Las acciones de las petroleras comienzan a desplomarse ante la crisis climática.

Si viviéramos en otra época, las petroleras tendrían varios motivos para sonreír. Mencionemos algunos. El océano Ártico se deshiela y se abre la posibilidad de nuevas prospecciones. Los precios del barril se mantienen constantes incluso ante los temores de una desaceleración económica. Las previsiones apuntan a un crecimiento ya que la demanda energética primaria seguirá creciendo a un ritmo anual del 1,3% hasta el 2040, con lo que habrá clientes a quien vender crudo, en gran parte en los países emergentes. El coche eléctrico sigue siendo minoritario y lo será durante un tiempo. Cada año hay nuevos descubrimientos de yacimientos. Estados Unidos va camino de convertirse en el líder mundial de petróleo de aquí a cinco años, gracias a la poderosa industria del fracking y de las perforaciones de roca, que son cada vez más convenientes y rentables.

Piergiorgio M. Sandri

Sin embargo, hay caras largas en la industria. ¿Por qué? Porque por mucho que quisieran estas empresas, no está tan claro que vayan a poder sacar partido de todo ello. La emergencia climática lo cambiará todo. Es más: ya lo ha cambiado. Fíjense en la capitalización bursátil de las mayores empresas del mundo. En 1980 había seis petroleras en las primeras diez. En el 2010 quedaban cuatro. Hoy, en el 2019 sólo queda Exxon, en el décimo lugar a duras penas. O en el ranking del valor de las marcas globales que publica cada año Interbrand: están totalmente ausentes. Las petroleras ya hace tiempo que no son lo que eran. 
Hasta el fondo soberano de Noruega ha decidido que dejará de tener participaciones en su capital al ser incompatibles con su ética inversora. Otro problema añadido: la regulación. Aunque el potente lobby petrolero estadounidense de momento se ha salido con la suya, todo apunta a que habrá un aumento de las restricciones. Hace unos días la consultora Carbon Tracker encendió la alarma. Las grandes compañías energéticas tienen una veintena de inversiones en curso que suman 45.000 millones de euros en macroproyectos repartidos por el mundo. Pero la totalidad de ellos es incompatible con los objetivos del acuerdo de París. Consecuencia: las compañías podrían derrochar dos billones en proyectos que no serán sostenibles.
Así que a las petroleras le queda el consuelo de dar un giro estratégico y apostar por el gas natural, las renovables o, como ya ocurre en la automoción, fusionarse. Un estudio de Funcas estima que el valor de estas operaciones ya alcanza los 370.000 millones anuales. El reto de reducir la huella de carbono y el acometer unas inversiones elevadas en exploración les obligará a juntarse. Matrimonios de mera conveniencia. Cosas de la época.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/natural/20191207/472041350264/cumbre-clima-madrid-opinion-sandri-dilema-petroleras.html  - Imagen de portada: “Las petroleras ya hace tiempo que no son lo que eran”, P. M. S. (ORESTIS PANAGIOTOU / EFE)

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