UE: Cuando el cacao sabe a deforestación
La producción de cacao ha estado estrechamente relacionada con las peores prácticas agrícolas: trabajo esclavo en las plantaciones, sueldos de miseria, uso de mano de obra infantil y deforestación: Cuando hablamos de cacao, tendemos a pensar en una tableta de chocolate, pero lo cierto es que este pequeño fruto está presente en muchos otros productos. Desde las coberturas para repostería al relleno de galletas y bollos, pasando por las cremas para untar, los snacks o los batidos, el cacao se ha ido haciendo un hueco cada vez mayor en las cocinas de Occidente.
Aurora M. Alcojor
Precisamente es en el Norte global, y especialmente en Europa —que importa casi el 50% de las habas disponibles a nivel mundial—, donde más se consume este producto que, sin embargo, solo se produce en lugares muy determinados. En concreto, dos pequeños países de la costa occidental africana, Costa de Marfil y Ghana, producen más del 60% del cacao mundial. Les siguen, muy alejados, Indonesia, Ecuador, Camerún, Nigeria y Brasil.
Y la demanda no para de crecer a pesar de que en 2024 el precio aumentó exponencialmente y llegó a costar hasta un 200% más que el año anterior. Esto se debió a diversos factores: los impactos del cambio climático, el envejecimiento de las plantaciones, la proliferación de enfermedades y la decisión de los gobiernos de Ghana y Costa de Marfil de aumentar los precios de la tonelada de cacao para conseguir una remuneración más justa para los agricultores.
Sin embargo, quienes lo cultivan aseguran no haber mejorado sus condiciones de vida. Porque el del cacao es, todavía hoy, un sistema de comercialización que mantiene y reproduce las lógicas colonialistas con las que nació: el grano crece solo en determinadas latitudes, pero son las grandes industrias chocolateras las que controlan el procesado, comercio y transporte del mismo. Históricamente, además, la producción cacaotera ha estado estrechamente relacionada con las peores prácticas agrícolas: trabajo esclavo en las plantaciones, sueldos de miseria, uso de mano de obra infantil y deforestación. En la última década, numerosas investigaciones han denunciado estos atropellos.
Ante estas acusaciones surgieron diversas iniciativas para impulsar cambios, pero ninguna propuesta era, hasta ahora, de obligado cumplimiento. Esto cambiará con el Reglamento contra la Deforestación de la Unión Europea, una legislación aprobada en 2023 que debería empezar a aplicarse en diciembre de 2025, si no se producen cambios de última hora, tal y como sucedió ya en 2024, fecha en la que originariamente estaba prevista su entrada en vigor.
Esta normativa obliga a demostrar, a través de geolocalización, que los granos de cacao —y otras materias primas— que entran en Europa no provienen de zonas deforestadas en los últimos cinco años y será de aplicación para todas las empresas que operen en el mercado de la UE. De momento, las grandes compañías afirman cumplir casi al cien por cien con los requisitos que establece el Reglamento. Sin embargo, las tasas de deforestación asociadas al cacao siguen sin disminuir. Y cuando se analizan los datos de importaciones, estos no parecen tan claros. En el caso de España, por ejemplo, según Trase —una iniciativa de transparencia sobre el comercio global—, en el año 2022 casi el 47% del cacao importado desde Costa de Marfil llegó a través de un “importador desconocido” —no hay constancia de qué empresa realizó la importación—, y lo mismo sucede con un 30% del volumen importado desde Ecuador. A nivel europeo, los porcentajes son un poco menores, pero también significativos. Esto supone que las empresas están aún lejos de conseguir una verdadera trazabilidad de su cacao. Y mientras esto no suceda, es muy probable que esos pequeños granos continúen dejando un profundo sabor a deforestación.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/carro-de-combate/cuando-cacao-sabe-deforestacion - Imagen de portada: Juan Vallecillos