EU contra el metano: ¿a la vanguardia de la acción climática?

Durante esta primavera, la Unión Europea (UE) está en posición de liderar la acción climática a nivel mundial al reducir drásticamente las emisiones de metano del sector del petróleo y el gas. A partir de mayo, entrará en vigor la primera fase del Reglamento sobre el Metano de la UE, que exigirá a los importadores que informen sobre la huella de emisiones de sus combustibles fósiles. Los Estados miembros se enfrentan a una situación crucial: las decisiones que tomen ahora determinarán si el reglamento ofrece verdaderos beneficios climáticos o si se ve debilitado por lagunas legales y una aplicación deficiente.

La UE está en una posición única para liderar este esfuerzo. Como mayor importador mundial de petróleo y gas, tiene una gran influencia sobre los proveedores de energía. Los países que exportan combustibles fósiles a la UE son responsables del 30% de las emisiones mundiales de metano procedentes del petróleo y el gas. La UE puede obligar a estos productores a mejorar la gestión del metano e invertir en tecnologías menos contaminantes, muchas de las cuales tienen un coste bajo o negativo.

El metano no es más que gas natural. España es líder en importación de gas natural licuado de terceros países, siendo un foco para la llegada, almacenamiento y redireccionamiento hasta otros Estados miembros de la UE. En su conjunto, España compró 18.000 millones de metros cúbicos (BCM) de GNL en 2024, de los que el 35% procedían de Rusia, el 30% de Estados Unidos, el 12% de Argelia, el 12% de Nigeria y el 6% de Qatar. Por esta razón, es crucial que el registro de los importadores y el seguimiento de las emisiones se implante en nuestro país.
La lucha contra el cambio climático urge. El metano es uno de los gases de efecto invernadero (GEI) más potentes, responsable de más de una cuarta parte del calentamiento global actual. También está relacionado con graves riesgos para la salud pública, como la contaminación del aire, que puede provocar enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Sin embargo, como se queda en la atmósfera menos tiempo que otros gases de efecto invernadero, reducir las emisiones de metano es una de las formas más rápidas de frenar el calentamiento global a corto plazo. El Reglamento de la UE sobre el metano es la primera norma a nivel mundial que exige el seguimiento de las emisiones de los combustibles fósiles importados y, si se aplica plenamente, podría establecer un precedente mundial e impulsar reducciones significativas de la contaminación climática.
Al mismo tiempo, el reglamento tiene el potencial de transformar los mercados energéticos mundiales. Exigirá a los importadores que informen sobre la huella de emisiones de sus combustibles, generando datos más transparentes en toda la cadena de suministro. Estos datos ayudarán a los gobiernos y a los inversores a distinguir entre los productores que emiten más y los que menos, del mismo modo que las etiquetas nutricionales ayudan a los consumidores a distinguir entre los alimentos sanos y los que no lo son. Sin un mecanismo de este tipo, los combustibles fósiles con emisiones elevadas pueden seguir entrando en el mercado europeo sin ser detectados, socavando los objetivos del reglamento.
Es esencial disponer de datos precisos, transparentes y coherentes. En la actualidad, la falta de información fiable sobre las emisiones impide que los mercados recompensen los combustibles más limpios y desincentiven los más sucios. Al cerrar esta brecha, el reglamento puede fomentar una competencia más justa y una mayor responsabilidad.
Los beneficios van más allá del clima, ya que la reducción del metano es también una cuestión de seguridad energética y ahorro de costes. La normativa podría ayudar a evitar la fuga de hasta 90.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año, el equivalente aproximado al consumo anual de gas de Alemania.
Además, reducir las emisiones de metano disminuiría la liberación de otros contaminantes perjudiciales, incluidas las partículas en suspensión, los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles. Estas sustancias suponen importantes riesgos para la salud de las comunidades cercanas a las explotaciones de petróleo y gas, tanto en Europa como en los países exportadores.
Para garantizar que el reglamento sea eficaz, los responsables políticos deben comprometerse con una aplicación sólida y justa. Esto incluye rechazar las propuestas de sistemas book-and-claim, que permiten a las empresas etiquetar gas con altas emisiones como si fuera de bajas, mediante el comercio de certificados. Estos sistemas crean lagunas jurídicas y permiten que se aparente un cumplimiento de los estándares de contaminación.
En su lugar, la UE y España debería adoptar un enfoque trace-and-claim. Este método sigue los datos de emisiones a lo largo de las transacciones comerciales y proporciona una verdadera rendición de cuentas/responsabilidad (accountability). Solo mediante el uso de datos de emisiones trazables y verificables el reglamento podrá cumplir con su objetivo.
Este reglamento es una norma histórica que puede aportar grandes beneficios climáticos, sanitarios y económicos. Pero, el éxito dependerá de lo que ocurra a continuación. Los Estados miembros –y España– deben liderar y dar ejemplo, tienen que alinearse en torno a un sistema de seguimiento sólido y uniforme. Los reguladores comprometerse a garantizar que los datos sobre emisiones sean transparentes y fiables y los líderes políticos resistir las posibles presiones para debilitar o retrasar las normas.
La oportunidad está clara. Europa y España tienen la posibilidad de reducir la contaminación por metano, remodelar los mercados mundiales de la energía y liderar con el ejemplo.

Fuente: https://climatica.coop/espana-contra-el-metano-accion-climatica/ - Imagen de portada: Burbujas de la de gas fósil en el Nord Stream 2, en el mar Báltico. Foto: Comando de Defensa de Dinamarca.
 

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