Economía del decrecimiento para no destruir el planeta
En "La economía deconstruida" es el libro Claudio Sarmiento que propone una mirada crítica sobre el "desarrollo" y revisa investigaciones y propuestas económicas con mirada socioambiental: social y solidaria, verde, circular, ecológica, buen vivir. En ese recorrido dedica un capítulo a la economía del decrecimiento, corriente que cuestiona la idea de crecimiento económico infinito e invita a una transición dentro de los límites planetarios.
Por Claudio Sarmiento*
Tal vez el mayor desafío de nuestra economía de cara al futuro sea deshacerse de su adicción al crecimiento como meta, ya que, como se ha visto, esto es imposible de sostener en un planeta con recursos finitos. Basta recordar la frase del economista inglés Kenneth Boulding: "El que crea que en un mundo finito el crecimiento puede ser infinito, es un loco o un economista". No obstante, existen algunas corrientes de pensamiento que desde hace un tiempo se han centrado en este problema y han generado propuestas al respecto. Comenzaremos tratando de explicar la importancia de generar propuestas económicas que no sobrepasen los límites planetarios.
Los límites planetarios fueron establecidos por los equipos científicos liderados por Johan Rockström (2009) y Will Steffen (2015). Estos estudios encontraron nueve variables imprescindibles para mantener la capacidad de resiliencia del planeta: el cambio climático, los cambios en el agua dulce, el agotamiento de la capa de ozono, la sobrecarga de aerosoles atmosféricos, la acidificación de los océanos, los flujos biogeoquímicos (particularmente del fósforo y del nitrógeno), los cambios en el uso del suelo, la integridad de la biosfera y la introducción de nuevas entidades (principalmente plásticos, pesticidas, antibióticos y otros compuestos industriales).
Un estudio de 2022 (Person y otros) señala que ya se han sobrepasado seis de estos límites, lo que coloca al planeta en una situación de una gran incertidumbre para mantener las condiciones que, entre otras cosas, permitieron el desarrollo de la civilización humana. Ante esta coyuntura, cabe pensar en qué nos espera si seguimos apostando al crecimiento económico como camino, tal como se lo plantea desde los enfoques de "Desarrollo" (con mayor o menor heterodoxia). Aquí es donde los teóricos del decrecimiento parecieran abrir una puerta interesante, y tal vez imprescindible.
Vamos a tratar de pensar a través de un ejemplo, incluido en los informes de los límites planetarios: el ciclo del fósforo. El fósforo, junto con el nitrógeno, son los componentes clave de los fertilizantes más utilizados en la agricultura. Forma parte de las moléculas de ADN, ARN, ATP (adenosín trifosfato), de las membranas celulares (fosfolípidos), de los huesos y dientes animales, entre muchas otras funciones. Es un nutriente imprescindible para la vida. Es insustituible, no renovable y no sintetizable. No podemos inventar fósforo, por lo que deberíamos ser extremadamente cuidadosos en su cuidado.
En general, el aumento del uso de fertilizantes fosforados en nuestros suelos es visto como una buena noticia, ya que de lo contrario tiende a agotarse. Pensando en términos de la economía clásica, si hubo un gasto debe haber una reposición. En ese sentido, la cantidad de fertilizantes que usa Argentina aumenta año tras año.
Si analizamos el ciclo completo del fósforo, vemos que sus reservas se encuentran solamente en cierto tipo de rocas (rocas fosfóricas) y se va liberando en forma lenta hacia el ambiente, por medio de un proceso geológico llamado meteorización. En los ecosistemas naturales, por su parte, el fósforo cicla entre el suelo, las plantas y los animales, para retornar al suelo a través de las hojas, las raíces muertas, los estiércoles y cadáveres.
Sin embargo, la industria química ha desarrollado fertilizantes fosforados a partir de las rocas fosfóricas, que le permite adicionar fósforo al suelo y —junto con los fertilizantes nitrogenados— han permitido el gran crecimiento de los rendimientos agrícolas a partir de mediados del siglo veinte. No obstante, el 75 por ciento de la roca fosfórica del mundo se encuentra concentrada en Marruecos y Sahara Occidental. El resto se encuentran distribuidas en pocos países, entre ellos China, Estados Unidos, Egipto y Jordania. Entre los países mencionados controlan el 88 por ciento de las reservas mundiales.
El fósforo, que debería ciclar en el geo-sistema, está siendo extraído de las reservas de roca fosfórica, utilizado como fertilizante en los países productores de alimentos y luego consumido con los alimentos en todos los países del mundo. Por ejemplo, el fósforo que inició su ciclo en las canteras de Marruecos puede utilizarse en los suelos argentinos, luego gran parte se exporta con los granos, con ellos se alimenta el ganado de otros países, de estos animales se alimenta la población humana y, finalmente, el fósforo llega al mar a través de los sistemas cloacales.
El ciclo se ha alterado por completo. De este modo, nadie discute si la roca fosfórica, un bien no renovable, se va a agotar, sino cuándo va a hacerlo. Entonces, se imponen las preguntas: ¿es una buena noticia usar cada año más fertilizantes? ¿La producción de granos puede crecer indefinidamente? ¿Qué haremos cuando ya no haya roca fosfórica? Y, nuevamente: ¿es posible el crecimiento ilimitado en un mundo de recursos limitados?
En 2023, calculamos con mis colegas Soledad Cabrera y Fernando Novisardi la cantidad de nutrientes exportados en Argentina durante la campaña 2021-2022 por sus tres principales cultivos, en una investigación que presentamos en la Tercera Jornada Nacional de Agroalimentos y Sustentabilidad, organizadas por la Universidad Nacional de Villa María.
Además del fósforo, incluimos el potasio, el calcio, el magnesio, el azufre, el boro, el cobre, el hierro, el manganeso y el zinc. Sumando los diez nutrientes analizados, solamente para esos tres cultivos y solo durante la campaña 2021-2022, se exportaron 2.512.033 toneladas de nutrientes (descontando la reposición). Si pudiésemos poner estos nutrientes en containers de exportación, llenaríamos 104.668 containers. Si a estos containers los pusiéramos en hilera, se haría una fila de 1.256 kilómetros, aproximadamente la distancia que separa las ciudades de Buenos Aires y Tucumán.
La teoría del decrecimiento
En primer lugar, debemos recordar que el crecimiento económico como meta, es algo inherente al capitalismo. Las sociedades anteriores, aún las expansionistas, no compartían ese propósito. Los pueblos indígenas de todo el mundo no tenían ni tienen al crecimiento económico dentro de sus intereses.
Es difícil encontrar una fecha fundacional de la teoría del decrecimiento, pero la publicación de Los límites del crecimiento, en 1972, da cuenta, por primera vez, de la inviabilidad del crecimiento como objetivo, haciendo hincapié en la escasez de recursos del planeta y en la insostenibilidad de la economía actual. Anunciaba este informe que, de seguir con las tendencias económicas de entonces, los límites planetarios se alcanzarían en los siguientes cien años.
La teoría del decrecimiento propone desacelerar el crecimiento económico como camino para que la humanidad pueda vivir dentro de los límites que el planeta impone. Como se entenderá, esto va a contracorriente no solo de la economía clásica en las variantes conocidas (liberalismo, neoliberalismo, keynesianismo, marxismo) sino también de propuestas alternativas cómo la economía social, quien no cuestiona al crecimiento económico sino que procura incluir en la economía a sectores excluidos, o la economía circular, que propone otras formas de producir, distribuir y reciclar nuestros bienes, pero no cuestiona al crecimiento como meta.
Serge Latouche, al respecto, considera que las condiciones que generaron el despliegue del capitalismo (particularmente la abundancia de energía fósil) ya no existen, aunque nos parezca y actuemos como que sí, como quienes siguen la luz de una estrella ya extinta. Señala que se hace necesario, entonces, un camino de decrecer en el uso de estos recursos para adecuarse a esta nueva realidad, y propone ocho soluciones (a las que llama modelo de las 8R) que orientan a las comunidades en el camino del decrecimiento:
1 Revaluar. Sustituir los valores globales, individualistas y consumistas por valores locales, de cooperación y humanistas.
2 Reconceptualizar. Adoptar una nueva visión del estilo y calidad de vida, a través de conceptos como suficiencia y simplicidad voluntaria —vivir mejor con menos—.
3 Reestructurar: adaptar la producción y las relaciones sociales a una nueva escala de valores, como, por ejemplo, combinar ecoeficiencia y simplicidad voluntaria.
4 Relocalizar: es un llamado a la autosuficiencia local para satisfacer las necesidades prioritarias disminuyendo el consumo en transporte.
5 Redistribuir: con respecto al reparto de la riqueza.
6 Reducir: con respecto al cambio del estilo de vida consumista al estilo de vida sencilla y todas las implicaciones que esto conlleva.
7 Reutilizar: alargar el tiempo de vida de los productos.
8 Reciclar: evitar el consumo y el despilfarro.
Como puede verse, la propuesta intenta establecer una nueva relación de equilibrio entre la humanidad y la naturaleza. Al descreer del crecimiento como camino, se sale de los enfoques de desarrollo conocidos, ya que asume que no es deseable ni es posible la sociedad de consumo como meta. Ante la realidad de que los países ricos concentran el 85 por ciento de las riquezas mundiales y que no es posible pensar en un futuro próspero si no se respetan los límites planetarios, la opción no sería que los países pobres crezcan en su PBI, sino que los países ricos bajen su PBI sin que esto implique una crisis social.
El decrecimiento se plantea como un camino más que como un resultado, un camino de descenso en el uso de materiales y energías hasta llegar a una nueva realidad de acrecimiento en la que la humanidad habite el planeta de acuerdo a las posibilidades de producción y regeneración que los límites naturales imponen.
El Movimiento en Transición
Tal vez el movimiento que más ha avanzado en cuanto a llevar las ideas de decrecimiento a propuestas concretas es el Movimiento en Transición, también conocido como Transition Network. Este movimiento se encuentra en más de 50 países, en experiencias que van desde comunidades escolares hasta pueblos y ciudades. Adhiriendo al enfoque del decrecimiento, el movimiento en transición sostiene que estamos viviendo tres sucesos determinantes que van a cambiar el futuro de la humanidad: el pico del petróleo, el colapso económico global y el cambio climático, y que es necesario prepararse para este nuevo escenario, generando resiliencia social a través de un camino al que denomina transición.
El movimiento en transición, si bien desarrolla una serie de principios orientativos, apuesta a las soluciones locales colectivas, poniendo a las comunidades locales en el centro del protagonismo del cambio. Plantean que los cambios impulsados desde los estados nacionales son demasiado lentos, por lo que llegan demasiado tarde, y que los cambios a nivel individual, si bien son valiosos, no suman la fuerza necesaria para transformar la sociedad, por lo que su unidad óptima para el cambio son las pequeñas comunidades. Promueve la participación social, las acciones solidarias y la colaboración entre redes de comunidades.
Puede decirse que comenzó oficialmente en Inglaterra, impulsado por el escritor y activista ambiental Rob Hopkins, quien logró que su pueblo natal Totnes comenzara el proceso de transición. Aunque inicialmente la experiencia inglesa actuó cómo impulsora y promotora de otras iniciativas, el movimiento en transición no tiene una estructura centralizada, sino distributiva. Actualmente, cuenta con 1072 grupos, 26 Centros de transición y 70 entrenadores.
Si bien los modos y estrategias para la transición son decididos por cada grupo, teniendo de ese modo un carácter fuertemente local, el Movimiento en Transición de Inglaterra ha ordenado una serie de principios, creando la Guía Esencial para hacer la transición. Citaremos los 8 principios mencionados en esta guía:
• Respetamos los límites de recursos y creamos resiliencia: la necesidad urgente de reducir las emisiones de dióxido de carbono, reducir en gran medida nuestra dependencia de los combustibles fósiles y hacer un uso inteligente de los valiosos recursos está a la vanguardia de todo lo que hacemos.
• Promovemos la inclusión y la justicia social: es probable que las personas más desfavorecidas e impotentes de nuestras sociedades se vean más afectadas por el aumento de los precios de los combustibles y los alimentos, la escasez de recursos y los fenómenos meteorológicos extremos. Queremos aumentar las posibilidades de que todos los grupos de la sociedad vivan bien, de forma sana y con medios de vida sostenibles.
• Adoptamos la subsidiariedad (autoorganización y toma de decisiones al nivel apropiado). La intención del modelo de Transición no es centralizar o controlar la toma de decisiones, sino trabajar con todos para que se practique de la manera más apropiada, práctica y empoderadora.
• Prestamos atención al equilibrio: al responder a desafíos globales urgentes, las personas y los grupos pueden terminar sintiéndose estresados, cerrados o motivados en lugar de abiertos, conectados y creativos. Creamos un espacio para la reflexión, la celebración y el descanso para equilibrar los momentos en los que estamos ocupados haciendo las cosas. Exploramos diferentes formas de trabajo que involucran nuestras cabezas, manos y corazones y nos permiten desarrollar relaciones colaborativas y de confianza.
• Somos parte de una red de aprendizaje experimental: la transición es un experimento social global en tiempo real y en la vida real. Ser parte de una red significa que podemos crear cambios de manera más rápida y efectiva, aprovechando las experiencias y los conocimientos de los demás. Queremos reconocer y aprender de los fracasos y del éxito; si queremos ser audaces y encontrar nuevas formas de vivir y trabajar, no siempre lo haremos bien a la primera. Seremos abiertos sobre nuestros procesos y buscaremos activamente y responderemos positivamente a los comentarios.
• Compartimos ideas y poder libremente: la transición es un movimiento de base, en el que las ideas pueden adoptarse de forma rápida, amplia y eficaz porque cada comunidad se hace cargo del proceso por sí misma. La transición se ve diferente en diferentes lugares y queremos alentar, en lugar de restringir inútilmente, esa diversidad.
• Colaboramos y buscamos sinergias: el enfoque de Transición es trabajar juntos como comunidad, desatando nuestro genio colectivo para tener un mayor impacto juntos que como individuos. Buscaremos oportunidades para construir asociaciones creativas y poderosas a través y más allá del Movimiento de Transición y desarrollar una cultura colaborativa, encontrando vínculos entre proyectos, creando procesos abiertos de toma de decisiones y diseñando eventos y actividades que ayuden a las personas a establecer conexiones.
• Fomentamos la visión positiva y la creatividad: nuestro enfoque principal no es estar en contra de las cosas, sino desarrollar y promover posibilidades positivas. Creemos en el uso de formas creativas para involucrar e involucrar a las personas, alentándolas a imaginar el futuro que quieren habitar. La generación de nuevas historias es fundamental para este trabajo de visión, al igual que divertirse y celebrar el éxito.
Un logro importante de algunas comunidades es la creación de monedas sociales de circulación interna propia, que reemplazan al uso del dinero. En un principio se usaron una especie de billetes físicos, para luego ser reemplazados en muchos casos por aplicaciones en los celulares. En España, por ejemplo, en paralelo al Euro, circula el Boniato, el Boniatillo y la Mora en Madrid; circula el Henar en Alcalá de Henares y, en Murcia, circula (de forma virtual) el Osel. En Bilbao, circula el Ekhi; en Sevilla (de forma virtual) el Puma; mientras que, en Granada, el Chavico. En Málaga se utiliza el Rubí; en Cantabria, circulan el Roble y el Saja; y en Cataluña el Res. Por último, en San Juan de Aznalfarache, circula la Ossetana.
A lo mejor el lector dirá: ¡pero este dinero solo está basado en la confianza, no tiene respaldo en oro ni en bienes! A lo que es conveniente recordar que el dinero que usamos habitualmente (pesos, dólares, euros) también solo se respalda en la confianza y tampoco tiene respaldo en oro o bienes: el patrón oro se abandonó en algunos países desde el fin de la primera guerra mundial. En Inglaterra, se abandonó definitivamente en 1931, luego de la Gran Depresión, y Estados Unidos abandonó el patrón oro definitivamente en 1971. En nuestros tiempos, una transferencia es sólo confianza, un billete también. Se estima que solo el 1 por ciento del dinero que se mueve diariamente está impreso en billetes, el resto es confianza en el sistema financiero.
En Argentina, se han desarrollado solo algunas experiencias de transición hacia el decrecimiento en Capilla del Monte (Córdoba), en la Comarca Andina del Paralelo 42 (El Bolsón, Epuyén, Lago Puelo y El Hoyo) y en la localidad de Camarones, un pequeño pueblo costero de Chubut. En general, el decrecimiento es una idea que intenta instalarse en los países ricos, donde por un lado existe una abundancia de riqueza, y por otro lado son los principales responsables de la crisis ambiental planetaria.
En nuestros países latinoamericanos, particularmente en los andinos, ha crecido una idea que, tal como ocurre con el decrecimiento y en línea con lo planteado por Max Neef, no cree en el crecimiento como camino para la realización humana: el Buen Vivir.
*Podés descargar el libro completo desde el siguiente link: La economía deconstruida - UniRío editora: //
Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/economia-del-decrecimiento-para-no-destruir-el-planeta/ - Imagen de portada: Ilustración: Mate @matedibujos