¿Por qué es necesaria una educación afectivo-sexual en las escuelas?

Cuando un alumno en una clase de tutoría te dice “¡profe, esa peli es la hostia!”, te debates entre verla y ver qué es lo que le parece a ese alumno “la hostia” o dejarlo pasar. En mi caso, decidí ver qué era eso que tanto entusiasmaba a este alumno pero que muchos otros compañeros (utilizo el masculino como debe usarse, solo para referirme a los alumnos chicos) coreaban igualmente emocionados.

Soraya Gahete Muñoz

La peli que es la “hostia” y que en seguida ya no me lo pareció, tiene por título 365 días. El título es inocente, la imagen que acompaña a la película no lo es tanto. Una mujer con cara de goce (o eso se supone) es abrazada por detrás por un hombre en clara actitud de posesión o por lo menos así lo interpreto. El breve resumen que acompaña a la película es más explícito. “Una mujer cae en las garras de un jefe de la mafia que la encierra y le da un año para enamorarse de él”.
No hizo falta más para que pensara que esa película no me iba a gustar, va en contra de muchas cosas que defiendo. Mi primera reacción fue quitarla; la segunda escribir este artículo para lo cual me ha tocado verla.
Empecemos por el breve resumen que ya es demasiado significativo. ¿De verdad alguien puede pensar que una mujer que es encerrada (por un jefe de la mafia o por el hombre más guapo del mundo, eso es lo de menos) se va a enamorar de su captor? ¡Ah, sí! Lo vi de pequeña en La bella y la bestia. También este fenómeno tiene un nombre, el síndrome de Estocolmo. La diferencia es que no es un hecho romántico o sexy como parece querer plasmar la película, sino que es una respuesta emocional al trauma sufrido por algunas personas víctimas de secuestros, abusos sexuales, esclavitud, violencia de pareja, etcétera.
Refugiadas, niñas, dinero… primeras palabras de la película; la cosa no mejora. Aparece una mujer que parece fuerte, ¿empoderada? ¡Vaya!, manda fotos subidas de tono y en las siguientes escenas ya se ha convertido en un objeto de deseo. Sale otra mujer, una azafata de vuelo, hasta aquí bien, pero ¡no! El mafioso la acosa, muy sutilmente, eso sí. Ella no opone resistencia, es más nos da a entender que le gusta. Hasta el momento solo se han reproducido unos cuantos tópicos machistas que suelen acompañar el discurso que legitima el abuso sexual, “lo estaba buscando”, “mira cómo iba vestida”, “pero si ella quería”.
¡Mira que lo había pensado! La mujer que parecía fuerte, ¿empoderada? La que enseguida se convierte en objeto sexual resulta que es la mujer que secuestra el mafioso y de la que ahora nos contarán su historia.
Resumiendo, el mafioso vio hace cinco años a esta mujer y se quedó enamorado (el famoso amor a primera vista, de nuevo metiendo mitos del amor romántico). Desde ese día no pudo quitársela de la cabeza y, claro, la buscó por medio mundo porque, como dicen, “el que la sigue la consigue”, quiera ella o no, ya que eso es lo de menos.
Sigue la película. ¡Venga, que la chica dice algo interesante! “No soy un objeto, no soy de tu propiedad”. El mafioso hasta ahí lo entiende porque tampoco es un cavernícola. Le ofrece un pacto, le da la posibilidad de enamorarse de él. ¡Qué gentil y considerado! Desde luego es que dan ganas de seguir viéndola. Continuamos… La empuja, le toca un pecho, pero ¡ojo! que dice que no la forzará, que no hará nada que ella no quiera. Eso sí, añade que mejor no enojarle, por lo que pueda pasar, entiendo.
El mafioso tiene algo de moral, mata a otro mafioso porque trafica con niñas y eso, como dice él, no está bien. Totalmente de acuerdo con el mafioso, pero secuestrar a mujeres, me parece a mí que tampoco. ¡Bien! la chica tiene carácter, le contesta e incluso le pega. “Tienes mucho temperamento”, le dice el mafioso. Me da a mí que esto va a acabar como la obra de William Shakespeare, La fierecilla domada.
Avancemos un poco. ¡Qué considerado! La lleva de compras y le compra todo lo que quiere. Si es que esa es la clave para conquistar a una chica, comprarle cosas. ¡Mira si es listo el mafioso! Este sigue con sus frases machistas, “a veces resistirse es inútil, lo mejor es aceptar la realidad”. ¿En serio? ¿Debemos aceptar la humillación, la violencia, el que nos traten como seres inferiores? 

La cosa ya está casi conseguida. Parece que es ella la que tiene ahora el control de la relación, se deja hacer. Le ha dicho que tiene 365 días para enamorarse y ha caído en su juego ¿al tercer día? El argumento, si es que a eso se le puede llamar argumento, continúa con escenas en las que se alternan momentos en los que parece que ella tiene el control y, de hecho, lo provoca, quizá esto permita luego justificar lo del encierro, no sé; con escenas en las que él es el que controla “el juego” que están haciendo. “Haré lo que quiera contigo”, resume muy bien quién realmente tiene el control y el poder.
Las escenas de sexo explícito son constantes. Quizá una de las más interesantes es en la que él la ata a una cama, por supuesto, a la fuerza y después de decirle que hará con ella lo que quiera, añade que le va a enseñar lo que se pierde. Acto seguido entra otra mujer con la que mantiene sexo oral, pero ¡sorpresa! no es ella la que disfruta, es él. Es decir, lo que se pierde la chica es poder hacerle una felación a él, ¿en serio?
Sigamos con la trama. Él continúa representando un modelo de masculinidad demasiado conocido y demasiado valorado, me temo, todavía en la sociedad. La salva de un hombre que la intentaba violar, aunque después la acusa de comportarse como una ramera, que es lo mismo que decir que se estaba buscando que la violaran. También se lanza de un barco para salvarla del mar, escena típica de película romántica. Por supuesto, de esto también la culpa a ella, “¿por qué me desobedeces?”. ¿Las mujeres tenemos que obedecer a los hombres? ¿En qué siglo estamos?
Y con esto ella ya se ha enamorado. Lo siguiente son escenas continuas de sexo, donde la violencia está muy presente. “Te voy a follar tan fuerte que te van a oír gritar hasta en Varsovia”, seguido de un “hazlo, por favor”. “Vas a ser mía te lo garantizo y voy a hacer contigo lo que quiera y cuando quiera”. “Imagínate a un hombre fuerte que siempre sabe lo que quiere, que te cuida y te defiende de todo el mundo. Cuando estás con él te sientes como una niña y hace realidad todas tus fantasías sexuales”. Estas son algunas de las frases que acompañan a la película. Esta, por cierto, acaba con la muerte de ella a manos de los enemigos del mafioso o eso da a entender porque recientemente han sacado la segunda parte, que, por supuesto, ya no voy a ver.
El análisis de la película daría para más, pero creo que con esto es más que suficiente para ver la necesidad de que las nuevas generaciones reciban una educación afectivo-sexual, ya que lo que están aprendiendo son estos modelos y otros peores que encuentran en la pornografía. Si preguntas a una clase llena de adolescentes, podrás comprobar que la inmensa mayoría de los chicos —seguro que en alguna sería el 100%— ven porno. También te sorprendería qué entienden ellos por sexualidad y qué tipo de relaciones sexuales son las que han normalizado. Hablo de ellos en masculino porque son los que, generalmente, antes se inician en este tipo de actividad y también los que más sufren la presión por mantener relaciones sexuales, por demostrar que son más “machos”, signifique esto lo que signifique. El patriarcado no solo oprime a las mujeres, aunque estas, sin duda, son las principales perjudicadas.
Ellas, por su parte, se ven presionadas por cumplir con esos modelos de feminidad que pasan por ser sumisas a la vez que activas en lo que a relaciones sexuales se refiere. Han de ser complacientes, discretas y sexys. Han de aceptar lo que les venga, lo que se les pida porque, como dicen en la película, resistirse es inútil, al final vas a caer.
¿Estos modelos en qué sociedad nos convierten? En una donde el deseo individual (masculino, claro está), prima por encima del respeto hacia la otra persona. Donde el afecto no tiene cabida en una relación. Donde las cosas se consiguen o con dinero o a través de la fuerza, no por el trabajo y el mérito personal. En una sociedad que olvida precisamente que vive en sociedad, que cada acto individual repercute en el conjunto social. Necesitamos educar a las nuevas generaciones en una educación sexual que tenga en cuenta los valores éticos y morales.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/educacion/necesaria-afectivo-sexual-escuelas - Imagen de portada: Fotograma de '365 días'.

 

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