En la naturaleza salvaje: por una interacción cuidadosa
Los humanos somos naturaleza, estamos íntima y directamente relacionada con ella a través del agua que bebemos, lo que comemos, los materiales que usamos para construir nuestras casas y manufacturar nuestra tecnología. A pesar de esto, hemos creado una línea divisoria entre nosotros y lo “natural”, eso que pertenece al mundo salvaje, lejos de las comodidades de los espacios humanos, como las ciudades. Esa línea ha marcado nuestra historia reciente, donde tal vez en el siglo XX fue donde más nos hemos alejado y desconectado de estos espacios prístinos.
Texto y Fotos: Bastian Gygli
Esto ha ido cambiando recientemente. La consciencia de nuestra relación con nuestro ambiente y nuestra necesidad intrínseca de acercarnos a estos lugares nos ha motivado a regresar, y con ello, volver a maravillarnos con los paisajes y los seres que los habitan. Nuestros corazones están alegres de volver, pero nuestras mentes aún bullen con la necesidad de cuidar este lugar, el cual hemos aprendido a entender no solo en su majestuosidad, sino también en su fragilidad. Con ello, muchas preguntas emergen y en este artículo reflexionaremos en torno a ellas.
Los humanos somos naturaleza, estamos íntima y directamente relacionada con ella. ©Bastián Gygli
¿Somos parte de la naturaleza?
La respuesta corta a esta pregunta es sí, somos parte. Somos un animal más en un mundo donde habitan muchos otros animales junto a plantas, hongos, algas y microorganismos. Como algunos seres vivos han desarrollado la capacidad de descomponer cadáveres, nosotros tenemos un gran desarrollo cerebral y comportamientos intelectuales complejos. De todos los animales, hasta ahora, el humano es el más consciente racionalmente de su entorno y de su actuar. El instinto (aún importante y prominente) ha dado paso a funciones más complejas del cerebro. Esto es una estrategia más en un mar de estas, y es posible que vuelva a emerger en la evolución de la vida en la tierra.
Estas características han hecho al humano una especie arquitecto, organismos con gran capacidad de modificar su entorno (ver artículo), tal vez a una escala nunca antes vista. Los humanos afectamos la geología, geografía, cultivamos plantas a escalas planetarias, domesticamos animales, construimos ciudades, extinguimos especies y mucho más. Esto nos hace especiales, pues nuestra influencia es grande en el mundo. El equilibrio dinámico, preexistente a nuestra aparición, desapareció, reemplazado por una nueva era ligada al ser humano. Algunos expertos llaman a este periodo el Antropoceno (Gibbard et al, 2021).
Para muchos, esta nueva realidad demanda replantearnos nuestras costumbres y formas, hacernos responsables de nuestro entorno, ya que racionalmente comprendemos más que una lagartija o una lechuga sobre las consecuencias de nuestros actos. Esto tiene múltiples aristas, pero sin duda una de las más importantes es cómo interactuamos con la naturaleza salvaje, la que está alejada del humano, pues ahí hay componentes vitales para la salud holística del planeta. De ahí viene el agua, la comida, entretención, materiales, paz, y muchas cosas más.
Nuestro rastro
Para cuidar, algunas personas proponen alejarnos físicamente de los entornos salvajes. Pensar la naturaleza como un ente armónico, donde los humanos somos figuras disruptivas y destructivas. “La naturaleza está mejor sin nosotros” o “Todo volverá a ser mejor cuando el humano se extinga” son duros mensajes, que olvidan la esencia fundamental de los seres vivos. Somos parte. Queramos o no, tenemos que interactuar con el entorno. Interactuar es vivir, directa y fuertemente o de forma indirecta. Por esto no es posible escudarnos simplemente alejándonos.
El otro extremo es alejarnos emocionalmente de los entornos salvajes. Por ejemplo, sacar minerales de la tierra en otra región de mi país, si de todas formas yo no vivo ahí. El daño lo tendrán que afrontar los organismos, humanos incluidos, que habitan ese territorio. Y en las peores iteraciones de esta lógica, como la minería a tajo abierto, la herida queda en la tierra misma. La huella de esta filosofía se manifiesta en la depredación de la naturaleza, el extractivismo y la ausencia de empatía con nuestro entorno en general.
Ninguna de las dos suena tan bien, así que propondría un término medio. Vivir la vida conscientes de nuestro entorno y de las consecuencias de nuestros actos. Con la mente y el corazón abiertos, para preguntarnos cosas, reflexionar y buscar soluciones, ojalá donde nuestra identidad humana y nuestra naturaleza puedan entrelazarse y emerger. Suena bonito, pero en la práctica puede no ser tan sencillo, la línea es difusa y no podría osar decir que yo sé dónde está, pero creo que puedo compartir lo que he aprendido, habiendo enfrentado varias situaciones en la naturaleza.
Los organismos y cómo acercarnos
Hay una innegable fascinación en la observación (multisensorial) de otros organismos. La majestuosidad de un árbol añoso, el trino de un ave, el olor de una flor y el palpitar acelerado de ver algún animal grande y carismático. Estos encuentros pueden ser muy especiales y hacernos muy bien, pero es importante ser respetuosos de nuestro entorno y tratar de entender las dinámicas naturales de los organismos a la hora de decidir cómo interactuar con ellos.
Con los animales la interacción puede ser bastante directa y muchas veces fugaz. Por lo que puede ser de ayuda hacerse estas preguntas: ¿es el animal que estoy observando una presa? ¿Está acostumbrado a ver personas? ¿Me ve como una amenaza? El humano es una especie de gran tamaño. La mayoría de los animales ven al humano como un potencial peligro, esto hace que suela rehuir el contacto, como lo harían con cualquier otro animal de gran tamaño. Por lo mismo, debemos darles su espacio. No acercarnos bruscamente, pues podrían estresarse. Animales como las lagartijas tienen mecanismos defensivos como desprender la cola (autonomía caudal), que les quitan mucha energía. No es necesario tomar a los animales para apreciarlos. De hecho, diría que puede ser mucho más significativo poder verlos anónimamente, en sus comportamientos naturales, que en el estrés de sentirse perseguidos o enfrentados. Y la naturaleza tiene sus ritmos, tal vez esta actitud más pasiva nos haga perder alguna observación, pero también es posible que nos regale momentos muy poderosos, si aprendemos a apreciar la naturalidad de los momentos y cultivar la paciencia.
Con las plantas y los hongos normalmente hay más tiempo para reflexionar y decidir cómo actuar. Por un lado acercarnos puede ser dañino para el organismo, pero al menos para mí, hay un gran potencial en la interacción. Qué momento más significativo que oler una hoja de un árbol aromático. Tal vez perderá una hoja, pero ganará un espacio en la conciencia colectiva y en nuestra emocionalidad que puede cuidar a esa especie y al bosque a largo plazo. De todas formas, hay que estar alertas. Acercarnos a las plantas puede abrir senderos y en el camino, podemos afectar a otros organismos sin darnos cuenta, como podrían ser los polinizadores de una planta en flor.
Cortar un hongo puede parecer algo violento, pero hay que recordar que estos organismos viven insertos en el sustrato como filamentos y el cuerpo fructífero es una estructura temporal con fines reproductivos (más detalles acá). Su cosecha podría ayudar a dispersar sus esporas, pero, ¿es necesario ayudar a los organismos a dispersarse? Yo no creo que el humano deba actuar como un jardinero en la naturaleza, pero sí creo que podemos tomar e interactuar con el entorno, mientras sea con respeto, y conscientes de que esto tendrá consecuencias, como la tiene el interactuar de todos los organismos vivos.
Otro aspecto fundamental para una observación respetuosa es usar herramientas. Por ejemplo, unos binoculares nos permitirán observar a una manada de guanacos y a sus crías desde una distancia que no los ponga nerviosos. Así mismo, una lupa nos permitirá observar los detalles de un insecto sin tener que manipularlo directamente. Las tecnologías con las que contamos como especie no tienen porque ser malas si las usamos sabiamente.
Impactos impensados
Algunas de las cosas que hacemos pueden tener alcances negativos que no hemos considerado. Un caso clásico de esto son las mascotas, especialmente perros y gatos que son manejados libremente. Estos son animales, y su carisma y cercanía ha generado grandes vínculos con muchas personas, lo que los hace parte de la familia. Por lo mismo, muchos quieren ver a sus amigos perro/gatunos libres en la naturaleza o llevarlos con ellos a entornos naturales. Sin embargo, esto puede ser catastrófico para el entorno: Los perros, a pesar de su domesticación, muchas veces demuestran comportamientos de caza, donde pueden llegar a matar animales silvestres, hacer que animales abandonen sus nidos, confundir los rastros oloríficos de algunas especies, y, en general, producir un alto nivel de estrés en el entorno. Esto es incluso cierto para perros educados y obedientes, pues muchos de estos efectos son indirectos y aparecen por la mera presencia del perro en la naturaleza.
Los gatos son los felinos con mayor tasa de éxito en la cacería, siendo devastadores para lagartijas, micromamíferos y aves dentro de sus territorios (Loss et al, 2013). En casos extremos, los gatos han sido responsables directos de la extinción de 13 especies de vertebrados (Medina et al. 2011) . En el caso de ambas especies, puede haber una transferencia de enfermedades con los miembros silvestres de sus familias, como zorros, guiñas, entre otros.
Por estas razones perros y gatos no deben ser llevados a entornos de naturaleza silvestre, si es que queremos mantener la salud de estos espacios. Lo mismo es cierto para el ganado doméstico, que ha llevado enfermedades a la fauna silvestre, por ejemplo al huemul, y ha desplazado indirectamente a muchos componentes de la biodiversidad nativa al utilizar recursos similares, como podría ser el alimento, en zonas donde este es escaso.
Otro impacto tal vez difícil de ver es el de las redes sociales. Hoy, como nunca, tenemos herramientas para comunicarnos y transmitir información. Esto ha hecho que todos estemos atentos a compartir encuentros que puedan sensibilizar. La fotografía es muy accesible y muchos estamos recorriendo la naturaleza para compartir sus maravillas. Todo esto es algo genial, pues permite expandir el mensaje de la consciencia y armonía con lo natural, pero tenemos que ser responsables a la hora de generar este contenido.
Es útil cuestionarnos, por ejemplo, ¿cuánto estrés para un animal vale compartir una foto?, ¿estoy buscando la foto para compartir información relevante de una especie y aportar a la conservación, o solo por la cantidad de impacto que tendrá en redes sociales, o para generar ganancias con mi cuenta? A veces estas líneas pueden volverse difusas, incluso sin intención. Por lo mismo, invito a todos los colegas fotógrafos a ser cuidadosos, a veces es bueno olvidarnos de la foto y respetar al organismo y su proceso.
Esto también aplica para cuando queremos ayudar. A veces, pensamos erróneamente que un animal u organismo necesita ayuda. Eliminamos una planta parásita porque está afectando al árbol, pero tal vez la parásita es el organismo con problemas de conservación. Otras veces las personas manipulan pichones de aves que encuentran en el suelo, pero tal vez estos viven ahí y solo están esperando a sus padres, que puede que lo abandonen luego de verlo manipulado. Estos animales muchas veces mueren al ser manejados incorrectamente en su alimentación y cuidados. Hay lugares donde saben como ayudar a la fauna nativa, como los centros de rescate. ¡Acudamos a ellos! Para trasladar a los animales heridos o pedir asesoría en cómo ayudar realmente.
Reflexiones finales
Creo que aún hay mucho por escribir sobre este tema, pero no creo que un tinte negativo sea el camino. Que emerjan estas preguntas y reflexiones de formas es porque hay mucha gente interesada en ir a la naturaleza, interactuar, compartir fotos y mucho más. Estamos en proceso de generar nuevas relaciones con nuestro entorno natural y el debatir cómo hacerlo respetuosamente es un camino genial para llegar a esa armonía que anhelamos, nosotros y el planeta entero.
Como regla general creo que tenemos que informarnos lo más que podamos de nuestro entorno y sus seres vivos, aprender y así poder tomar decisiones con bases claras y con convicción. También ser asertivo en nuestros comentarios. Hacer ver a los demás cómo podríamos mejorar ciertas cosas. Que se genere debate y aprendizaje más allá de simplemente aplaudir o dar un like. Aprovechar esa racionalidad y conciencia, que como ya dijimos, nos hace especiales en esta era del planeta. Tenemos la posibilidad de afectar positivamente. ¡Aprovechemosla!
Bibliografía
Gibbard, Philip L. ; Bauer, Andrew M.; Edgeworth, Matthew; Ruddiman, William F.; Gill, Jacquelyn L.; Merritts, Dorothy J.; Finney, Stanley C.; Edwards, Lucy E. ; Walker, Michael J. C.; Maslin, Mark; y Ellis, Erle C. (2021). «A practical solution: the Anthropocene is a geological event, not a formal epoch». Episodes: 9 pp. doi:10.18814/epiiugs/2021/021029
Loss, S., Will, T. & Marra, P. The impact of free-ranging domestic cats on wildlife of the United States. Nat Commun 4, 1396 (2013). https://doi.org/10.1038/ncomms2380
Medina F. M. et al. A global review of the impacts of invasive cats on island endangered vertebrates. Global Change Biol. 17, 3503–3510 (2011) .
Denisse Mardones (2023). Baños de bosque, una terapia que nos acerca a la naturaleza, WWC chile, página web.
Fuente: Revista Endémico: https://endemico.org/en-la-naturaleza-salvaje-por-una-interaccion-cuidadosa/