Suiza / Desde la zona cero de Blatten: “Somos el canario en la mina del cambio climático”
A un mes de la tragedia rememoramos la crisis climática que muchos gobernantes niegan sistemáticamente: El peso llevaba semanas acumulándose por encima del pueblo. Nueve millones de toneladas de roca frágilmente instaladas sobre una antigua placa de hielo. Procedentes de un fragmento de la cima del Kleines Nesthorn que se había desmoronado, se cernían sobre las silenciosas y vacías calles de Blatten. Solo el glaciar las había detenido. El hielo rechinaba bajo la presión. Hasta que en un instante de la tarde del miércoles pasado todo cedió.
Tess McClure
El hielo se resquebrajó y luego se desmoronó, haciendo que toda aquella masa descendiera hacia el valle y destruyera el pueblo y sus más de 800 años de historia. “Blatten ha sido arrasada. Borrada, desaparecida, destruida, estampada contra el suelo”, dijo el viernes el alcalde del pueblo, Matthias Bellwald. “Los recuerdos conservados en libros, álbumes de fotos, y documentos innumerables... ha desaparecido todo, esto es la zona cero para Blatten”.
Mirando desde la ladera hacia abajo, donde una vez estuvo el pueblo se distinguen las siluetas en pico de los tejados de algunas casas sobresaliendo del barro. El valle es de un verdor exuberante, salpicado de flores silvestres que han prosperado en una primavera inusualmente larga y cálida para Suiza. Pero los pastos ahora están divididos en dos por una enorme masa marrón grisáceo hecha de hielo, rocas y tierra, con decenas de metros de espesor y unos dos kilómetros de largo. La avalancha golpeó al valle con tanta fuerza que lo arrastró todo hasta el otro lado, como una ola en una bañera.
Preocupadas por la estabilidad de la montaña, las autoridades habían evacuado una semana antes a prácticamente el total de los 300 residentes de Blatten. Un hombre de 64 años sigue desaparecido y se cree que no se movió de la zona. Refugiados en los pueblos cercanos, los habitantes de Blatten sienten una combinación de gratitud por seguir con vida y dolor por la gigantesca pérdida de sus casas, sus negocios, y su historia. “La gente lo ha perdido todo, salvo lo que llevan ahora encima”, dijo el alcalde Bellwald. “Casas, puentes, propiedades... ya no existen”.
En los Alpes suizos casi no hay precedentes de un corrimiento de tierras como el que ha arrasado con Blatten. Pero por todo el planeta hay glaciares y permafrost derritiéndose y perdiendo estabilidad. Terrenos que antes estaban congelados se desmoronan y se hunden. Hay lagos glaciares desbordándose y ríos de hielo agrietándose, encogiéndose y llenándose de escombros tras millones de años de equilibrio. En un mundo que se calienta rápidamente no es posible predecir cómo se comportarán estas estructuras hechas de tierra y de hielo. Las que terminen cediendo pueden generar olas gigantescas de agua, roca y hielo, arrasando con todo cuesta abajo. “Lo que estamos viendo está ocurriendo por todo el planeta”, explica el ingeniero informático y alpinista Jan Beutel, especializado en la vigilancia sísmica de sistemas montañosos. Beutel, que conoce bien las laderas en torno a Blatten, llevaba semanas vigilando el Birch.
Sonido en directo
El miércoles se había puesto una transmisión en directo del glaciar, para escuchar sus crujidos y chirridos mientras trabajaba. Cuando los ruidos aumentaron, Beutel pudo ver el desmoronamiento en el mismo momento en que se produjo. “De repente, los píxeles explotaron en la mitad superior de la pantalla, me quedé atónito”, dijo. Fue como el impacto de una bomba. Con el objetivo de la cámara oculto por la nube de polvo, Beutel se puso a buscar datos sísmicos para estimar la magnitud del desprendimiento de rocas. Los registros indicaban un terremoto de magnitud 3,1, uno de los mayores movimientos de masas de tierra jamás registrados por el Servicio Sismológico Suizo. “Seguro que habrá más, habrá más daños a infraestructuras, a medios de subsistencia, a inversiones”, asegura Beutel. “Lo mismo está ocurriendo en todas las zonas montañosas, las zonas glaciares están retrocediendo, la capa de nieve persistente es menor con el paso de los años, y el permafrost se está calentando a escala global”. “El cambio es muy rápido”, analiza Stéphane Genoud, que vive en Anniviers, a poca distancia de Blatten. El desastre del miércoles es solo el último y más dramático episodio en una serie de cambios que han ido transformando estos valles a lo largo de su vida. “Cada vez tenemos menos nieve, todos los glaciares retroceden, el hielo que solidifica la roca se derrite, en la alta montaña hay rutas que ya no son accesibles”, añade deteniendo un instante la limpieza de árboles rotos en su terreno, muchos de ellos con el tronco resquebrajado tras un año de inusuales y esporádicas nevadas.
“Evidentemente, que un pueblo entero desaparezca bajo el hielo y la roca no es normal”, señala Genoud. “Imagina que tu pueblo desaparece, bajo metros de sedimentos rocosos, que no hay pueblo, en dos minutos el pueblo ha desaparecido”. En su opinión, el derrumbe forma parte de un proceso de desintegración mucho más amplio por la aceleración del calentamiento global. “Con el cambio climático, la montaña se viene abajo”, lamenta. “Somos el canario en la mina de carbón, estamos sintiendo el impacto directamente de la crisis climática”.
Otros pueblos sepultados
Estos catastróficos y repentinos derrumbes resultan sorprendentes hasta para las personas que han dedicado sus carreras a seguir el retroceso de los glaciares. “Me ha asombrado el colapso y el desprendimiento de glaciares a gran escala que en distintas partes del mundo se viene produciendo en los últimos años”, indica Andrew Mackintosh, glaciólogo y profesor de Ciencias de la Tierra en la Universidad Monash de Melbourne. “No es algo que yo viera venir, sobre todo situaciones en las que se desprenden glaciares enteros y luego caen en los valles de abajo”. Las personas que viven debajo no suelen tener tanta suerte como las de Blatten, evacuadas casi por completo antes del derrumbe. El derrumbe en 2002 del glaciar Kolka-Karmadon en las montañas rusas del Cáucaso hizo que se precipitaran sobre el valle más de 100 millones de metros cúbicos de hielo y roca, dejando unos escombros de 130 metros de espesor. El pueblo de Nizhniy Karmadon quedó sepultado por completo y al menos 120 personas murieron. En Italia, 11 personas murieron en 2022 por el desplome de un fragmento del glaciar de la Marmolada. Ese mismo año un grupo de turistas británicos logró sobrevivir tras ser engullidos por una avalancha tras el desplome de un glaciar en las montañas de Tian Shan, en Kirguistán.
La devastación de Blatten representa un nuevo tipo de destrucción para Suiza, un país acostumbrado a gestionar grandes riesgos naturales por sus montañas. La presidenta del país, Karin Keller-Sutter, habló de un espectáculo “apocalíptico” tras sobrevolar en helicóptero la zona afectada en la tarde del viernes. “Está prácticamente arrasado, siempre ha habido corrimientos de tierra, pero siempre quedaba algo; aquí ya no se ve nada”, dijo. El derrumbamiento del glaciar Birch aún no se puede atribuir con precisión al cambio climático. Los estudios de atribución de fenómenos meteorológicos extremos llevan semanas, o meses, y en el caso de los corrimientos de tierra hay que añadirle un complejo conjunto de factores.
Un análisis de 45 estudios sobre desprendimientos de tierra en los Alpes encontró una clara relación entre el calentamiento y el aumento de pequeños desprendimientos de rocas o deslizamientos de tierra. Pero para las grandes avalanchas de rocas aún no hay datos que permitan afirmarlo de manera concluyente.
Según Mackintosh, la atribución exacta es casi irrelevante, teniendo en cuenta que la crisis climática está transformando ecosistemas enteros y desestabilizando claramente los entornos alpinos. “El deshielo del permafrost de montaña, ese suelo congelado que funciona como pegamento en las altas cumbres alpinas, lleva a situaciones inestables en las que laderas enteras de montañas pueden derrumbarse por su propio peso”, explica. En los glaciares templados, eso puede crear una especie de bucle de retroalimentación: el manto de roca que recubría el glaciar Birch aceleró su deshielo, explica Mackintosh. “Estos procesos conducen a una situación que hace posibles los desprendimientos catastróficos de roca, hielo y nieve, con consecuencias devastadoras”.
Un valle en silencio
La magnitud de la devastación es perfectamente visible desde las rutas de senderismo que serpentean alrededor de la montaña junto a Blatten. Aparte del punto más alto de algunos tejados, no se ve nada. El valle está casi en silencio, interrumpido por el canto de los pájaros o por el ruido de un helicóptero atento al más mínimo movimiento entre los escombros. Las autoridades dicen que la zona sigue estando demasiado inestable como para saber cuándo será posible acceder a ella.
El mar de roca que lo cubre todo está surcado por flujos de agua. El río Lonza, que atraviesa el valle, quedó embalsado por el desprendimiento. Las autoridades regionales temían “una colada torrencial si el río se desbordaba”. Ahora el agua ha empezado a abrirse paso. En Kippel, un pueblo a pocos minutos en coche, los vecinos salieron a contemplar el nuevo caudal marrón y turbulento zigzagueando por el valle.
Aparte de las autoridades municipales, ninguno de los evacuados de Blatten ha hablado aun públicamente sobre la pérdida del pueblo. “Era un lugar muy tranquilo, cerrado e introvertido”, dijo Brigitte Burgisser, que en la vecina Kippel dirige un centro de meditación. “Ahora también hay mucha pena”.
La pequeña y unida comunidad espera reconstruirse, pero no está claro cuándo podrán hacerlo ni dónde. El valle sin Blatten es “impensable”, asegura Bellwald. Por ahora, la única versión del pueblo de Blatten que existe es invisible y está retenida en la mente de las personas que se han marchado, añade. “Lo llevamos con nosotros con mucho cuidado, como una memoria”.
Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/zona-cero-blatten-pueblo-arrasado-montana-canario-mina-cambio-climatico_1_12349651.html - Imagen de portada: Vista aérea de la destrucción de Blatten EFE/EPA/JEAN-CHRISTOPHE BOTT