Para combatir la crisis climática necesitamos deconstruir nuestro antropocentrismo

Existe cierta confusión a la hora de hablar sobre cambios de hábitos en el marco de la crisis climática y ecológica. Se debate sobre el impacto que tienen (o no) ciertas prácticas, se debate sobre nuestra capacidad de elección individual frente a un problema colectivo y -casi siempre- se llega a la conclusión de que lo que se necesita es un cambio “sistémico”, por ende, prácticas como el veganismo serían “inútiles, individualistas y elitistas”. El cambio sistémico tiene que suceder -hasta diría que es inevitable- y efectivamente es el eje de nuestra lucha. Pero de ninguna manera podemos rebajar y desplazar al antiespecismo de esta causa.

Abril Hermida

El especismo es un concepto que refiere a la práctica de tratar a los miembros de una especie como moralmente más importante que los miembros de otras especies, y a la justificación de esta práctica. Es el reflejo ético del antropocentrismo. Es también considerar que merece más amor y respeto un perro o un gato que una vaca o un cerdo. El antiespecismo es una postura ética que considera a todas las especies como iguales y libres.
El hecho es que el veganismo es un movimiento político y filosófico, no una dieta. Y no nos hacemos veganes porque entendemos a la vaca como una máquina de metano, sino como un ser sintiente que merece amor y respeto.
Es claro que tiene que haber una reestructuración del sistema de producción agropecuario, es por eso que el cambio de hábitos lo damos en paralelo a la lucha en las calles, porque creer que el simple hecho de hacer una huelga o boicot económico va a salvar al mundo sería absurdo, pues no pretendemos dar una revolución a través de la demanda.
El activismo ambiental, claramente genera más impacto en el medioambiente que el veganismo, pero eso no lo hace más valioso en esta lucha. Simplemente tienen sentidos distintos. Son esencialmente causas interdependientes: una pierde sentido sin la interseccionalidad con la otra.
Sí, deberíamos abandonar el consumo de carne para que exista una coherencia en nuestras palabras (no deberíamos sentirnos comodes financiando aquello que nos está condenando a la extinción) y también, para amortiguar la degradación del medio ambiente (porque sabemos que las reestructuraciones llevan tiempo, cosa que no tenemos).
Pero el punto es que el cambio de hábitos en el marco de la crisis climática y ecológica tiene que ver con la toma de conciencia y la deconstrucción.
Para dar esta lucha de la forma en que lo merece, es necesario deconstruir nuestro antropocentrismo, es necesario repensar cómo nos entendemos en relación a la naturaleza y a las demás especies. De lo contrario, estaríamos haciendo esto por nosotres mismes y eso es más de lo mismo.
Me pregunto: ¿qué sentido tiene intentar salvar a un mundo que no da para más? Y, ¿para qué queremos seguir perpetuando injusticias infinitamente? Con querer sobrevivir no alcanza. No hay que buscar formas en que la ganadería destruya menos ecosistemas, ni hay que buscar formas menos crueles de asesinar. Hay que aprender a respetar a toda vida en la Tierra. Tenemos que desear un mundo nuevo y un mundo nuevo se construye con todes y todo adentro.
Para defender al medioambiente es importante recordar que no estamos separades de él. Estamos íntimamente ligades a la Tierra. Venimos y dependemos de ella. La conciencia ambiental nos ayuda a reconectar con la Tierra y, por ende, con nosotres mismes. El planeta Tierra es nuestro cuerpo superior. Este sistema nos desconectó de la trama de la vida, mientras que esta lucha nos reasocia a ella.
Porque la revolución trascendente, la revolución que nos va a llevar a la evolución, será aquella en la que entendamos que nuestro paso por este mundo no debería implicar sometimiento, sino armonía. El veganismo nos ayuda a entender de verdad cómo funcionan las cosas y a dimensionar a fondo nuestra existencia. Somos lo que comemos y no es metáfora.
La lucha climática requiere una concepción radicalmente nueva de la vida. Y a eso vinimos, vinimos a deconstruirlo todo. Somos la generación bisagra, para bien o para mal, pero somos la generación que vino a extinguir todo lo que conocíamos hasta ahora. Las generaciones pasadas nos entregaron una cultura, un planeta y un sistema enfermo.
Nuestro lugar como jóvenes es repensarlo todo porque la lógica actual tiene que terminar. No sabemos qué pasará en los próximos diez años, pero sin dudas estamos viviendo el inicio de un mundo nuevo, estamos gestando una civilización nueva, regenerativa, resiliente.
Tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas porque absolutamente todo está en riesgo. Pero siempre desde el amor, la empatía, el entendimiento, la no humillación. Todes (en mayor o menor medida) somos víctimas de este sistema tóxico de ideas.
Nuestro fin no debe ser señalarnos. Por supuesto que a veces será necesario responsabilizar a quien corresponda, pero lo haremos como corresponda y cuando corresponda. Pues no se trata de encontrar enemigues. No existen “buenes y males”. Acá estamos todes del mismo lado, nadie merece más o menos vivir. Si dejamos de sentir, pensar y relacionarnos con violencia, el mundo vibra en otra sintonía. Quien entienda esto sabrá, que lejos de ser tibieza, el amor es la fuerza transmutadora más grande.

Fuente: La Izquierda Diario - Desde Ecología y medioambiente de LID publicamos como Tribuna Abierta este artículo de Abril Hermida, activista del movimiento juvenil climático agrupada en Fridays For Future Argentina y Extinction Rebellion Argentina. Lo publicamos con el fin de aportar al debate de ideas sobre la táctica y la estrategia para enfrentar la crisis ecológica global. Esperamos desde Ecología y medioambiente de LID responder próximamente a este artículo como una forma de contribuir a estas discusiones desde una perspectiva obrera y socialista acorde al desafío de la crisis climática global. - Imagenes: Intriper.com - Circoanalisis -

Entradas populares de este blog

Científicos declaran oficialmente el fluoruro (flúor) como una neurotoxina

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Japón decidió deshacerse de todos los hornos de microondas en el país antes de finales de este año