Cómo transformar la ecoansiedad en ecoacción

Ecoansiedad, solastalgia, burnout ecológico… son neologismos que intentan describir las poderosas emociones que nos desbordan ante la crisis ecosocial y el colapso inminente de la civilización termoindustrial: ¿Qué nos está pasando en el Norte global? La respuesta es sencilla y compleja a la vez: nuestro modelo de vida capitalista está provocando una desestabilización climática y ecosistémica a escala planetaria. La mayor parte del mundo científico y de las ONG medioambientales se equivocaron al minimizar la gravedad y la velocidad de los cambios. En la actualidad no es preciso acercarnos a los últimos textos del reputado climatólogo James Hansen para darnos cuenta de que algo tremendo está ocurriendo. La repercusión ya la sufren en el Sur global y en el futuro lo harán los más jóvenes.

Por Esther Oliver

“No quiero que seas optimista, quiero que estés aterrado, quiero que sientas el mismo pánico que yo siento cada día, quiero que pases a la acción” (Greta Thunberg, Davos 25/01/19)

Casi todos los textos que tratan la ecoansiedad mencionan el estudio que publicó en 2021 Caroline Hickman, junto a otros autores, con los resultados de una encuesta realizada online a 10.000 jóvenes. En ella, a la mayoría les asustaba el futuro y se sentían abandonados y traicionados por los adultos, en general, y por los políticos, en concreto. No vamos a dar aquí los preocupantes porcentajes, ya que sería necesario otro estudio más aleatorio que representase a toda la población. No obstante, las conclusiones de los autores sí son destacables: plantean la crisis climática como una cuestión de derechos humanos (incluso hablan de criminología climática); subrayan la necesidad de acciones políticas que reconozcan, entiendan, validen sus temores, admitan sus derechos y les coloquen en el centro de sus políticas, a la vez que avisan sobre el peligro de individualizar la ecoansiedad como si fuera un asunto personal.
Otros informes también nos advierten del riesgo de considerarla como un desorden diagnosticable. Esto va mucho más allá de un asunto de ansiedad. Actualmente, en algunas personas está provocando la renuncia a tener descendencia (GINKS, green inclination no kids). No solo afecta a los jóvenes, ahora incluso, las científicas y científicos climáticos están empezando a mostrar su preocupación. Se sienten vulnerables por su exposición diaria a la realidad, de la que no se pueden distanciar.
¿Estamos preparados para el colapso?
Por un lado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el cambio climático es una amenaza cada vez mayor para la salud mental y el bienestar psicosocial, instando a los países a darles prioridad al adoptar medidas en respuesta a la crisis climática. Mientras tanto, en España nos sorprende leer al responsable de salud y clima del ministerio de Sanidad, Héctor Tejero, comentando que quieren “estudiar el concepto etéreo de ecoansiedad”.
Además, existen trabajos recientes sobre criminología verde que reconocen que “a pesar de lo preocupante de la amenaza del cambio climático, no existe un marco jurídico global claro que controle las agresiones humanas sobre el medioambiente”. Se está avanzando, aunque a paso de tortuga, como el hecho de que próximamente la Corte Internacional de Justicia vaya a determinar la obligación de los países a actuar sobre la crisis climática y las posibles consecuencias legales por su inacción. No obstante, el acuerdo no será vinculante, por lo que los gobiernos tendrán que legislar.
Por otro lado, los profesionales en trastornos de salud mental se están dando cuenta de que las psicoterapias estandarizadas no sirven para las ecoemociones. La psicóloga climática, Leslie Davenport, nos expone cómo la terapia cognitiva conductual (TCC) no funciona, ya que se diseñó para ayudar a la gente con un razonamiento distorsionado sobre la realidad. Sin embargo, la catástrofe ecosocial es inherentemente lógica, ya que nuestro planeta tiene sin duda graves problemas. También se resaltan en el artículo los beneficios de los grupos de discusión o las terapias de grupo. Es de gran ayuda comprobar que tus miedos tienen sentido, que hay mucha gente en la misma situación y que puedes formar parte activa de la solución.
¿Cómo se planta cara al colapso?
La crisis ecosocial es un asunto complejo y duro de compartir, pero al menos, tenemos algunas ideas claras: no es el apocalipsis, es el fin de la civilización capitalista (el mundo de los adultos) y el inicio de otro mundo nuevo para los jóvenes. En realidad es una oportunidad de cambio. Solo hay que enfocarlo desde otro punto de vista. Como nos decían los colapsólogos Pablo Servigne y Gauthier Chapelle en L’effondrement, et après, expliqué à nos enfants et à nos parents (El colapso, y después, explicado a nuestros hijos y padres) colapsar nos permitirá modificar nuestro imaginario, distinguir lo esencial de lo superficial, nos animará a tener coraje y ánimo, a ponernos en movimiento, nos obligará a buscar recursos dentro y alrededor nuestro…

Por su parte, los fundadores del Observatorio de las experiencias del colapso (OBVECO), Pierre-Eric Sutter y Loïc Steffan, nos invitan en su libro N’ayez pas peur du collapse! (No temáis al colapso) aconvertir nuestra mirada, para ver el mundo de manera distinta. Nos proponen dos caminos: uno interior, de la meditación filosófica y de la búsqueda de sentido y, otro exterior, de la acción y de la transformación de forma de vida. Hoy nos vamos a centrar en el primero.
Seguramente os preguntaréis cómo se provoca eso de tener una mirada nueva. Los autores nos dan alguna pista. Dicen que no basta con estar informado. La sensibilización es lenta y progresiva (meses, años) hasta que llega un momento clave en el que los datos abstractos, lejanos e improbables pasan a ser concretos, cercanos y evidentes. Un oh-my-God-point, una conversión escatológica tipo metanoia bíblica, un vuelco existencial… cada persona experimenta de forma distinta ese punto de inflexión sin retorno, que conlleva un cambio de consciencia.
Vamos a tener miedo. Todo el mundo tiene miedo. Únicamente tenemos que aprender a hacer de él un aliado, imitando al pueblo masái. La revista Yggdrasil 6 nos resume algunos de sus secretos en el artículo “Maasaï. Cultivar el jardín interior para que crezca hacia el exterior”. El pueblo masái no es violento, como nos quisieron hacer creer, sino todo lo contario. Son guerreros pacíficos, entrenados desde pequeños para adiestrar el miedo. Allí donde nuestra sociedad se basa en el temor y la protección, ellos se concentran en mantener su equilibrio interior y en no molestar la vibración de los demás. Otra característica importante es su profundo vínculo con la tierra. Seguramente la desconexión con la naturaleza sea la fuente principal de nuestros problemas.
¿Cómo se gestiona el miedo?
En 1990, el neurobiólogo Robert Sapolsky realizó un estudio con primates, en el que presentaba el estrés en los animales como algo esencial a corto plazo y perjudicial cuando se cronifica. Apuntaba que el estrés no solo se dispara por factores físicos, sino también por psicológicos: al sentir una falta de control, seguridad o predictibilidad (justamente lo que percibimos frente a las catástrofes). Por ello, al prepararnos, lo que estamos creando son defensas psicológicas.

Suricatas. Autor: Martin Fisc. Fuente: Wikimedia commons.

Recientemente, Pablo Servigne y Nathan Obadia han publicado un fantástico libro titulado Le pouvoir du suricate. Apprivoiser nos peurs pour traverser ce siècle (El poder del suricata. Adiestrar nuestros miedos para atravesar este siglo) donde realzan el poder del miedo. Nos explican que no debemos intentar ignorarlo o controlarlo. Si aprendiésemos a experimentarlo “fliparíamos solo cuando debamos hacerlo y en la justa medida, utilizando la energía que nos ofrece el cuerpo. (Además) nos inmunizaría contra las políticas del terror”.
Nos tranquilizan al decirnos que el miedo no es más que un mensaje de que hay algo que es preciso modificar. Todo fluye cuando la razón y las emociones están conectadas. Sin embargo, los problemas acuden cuando esta conexión no existe, o bien, no hemos sido educados emocionalmente. Los autores nos hablan de Stephen Porges, un neurocientífico, que planteó en la década de los 90 varias cuestiones controvertidas:
– La teoría polivagal, en la que diferencia al sistema nervioso autónomo (SNA) parasimpático ventral —que se encarga de la calma— del parasimpático dorsal —que produce la inhibición y es el origen de los traumas—. Sin olvidar al SNA simpático, encargado de la acción.
– La neurocepción o evaluación del peligro, que Servigne y Obadia simbolizan a través del suricata, animal del desierto que siempre tiene algún miembro del grupo en alerta.
– Una peculiaridad más de Porges está en enlazar el estado de tranquilidad con el compromiso social.

La neurociencia destaca 3 tipos de cerebro, como mínimo: neocórtex (cognitivo), límbico y reptiliano (supervivencia). Cuando nos sentimos seguros se comunican, pero si nos sentimos en peligro predomina la supervivencia. Esta última situación no se gestiona desde la razón. No hay noción del tiempo, ni si es una amenaza inminente o un pensamiento estresante. Sencillamente nos estresamos. No obstante, la intensidad de la reacción no siempre es la misma y ahí es donde podemos incidir, fijándonos en los animales e intentando reencontrar su inteligencia corporal. ¿Qué hacen ellos?
– Si no es un peligro real o es gestionable, actúa el SNA parasimpático ventral que, en solo 90 segundos, nos devuelve a la calma, en el caso de que dejemos circular libremente la energía (descarguemos la adrenalina).
– Si la amenaza es real y podemos actuar, se activa el SNA simpático y huimos o luchamos.
– Si realmente estamos en peligro, pero nos sentimos insignificantes ante la dimensión del desastre (la esencia del problema en la ansiedad ecológica) entonces se estimula el SNA parasimpático dorsal, que nos inmoviliza y nos permite soportar lo insoportable, gracias al cortisol, ¡genial a corto plazo y nefasto cuando la situación se hace crónica!

En realidad, estos no son estados fijos, sino procesos dinámicos, que coexisten e interaccionan. Lo ideal sería movilizar una buena dosis de adrenalina cuando sea necesaria, saber regresar a la tranquilidad y, sobre todo, ser capaz de navegar fluidamente entre distintos estados dinámicos. Los autores nos recalcan que la clave para la acción está en saber atravesar la intensidad del miedo, usar su energía y salir de allí. Ellos lo llaman “ampliar nuestra ventana de tolerancia a los miedos”. Desde ahí, es posible estar relajados en la acción.
Entonces, si todo es automático ¿para qué sirve estar preparados? Porque también aprendemos, aunque lo hagamos inconscientemente, a través de una memoria implícita más rápida y otra explícita, lenta, reflexiva… A la larga nuestro cerebro cognitivo puede ayudarnos a saber qué está pasando y poner la voluntad al servicio del cuerpo, aportando recursos (avivando un imaginario positivo, creando sentido, sintiéndonos en comunidad…)

Porges pone el acento en las relaciones sociales como factor de reducción del miedo (corregulación) como medio más eficaz. Aunque también nos invita a cambiar los automatismos a través del entrenamiento y la repetición (autorregulación). ¿Habéis oído hablar de estimular el tono vagal? A eso se refiere, a hacer ejercicios que activen el nervio vago: respirando profundamente, incidiendo sobre la glotis (cantando, tarareando si no tienes ganas de cantar, incluso haciendo gárgaras), practicando yoga, etc. Todos estos recursos instalarán progresivamente un sentimiento de seguridad interna duradera, que nos facilitará el ser capaces de reaccionar desde la calma. Entonces seremos realmente conscientes de que pasar a la acción es la mejor manera de paliar la ecoansiedad.

 Como diría el autor de El principito, Antoine de St. Exupéry: “Seule l’action nous délivre de la mort” (Solo la acción nos libera de la muerte).


Referencias bibliográficas
 – Buijvoets, N. (2023) La huella ecológica: estudio del cambio climático como problema criminológico global UPV.
– Dietz, N. (2024) In the Developing Field of Climate Psychology, ‘Eco-Anxiety’ Is a Rational Response Inside climate news.
– Hickman, C. et al. (2021) Climate anxiety in children and young people and their beliefs about government responses to climate change: a global survey Science Direct.
– Nature (2024) Who is legally responsible for climate harms? The world’s top court will now decide
– Oliver, E. (2024) El colapso es en realidad una oportunidad de cambio. El Salto.
– OMS (2022) Por qué la salud mental debe ser una prioridad al adoptar medidas relacionadas con el cambio climático .
– Pearson. H. (2024) The rise of eco-anxiety: scientists wake up to the mental-health toll of climate change Nature.
– Pérez Mendoza, S. (2024) El responsable de Salud y Clima de Sanidad: “Queremos que la gente no se muera por el calor crea o no crea en el cambio climático”. eldiario.es.
– Rodrigues. M. (2024) ‘Who will protect us from seeing the world’s largest rainforest burn?’ The mental exhaustion faced by climate scientists Nature.
– Sapolsky, R. (1990) “El estrés en los animales” Investigación y ciencia. Revista de marzo. pp. 68-75.
– Servigne, P y Chapelle, G. (2022) L’effondrement (et après) expliqué à nos enfants… et à nos parents. Ed. Seuil.
– Servigne, P. y Obadia, N. (2024) Le pouvoir du suricate. Apprivoiser nos peurs pour traverser ce siècle. Ed. Seuil.
– Steffan, L. y Sutter, P. (2022) N’ayez pas peur du collapse ! Ed. Desclée de Brouwer.
– Turiel, A. (2024) Inventario de la crisis global: agosto de 2024 The oil crash.
– Van Ingen, F. (2020) “Maasaï, cultiver le jardin intérieur pour qu’il croisse à l’extérieur ”. Revista Yggdrasil 6. pp. 112-117.
Fuentes: 15-15-15 [Imagen: Extinction Rebellion. Autor: Markus Spiske. Fuente: Unsplash] https://www.15-15-15.org/webzine/2024/10/18/como-transformar-la-ecoansiedad-en-ecoaccion/

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