas podrían aplicarse a nivel más amplio? “Nadie en la zona ha probado el fertilizante orgánico en áreas de cultivo mayores”, dice Merum, que usa el fertilizante subsidiado por el gobierno para sus cultivos de arroz. Por ahora, SAM está alentando a la gente a que pruebe los fertilizantes orgánicos en áreas pequeñas primero.
Pero Sylvia William Endak, una voluntaria de SAM, es optimista de que la práctica se propagará. “He visto que ayuda a las mujeres a comprender el valor económico, al usar fertilizantes orgánicos que no tienen que comprar en la ciudad. Y realmente ahorran dinero", afirma. “Se están empezando a dar cuenta de que los fertilizantes modernos en realidad no son buenos para la salud”.
“Sería bueno que este tipo de prácticas agroecológicas y de agricultura sustentable se aplicaran en todo Sarawak y Malasia porque consideramos que es un método agrícola muy sustentable".
Esta, en pocas palabras, es la estrategia de SAM: inicia proyectos comunitarios, capacita a las comunidades y estas le pasan la voz a otras. El coordinador de SAM Sarawak Jok Jau Evong (arriba) recuerda que SAM aprendió sobre fertilizantes orgánicos de una organización hermana en Malasia Occidental. “Vinieron y nos capacitaron, así que ahora somos nosotras/os quienes capacitamos a nuestras comunidades locales”.
Jok está inmerso en la educación entre pares y la solidaridad. “He viajado al extranjero varias veces para ver qué está sucediendo en otros países y cómo la gente lucha para recuperar sus propios recursos. Llegué a Marudi a compartir mi experiencia y veo que hay comunidades que están comenzando a entender y a ganar confianza para luchar".
Desafíos
Entonces, ¿qué podría frenar el avance de la agroecología y las prácticas de manejo comunitario de bosques que son claramente buenas para los medios de sustento de los pueblos y el medioambiente?
“Por supuesto existen muchos obstáculos”, dice la voluntaria Silvia. “Falta de agua, especialmente durante la temporada seca. Dificulta mantener los almácigos".
También existen limitaciones de tiempo y recursos de la gente. Los talleres pueden ser gratuitos, pero las/os participantes tienen que destinar tiempo para estar allí y hay necesidades apremiantes como la cosecha de arroz que pueden impedir que algunas personas asistan. No se puede esperar que una comunidad haga más de lo que puede con lo que tienen, afirma Jok.
El financiamiento también es una limitación para SAM, dice. Entre su larga lista de tareas, SAM está ayudando a que la cantidad de asociaciones de residentes legalmente registradas crezca, ya que si son más numerosas serán un contrapeso más potente frente a las empresas de plantaciones. En 2019, la oficina de Miri estaba trabajando con 13 de las 28 organizaciones comunitarias activas registradas formalmente. Pero con sólo tres empleadas/os allí, se necesitan más recursos para garantizar que SAM tenga capacidad para encarar las necesidades crecientes de la red.
También puede haber riesgos. Hasta el día de hoy, Jok renguea al caminar porque un árbol le cayó encima hace 10 años. Y ha sufrido amenazas más siniestras, como que por hacer campañas contra el gobierno se le negara un pasaporte durante siete años. La esposa de Jok le ha pedido en varias ocasiones que deje su trabajo. El suyo no es un caso aislado: la gente de las comunidades suele ser criminalizada y enfrentar amenazas de muerte.
Tal como hemos visto, el gobierno no reconoce las tierras ancestrales “no cultivadas”, y desde la década de 1980 hasta la década de 1990 prefirió en cambio otorgar concesiones a empresas madereras, y ahora, para establecer plantaciones de palma aceitera y pulpa de celulosa y papel.
Por eso, el manejo comunitario de la agricultura y los bosques pone a Sam y a las comunidades en discordia con un gobierno enfocado en las plantaciones de monocultivos a escala industrial.
“Trabajar en campañas puede ser atemorizante a veces”, dice Jok. “Nunca imaginé estar donde estoy hoy. Soy sólo un agricultor local”.
La agroecología, como práctica, aprovecha los procesos naturales para generar una agricultura y ecosistemas más sustentables y productivos. Como movimiento social, se propone construir sistemas alimentarios que apuntalen la viabilidad económica de las zonas rurales, en base a cadenas cortas de suministro de alimentos y una producción de alimentos justa e inocua. Respalda la producción de alimentos diversos por pequeñas/os productoras/es, a las comunidades rurales, la soberanía alimentaria, el conocimiento local, la justicia social, la identidad y cultura locales y los derechos indígenas. Como ciencia, la agroecología constituye un marco vivo, coherente, transdisciplinario e integral –que incluye los conocimientos diversos y las formas de conocer de los pueblos— a través del cual estudiar sus prácticas y resultados.
La agroecología está estrechamente vinculada con el Manejo Comunitario de Bosques (MCB) que implica el control de los territorios y los recursos en manos de las comunidades, en lugar que del gobierno, o latifundistas o empresas privadas ausentes, por ejemplo. El MCB es integral ya que conlleva el uso planificado de agua, recursos biológicos y lugares sagrados, por ejemplo, e implica la utilización de tecnologías apropiadas, conocimiento ancestral y prácticas comunitarias. Ver  Manejo Comunitario de Bosques.
La agrosilvicultura, entretanto, suele referirse a sistemas en los que se cultivan plantas y/o animales agrícolas entre o junto a plantas leñosas (árboles, arbustos, etc.). Sobre los vínculos entre la agroecología y el MCB, ver  Manejo Comunitario de Bosques y Agroecología.

Entrevistas realizadas por Amelia Collins y Jok Jau Evong, con traducciones de Jok Jau Evong.
Imágenes de Amelia Collins/Amigos de la Tierra Internacional.
Redacción adicional de Adam Bradbury.
Fuente: Amigos de la Tierra

 

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