Síndrome del despoblamiento de las colmenas y el empleo de plaguicidas


Gran número de apicultores están sufriendo un grave problema en todo el mundo; es lo que se conoce como “síndrome del despoblamiento de las colmenas”, que podríamos definir como las diversas causas físicas, químicas o biológicas que hacen que las abejas mueran, se desorienten o se suprima su respuesta inmune.
Las abejas son un importante bioindicador de la calidad del medio ambiente. Podemos decir entonces que algo no está funcionando bien, que nuestro planeta está enfermo, y éste es otro de los síntomas que lo corroboran. Esto no es ninguna sorpresa, cualquiera puede darse cuenta que hay muchos síntomas que nos indican lo mismo, pero a mí lo que me sorprende es que no se haga nada o no lo suficiente, cuando en varios países de la Unión Europea ya han empezado a tomar medidas preventivas. Y eso que España es el país comunitario con un mayor censo de colmenas: según los datos del año 2004 contábamos con 2.464.601 colonias y 4.476 apicultores profesionales. Hay ya suficientes estudios y pruebas como para empezar a actuar, en nuestro país es posible que algunos estudios no se hayan cerrado, pero existen más estudios de otros países con el mismo problema. Me sorprende el desinterés generalizado por parte de todos, autoridades y políticos apáticos, el desinterés de la sociedad que ve el problema como ajeno, y los apicultores, en muchos casos silenciosos porque a ellos no les toca y otros porque quizás les interese. Afortunadamente no todos los apicultores son así; hay otros que están luchando hace tiempo con muy pocas ayudas en la resolución de este problema. Seria necesaria una mayor unión y coordinación de los profesionales de este sector.
Esta despreocupación o desinterés en la sociedad también puede ser causado por diferentes motivos, como ocurre con otros problemas medioambietales: la incertidumbre del daño o riesgo futuro, el creer que es un problema lejano (síndrome NIMBY, not in my backyard –no en el patio de mi casa-), por tanto que no sentimos como propio. La apatía de las autoridades, partidos políticos y sindicatos agrarios se podría explicar por los efectos no deseados de su solución, es decir, una tecnología más ecoeficiente no tiene nada de malo siempre que no reduzca un ápice la competitividad, los beneficios, el salario o el empleo, por eso muchos de los comportamientos ecológicamente benignos aparecen como poco deseables.
Todos los problemas medioambientales están interconectados como una tela de araña: lo que ocurre en un extremo también nos acabará afectando a nosotros, a pesar de la distancia. No nos libramos de nuestra propia huella ecológica, que hemos trasladado a países del tercer mundo. Un ejemplo es el uso del DDT durante casi 30 años: restos de este pesticida bioacumulativo aún se encuentran en los tejidos grasos de muchos animales en todo el mundo (como en los pingüinos de la Antártida). Si bien su empleo está restringido o prohibido, lo cierto es que su producción y venta en países en vía de desarrollo es libre (India), ya que se emplea de forma habitual para el tratamiento de plagas-vehículo de organismos infectivos (Nicolás Olea).
El despoblamiento se produce cerca de nuestra casa y también en lugares tan distantes como en Estados Unidos, Argentina, Uruguay, China y Nueva Zelanda. También se ha producido en países Europeos como en Francia, Alemania, Italia, Portugal, Polonia, etc. En España, no se ha producido por igual en todas partes: en algunas zonas de Galicia, en Córdoba, Guadalajara, islas Baleares y también en Cataluña. Seguramente se han producido en muchos otros lugares, pero no se ha difundido o los datos no han sido facilitados. También es cierto que otras zonas de España no han sido afectadas para nada.
La comarca de Ferrol era de las más importantes de Galicia en cuanto a apicultura, y fue de las primeras afectadas por este problema. La A.G.A. (Asociación Gallega de Apicultura) contaba con algo más de 100 socios y actualmente quedan 40, de los cuales algo más de la mitad, aunque continúan, están sin abejas. En los últimos 6 años se ha perdido el 85% de la cabaña apícola, y este porcentaje no es real ya que muchos están reponiendo y repoblando las colmenas con frecuencia. En Galicia el porcentaje total se puede tasar en el 50%.
El síndrome del despoblamiento provoca la desaparición en Andalucía de hasta un 30% de las abejas en los tres últimos años, (según el profesor de Zoología de la Universidad de Córdoba, Francisco Padilla). Desde Córdoba, la organización agrícola COAG alertaban del año "catastrófico" que ha sido 2008 para los productores de miel hasta el punto de que en muchos puntos se ha perdido hasta el 50% de la producción. Un colmenar suele generar en Córdoba una media de 22 kilos de producto, una cifra que se ha reducido a diez en zonas productoras como las de Hornachuelos o Montoro.
En 2007 se perdieron el 35% de las abejas de la miel de las ganaderías de la isla de Mallorca, (según el presidente de la Asociación de apicultores, Pep Matas).


Como también muchos problemas medioambientales, las causas pueden ser múltiples y de difícil solución; en este caso, por la incertidumbre de las causas y lo inespecífico de los síntomas. Las causas que se han barajado hasta el momento se han centrado en problemas nutricionales y por lo tanto relacionados con la flora, problemas sanitarios, concretamente los achacables al nuevo parásito Nosema ceranae o a la acción de varroa, y problemas de intoxicaciones por plaguicidas, del tipo cuyo uso ya ha sido limitado en Francia o prohibido, como en Alemania, Italia y Eslovenia, como el fipronil o el imidacloprid. Han salido otras hipótesis a la palestra de diferente índole, destacando la acción negativa de las ondas electromagnéticas o la aparición de organismos genéticamente modificados (OGM), entre otras.
Al día de hoy, no hay acuerdo entre los científicos sobre cuál es la causa del despoblamiento. Parece que hay varios cuadros patógenos (nosemiasis, virosis, etc.) que debilitan la colonia pero no son los que provocan directamente el proceso. La Nosema ceranae no produce una enfermedad que pueda provocar problemas si la colmena no está debilitada por otras razones. Además esta enfermedad da unos problemas que son constantes cada año, y éste, no parece ser el caso del desabejamiento. No es constante ni se manifiesta siempre igual, al menos en España. En colmenares del sur, se ha comprobado que se manifiesta menos cuando las condiciones del campo son idóneas, cuando hay mayor variedad de floración, pero paradójicamente, las colonias afectadas presentan reservas de alimento. Parecía por tanto que no morían de hambre, pero también conviene recordar que la buena alimentación de las abejas depende de que sean combinados adecuadamente distintos tipos de polen, lo que no ocurre si hay poca variedad de floración*1.
En Francia y otros países, el principal candidato para explicar esta desaparición son los insecticidas imidacloprid y fipronil. Desde entonces, parece que dicha mortandad ha disminuido. En algunos casos sus colonias siguen siendo destruidas y la colecta se ve muy limitada, ya que el suelo sigue estando impregnado de estos venenos de acción duradera, al menos durante cuatro años. Hay que tener en cuenta que el imidacloprid se sigue utilizando en Francia, especialmente en trigo y cebada, y que las prohibiciones están limitadas a cultivos de maíz y girasol (Guy Bernelas).
Sería una buena medida para la apicultura española limitar su uso, aunque no puedan explicar todos los casos que se dan (Centro Andaluz de Apicultura Ecológica. F. Puerta). También hay que tener en cuenta que estos productos pueden actuar a dosis subletales, es decir, sin llegar a matar a las abejas, pero sí interfiriendo en sus funciones vitales, como por ejemplo, afectando al sentido de la orientación.
Como se pregunta el Defensor del Pueblo, Sr. Manuel Ángel Aguilar Belda, en el Nº expediente: 07010630, me pregunto yo, ¿por qué no se considera oportuno, de conformidad con el Principio de Prevención y de acuerdo con lo solicitado por el Parlamento Europeo*2, prohibir o restringir el uso de pesticidas neurotóxicos, al menos temporal o estacionalmente? … Los propios fabricantes de estos productos (Bayer y Basf) indican que son muy peligrosos para las abejas y que su uso debe ser restringido en áreas y épocas de actividad de las mismas. ¿Qué medidas ha adoptado o piensa adoptar ese Departamento Ministerial para regular y restringir su uso en áreas y épocas de pecoreo de las abejas?
Aún espero respuesta del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, a estas mismas preguntas, ¿estamos ante otra primavera silenciosa*3, o mejor dicho en este caso, ante el silencio de las abejas? www.ecoportal.net
Luis Torrente García, pastor de abellas (apicultor) , consultor de ecología y miembro del Grupo ecologista Les Agulles, federado a Ecologistas en Acción.

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