Un Papa, dos Papas 267 Papas

Ahora que el revuelo por la muerte de Francisco y la elección de un nuevo papa está bajando – y la Santa Sede vuelve a sus asuntos a puertas cerradas – me parece buen momento para recordar que fue el Vaticano el que acuñó la expresión "ideología de género". ¿Qué es la ideología de género? Una falacia del hombre de paja, y a esta altura un significante vacío, para arrojar al barro la igualdad de derechos de las mujeres y mantenernos como ciudadanas de segunda por la vía de controlar nuestros cuerpos y autonomía desde el código penal.

Por: Diana Cariboni
Editora para América Latina, openDemocracy

La expresión "ideología de género" surgió a mediados de los 90 como reacción del Vaticano y de otros sectores religiosos y conservadores al aterrizaje del concepto "género" en las conferencias de la ONU sobre población y desarrollo. Toda la confusión y el barro, convenientemente disfrazados de lenguaje académico y teológico, conformaron una exitosa operación política y propagandística. Se perdió en la conversación pública que el género es un concepto que nos permite entender cómo se ordenan las relaciones humanas, cómo se asignan roles y conductas y cómo se distribuyen el poder, las jerarquías y las oportunidades según el sexo. Más aún, se volvió herejía analizar cómo esas desigualdades de género se potencian con otras que están muy vivas: el racismo, la xenofobia, la desigualdad económica.
Con el cuco de la ideología de género por delante, los conservadores quieren eliminar el derecho al aborto incluso cuando puede salvar la vida de la persona embarazada (miremos nada más lo que está pasando en sitios con prohibiciones totales como Texas o Georgia), los anticonceptivos y el respeto a la orientación sexual y la identidad de género de las personas. Repudian la diversidad de familias, prohíben la educación en sexualidad e intentan borrar décadas de luchas para reconocer y legislar contra la violencia de género.
Francisco también se valió de la ideología de género. No hubo en el papa argentino Mario Bergoglio novedades sobre sexualidad y derechos, más allá de un tibio reconocimiento a las personas diversas. Casi lo mismo le cabe a la trayectoria del cardenal estadounidense Robert Prevost, que se estrena como León XIV.
Con su nombramiento, el Vaticano consigue de momento mantener viva la ilusión de una iglesia que cambia y se adapta, logro notable de Francisco, cuyo papado se retrató en oposición a los sectores recalcitrantes, abierto a comprender el desafío del cambio climático, amigo de los pobres y los migrantes y presto a criticar la desigualdad. Prevost también se había manifestado contra la retórica xenófoba y antiinmigrantes.
Con el ascenso de Trump, una mayoría suficiente de cardenales entendió que cuando está en auge la política de exhibición de la crueldad, no conviene que el Vaticano se sume al coro.

Miedo al mostrador de migraciones
Hace unos meses me llegó invitación a participar de un encuentro en Estados Unidos para hablar sobre la oposición al aborto y los derechos reproductivos en el continente. La reunión se presentaba como una promesa de información y hallazgos. Pero también me aceleraba el pulso la posibilidad de experimentar la vida bajo Trump 2.0 desde el momento de bajar del avión y pasar el control de migraciones. Quería hablar con mucha gente, sobre todo migrantes, preguntarles entre otras cosas cómo vivían la propaganda agresiva y criminalizadora de la extranjería. Porque las deportaciones masivas, no nos engañemos, no son nada nuevo: Biden rompió récords el año pasado, y Trump todavía no consigue igualarlo.
Pero también tuve un poco de miedo. Empezaron a llegar reportes de personas con sus estatus migratorios en orden detenidas o deportadas sin razón aparente – o con la única razón de haber escrito o dicho algo contra el gobierno de EEUU, o contra la guerra en Gaza; o de tener un tatuaje; o de ser musulmán. Yo misma escribí un artículo sobre lo que está haciendo Trump con los migrantes en la prisión de Guantánamo.
Algunas de mis fuentes que viven en o viajan frecuentemente a Estados Unidos empezaron a compartir sus preocupaciones sobre si podrían entrar sin problemas, sobre qué aeropuerto era menos riesgoso, sobre qué citas suyas iba a incluir en mi artículo que pudieran causarles problemas con las autoridades gringas. Miedo.

Al final, la reunión a la que me invitaron se pospuso; se va a hacer más adelante en una ciudad fuera de Estados Unidos. La reportera que llevo adentro sufrió un poquito, pero igual suspiró con alivio.
Mi colega brasileña Maria Martha Bruno sí tuvo este año un encuentro directo con el temido ICE (el servicio migratorio estadounidense) y la retórica MAGA en el aeropuerto de Houston y, aunque salió bien librada, su relato no deja de ser inquietante. En esta newsletter de Agência Pública, Maria Martha da algunos tips de seguridad para periodistas, y para cualquiera que tenga que viajar al "gran país del norte".
Censura previa, impunidad y una democracia en 'crisis invisible'
Por último, quiero contarte sobre un país maravilloso, Perú (y no, no es una sección turística). Viajo bastante a Lima por mi trabajo, y he visto cómo la ciudadanía peruana lucha por mantener a flote una democracia cada día más a la deriva.
Hace exactamente un mes, entró en vigor una ley que hace imposible que personas o comunidades que son víctimas por acción u omisión del Estado busquen justicia si la asistencia legal es financiada por fundaciones extranjeras o por asociaciones civiles peruanas que reciben tales fondos.
La ley establece la censura previa, prohibida por la Constitución, porque requiere que todo medio que cuente con financiación del exterior obtenga aprobación del gobierno antes de realizar su trabajo.
Se borran de un plumazo varios derechos consagrados por la Constitución, pero casi ninguna fuente con la que hablé cree que valga la pena una denuncia ante el Tribunal Constitucional porque perdió la independencia que lo caracterizaba. De hecho, el año pasado convalidó una ley que prescribe todos los crímenes de lesa humanidad y de guerra cometidos hasta 2002.
Con un conflicto armado que dejó casi 70.000 muertos y desaparecidos, decenas de miles de mujeres esterilizadas a la fuerza y decenas de masacres y ejecuciones extrajudiciales, y con los muertos más recientes por la represión policial a las protestas sociales de 2022, Perú necesita más y no menos justicia.

Pero para las organizaciones sin fines de lucro que defienden derechos humanos – algunas han llevado adelante casos paradigmáticos – se vuelve casi imposible seguir representando a las víctimas sin recursos de la cooperación internacional.

En cuanto a los medios digitales independientes, casi los únicos que investigan al poder en Perú, la ley los pone en una encerrona: antes de empezar un trabajo tienen que  reportar a las autoridades qué van a investigar, cómo y con quiénes. Esa información, desde luego, pone en riesgo a las fuentes y se puede filtrar a los grupos de poder que, justamente, no quieren ser investigados.

Te cuento un detalle que me resultó perverso: la multa para quienes incumplan la ley (unos 700.000 dólares) vale cinco veces más que la multa más elevada por el delito de lavado de activos

La democracia peruana se está hundiendo en una "crisis invisible", me dijo una entrevistada. Pero la paciencia y la creatividad de la sociedad civil quizás la pueda salvar…
Para leer la nota completa: https://www.opendemocracy.net/es/perú-periodismo-derechos-humanos-justicia-masacres-ong-boluarte-libertad-expresión/

Fuente: https://www.opendemocracy.net/

 

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