Ftalatos: enemigos invisibles ocultos en plásticos y otros productos de cuidado personal

Los ftalatos son un grupo de productos químicos industriales ampliamente utilizados en la fabricación de plásticos, especialmente en el policloruro de vinilo (PVC), para hacerlo más flexible, duradero y resistente. Sin embargo, su impacto en la salud y los ecosistemas ha generado creciente preocupación a nivel global.

Texto por Constanza López Cabello


La producción de ftalatos comenzó en la década de 1920 y se intensificó en la década de 1950, cuando se utilizaron para dar flexibilidad a las resinas de PVC. Los ftalatos son el tipo de plastificantes más versátiles, y, por esta razón, se encuentran en una variedad de productos de uso cotidiano, que comprenden tuberías, cosméticos, juguetes, entre otros. La producción y el uso mundial de plásticos superan los 150 millones de toneladas anuales y el consumo anual de ftalatos sobrepasa los 6-8 millones de toneladas anuales. Según datos del Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos (BfR), solo en Europa Occidental se producen anualmente alrededor de un millón de toneladas de ftalatos.
«A diferencia de otros compuestos químicos que forman parte estructural de los polímeros plásticos, los ftalatos no se encuentran químicamente unidos al material. Su interacción con los polímeros es débil, lo que facilita su migración al entorno».
Su uso se ha generalizado debido a sus propiedades químicas que mejoran la maleabilidad de los plásticos, facilitando su aplicación en múltiples industrias. No obstante, estas mismas características hacen que los ftalatos sean altamente problemáticos en términos de contaminación ambiental. A diferencia de otros compuestos químicos que forman parte estructural de los polímeros plásticos, los ftalatos no se encuentran químicamente unidos al material. Su interacción con los polímeros es débil, lo que facilita su migración al entorno. Esto significa que, con el tiempo y el uso de los materiales, los ftalatos pueden liberarse del producto plástico y contaminar el aire, el polvo doméstico, los alimentos y el agua. Factores como el calor, la fricción y el envejecimiento del material aceleran este proceso, aumentando el riesgo de exposición humana y ambiental.

Bajo la etiqueta de “fragancia”, “esencia”  o “aroma” se ocultan los ftalatos. ©Ryul Davidson
Los ftalatos pueden estar suspendidos en el aire, provenientes de materiales que liberan estos compuestos con el tiempo. ©Frantisek Canik

Los ftalatos son contaminantes ambientales omnipresentes que han sido detectados en diversos fluidos humanos, como la orina, la sangre e incluso la leche materna, lo que evidencia su capacidad para ingresar al organismo. Su amplia presencia se debe a su facilidad para migrar desde los plásticos y otros productos que los contienen, exponiendo a las personas a través de diferentes vías. La vía oral es una de las principales formas de absorción, ya sea por la ingesta de polvo doméstico contaminado; el consumo de alimentos que han estado en contacto con envases plásticos o la introducción de objetos plásticos directamente en la boca –lo que representa un riesgo significativo para las infancias–. Por otro lado, la vía pulmonar permite la entrada de ftalatos al organismo a través de la inhalación de partículas suspendidas en el aire, las que provienen de materiales que liberan estos compuestos con el tiempo. Finalmente, la vía dérmica también es una fuente de exposición relevante, ya que los ftalatos pueden transferirse a la piel al aplicarse cosméticos que los contienen o entrar en contacto con textiles contaminados.
La exposición de ftalatos y los daños en la salud
Debido a esta amplia gama de formas de absorción, la exposición a los ftalatos es casi inevitable en la vida cotidiana, lo que ha generado preocupaciones sobre sus efectos acumulativos en la salud. Uno de los aspectos más preocupantes es su capacidad para alterar el sistema endocrino, afectando la producción y regulación de hormonas esenciales. Específicamente, se ha demostrado que los ftalatos reducen tanto los niveles de testosterona como los de estrógeno y bloquean la acción de la hormona tiroidea. Además, los ftalatos se han identificado como tóxicos para la reproducción, así, pueden producirse disfunciones reproductivas, tales como la reducción de la fertilidad, el aborto y la infertilidad (Endocrine Society, 2020; Messerlian et al, 2016).
En los hombres, la exposición a estos compuestos durante el desarrollo fetal se ha asociado con una reducción del número y la calidad de los espermatozoides y un aumento del riesgo de anomalías congénitas que afectan los órganos del aparato reproductor masculino. En las mujeres, la exposición al ftalato se ha relacionado con complicaciones en el embarazo como la anemia, la toxemia (presencia de toxinas de microorganismos en la sangre) y la preeclampsia (presión arterial alta y exceso de proteínas en la orina).
Las mujeres, además, tienen niveles significativamente más altos que los varones de la presencia de ftalatos en sus cuerpos –tales como los dibutil-ftalatos–. En 2011, una investigación en la que se asociaban los niveles urinarios de nueve metabolitos de ftalatos y el uso de productos de aseo personal, determinó que el uso de ciertos productos de cuidado personal podría ser una fuente importante de exposición a ftalatos. Las mujeres al estar expuestas a más productos cosméticos muestran niveles más altos de estos químicos en la orina (Romero-Franco  2011).
Por otra parte, la exposición a los ftalatos también se ha asociado con un mayor riesgo de resistencia a la insulina, diabetes y otros factores de riesgo cardiometabólicos como una elevada presión sanguínea y niveles elevados de triglicéridos. Incluso, hay estudios que identifican estos compuestos como neurotóxicos, afectando  a la expresión de los genes y las proteínas del hipotálamo y modificando la expresión de los neurotransmisores.

Los ftalatos pueden transferirse a la piel al aplicarse cosméticos que los contienen. ©Matthew Tkocz

Dónde se encuentran los ftalatos
Los ftalatos están presentes en una variedad de productos, incluyendo desde materiales de construcción, como cañerías de PVC, revestimientos de vinilo para pisos y paredes, adhesivos y pinturas, hasta productos sanitarios. Por ejemplo, los pacientes hospitalizados en unidades de cuidados intensivos están expuestos a altas dosis de ftalatos que se filtran de los tubos intravenosos y las bolsas de sangre (Endocrine Society, 2020). También se encuentran en los envases de alimentos y botellas plásticas, envoltorios de comida para llevar (packaging) e innumerables juguetes infantiles, especialmente los fabricados con plásticos flexibles también son fuente de estos químicos.
Se suman, además, una variedad de productos de uso diario, tales como perfumes, cremas, esmaltes de uñas, sprays para el cabello, jabones y lociones. En este caso, los ftalatos aportan flexibilidad, conservan el color y aroma de los productos; y evitan que los esmaltes de uñas se agrieten. En champús se utilizan como agente gelificantes; en lacas y acondicionadores para el cabello ayudan a suavizar y lubricar, mejoran la absorción, aumentan la capacidad de esparcirse y ayudan a que la fragancia dure más.
Regulación
A pesar de los crecientes estudios sobre la toxicidad de los ftalatos, en Chile aún no existe una regulación específica para restringir su uso. El Decreto S114 del año 2005 del Ministerio de Salud (MINSAL), que regula la seguridad de los juguetes infantiles, por ejemplo, sólo establece límites para metales pesados, sin considerar la presencia de ftalatos.
A pesar de que muchos países han implementado leyes y políticas para limitar el uso de estos químicos, estas regulaciones no están unificadas ni parecen adecuadas, ya que los estudios sugieren que las poblaciones más vulnerables –infancias y mujeres embarazadas– se ven constantemente expuestas. En la Unión Europea se han implementado regulaciones desde 1999 para restringir el uso de ftalatos en productos infantiles y artículos de cuidado para bebés. Hoy, hay cierto tipo de ftalatos (DEHP, BBP, DBP y DIBP) que no están permitidos en juguetes y artículos de puericultura por encima del 0,1 % en peso . Además, hay algunos severamente restringidos en materiales en contacto con alimentos y en productos cosméticos. En EEUU, por otra parte, no existe una prohibición formal de su uso en cosméticos, pero los ftalatos están limitados en su mayoría en materiales con los que se tratan alimentos (Monti et al, 2022).

Los ftalaltos están presentes en todos los plásticos. Evita alimentos con empaque. ©Oren Elbaz
Para evitar el consumo de ftalatos, prefiere alimentos frescos ©Nrd

Cómo reducir la exposición a los ftalatos
Dado que la regulación en Chile y, en general, en todo el mundo, es insuficiente, es importante que cada persona tome medidas de precaución para minimizar su exposición a estos compuestos. Algunas recomendaciones clave, en el caso de la alimentación son: evitar el uso de plásticos en la cocina y almacenar alimentos en vidrio en lugar de plástico, no calentar alimentos en envases plásticos, ya que el calor acelera la liberación de ftalatos, por lo que se recomienda evitar el microondas y el lavavajillas para estos recipientes. Además, se aconseja consumir alimentos frescos y optar por productos sin empaques.
En productos de cuidado personal es aconsejable preferir siempre cosméticos naturales. Se recomienda revisar las etiquetas y evitar productos que contengan “fragancia”, “esencia”  o “aroma”, términos bajo los cuales pueden ocultarse los ftalatos. Se sugiere optar por productos libres de fragancia o libres de ftalatos. Utiliza marcas de esmaltes de uñas que anuncien «Sin ftalato de dibutilo» o «sin DBP». Actualmente, existen Apps que orientan sobre los ingredientes de un producto cosmético e informan si estos son inocuos o no (como Scan4Chem o EWG’s Skin Deep, por ejemplo).
En el caso de los artículos del hogar, se debe considerar que algunos tipos de piso, persianas, duchas, cortinas de baño, productos electrónicos y otros productos de PVC pueden ser una fuente de ftalatos. Lo mismo ocurre con los productos de limpieza perfumados, los detergentes para la ropa y los ambientadores sintéticos. Se recomienda sustituir todos los productos de PVC por algodón, bambú o polietileno acetato de vinilo (PEVA). En los productos de limpieza y lavandería priorizar aquellos que indiquen «sin fragancias». En cuanto a los juguetes, optar siempre por los de madera o materiales sin ftalatos. Algunos ftalatos comunes a evitar incluyen: Bis(2-etilhexil) ftalato (DEHP), Butilbencil ftalato (BBP), Di(n-butil) ftalato (DBP), Diisononil ftalato (DINP), Diisodecil ftalato (DIDP), Di(n-octil) ftalato (DNOP).

Se recomienda sustituir los envases plásticos por vidrio. ©Sam Harrons

Pilares de cuidado: conocimiento y prevención
La exposición a los ftalatos es una amenaza silenciosa para la salud pública, un problema que, en Chile y el mundo, aún carece de regulaciones suficientemente estrictas para limitar su presencia en productos de uso cotidiano. Estas sustancias, utilizadas en plásticos, cosméticos y productos de limpieza, se filtran en nuestro entorno sin que muchas veces seamos conscientes de sus efectos. Ante esta falta de regulación, el conocimiento y la prevención se convierten en nuestras mejores herramientas. Informarnos sobre los ingredientes de los productos que utilizamos, leer etiquetas con ojo crítico y optar por alternativas libres de ftalatos no solo protege nuestra salud y la de nuestras familias, sino que también envía un mensaje claro a la industria sobre la necesidad de un cambio.
Sin embargo, la responsabilidad no puede recaer únicamente en el consumidor. Es imperativo exigir políticas más estrictas y una mayor transparencia en el mercado para proteger a la población y al medio ambiente de estos contaminantes invisibles, pero peligrosos. La regulación de los ftalatos no es solo una cuestión técnica, sino un asunto de justicia ambiental y sanitaria que debe ser abordado con urgencia.
«Informarnos sobre los ingredientes de los productos que utilizamos, leer etiquetas con ojo crítico y optar por alternativas libres de ftalatos no solo protege nuestra salud y la de nuestras familias, sino que también envía un mensaje claro a la industria sobre la necesidad de un cambio».

Referencias:
Aliaga, S. (2023). “Las recomendaciones para una compra de juguetes segura en Navidad”. Facultad de Ciencias Químicas y Farmaceúticas, Universidad de Chile.
Decreto S114, 2005, del MINSAL: https://www.bcn.cl/leychile/navegar?idNorma=239261
De Prada, Carlos. ; Romano, D. (2016). “Los ftalatos. Un problema de salud pública que debe ser abordado con urgencia para proteger a mujeres embarazadas y niños. Una propuesta política”. Fundación Vivo Sano.
Flaws, J., et al. (2020). Plásticos, salud y perturbadores endocrinos. Guía sobre sustancias químicas perturbadoras del sistema endocrino y plásticos para organizaciones de interés público y formuladores de políticas. Endocrine Society. https://www.endocrine.org/-/media/endocrine/files/topics/edc_guide_2020_v1_6hqes.pdf
Messerlian, C; et al. (2016). “Urinary Concentrations of Phthalate Metabolites and Pregnancy Loss Among Women Conceiving with Medically Assisted Reproduction”. Epidemiology 27(6):p 879-888. https://journals.lww.com/epidem/Citation/2016/11000/Urinary_Concentrations_of_Phthalate_Metabolites.15.aspx
Monti M, et al. (2022). “A review of European and international phthalates regulation: focus on daily use products: Marco Monti”. Eur J Public Health. 25;32. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC9594424/
Romero-Franco M. et al. (2011). Personal care product use and urinary levels of phthalate metabolites in Mexican women. Environ Int. 37(5):867-71. https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0160412011000456?via%3Dihub
Fuente: Revista Endémico - https://endemico.org/ftalatos-enemigos-invisibles/ Imagen de portada:
Los ftalatos son el tipo de plastificantes más versátiles, y, por esta razón, se encuentran en una variedad de productos de uso cotidiano. ©Jas Min

Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué