Aprendiendo a luchar contra el fuego
Los incendios que en 2024 asolaron Bolivia acabando con más de 10 millones de hectáreas de bosque dejaron un reguero de desolación, tristeza y enfado, pero también lecciones aprendidas y una población decidida a luchar contra el fuego desde el primer momento: “Mire, con el humo, no se veían esas casas de ahí atrás, no podíamos respirar; los niños chiquitos y los alumnos de los colegios iban a clase entre esa humareda”. Así recuerda María Cuasace Choma el fuego que acorraló el año pasado Río Blanco, una pequeña comunidad indígena boliviana en la que hay poco más que unas casas, una pequeña escuela y una calle sin asfaltar. “No teníamos nada de agua, ni para cocinar. Nos la tenían que traer en cisternas. Se nos han quemado los potreros, los terneritos, hasta el alambre”, explica con tristeza.
Aurora Moreno y Laura Villadiego
Los incendios arrasaron más de 10 millones de hectáreas en Bolivia en 2024, concentrándose en el departamento de Santa Cruz, donde se encuentra Río Blanco. Y aunque el fuego ha sido recurrente en la zona en los últimos años, la inusual virulencia de los incendios de 2024 dejó a las comunidades desprotegidas. “Los focos de calor se descontrolaron y se fueron haciendo incendios grandes y cuando llegaron a la comunidad ya eran incontrolables, porque muchas comunidades no estaban preparadas para poder enfrentar un incendio, éramos pocas las comunidades que teníamos las cuadrillas forestales”, explica Ignacia Supepí, bombera de primera línea y cacique, como llaman a los líderes locales en Bolivia, de la comunidad de Río Blanco.
Bolivia lucha ahora por recomponerse de las llamas y prepararse para una realidad con la que saben que tendrán que convivir cada vez más: “Es una cuestión matemática. ¿Por qué hoy hay más incendios que antes? Porque hoy se deforesta más que antes”, resume Javier Coimbra, miembro de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).
Todo comenzó con la flexibilización de la normativa relativa a desmontes a partir del año 2010. Un proceso que, en teoría, pretendía promover el desarrollo, mecanizando la agricultura, ampliando las tierras cultivadas y duplicando la cabaña de ganado vacuno. A partir de entonces, lo que ha sucedido es que “se ha dado vía libre a la ampliación de la frontera agropecuaria a expensas de los bosques”, resume Coimbra.
“Este crecimiento de la agroindustria tiene un impacto negativo en las comunidades, ya que afecta de manera directa a sus medios de vida (…). Deteriora los suelos, fomenta la expansión de monocultivos y el uso de agroquímicos, y provoca deforestación e incendios forestales asociados a la conversión de tierras para producción”, señala Alexandra Galán, técnica de la ong CERAI en Bolivia. Lo mismo señala Lordy Suárez, presidente del comité de gestión territorial del Alto Paraguá: “Los fuegos se están utilizando para expandir la frontera agrícola, ya sea de manera legal o ilegal, no importa”.
Suárez fue uno de los portavoces de las marchas que en octubre de 2024 se movilizaron en defensa del territorio frente a la deforestación, los incendios, los avasallamientos (tal y como se denomina a la ocupación ilegal de tierras, ya sean privadas, públicas o áreas protegidas) y la explotación de recursos naturales. A su vez, esta realidad forma parte de un escenario más amplio, en el que intervienen también intereses políticos, el impacto del cambio climático o el régimen de lluvias, entre otros.
Julieta Valverde, bióloga de formación, con amplia experiencia en reservas naturales y directora de Recursos Naturales de la Secretaría de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente de la Gobernación de Santa Cruz cuando tuvieron lugar los incendios forestales, señala varios aspectos. En primer lugar, mira la serie histórica para establecer la pauta de este tipo de eventos: “La recurrencia de los incendios fuertes, así como los factores climáticos que inciden en estos incendios ha tenido una regularidad, por decirlo así, de 5 a 7 años de intervalo”.
Y ocurre no solamente en Bolivia, sino a nivel mundial. “En 2024 este tipo de incendio se vio en Bolivia, se vio en Canadá, se vio en todas partes del mundo prácticamente. Ese año, ya desde enero, había muchos municipios en Santa Cruz declarados en emergencia por sequía […]. Los incendios, que empezaron a ser continuos a partir de junio, se produjeron en un escenario en el que ya había muchos municipios declarados en emergencia por sequía, mucho estrés hídrico en el ambiente, mucho viento, muchas condiciones propicias”, detalla.
Comunidades preparadas ante las llamas
En lugar de lamentarse, Río Blanco se organiza para que el fuego no vuelva a pillarles desprevenidos. “Estamos haciendo unos anillos de prevención de todos los contornos de la comunidad para que el personal de cuadrilla monitoree y verifique que no hay incendios”, explica Cosme Supepí, uno de los bomberos locales de la comunidad.
Además, han duplicado el número de bomberos de la cuadrilla y están formando al resto de los vecinos: “Hay dieciséis [bomberos] capacitados, pero en verdad toda la comunidad sabe qué hacer, hasta los niños”, añade. Y no es la única comunidad indígena que se está preparando para cuando vuelvan las llamas. “Trabajamos en capacitación para saber enfrentar mejor los incendios», explica Manuela Chové Rojas, lideresa de la central indígena de Concepción, que abarca a 63 comunidades. “Estamos formando ‘monitoras’, mujeres que van a monitorear el territorio para prevenir y controlar los fuegos; realizamos formaciones para hacer “chacos sin quema” y sobre la importancia de tener parcelas agroforestales”. Y está dando resultados: “Las familias han podido recoger ya las primeras cosechas”, asegura.
Precisamente, uno de los aspectos que más ayudan a cuidar el bosque es identificar los recursos aprovechables del mismo para transformarlos y extraer un rendimiento, para que así las comunidades no necesiten deforestarlo para agricultura convencional. Es lo que hacen en Palmarito de la Frontera las mujeres a través de diversos emprendimientos, utilizando productos no maderables como el cusi, la almendra chiquitana o el copaibo. Palmarito ha sufrido un gran cambio en la última década: lo que era una pequeña comunidad hace unos años cuenta ahora con una gran pista de fútbol techada, una amplia iglesia, colegio, numerosos caballos… manteniendo al mismo tiempo sus señas de identidad y sus calles de tierra perfectamente perpendiculares, llanas y limpias.
Del mismo modo, la Organización de Mujeres Indígenas Chiquitanas de San Ignacio de Velasco (OMICH) ha puesto la vista en los productos que cultivan en sus huertos para impulsar una feria agroecológica que se celebra cada mes: “Las mujeres somos las que trabajamos las huertas en las casas, después se recoge todo y se trae aquí a la feria agroecológica”, explica Bernarda Gladys Algraña Zardaya. Allí se encargan de acomodar los espacios, poner toldos, instalar mesas y sillas y, al mismo tiempo que venden, trabajan aspectos relacionados con lucha contra la violencia hacia las mujeres.
Respuesta temprana
Las autoridades también están poniendo en marcha planes para evitar que los fuegos se descontrolen. Una de las iniciativas es el centro de monitoreo de incendios de la ciudad de Concepción –cuya información se puede consultar en abierto y en tiempo real–, instalado en el vivero municipal en 2025 con el apoyo de varias organizaciones. El objetivo es prevenir los incendios y la deforestación asociada, ayudados por la inteligencia artificial.
A través de imágenes de satélite, el sistema ofrece mapas de la región en los que se pueden ir eligiendo diversos parámetros (focos de calor, incendios activos, poblaciones, recursos…), a partir de los cuales se generan una serie de alertas, tal y como explica Rogelio Rodríguez, director de desarrollo productivo de la Alcaldía de Concepción, conocida como “capital de la Chiquitanía”. Además, hay un espacio para la previsión de puntos críticos, que son aquellos donde hay actividades agrícolas o ganaderas que están deforestando. “Este es un indicador para que podamos estar atentos a lo que se está realizando”, subraya Rodríguez.
La falta de capacidad logística fue otra de las debilidades importantes a la hora de luchar contra el fuego, tal y como señala Julieta Valverde: “No había vehículos adecuados para trasladar a los bomberos voluntarios de un lugar a otro y faltaba maquinaria especializada, equipos que generaran líneas de defensa, cortaran el avance y los controlaran de alguna manera”. En las comunidades también se señala la falta de información y coordinación con los bomberos llegados de otros lugares. Por un lado, no conocen el territorio, y por otro, no llevan consigo la parte logística, así que las comunidades son las encargadas de proveerles de alimentos para que puedan seguir con su trabajo. Lo hacen agradecidas por su presencia, pero sin olvidar que supuso un trabajo extra para las mujeres que se quedaron en las comunidades. “Aquí llegamos a tener hasta 100 bomberos”, señala María Cuasace, de la comunidad de Río Blanco, a los que había que ofrecer agua y algo que comer.
Por todo eso es clave la respuesta temprana. Y las mujeres de la OMICH también están pensando en esto: “Hemos participado en un evento en Santa Cruz donde los bomberos dijeron que nos podían dar capacitaciones para [poner en marcha] las brigadas ambientales de mujeres porque nuestro bosque es algo único. Lo malo es que en el incendio se han quemado tantas plantas nativas; entonces nosotras queremos la recuperación, el cuidado a través de las brigadas, y ése es el apoyo que nosotros necesitamos ahora”, resume Claudia Laura Aureliano Matos, presidenta de la organización. El esfuerzo parece estar dando frutos y en 2025, las áreas quemadas se han reducido un 97%. Y concluye: “velamos por el territorio, porque si nuestro territorio no está bien, nosotros tampoco estamos bien”.
Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero de la Generalitat Valenciana, a través del Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI). El contenido de dicha publicación es responsabilidad exclusiva de las autoras y no refleja necesariamente la opinión de la Generalitat Valenciana. Fuente: https://climatica.coop/aprendiendo-luchar-contra-fuego/ - Imagen de portada: Cicatrices de los fuegos que arrasaron el territorio indígena de Monte Verde en Bolivia durante el año 2024. Foto: Laura Villadiego.



