Patagonia argentina / La historia de los héroes anónimos: la ilegalidad de los vecinos de El Bolsón que salvó decenas de casas del fuego

Un ejército de cien camionetas particulares cargadas con 1.000 litros de agua cada una acudieron a las chacras en medio de los incendios forestales. El trabajo en la noche y la violación de una norma que ayudó a los bomberos y brigadistas: “¡Es hoy! Vamos a tratar de pararlo, no nos dejemos vencer tan fácil". La arenga fue de Jano Namor (56), jefe de los Bomberos Voluntarios de El Bolsón, en Río Negro. Sobre la ruta provincial 86 y antes de entrar al fuego en la zona de chacras, no le hablaba a sus 150 hombres. Las palabras fueron para un grupo de vecinos que con sus manos y camionetas estaba dispuesto a colaborar.

Pedro Granello
Fotos: Euge Neme

El pronóstico climático marcaba fuertes ráfagas de hasta 90 kilómetros por hora en el Mallín Ahogado. Se preveía un domingo con el fuego sobre las casas pero lo que el jefe de Bomberos no sabía era que la solidaridad se iba a multiplicar. Cientos de vecinos se unieron y a través de una ilegalidad cambiaron el curso del incendio forestal. Clarín estuvo unas siete horas junto a los héroes anónimos, los pobladores que resistieron al fuego hasta el final y ganaron.
El incendio hoy está contenido pero tuvo tres días clave: el jueves 30, el viernes 7 y el domingo 9. Esos días el viento sopló muy fuerte y lo volvió incontrolable. Arrasó con 191 viviendas (144 destruidas por completo y 47 parcialmente), casi 3.600 hectáreas de bosque y la vida de Don Ángel Reyes (87).
Después de un viernes voraz, el sábado el viento dio una tregua de 24 horas. Pobladores, brigadistas y bomberos se prepararon para lo peor, dentro del incendio más devastador de la historia de El Bolsón. Sin descanso, regaron chacras y árboles. Mientras lo hacían, veían el fuego crecer del otro lado del Río Azul. "Si el fuego está así ahora, mañana con viento lo tenemos acá", repetían los brigadistas del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF).
A diferencia de otras catástrofes naturales, en los incendios forestales de interfase (cuando el fuego ataca un bosque dentro de una zona rural) hay un resquicio para actuar en el mismo momento del desastre. Al menos así lo entendieron los vecinos. "Vamos a defender las casas e intentar que el fuego pase por el costado", se envalentonó Jorge, en la puerta de su casa en la Costa del Río Azul.
Las ráfagas estaban pronosticadas para la tarde pero desde temprano había mucha tensión. Los que no iban a resistir evacuaban cosas de valor de sus casas. Otros querían aguantar pero sin sus pertenencias dentro de las propiedades. Vaciar una casa implica muchos nervios. Todos temían lo peor. Dos días antes habían visto al incendio devorar de manera descontrolada y cómo avanza sin piedad sobre las casas.

Los vecinos de El Bolsón salieron a apagar el incendio forestal de Mallín Ahogado. Foto: Euge Neme

La temperatura llegaba a los 30 grados, el ambiente estaba muy seco y con polvo suspendido en el aire. La polvareda era porque empezaba a circular la caballería vecinal: decenas y decenas pick-ups cargadas con tótems de 1.000 litros y motobombas para sacar el agua con presión. A esa voluntad le faltaba información y llegó con la violación de una norma que en un momento de extremo nerviosismo a nadie preocupó y hoy es anécdota.
Los pobladores se reunían con amigos en grupos de cuatro o cinco por camioneta. Vestían ropa de trabajo, gorro, lentes o antiparras y algún tipo de pañuelo para protegerse del humo. Pero además, muchos tenían handies.
"Empezó a circular la frecuencia oficial de radio del SPLIF entre nosotros. Te la daba algún otro pero siempre con una condición: nunca modular, solo escuchar", cuenta Leandro a Clarín. Así los vecinos sabían dónde atacaba el fuego.

         Nunca modular, solo escuchar", la condición con la que los vecinos se pasaron la frecuencia oficial del SPLIF: Foto: Eugenia Neme

Algunos eran de El Bolsón, otros del Mallín Ahogado, pero también había de Lago Puelo, El Hoyo, localidades de Chubut. Debajo de la ropa de trabajo había ingenieros, artesanos, técnicos informáticos, dueños de restoranes, operadores turísticos, mozos, jubilados. Muchos no conocían al detalle la zona, ni las chacras que iban a defender o las casas que querían salvar: solidaridad en estado puro.
Minutos antes de que las ráfagas alimenten las llamas, dos chicas en una Chevrolet Meriva frenaban ante cada voluntario parado a la vera del camino rural. Abrían la ventanilla y sin mediar palabra repartían barbijos N° 95 y antiparras para evitar que las cenizas voladoras entren en los ojos.
Poco antes de las 19 del domingo, las copas de los pinos y cipreses se empezaron a mover. "Se viene", repetían. En una pequeña pampa entre el Río Azul y la Loma del Medio, Clarín fue testigo de lo que provocan las ráfagas. El humo oscureció la luz del sol que apenas se volvió solo un disco naranja en el cielo. El aire se tornó turbio, irrespirable, las cenizas calientes empezaron a volar. Las antiparras pasaron a ser de uso obligatorio.

Pobladores combaten el fuego en la chacra La Tregua de Mallín Ahogado. Foto: Eugenia Neme

Un camión del SPLIF pasó a toda velocidad por el angosto camino rural de montaña. "Cruzó el fuego", exclamó un chacarero que había sentido el calor de las llamas cuando se quemó parte de su chacra el viernes. Segundos después y en la misma dirección que los brigadistas aparecieron los refuerzos inesperados: el pelotón de pobladores.
A toda velocidad, volcando agua en cada curva, las hileras de camionetas se sucedían. Con el handie en la oreja, los vecinos corrían detrás del SPLIF con sus pick-ups cargadas con mil litros de agua cada una. Cada camión tiene capacidad para 4.000 mil litros, pero era seguido por al menos 10 vehículos.
Cuando las llamas llegaron a las chacras todo era un caos. Mucho calor, humo por todos lados, fuerte viento caliente y el fuego que aparecía por doquier. Las ráfagas transportan las pavilas, como le llaman a las brasas que pueden volar hasta 600 metros. En el medio de la chacra La Tregua, lejos de los árboles, de golpe se prendió el pasto seco. Una pavila invisible cayó y encendió todo en segundos. Es imposible no sentirse desbordado cuando la manguera apunta hacia los árboles y de golpe las llamas aparecen por detrás.

Más de 100 camionetas particulares ayudaron a brigadistas y bomberos en EL Bolsón. Foto: Euge Neme

La banda sonora del incendio eran los motores de motosierras para armar cortafuegos y las motobombas para sacar el agua. La explosión de una garrafa puso en pausa a todos por un segundo. "Agarró una casa", fue el resumen.
Con el handie en la mano, una de las camionetas particulares tenía un dato pero le faltaba completar la información. A los gritos, en medio del incendio todo es por duplicado: "¿Chacra Génesis? ¿Chacra Génesis?", preguntó el acompañante y al recibir la respuesta que era dos propiedades más adelante siguió camino con sus mil litros.
Así como se viola la norma de usar la frecuencia oficial del SPLIF, hay otra ley no escrita que en este caso se respeta a rajatabla. Cuando alguno de los brigadistas del SPLIF grita "¡Repliegue, Repliegue!", todos los particulares acatan sin dudar. Hay que dejar la zona porque el fuego se tornó demasiado peligroso y la vida corre (todavía) más riesgo.

En medio de la oscura noche, pobladores acudieron a salvar las chacras. Foto: Euge Neme

La orden solo no se cumplió solo una vez. Hasta el fuego de ese domingo, Mariano Sylvester, productor audiovisual y uno de los vecinos que puso su camioneta con 1.000 litros para colaborar, hizo volar su dron en medio del fuego para saber si las llamas le cortaban la vía de escape al SPLIF.
Una vez dada la orden, Mariano le mostró en vivo al responsable de los brigadistas que la óptica desde abajo era engañosa y aún había tiempo para seguir el combate. Se quedaron y salvaron la casa con el único dron que vuela en medio del desastre, pero se rompió el domingo en el fragor del combate. Ahora junta fondos para arreglarlo.
Todavía hoy las autoridades no lograron establecer cuántas camionetas particulares ayudaron. Saben que son más de 100 pero no tiene el dato oficial. "Después de escuchar un rato a los bomberos voluntarios y ver el movimiento, entendimos que cuando modulaba 'Fuego 100' era Jano Namor y los móviles 11 y 12 eran chatas de Bomberos como las nuestras", descula Sergio.

Debido a las ráfagas de vientos se reavivo el fuego en Mallín Ahogado, Bolsón. Foto: Euge Neme

La presunción era correcta. En el cuartel de bomberos voluntarios se llaman "Fuego" y el número de legajo. Jano Namor, tiene 17 años de bomberos voluntarios, los últimos diez como jefe, entró en el número 100. Cerca de la medianoche tenía las 10 autobombas y camiones en un sector cuando las llamas tomaron la Loma del Medio y amenazaron a más chacras del otro lado.
Ahí llegó el guiño de Bomberos que todavía hoy cuentan como anécdota en El Bolsón. "Fuego 100, atento, si hay algún particular escuchando, por favor deslizarse al Callejón Rozinka", moduló Namor. Sabía que los vecinos estaban en la misma frecuencia, pero aún así se sorprendió.
En medio de la noche oscura que solo iluminaba el fuego, en el angosto callejón de montaña, varios haces de luces entraron a toda velocidad. Un ejército de decenas de camionetas y sin líder apareció con mil litros de agua cada una y mangueras para dar soporte a los únicos dos móviles de bomberos. A los gritos bajaron, desplegaron las mangas y salvaron otra casa.
Namor se manejó distinto al SPLIF porque atacaban frentes diferentes. "Al que quiere colaborar y no le das una tarea, a veces estorba. Cuando vi que había tantas camionetas abrí la frecuencia 151.535 para que todos pudieran escuchar lo que estábamos haciendo".
Pero no solo hizo eso, le pidió a un grupo de radio aficionados en el centro de El Bolsón que replicara sus mensajes porque la montaña impedía que la comunicación se escuchara del otro lado del frente de fuego.

Salvar las casas fue el objetivo que unió a los vecinos de El Bolsón. Foto: Euge Neme

"Ese día paramos el fuego, nuestros bomberos avanzaban y no nos hizo recular. Las camionetas iban y venían con los mil litros y nos cargaban las autobombas. No teníamos que salir y volver a entrar. El viento cambiaba la cabeza del fuego y nos íbamos moviendo en bloque. Lo teníamos que frenar y lo hicimos por el profesionalismo de los bomberos y por la ayuda de la gente", sostiene Namor, que se pensionó pero decidió quedarse un verano más por las dudas.
Los brigadistas del SPLIF en un momento cambiaron de frecuencia porque esa condición entre los vecinos de no modular se quebró y ante el avance del fuego empezaron a pedir agua por la radio oficial.
Hoy, una de las autoridades del SPLIF recuerda ese domingo con una sonrisa y en especial a los vecinos: "Nunca había visto que entren en la frecuencia. Pero El Bolsón es así, una gran junta vecinal y nos dieron una mano bárbara", comenta a Clarín y remarca que ya pidieron el bloqueo de la frecuencia para volver a la normalidad.

Más de cien camionetas particulares ayudaron a apagar el incendio forestal en Mallín Ahogado. Foto: Euge Neme

Para coronar la épica vecinal y de los brigadistas, esa madrugada empezó a llover. Muchas zonas se empezaron a enfriar y hubo gritos de alegría en la primera línea contra el fuego.
Los días posteriores en los cafés y comercios de El Bolsón, la proeza del domingo se replicó en forma de anécdota. De una mesa a la otra y en los mostradores de los locales se repiten las historias de en qué chacra ayudó cada uno.
Cada tercera semana de febrero El Bolsón celebra la Fiesta Nacional del Lúpulo, que este año fue suspendida. Pero desde el año que viene, el 9 de febrero podrían tener un nuevo festejo: el día en el que la solidaridad de sus vecinos venció al fuego.

Los vecinos con sus propias mangas para apagar el incendio forestal en Mallín Ahogado, El Bolsón. Foto: Euge Neme

El Bolsón. Pedro Gianello/ Enviado especial - Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/historia-heroes-anonimos-ilegalidad-vecinos-bolson-salvo-decenas-casas-fuego_0_BcTYnaVm1Z.html

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