Altos estudios bajos instintos























Los fondos con que la minera La Alumbrera riega universidades, podrían ser comparados con el aporte que las mismas obtendrían por cualquier actividad y parece que no implican cuestionamientos éticos. No se trata de una simple abstracción. Podrían recibirse fondos de cualquier especie que los produzca ya que el fin justifica los medios. Parece una exageración pero es la realidad. Alumbrera ha mostrado un pobre desempeño en términos de ambiente y desata la resistencia social al modelo extractivo, lo que pondría otro componente llamado licencia social. A su vez por las prácticas de la empresa se instruye una causa por contaminación que afectaría a varias provincias. El modelo minero cierra con la planificación de voluntades compradas en un marco laxo.
Las universidades parecen que son las botineras del modelo minero. El vale todo con el que las conducciones de las universidades en Argentina aceptan dinero caminan la línea fina del empobrecimiento y la decadencia. Las universidades públicas que otrora marcaban líneas de ética, son ahora fruto del mercado y la rapiña. Pero las universidades son también fondos públicos por lo que deberían al menos rendir cuentas y no firmar pactos de confidencialidad de datos. 
Los límites siempre sientan posiciones. Dicen cosas. La falta de ellos también. Nadie en su sano juicio se atendería con un médico que a su vez tiene acciones en un laboratorio de los medicamentos que prescribe. En Argentina las cosas hay que entenderlas por el sentido contrario. El poder emergente diseñado en los 90 no ha sido modificado. Entre la escuela Shopping y los fondos de una empresa con una causa por contaminación hay una distancia milimétrica. Haber acuñado un importante cambio del paradigma tecnoproductivo minero tiene sus consecuencias. Los recursos y la gente están en otro lado. Para Carlos Reboratti en su columna de Clarín del sábado pasado entiende que el pensamiento ambientalista es lúdico y no ofrece una alternativa realista y razonable. Reboratti piensa que la gente toma esto como un juego. A su vez indica que “parece por lo menos irresponsable pensar que una compañía por estar acusada (remarco acusada) debería dejar de cumplir con sus obligaciones legales. En todo caso, si se tiene algún prurito sobre este tema, se le debería pedir al CIN que esos fondos se dediquen a pagar investigaciones sobre los problemas de contaminación”. La idea de prurito remarca el punto. Un prurito es por definición un hormigueo peculiar o irritación incómoda de la piel que conlleva un deseo de rascar la parte en cuestión. Una solución a este prurito es no rascarse y, de ser posible, tampoco frotarse. Reboratti quiere eso no rascar el tema de la minería.
A su vez califica a los ambientalistas de rabiosos opositores con ideas retrógrada y fatalista: en el que la sociedad y el Estado no tienen ni aparentemente pueden tener capacidad de control sobre los impactos ambientales de las empresas. Pero suponemos que cuando menciona sociedad se refiere a la parte a la que él pertenece y descalifica los intentos de poner discusión en las cuestiones. Pero su sentido práctico lo lleva la conclusión de cierre “el problema no es la contaminación, que es inevitable, sino cómo controlarla”. A confesión de parte relevo de pruebas.

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