Argentina: La música como testimonio de un territorio y de un tiempo

Chacarera, chamamé, milonga y lonkomeo son algunos de los géneros presentes en "Territorio", el nuevo disco del grupo Raza Truncka, que recorre ritmos tradicionales de distintas regiones del país y describe la situación socioambiental. De la megaminería a las propuestas de los pueblos originarios, del fracking a la agroecología. Cuando la canción es también compromiso.

Por Sergio Sánchez

“Yo creo que el artista tiene que tener un gran compromiso con la sociedad que le toca interpretar y cantar. No se puede entretener la buena digestión de nadie cantando canciones criollas. Creo que la obligación del artista es preocupar al oyente y a la gente”, dijo una vez Atahualpa Yupanqui en una entrevista en la década del setenta. Con esas palabras, el músico oriundo de Pergamino no solo explicó su filosofía de vida, sino también su ética como artista. De alguna manera, el grupo musical Raza Truncka sigue las enseñanzas de Yupanqui y logra reflejar en su música la sensibilidad social de su época y su pueblo. “El artista es un comunicador que tiene la posibilidad de viajar y conocer distintas realidades. Si bien también hacemos canciones que hablan de paisajes o personajes, la búsqueda del repertorio siempre tiene una cuestión social”, sostiene Diego «Pala» Palavecino, guitarrista de la banda que hace veinte años combina rock pesado y ritmos folklóricos.
En octubre, la banda bonaerense (de la localidad de Salto) publicó su cuarto disco, Territorio(2024), un trabajo acústico que está centrado en la música de raíz folklórica. Si bien el espíritu del heavy metal está presente en el disco a través de algunos arreglos o gestos musicales, las catorce canciones transitan —desde la sonoridad, la forma y el enfoque— diferentes ritmos folklóricos tradicionales del país y la región.
Como en discos anteriores, abordan géneros del noroeste argentino, como la chacarera y la zamba, pero también se abren al Litoral con un chamamé, viajan a tierras patagónicos con un lonkomeo y reafirman la raíces de su zona con alguna milonga. “La idea era buscar una sonoridad tradicional, pero a la vez usar recursos del heavy metal, como algún riff, la armonía o la forma de alguna melodía”, explica Palavecino, oriundo de los pagos de Yupanqui, Pergamino.
La formación es típica: guitarrón, tres guitarras criollas, bombo legüero y percusión. “Queríamos abarcar otras zonas geográficas: hay chamamé (‘Yvimara Ey, La tierra sin mal’), un ritmo que nunca habíamos grabado; hay un kaani (un estilo de música ancestral de la comunidad Tehuelche) y una zamba alegre”, detalla el músico. “Veníamos grabando cosas más del noroeste, como chacareras, escondidos, gatos y zambas. Pero esta vez nos abrimos más al territorio. Con cada estilo musical la idea era visibilizar ciertas cuestiones de esas regiones”, sostiene sobre el trasfondo social y político del disco, algo inherente al grupo. “La idea era no solo hablar de la nación argentina, sino también de las naciones preexistentes. El folklore nacional para nosotros también contempla las naciones preexistentes”, amplía el guitarrista.
Raza Truncka y Territorio

Según explican los músicos de Raza Truncka, Territorio es un disco temático sobre el extractivismo. Una de las fuentes —teóricas y de inspiración— que usaron para escribir algunas de las canciones es el libro Tierra arrasada: Petróleo, soja, pasteras y megaminería. Radiografía de la Argentina del siglo XXI, del periodista Darío Aranda. “Detrás del negocio multimillonario de la soja, la megaminería, las pasteras y los combustibles no convencionales, no sólo hay consecuencias inmediatas para todos los habitantes del país, sino también la amenaza de convertir a la Argentina en un territorio agotado, enfermo y hambriento”, plantea el libro editado por Sudamericana.
En discos anteriores, los músicos de Raza Truncka ya venían con inquietudes y preocupaciones vinculadas a las consecuencias del monocultivo, las fumigaciones o el uso indiscriminado de agrotóxicos, una realidad que también viven de cerca los habitantes de Salto, Pergamino y Rojas. “Tenemos una canción que se llama ‘Niño fumigado’, que es una versión de la chacarera tradicional ‘Cuando muere el angelito’ (de Marcelo Ferreyra y Eugenio Inchausti). La canción cuenta el momento cuando fallece un niño. Y nosotros tratamos de mostrar que a veces los niños no fallecen por muerte natural, sino por factores externos”, grafica Palavecino sobre esta versión grabada en el disco Ni con delicadeza, ni con cuidado (2014). “Usamos la música y parte de la letra. Y otra parte la modificamos. El tema se usó en asambleas de pueblos fumigados y estuvo dando vueltas bastante para acompañar esas luchas”.
—¿El libro Tierra arrasada vino a ampliar estas inquietudes?
—Sí. Aparte también como disparador para indagar en otras cuestiones. En el lonkomeo «Weichafe» surgió en un momento la palabra colonizar. Los pueblos originarios son los primeros habitantes del territorio, estaban antes que los europeos. Una parte de «Weichafe» dice: «Descolonizar lo que somos, lo que sabemos/ Descolonizar lo que sentimos, lo que cantamos».
En el disco, hay dos canciones que reflejan con claridad los problemas ambientales que padecen en la zona en la que viven los músicos. La primera es la milonga «De mi pago yo maldigo» y el primer verso de la letra escrita por José Luis Terzaghi dice: «De mi pago yo maldigo/ al hipócrita obsecuente/ changarín o presidente/ que apostó al monocultivo/ Lo sabían los antiguos/ de alternar en los sembrados/ nadie quiere ver mi hermano/ lo que hoy se echa al alimento/ Si es por eso que me encuentro/ todo el patio fumigado».
La otra canción, con una letra también clara y directa, se llama «En el campo de al lado» y alude a las consecuencias humanas de las fumigaciones. «En el campo de al lado volvieron a fumigar/ Hablé con el encargado/ que muy templado ni se mosqueó/ Esperó la cosecha/ y una vez hecha se las tomó./ El sol se va apagando/ al barrio le cuesta respirar/ Mi nene que se ahoga/ nadie responde en el hospital/ Un médico me confiesa/ que lo despiden si sale a hablar/ Pa qué darle un consejo/ si éste el pellejo no va a arriesgar». Además, en la chacarera “El monte que arde”, denuncian la deforestación y los incendios intencionales que ocurren en varias partes del país.
“En la zona tenemos el problema de los cultivos y el uso de los agrotóxicos; la contaminación del agua con glifosato y el agrotóxico 2-4D”, explica Palavecino sobre la situación ambiental de su lugar. “A su vez en Pergamino la tierra tiene mucho arsénico, entonces el agua tiene bastante arsénico también. Después hay lugares acá que a causa de los canales ilegales para riego hace que muchas veces los barrios con menos recursos que están cerca del río terminen inundados”, puntualiza. “Cuando vas a Inés Indart, donde linda la última calle del pueblo, frente al campo, está todo sembrado y nunca hay yuyos; entonces, si no hay yuyos significa que está fumigado. Y uno de los que tiene mosquito fumigador lo guarda atrás de la escuela, lo lava ahí y lo cargan ahí…”.
—¿Cómo artistas sienten una responsabilidad o necesidad de expresar estos temas?
—La función social del artista es un poco la de comunicador: compartir lo que va pasando con gente de los distintos lugares. También a veces tiene que ver con los espacios donde uno elige tocar. Si se da tocar solo en peñas es probable que no te enteres de muchas cosas, la finalidad de la juntada es eso. En cambio, si vas a tocar a una asamblea barrial que hace un festival ya tiene otro marco y hay otro contexto. No digo que no hay que tocar en peñas, pero quizás los contextos donde tocás hacen que a uno le llegue otra información y compartir otras cosas más que un momento de diversión. Uno puede nutrirse de vivencias, literatura y un montón de cosas. Eso genera reflexión y después se traslada a las composiciones y a lo que uno elige cantar. El artista es un comunicador que tiene la posibilidad de viajar y conocer distintas realidades. Si bien también hacemos canciones que hablan de paisajes o personajes, la búsqueda del repertorio siempre tiene una cuestión social.

Entre peñas folklóricas y festivales de rock
La banda nació hace veinte años en la localidad bonaerense de Salto. La idea original surgió de la cabeza del músico José Luis Terzaghi y tenía que ver con combinar el heavy metal con el folklore argentino. “Él había armado varios arreglos con bombo y guitarra eléctrica”, precisa Palavecino. “José Luis fue fundador de la banda de thrash metal Osamenta, de Salto. Entonces, algunos compañeros de esa banda se unieron en el proyecto de José. Después pasaron muchos músicos hasta la formación actual, con dos guitarras eléctricas, dos voces, bajo y batería. Tuvimos set de percusión muchos años”, dice. En la actualidad, la banda se conforma con Germán Barloqui (guitarra eléctrica), Renzo Yáñez (bajo y coros), Juan Casanovas (batería y bombo legüero), Terzaghi (guitarra eléctrica y voz principal) y Palavecino (guitarra criolla, violín y segunda voz).
En dos décadas de camino musical, se han presentado tanto en circuitos folklóricos como en reductos metales y festivales de rock. Desde Salamanca Rock, en La Banda (Santiago del Estero), hasta la tradicional Fiesta Cahuané, en Capitán Sarmiento (Buenos Aires). “La propuesta a veces se recibe bien y otras veces no tanto. Nos ha pasado que tocando en la Plaza de Artesanos de Cosquín se acercara gente grande para llevarle un disco a su hijo o a un sobrino”, cuenta Palavecino. “A algunos no les parecía adecuado cómo abordábamos la música folklórica, pero a otros les encantaba. Siempre nos hemos cruzado con variedad de opiniones”, dice. “La apertura a festivales masivos es más difícil, porque en esos lugares hay bastante resistencia. A veces por las cosas que decimos cuando cantamos y también por la estética”.
En esas aventuras tan disimiles, compartieron escenarios con artistas como Los Pericos, Raly Barrionuevo, León Gieco, Rubén Patagonia, Los Manseros Santiagueños, Horacio Banegas, Peteco Carabajal, Dúo Coplanacu, Néstor Garnica, Horcas, Serpentor, Tren Loco y Víctor Heredia, entre otros. En 2014 el guitarrista estadounidense Alex Skolnick, integrante de la reconocida banda de thrash metal Testament, los invitó a participar en la grabación de su disco solista Planetary Coalition con una canción titulada “Salto”, en homenaje al lugar de origen de la banda. Pero la historia empezó un par de años antes, en 2012. “Un día Fausto (Nascimbene), un ex compañero de la banda, soñó que tocábamos con Testament. No teníamos ningún contacto, pero buscamos por internet”, cuenta Palavecino sobre el inicio del vínculo.
“Entonces, conseguimos un mail privado de Skolnick y le hicimos llegar un video con una versión de un tema de ellos tocado con bombos legüeros, ‘Three Days In Darkness’ (‘Tres días en la oscuridad’)”, continúa. “Le gustó la propuesta y José empezó a escribirle por correo electrónico. Después nos invitó a grabar un tema en su disco solista. Fue una re linda experiencia. Fue muy respetuoso y nos mandaba la premezcla de la canción para saber nuestra opinión. En el disco Planetary Coalition (Coalición Planetaria) grabaron músicos de varios lugares del mundo, como México, Cuba, España, Turquía, Israel e India. Han venido a tocar a Argentina varias veces y siempre vamos a verlos y compartimos con ellos en camarines”, celebra.

Fuente: https://agenciatierraviva.com.ar/la-musica-como-testimonio-de-un-territorio-y-de-un-tiempo/ - Imagen de portada: Foto: Raza Truncka

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