¿Qué turista queres ser?

Cada año, los lugares de veraneo comienzan a hacer sus pronósticos sobre cómo será la temporada estival. Esta carrera por atraer turistas es un lobby que fue alimentado durante décadas por diferentes gobiernos. Y, lamentablemente, este capitalismo está fagocitando la vida barrial, los espacios naturales, la ruralidad, y también, agravando más la crisis climática. Si conocemos mejor qué problemáticas acarrea este sector, podemos decidir mejor qué clase de turistas queremos ser.

Gisele Farina
Voluntaria de Ingeniería Sin Fronteras

 Este verano ha sido récord en temperaturas y en la cantidad de olas de calor que azotaron al país. Y si hay algo en lo que pensamos muchas personas en esa época del año, es en tener vacaciones. Esos días o semanas en las cuales buscamos olvidar la pesadez de la rutina y el agobio de la jungla de cemento y en reconectar con quienes queremos y con nosotras mismas.
… El turismo mal gestionado ha causado un impacto negativo del cual se ha empezado a hablar hace relativamente pocos años. Y no es porque antes no existiera, sino porque paradójicamente, además de la presión de los lobbies hoteleros, gran parte de la población defiende este sistema. El motivo es que piensan que, si el modelo cambia, no habrá suficientes puestos de trabajo. Analizándolo, el sistema está tan bien montado que no plantea alternativas, es un todo o nada. En este escenario de vía única, nada se cuestiona, y los impactos sociales y ambientales se ignoran o banalizan.
La gentrificación que nos fagocita
Desde el punto de vista social, el aumento del turismo de masas ha roto la esencia de los cascos antiguos en las ciudades y pueblos: la vida de barrio, con vecinas y vecinos de “toda la vida” ha sido reemplazada por cabañas, hoteles, turistas de plataformas como Airbnb y tiendas de souvenires. Son vías de negocio que han salido muy rentables debido a que tanto la regulación como los medios disponibles son muy bajos o nulos. Entonces, los precios de las viviendas se disparan y quienes no puedan afrontarlo se ven en la obligación de abandonar los barrios y dirigirse a zonas más periféricas. Este fenómeno tiene nombre propio, es la turistificación.
La visión de darle al turismo todas las comodidades también influye en el transporte público. Pese a que existe gente que vive en pueblos y comarcas todo el año, la oferta de autobuses y trenes se amplía exponencialmente en temporada alta. Por último, en cuanto a medios de transporte, nos queda el avión. Con la demanda batiendo récords todos los años y sus precios asequibles, nos olvidamos que es el más contaminante. La aviación comercial representa el 5% del impacto antropogénico en la crisis climática. Todos estos ejemplos están centrados solo en desplazamientos por medios de transporte colectivos. Pero ya nos podemos hacer una idea de las consecuencias si sumamos los medios de transporte particulares.
¿Impedimos el turismo?
Tras todo lo expuesto, parece que lo mejor es no salir de casa. O creer que el reemplazo de parte de los combustibles fósiles por “biocombustibles” y otras alternativas tecnológicas son la solución. Si hay algo que está claro es que no se debe impedir el turismo, pero sí mejorar su gestión, guiar a los visitantes con mucha educación y conciencia y controlar todo el proceso de cerca, para no terminar matando a la gallina de los huevos de oro.
Que nuestra ansiedad de conocer el mundo no haga que éste se destruya más. Que las personas residentes quieran recibirnos con los brazos abiertos y no, por el contrario, pedir que nos vayamos o que ni pensemos en conocer sus localidades.
Antes de viajar, investigar cómo es la sociedad del destino y qué espacios nos ofrece sin molestar a nadie, más allá de los blogs y los influencias que nos incitan a recorrer y a descubrir los lugares “más encantadores del Mundo”, provocando la masificación turística, que inevitablemente va a superar la capacidad de carga de esos sitios, contribuyendo a su contaminación y degradación.
Vivimos en un mundo donde impera la falsa creencia de que “más es mejor”. Sin embargo, no es más rico quién más tiene ni quién más fotos sube a sus redes sociales, sino quién aprecia su frágil entorno y empatiza con el de las demás personas que habitan esos lugares, quienes, si no se toman los recaudos adecuados, terminan padeciendo la avalancha turística y perdiendo su anterior calidad de vida.

Fuente:   - Imagen de portada: Los ritmos del modelo turístico actual rebasan los de la población autóctona, así como los del medio natural de la zona. BELINDA FEWINGS (Licencia Unsplash)

 

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