¿Sin esperanza?

Alberto Montiel Casas

Si nos rendimos al credo mediático no nos quedará mas que languidecer y morir en vida, tales son los mensajes y consignas con los que nos alimentan. Pero lo cierto es que no tiene por qué ser así: podemos pensar libremente (aunque no es tan fácil, claro) sacando nuestras propias conclusiones. Yo trato de pensar libremente casi desde que tengo uso de razón (o eso creo, al menos) y he llegado a algunas conclusiones que contrastan con las ideas que con tanta frecuencia se divulgan en los grandes medios de comunicación, mercenarios del Tinglado (el “sistema”). Trataré de resumir las más importantes.
El valor sacrosanto del trabajo (según el Tinglado). Quizá el mayor timo de la historia, pero claro, la mayor parte de quienes lo defienden no han experimentado en absoluto el trabajo de la misma forma que quienes lo aborrecemos (o eso o son unos hipócritas). Nadie necesita un trabajo esclavizante o alineante para su salud física o mental; todo lo contrario. Pero el Tinglado se las ha ingeniado para que la gente clame por un trabajo a jornada completa, pues se han anulado casi todas las demás opciones para procurarse el sustento. El trabajo no dignifica, ni es salud, ni honra, ni ninguna de tantas estupideces que se dicen acerca de él. Lo que ocurre es que se confunden interesadamente los distintos significados de la palabra. Y sí, existe un trabajo noble y digno, saludable y honroso, pero no es el que se ofrece en los anuncios de los diarios ni  por el que la mayoría suspira.
El progreso técnico y el desarrollo industrial nos llevan a una edad de oro. El otro gran timo. Parece ser que toda la felicidad y bienestar se lo debemos a los avances de la ciencia y que retroceder lo más mínimo implicaría ineludiblemente “la vuelta a las cavernas”.  Pero no, el paraíso no es futurista; creo más bien que no depende de nuestra ciencia sino de nuestra capacidad de empatía, respeto por todos los seres vivos y la capacidad de integrarnos en el mundo natural. Y es posible que hayamos sido expulsados definitivamente del paraíso.
El esfuerzo y el sacrificio son siempre elogiables y se premian tarde o temprano. En cambio yo he llegado a la conclusión de que las más bellas obras del ser humano han sido más fruto de una inspiración o intuición fortuita, supongo que debido a un estado de equilibrio interior, que del trabajo duro (aunque también alguna vez, pero en menor medida de lo que pretenden que creamos).
La transparencia de la “democracia” actual. Ésta no guarda apenas relación con su significado genuino. (es como la sigla del PSOE, partido político al que poco le queda de socialista, obrero o español). Los políticos quieren que nos sintamos culpables si  decidimos no votar, cuando sería seguramente la opción más razonada y consecuente. Evitemos que  los políticos jueguen con nosotros aprovechándose de nuestra memoria de pez.
La especialización y compartimentación del conocimiento logrará los mayores avances. Puede que en cuanto a avances científicos sí, pero lo que es en cuanto a avances sociales no, ni mucho menos en cuanto al grado de realización de los individuos. Además, ahora todos somos ignorantes, aunque acerca de diferentes temas, tal como sentenció Albert Einstein. Ello supone también que nos creamos barreras nuevas, añadidas a las lingüísticas y culturales. Hoy en día hay “sabios” que apenas pueden comunicar sus hallazgos más que a un puñado de colegas en todo el mundo. Deben sentirse muy solos.
Los expertos saben de “esto” (sea lo que sea). Es una consecuencia de la anterior creencia. Siempre hay algún experto dispuesto a demostrar lo que convenga. Y sin embargo los medios suelen presentar una asombrosa unanimidad al presentar expertos que coinciden plenamente en sus planteamientos. Como advertirá a diario cualquiera que no sea economista (o sea economista crítico) pero que tenga afición por los análisis de la prensa salmón.
Fuente: http://utopicosincomplejos.wordpress.com/

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