República Dominicana: A oponernos a la carretera Santiago-San Juan

Por Víctor Ruiz

Construir la carretera Santiago-San Juan sería abrirle el paso a miles de personas que no verían con indiferencia la nueva frontera que tendrían a su alcance en pocas horas de transporte. Si hoy día el corredor ecológico donde se planea la vía está gravemente afectado por la deforestación, ¿qué no sería de éste con un tránsito franco? ¿Quién evitaría que a ambos lados de la carretera no se hagan asentamientos humanos, con todo lo que implican éstos para la fauna, la foresta y las aguas? La carretera Santiago-San Juan abriría espacios espectaculares para todo género de actividad humana.
Veo con gran asombro, la gran apatía que existe en la ciudadanía, en torno al tema de la carretera Santiago-San Juan, rompiendo nuestra Cordillera Central. Y esta indiferencia es más preocupante, por cuanto en materia de lucha social, la población dominicana ha enfrentado exitosamente otras amenazas graves al medio ambiente y a nuestros recursos naturales. ¿Qué está ocurriendo en este caso? ¿Por qué es tan difícil percibir la grave amenaza que representa la obra aludida?
La idea de abrir una carretera para comunicar El Santiago con San Juan es vieja. En el pasado, cada vez que se introdujo la idea de construir esta carretera, ésta fue finalmente derrotada. La razón principal para siempre desistir la construcción de la obra fue siempre sus efectos adversos al medio ambiente y a los recursos naturales que hay en la zona seleccionada para abrir el camino.
Desde hace más de 60 años, el lugar por donde pasaría la carretera San Juan es el mayor corredor biológico dominicano. La zona interconecta numerosos parques nacionales, entre ellos el Armando Bermúdez, el José del Carmen Ramírez, El Valle Nuevo y El Nalga de Maco, entre otros.
Estas áreas protegidas se les han dado este estatus por múltiples razones, entre ellos por ser hábitat de fauna y flora imprescindibles para el equilibrio ecológico, no solo de la isla de Santo Domingo, sino de toda la región del Caribe y por añadidura, del mismo planeta.
Pero también existen otras razones muy poderosas que han primado en el pasado para abandonar la idea de la carretera Santiago-San Juan. El trayecto por el cual se construiría la obra es la principal reserva de agua del país. Esas alturas son conocidas como “La Madre de las Aguas”, porque allí nacen los más importantes ríos dominicanos y de toda la región del Caribe.
Construir la carretera Santiago-San Juan sería abrirle el paso a miles de personas que no verían con indiferencia la nueva frontera que tendrían a su alcance en pocas horas de transporte. Si hoy día el corredor ecológico donde se planea la vía está gravemente afectado por la deforestación, ¿qué no sería de éste con un tránsito franco? ¿Quién evitaría que a ambos lados de la carretera no se hagan asentamientos humanos, con todo lo que implican éstos para la fauna, la foresta y las aguas? La carretera Santiago-San Juan abriría espacios espectaculares para todo género de actividad humana.
Es sabido que las autoridades ambientales dominicanas son inútiles en la protección de nuestras áreas protegidas. Algunos ejemplos ponen esto en evidencia. Vayan a los mismos parques de la misma Cordillera Central y se comprobará que dentro de ellos se practica agricultura, ganadería y hasta turismo. Y se utilizan técnicas verdaderamente obsoletas y degradantes, como el de la tumba y quema. Que se visiten los Parques Nacionales Jaragua, Sierra de Bahoruco o Los Haitises. Allí también se comprobará que en estas reservas naturales se realizan las mismas actividades económicas, utilizando las mismas prácticas destructivas. La inexistencia de carreteras dificulta considerablemente las actividades productivas, que como quiera se realizan. ¿Alguien se puede imaginar que sucedería si se abre la carretera Santiago-San Juan?
Está más que claro que al abrirse la carretera Santiago-San Juan toda el área denominada Madre de las Aguas sería destruida irremediablemente por las personas que de manera incontrolable se establecerían en las mejores zonas circundantes a la carretera. En pocos años la deforestación que hoy existe se multiplicaría. Esto tendría un terrible impacto sobre la producción de agua. Y las mejores tierras del país, localizadas en los portentosos valles del Cibao y La Maguana, quedarían expuestas a mediano y largo plazo a la desertificación. Detrás de este lastimoso proceso l@s propietari@s de los suelos de ambos valles se empobrecerían y los que viven del trabajo en esas tierras, sencillamente se verían de pronto sin trabajo. En resumen, las consecuencias sociales de la construcción de tan caprichosa carretera sería la generación de más pobreza humana.
Por su parte, la fauna disminuiría aceleradamente a causa de la presencia humana. El balance ambiental que los animales producen se alteraría negativamente, afrentando procesos vitales para el medio ambiente, como la polinización, el transporte de semillas por aves y otros animales, que con su presencia en un territorio determinado contribuyen a la reproducción animal animal y vegetal.
¿Y qué decir del suelo? La deforestación contribuiría inexorablemente a exponer los suelos a su destrucción por la exposición a las que serían las cada vez más escasas aguas corrientes y sobre todo al polvo, que lo levantaría y lo llevaría caprichosamente a cualquier lugar donde sea inútil para la producción.
En resumen, la carretera Santiago-San Juan es una vieja amenaza que hasta ahora ha sido derrotada en todas las épocas que se ha pretendido construir. El atentado actual no puede ser el definitivo. Así como nos levantamos con fuerza contra la construcción de la cementera en Gonzalo y contra la explotación de la loma Miranda, tenemos que hacer lo mismo con esta carretera. Ninguna de las dos amenazas anteriores ha sido peligrosa como esta nefasta vía.
Tenemos que levantarnos ya porque el gobierno no oye razones y se apresta, incluso a iniciar la obra, adelantándose a los plazos que él mismo se había planteado. Los argumentos que utiliza para acometer la construcción son injustificables. Se alega que esta obra unirá dos regiones, lo que redundaría a favor del desarrollo de la nación. Pero como hemos planteado en este artículo, abrir la vía haría todo lo contrario.
Hace años se hizo lo mismo y se abrió una carretera atravesando el Parque Nacional de los Haitises. Se creyó que dicha vía sería una fuente de ahorro para el país, porque acortaría la distancia entre Santo Domingo y Samaná. Por lo costoso que es transitar por esa carretera, todas las expectativas que había de ahorro se han convertido en nada. Por su desuso, hoy en día esa vía es una pesada carga para el Estado dominicano y por ende, para todo@s l@s dominicanos.
Y si ese desuso de la carretera Samaná nos está costando una millonada a l@s dominican@s, ¿Qué no será el de una carretera mucho más costosa, por más larga y el terreno sinuoso donde se construiría?
A movilizarnos para detener la carretera Santiago-San Juan, como lo han hecho otr@s dominican@s en el pasado. No podemos permitir que se consuma la amenaza que destruiría el país a mediano plazo y que tendría graves consecuencias para toda la región del Caribe y a nivel global. No perdamos de vista que el planeta es un sistema interconectado. Lo que afecta a la República Dominicana, afecta al mundo entero.

EcoPortal.net

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