Karenia mikimotoi, el alga tóxica que está matando la fauna marina de Australia
Australia enfrenta una catástrofe ecológica que no huele a humo ni suena a llamas, sino que se esconde bajo la superficie del mar. Una proliferación masiva del alga tóxica Karenia mikimotoi se ha extendido por más de 4.500 kilómetros cuadrados, un área equivalente a la comunidad autónoma de La Rioja. El resultado: alrededor de 14.000 animales muertos (quizás muchos más) en uno de los ecosistemas marinos más ricos del planeta. Científicos y autoridades coinciden en algo inquietante: no hay forma de detenerla, solo esperar a que desaparezca. La pregunta es, ¿qué la desató y qué consecuencias dejará en el futuro?
por Carolina Gutiérrez Argüelles
Un alga tóxica convierte el mar en un cementerio
En marzo de 2025, surfistas de la península de Fleurieu detectaron una espuma sospechosa que irritaba su piel y les provocaba tos seca. Lo que parecía una simple molestia se convirtió en una pesadilla ambiental. En cuestión de días, las playas comenzaron a llenarse de cadáveres: peces, pulpos, tiburones, rayas, tortugas, delfines e incluso aves marinas.
La responsable era la Karenia mikimotoi, una microalga que asfixia a los peces irritando sus branquias y consume el oxígeno del agua al descomponerse. “Parece que casi todo ha muerto”, describen los científicos que monitorean la zona. La escena es tan dramática que algunos expertos hablan de una de las peores crisis medioambientales en la historia reciente de Australia.
¿Por qué el mar se volvió perfecto para el desastre?
La expansión de esta alga no es un accidente aislado. Varios factores se alinearon para crear un caldo de cultivo explosivo. Desde septiembre de 2024, una ola de calor marina elevó la temperatura del agua 2,5 °C, favoreciendo la reproducción de la microalga.
A esto se suman nutrientes extra en el mar, arrastrados por la escorrentía agrícola y las inundaciones del río Murray en 2022 y 2023. Además, un fenómeno de afloramiento de aguas frías entre diciembre y febrero aportó más alimento a esta especie. Con aguas tranquilas, cálidas y soleadas, el escenario quedó listo para que la Karenia mikimotoi se multiplicara sin freno.
Impacto devastador en la fauna y en la economía
Las cifras son brutales: más de 450 especies afectadas y decenas de miles de animales muertos. La tragedia no solo es ambiental. El turismo costero, la acuicultura de ostras y la pesca comercial han caído en picado. El gobierno estatal ha destinado unos 28 millones de dólares australianos en ayudas, a lo que se suman 14 millones del gobierno federal.
Pero pescadores, empresarios y organizaciones ecologistas aseguran que es insuficiente. “Ni siquiera se acerca a lo que se necesita”, denunció la senadora de los Verdes Sarah Hanson-Young. Mientras tanto, en comunidades costeras, la crisis se vive también en silencio: el impacto en la salud mental de quienes han perdido su sustento es tan real como el olor a mar muerto que impregna las playas.
¿Un aviso del cambio climático?
Eventos de proliferación tóxica de Karenia mikimotoi se han registrado antes en países como Japón, China, Corea del Sur o Irlanda, pero ninguno tan grave como este en Australia Meridional. Y no es casualidad. Australia es especialmente vulnerable al calentamiento global: largas costas, ecosistemas frágiles y fenómenos extremos cada vez más frecuentes.
Paradójicamente, también es uno de los principales exportadores de carbón del mundo. El país enfrenta su propia contradicción: ser víctima y a la vez motor del cambio climático. Para algunos expertos, este desastre no es un caso aislado, sino un anticipo de lo que podría repetirse en más regiones costeras si la temperatura del océano sigue en aumento.
¿Qué futuro espera al ecosistema?
El gran interrogante ahora es cuánto tiempo tardará el mar en sanar. Estudios globales sugieren que la recuperación puede tomar de seis meses a varios años, dependiendo del daño a los hábitats y de la resiliencia de las especies locales. Lo cierto es que Australia ya sabe lo que es vivir bajo la sombra de catástrofes naturales. Pero esta vez no se trata de un fuego que arrasa bosques, sino de un enemigo invisible y silencioso que convierte el océano en una trampa mortal.
El desastre ecológico provocado por la Karenia mikimotoi en Australia es mucho más que una floración de algas: es un recordatorio brutal de cómo el cambio climático puede reconfigurar los ecosistemas y arrasar con la vida que conocemos. Los mares, esos escenarios de biodiversidad infinita, hoy son cementerios silenciosos.
Fuente: https://ecoosfera.com/medio-ambiente/karenia-mikimotoi-alga-australia/