Camino a Gilead: Milei y “El cuento de la criada”
El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale) es una novela distópica (adaptada a formato serie disponible en plataformas) escrita por Margaret Atwood, publicada en 1985. La historia se desarrolla en un futuro distante, en una sociedad conocida como la República de Gilead (que antes fuera Estados Unidos), un régimen totalitario gobernado por una teocracia ultraconservadora en la que las mujeres han perdido todos sus derechos y libertades. La sociedad de Gilead se divide en castas basadas en roles de género —según el sexo biológico—, donde las mujeres están reducidas a ser esposas, amas de casa, criadas o encargadas del trabajo doméstico. Aunque es una obra de ficción, su representación de un régimen totalitario, sus dinámicas de poder, sus paralelismos con debates y conflictos contemporáneos, y el uso de restricciones y políticas que recuerdan a regímenes que sí existieron hacen que resulte inquietantemente verosímil.
Por Santiago Bereciartua
Por eso, El cuento de la criada interpela al mundo actual, en el que un neofascismo va adquiriendo cuotas de poder preocupantes y nos plantea importantes cuestionamientos sobre la libertad, la identidad y el poder en nuestras sociedades. Tracemos paralelismos entre la novela y nuestro presente, analicemos los elementos estructurales en común para ver si hay conexión entre la novela como expresión arquetípica de una práctica social fascista y lo que vivimos actualmente y aprendamos —por qué no— de la ficción como alguna forma de oráculo.
Legitimación del régimen
La ultraderecha germina sobre un revoltijo de pánicos, inseguridades e incertidumbres sociales. En medio de esta deriva y la incapacidad de imaginar el futuro, la ultraderecha plantea una solución rupturista y reaccionaria que otorga esperanza. En nuestro país, la pobreza, el no llegar a fin de mes teniendo trabajo registrado y la inflación desbordada abonaron un terreno fértil para la irrupción de la extrema derecha. Esto se combina con un perverso efecto polarizante proveniente de las redes sociales que busca legitimar al régimen.
Así, la extrema derecha se presenta como antisistema, proclamándose ser todo aquello “en contra” de lo que nos trajo hasta aquí (el “wokismo”). Milei ganó por un voto protesta no derivado de un partido fascista apoyado por hordas de seguidores al estilo Micky Vainilla.
Eligió a los partidos políticos tradicionales como enemigos y los metió dentro de una gran bolsa de “casta” donde también desechó a las disidencias, al sindicalismo, a los jubilados, legisladores, prensa y todo aquel que le supone un “gasto” al Estado o una confrontación con los supuestos valores libertarios y conservadores (no huérfano de múltiples contradicciones). Aquel que levante la mano siquiera para preguntar, será metido en la bolsa, junto a todo lo que no pueda manejar a piacere.
Asimismo, va justificando el régimen a través de doctrinas nacionalistas (limpiando el nombre de las fuerzas armadas y rememorando la teoría de los dos demonios), militaristas (guerra contra el delito y el terrorismo), religiosas (misticismo, “fuerzas del cielo”) y económicas (liberalismo a ultranza contra el “sistema corrupto y empobrecedor”), lo que le permite volverse cada vez más autoritario según vaya sumando poder.
Pero esta ultraderecha no logró ganar la calle aún y parece estar sobre sobrerrepresentada en el mundo virtual. Consiguió contagiar el “enfado ideológico” e incluso constituir una “ideología de siervo” que descarga su odio hacia abajo en la pirámide social, pero todavía les falta alguna otra motivación material —más allá de la crisis económica— para lograr una agitación social que termine por justificar un régimen totalitario. Por eso, Milei insiste en que para lograr la sostenibilidad de su plan económico es determinante la batalla cultural, pues necesita que “la mayoría” esté convencida para bancar lo que venga.
El cuento de la criada tuvo como “motivo material” una catástrofe ambiental que provocó infertilidad masiva, lo que generó una crisis ecológica y el descenso de la natalidad, que propagó pánico en la sociedad y produjo una crisis nacional que justificó políticas extremas para “preservar la raza humana”.
No existe en este tema una “linealidad” —por ahora— entre nuestro presente y la novela. A priori de cualquier catástrofe ambiental, nuestro Presidente Milei es negacionista del cambio climático, pero quizás aprovecharía la ocasión. En este sentido, ya introdujo en su discurso en Davos que la filosofía “woke” es promotora “de la agenda sanguinaria y asesina del aborto, diseñado como mecanismo de control poblacional”. Y manifestó: “De hecho, esto ha sido ya adoptado al extremo que hoy en el planeta se está empezando a convertir en un problema la tasa de crecimiento de la población”. Va plantando la semilla…
En la novela, antes del “golpe” ya existía un fuerte movimiento ultraconservador con influencia política que aprovecha la crisis para tomar el poder y justifica su régimen como forma de restaurar el orden moral. En nuestro caso, ese movimiento estaba agazapado, esperando al acecho, y despertó tras ganar las elecciones. El discurso homofóbico del Presidente en Davos se emitió en clave de restauración del “orden moral” para promover el retroceso de derechos de las disidencias.
En la novela se suspendió la Constitución de Estados Unidos bajo el pretexto de seguridad nacional, luego se eliminaron derechos y se reprimió a la población. Aquí se agrede permanentemente al Poder Legislativo, se eliminan derechos, se reprime a la población y, bajo el pretexto de la seguridad nacional, ya empezamos a escuchar a voceros oficiales decir, por ejemplo, que necesitamos un “toque de queda” por la inseguridad en la provincia de Buenos Aires, cuando esta tiene una tasa de homicidios baja para el contexto latinoamericano.
Manipulación de las emociones
Las ultraderechas apelan a las emociones. Convocan a la gente a partir de sus miedos e inseguridades. Milei apunta adonde se debe depositar la rabia social y dispara. El odio es crucial para la derecha extrema; es su plan político. Se recurre al odio para polarizar las sociedades hasta destruir la convivencia democrática y el pluralismo, para inviabilizar el debate público. Y si una comunidad se divide profundamente por el odio político, está destinada a perecer. Por eso, desde el discurso oficial irradian odio y lo utilizan para fabricar otredades en donde se reflejen sus votantes para reafirmar su pertenencia al movimiento, otredades responsables de “nuestro sufrimiento”, culpables de todos los males como mecanismo de fortalecimiento social y cultural. Si no hay un otro “malo”, nos tenemos que hacer cargo de lo que somos.
La extrema derecha anuncia la violencia como forma de resolución del conflicto social, apelando al carácter simbólico de la violencia estatal como forma de alimentar al Leviatán y al sentimiento de seguridad/autoridad. La búsqueda de la seguridad a cualquier precio corroe los lazos de confianza y nos vuelve propensos a los absolutismos. La extrema derecha necesita que nos veamos como enemigos potenciales entre nosotros para requerir un Estado fuerte y represor que nos proteja.
De esta forma, van por los derechos individuales, porque son barreras que protegen la verdadera libertad, por ejemplo la de los integrantes del colectivo LGTBIQ+ a contraer matrimonio, a tener un DNI que no los encasille, a adoptar, etc. La antesala fue Davos, y si tienen las mayorías legislativas… a agarrarse.
En La doctrina del shock de Naomi Klein, la escritora documenta el desarrollo de una violencia sistémica generada para minar la capacidad de resistencia de la ciudadanía frente a los desmanes del capitalismo. Estudios sociológicos sobre nuestra última dictadura militar enfatizan que el genocidio buscó diezmar al colectivo de trabajadores organizados para arrasar con la resistencia frente a los cambios neoliberales que emprendía la junta militar, desapareciendo, asesinando, promoviendo la delación, con la finalidad de romper los lazos comunitarios de clase.
En la República de Gilead se manipulan las emociones del pueblo a través de la religión, el miedo y la deshumanización. Aparecen ceremonias donde una violación es presentada como un acto sagrado, manipulando la percepción de las criadas y haciéndolas sentir que su sufrimiento tiene un propósito divino.
La “particicución”, en la que las criadas deben ejecutar a un criminal (real o inventado por el régimen), canaliza su ira hacia un objetivo determinado por el Estado y refuerza su control. Los cuerpos colgados en el muro generan terror, pero también normalizan la violencia, haciendo que la población la vea como un castigo justo. Las criadas pierden su identidad, sus nombres y cualquier lazo con el pasado. Se les inculca que su única misión es la reproducción, negándoles cualquier otro sentido de propósito o individualidad.
En nuestro presente podemos ver cómo Milei ha construido la idea de que la Argentina está en una situación de “emergencia total” debido a la “casta política” y al “socialismo”, y utiliza el miedo para justificar medidas extremas. Por ejemplo, el camino hacia una hiperinflación del 17.000% permitió colar un fuerte ajuste y devaluación sin ser resistido por el pueblo como hubiera ocurrido en otra oportunidad. El mensaje de que “sin ajuste, nos convertimos en Venezuela” generó miedo social y facilitó la aceptación de las medidas económicas como un “sacrificio necesario”: en Gilead, el sufrimiento de las criadas también es por el bien de la sociedad. Milei presenta el ajuste económico como un dolor necesario para alcanzar la prosperidad (otorga esperanza), pidiendo paciencia mientras se destruyen estructuras estatales y se recortan derechos laborales y sociales.
Ya en una comparación más lineal en cuanto a la inseguridad, tenemos los dichos del diputado oficialista Espert, que aconsejó “llenar de agujeros” a los delincuentes y colgarlos en la plaza. En Gilead, los opositores son catalogados como traidores.
Por el lado de la aplicación de la doctrina del shock en Gilead, en el entendimiento de que la doctrina sostiene que las élites aprovechan momentos de crisis para imponer políticas extremas que la población no aceptaría en condiciones normales, se utiliza al terrorismo y a la guerra como excusa para instaurar la dictadura. Un atentado contra el Congreso y el asesinato del Presidente son los eventos desencadenantes del régimen totalitario. La población, en estado de shock, acepta restricciones graduales a sus derechos sin resistencia organizada, mientras se destruye la economía y se somete a las mujeres.
Aunque la Argentina no es una dictadura teocrática como Gilead, existen similitudes en el uso del miedo, la división social y la crisis como herramientas de poder, para generar un estado de incertidumbre que permite imponer reformas estructurales sin una resistencia organizada.
Descomposición del orden democrático
La democracia necesita de ciudadanos que se vean como parte de una empresa colectiva, que confíen en que los otros no son una amenaza potencial frente a la que protegerse. Por eso el miedo es una de las emociones más difíciles de conciliar para los sistemas democráticos, y la polarización política produce un daño gravísimo. Como dijimos —con otras palabras—, el malestar con la democracia está en la base del crecimiento de los proyectos de extrema derecha y en la derechización de los partidos políticos.
En la serie, la suspensión de la Constitución y el Congreso creó un vacío de poder que se rellenó con la declaración de una ley marcial que prometió ser temporal, pero nunca se levantó. Hoy vemos que las democracias no mueren en un día, sino sigilosamente; se las vacía con cada medida: avasallamiento de los otros poderes, evitando el pluralismo de voces, etc.
Pedagogía de la criada
No traigo una solución mágica o final feliz porque la temporada final de la serie no se estrenó. Pero en el camino va dejando enseñanzas.
A continuación esbozo una especie de conclusión esperanzadora a partir de concatenar las 14 frases más emblemáticas de la serie según el portal Bookey (entrecomilladas dentro del texto).
“Ninguna forma de gobierno es perfecta, pero algunas son mucho peores que otras”. El autoritarismo es indeseable, y hacia allí marchamos como ganado al matadero. No podemos olvidar que la Argentina lo sufrió, por eso no podemos permitir que se resignifique y se lave la cara de lo que fue un genocidio, para reivindicar así a las fuerzas armadas y su intervención en la seguridad interna. “Si no se recuerda el pasado, ¿cómo se puede aprender de él?” No podemos cerrar los ojos ante lo que ocurre, “porque la ceguera voluntaria sólo perpetúa la injusticia”, porque “ser testigo de la injusticia sin hacer nada es ser cómplice de esa injusticia” y porque “el poder corrompe cuando no hay control ni responsabilidad”.
Juegan con nosotros, nos imponen agenda, manipulan nuestros sentimientos, nos hacen odiar, nos dividen y cortan nuestros lazos comunitarios, pero en esta partida de ajedrez opresión-resistencia nosotros también movemos fichas, resistimos y contraatacamos. En esta partida se juega la democracia, y “las luchas por el poder a menudo terminan con la pérdida de la humanidad”. Así que a no subestimar la importancia de actuar en el presente. “No importa cuán oscuro sea el mundo, siempre hay una chispa de esperanza”.
Sus movimientos pueden resultar fallidos y ese es el momento de contraatacar. Tras el discurso homofóbico en Davos, una gran marea humana salió a defender la libertad del colectivo LGTBIQ+; porque “la felicidad no se puede encontrar en la opresión de otros”; porque “el amor y la compasión son poderosas armas contra el odio y la opresión”; porque cuanto más libres somos, más difícil es encontrar el odio; porque “la verdadera libertad sólo puede existir cuando las voces de todos son escuchadas”; porque “la libertad, como cualquier otra cosa buena en la vida, debe ser luchada”.
“Una vez mi madre me dijo que lo peor que puedes hacer por alguien es dejarlo sin opción”. Y eso fue lo que se hizo Milei con el movimiento LGTBIQ+, porque al closet no se vuelve más. Acompañemos al colectivo. “Las ideas y los ideales pueden cambiar el mundo, si están respaldados por acciones valientes”.
“La paz puede ser ilusoria, pero siempre vale la pena luchar por ella”.
Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/camino-a-gilead/