7 billones de bestias







África es un caos. Es igual qué tortura espantosa estés buscando, África la tiene: genocidios, guerras civiles, violaciones sistemáticas, dictadores, corrupción… Asia no es que sea mucho mejor. Sufre todas las terribles plagas que padece África además de la más  grande concentración de extremismos religiosos del planeta. El oeste asiático se explota a sí mismo, con plena ayuda de los Estados Unidos, mientras que el este asiático vomita contaminantes casi más rápido de lo que los americanos pueden comprar la porquería barata que los financia.

Y Sudamérica..., que desgracia. Se destruye el bosque tropical al ritmo que se construyen más barriadas. Brigadas de la muerte, insurrecciones de guerrillas, poblaciones indígenas exterminadas, la guerra de las drogas…, un infierno.
Aparentemente Europa tiene mejor aspecto, pero ten en cuenta que fueron los europeos los que idearon cómo masacrar a más gente y más rápidamente que ni el genio más cruel hubiera podido imaginar nunca hace apenas un siglo.
Afrontémoslo, la humanidad es un desastre. Incluso aquí, en el país del Wal-Mart, no somos capaces de apuntalar bien nuestros puentes ni de ofrecer una adecuada educación a nuestros hijos. Si nosotros los yanquis no hemos logrado nada más que eso, entonces hemos demostrado que no existe absoluta relación entre el elevado nivel de vida y la inteligencia, así que no nos demos una palmadita en la espalda mientras seguimos mirando como el mundo se colapsa. Unas cuantas sequías más, otra gran crisis y ¿quién no asegura que no nos mataremos los unos a los otros por el valor de una proteína?
A pesar de todo, tan desastrosos como somos, hay una cosa en la que somos absolutamente fantásticos. Sin tener en cuenta esporas y bacterias, todos nosotros, ya seamos africanos, asiáticos, americanos del sur o del norte, ninguna otra especie puede competir en la función de la propagación como lo hacemos nosotros. Podemos propagarnos como nadie. Ya no tenemos ambición por leer un libro, aprender las posiciones de nuestros candidatos políticos, enseñar a nuestros hijos sobre el respeto o saber lo que se hace con nuestra basura. Solo tenemos claro cómo tener hijos. Somos realmente buenos produciendo hijos, de hecho, según un informe hecho público por la Oficina de Censo de los Estados Unidos, en el 2012 seremos 7 billones de humanos en la Tierra. Piensa en ello. Siete. Billones. De Personas.

Todavía más asombroso que este mero número de personas correteando por todos lados haciendo todo trizas más de lo que ya está, es el tiempo que se ha tardado en añadir otro billón a este número. En 1999 había 6 insignificantes billones de seres humanos-máquinas de producir niños (estamos hablando de hace 13 años). Trece años para llevar a cabo lo que nuestros antepasados en 10.000 años tardaron en hacer. Si nuestros sistemas de aguas residuales funcionaran igual de bien que nuestros órganos reproductores, ¿no?
Como ya debes haber imaginado, estoy siendo sarcástico. Ni ahora ni nunca, he considerado demasiado logro el  producir vástagos. Madita sea, prácticamente todo el mundo puede hacerlo y casi todo el mundo lo hace.
En anteriores columnas, he hablado de como la sobrepoblación es el común denominador de casi cada enfermedad medioambiental y social que aqueja nuestro mundo. No ha servido de nada. La gente sigue teniendo hijos. Por el hecho de tener muchos, algunas personas consiguen incluso una entrevista de cinco minutos con una eufórica celebridad televisiva. ¿Lo sabías? en algunos círculos, las parejas que crían bebés como zurullos de conejo se tratan con especial respeto.
He llegado a la conclusión de que la progresión geométrica es simplemente demasiado complicada para que la mayoría de Homo Sapiens incluya una planificación familiar. Y  francamente, cada vez me importa menos y menos lo que le pueda ocurrir a esta especie tan ciega ante los efectos planetarios del crecimiento exponencial que amenazan con enviarlo todo al olvido.

Sin embargo, una carta hace dos semanas en el Idaho Statesman me hizo dar cuenta que lo que me aterra es el auténtico grado de egoísmo que hay entre muchos de nuestros vecinos, ya sean de Singapur, de Arabia Saudita, o de Star, como es el caso del hombre que escribió esta carta. Su visón general era que nada debería cruzarse en su camino. “Lo siento chicos”, escribía, “pero mi bienestar y el de mi familia triunfará por encima de un animal aunque sea el último de la Tierra”.
Supongo que este hombre podría ser alabado por su sinceridad, no todo el mundo expondría tan abierta y fríamente el hecho de que vale más la pena la reducción del precio del combustible o el confortable aire acondicionado que cada oso polar o nutria de mar en la galaxia, aunque sospecho que hay mucha gente que compartiría ese sentimiento, desde la India a África pasando por Brasil a Melba.
Tristemente, no hará falta que espere mucho para ese ‘último animal en la Tierra’ (en esta discusión paso por alto a las cucarachas y a las vacas puesto que las cucarachas parecen estar muy satisfechas con nuestro ser de cerdos derrochadores). Concretamente, desde que los europeos empezaron a propagarse por el globo como sarna, la humanidad ha colisionado contra el reino animal como un meteorito del tamaño de Texas.
Sin embargo, una cosa es aprender que hace 30o años, antes de que la sensibilidad moderna pudiera salvarlo,  se exterminó al último Dodo y algo muy distinto es tener que imaginarse un mundo sin un manatí o un jaguar o un panda, criaturas que si desaparecen restarán en nuestras conciencias colectivas.  Pensé que acabaría esta columna con unas simples cifras, cifras que incluso el más egocéntrico podría comprender. Si puedes, piensa en ellos como en una canasta de baloncesto en el juego de lo que hace valer la pena habitar este planeta. Dudo que el tipo de Star aprecie el grado de melancolía que esta cifra significa para aquellos de nosotros que no pueden concebir un mundo con sólo los de su especie. Sin embargo, con esperanza sus hijos podrán.

A día de hoy quedan 720 gorilas de montaña y 30000 leones en África. Asia acoge los menos de 200 tigres siberianos y menos de 3000 dragones de Komodo. Quedan no más de 6000 ballenas azul en todos los océanos del mundo o 150 tamarinos león dorado en Sudáfrica. La isla de Java acoge los 40 o 50 últimos rinocerontes de Java….
Aguarda. Esto puede tomar mucho tiempo y tiempo es lo último que tenemos. Permíteme enfocarlo de otra forma: si cuentas todos los mamíferos salvajes más grandes que una rata de cloaca, añades todos los reptiles, anfibios y aves restantes, ¿es realmente tan dificil imaginarse que el resultado total no llegará ni de lejos a los  7.000.000.000.000?
Al ritmo que sus poblaciones disminuyen las nuestras aumentan. Miles de especies están tan sólo a un paso de la extinción porque los humanos carecen del sentido común por ralentizar su descendencia. Y yo no puedo hacer más que observar como la siguiente generación va perdiendo toda clase de vínculo con aquellos seres salvajes con los que compartimos este planeta, más desastroso cuantos más somos. Me estremezco al pensar cómo seremos cuando en este planeta no quede nadie más que nosotros.

boiseweekly.com, por Bill Cope
Trabajo de Traducción: Ocean Sentry - www.oceansentry.org

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