Chile: Por la defensa y recuperación del agua ante la depredación y neoliberalismo


La mayor parte de los derechos de aguas en Chile está en manos de privados de forma gratuita y a perpetuidad. El Código que norma el uso de los recursos hídricos permite que se regulen de acuerdo al mercado y la Constitución consagra al agua como un bien privado, condición que demuestra su absoluta perversidad.
Este marco regulatorio ha permitido que diversas actividades de la mega industria se desplacen a diversos territorios e intervengan recursos hídricos ya sea succionando este vital elemento o bien contaminándolo y ante este escenario, diversas expresiones sociales se manifiestan para exigir su defensa y recuperación de este vital elemento.
Diversas organizaciones y expresiones sociales en Chile relacionadas al medio ambiente, derechos humanos, estudiantil, comunicación, feminismo, diversidad y artístico, entre otras, con una perspectiva y participación de Pueblos, vienen promoviendo la campaña “Por la defensa y recuperación del Agua”.
La iniciativa que comenzó este Viernes 22 de Marzo en el marco del día internacional del agua, busca crear conciencia y sensibilizar a la opinión pública sobre la crítica situación que está atravesando este vital elemento de bien colectivo a causa de la explotación, contaminación y apropiaciones indebidas, cuyas consecuencias afectan transversalmente a la sociedad en los diversos territorios rurales del País, como también, en las propias ciudades.
El 22 de abril del 2013 se realizará una amplia manifestación en Santiago con representaciones de todo Chile que exigirán el respeto y garantía al derecho humano al agua y una transformación del actual sistema normativo para que se resguarden los derechos colectivos.
Cabe mencionar que la mayor parte de los derechos de aguas en Chile está en manos de privados de forma gratuita y a perpetuidad. El Código que norma el uso de los recursos hídricos permite que se regulen de acuerdo al mercado y la Constitución consagra al agua como un bien privado.
APUNTES SOBRE LA SITAUCIÓN CRÍTICA DEL AGUA EN CHILE
El aspecto más crítico del Código de Aguas de 1981 es que define el agua como “un bien nacional de uso público”, pero al mismo tiempo como un “bien económico, autorizando la privatización del agua a través de la concesión de derechos en forma gratuita y a perpetuidad, no fijando límites a dicha concesión”. Es aquí donde está el problema, ya que deja entre dicho el uso público dejando el espacio para su usufructo privado lo que ha derivado a diversos mega proyectos, especulaciones y palos blancos que han causado estragos a territorios y al agua.
Es el caso de la industria forestal y de celulosa, que en el centro sur de Chile tienen más de 3 millones de hectáreas de monocultivos de plantaciones de pino y eucaliptus y que pretende duplicarse, que actúan como verdaderas bombas de agua succionando millones de litros diariamente y reemplazando tierras agrícolas, frutícolas, bosque nativos; Espacios fundamentales para la vida, la soberanía alimentaria y el desarrollo de la vida rural.
Las localidades forestales entre el Bio Bio y la Araucanía, a pesar de las abultadas utilidades que perciben las compañías, son lugares donde se concentran los mayores niveles de pobreza. Asimismo, pueblos que son centros medulares de la actividad forestal prácticamente son poblados “fantasmas” y donde existe un notable aumento emigratorio, coincidiendo los lugares de mayor sequía a causa de la crisis hídrica, los mayores índices de crisis sociales y el desplazamiento progresivo de población.
Asimismo, decenas de proyectos se emplazan en las zonas cordilleranas buscando captar e intervenir fuentes de agua, tal es el caso de la industria salmonera con múltiples pisciculturas; O bien de corte energética como diversas centrales hidroeléctricas y de geotermia; o la propia expansión de la industria forestal.
A esto se suma la privatización de servicios básicos de agua y alcantarillado con empresas que solo buscan lucro, generando fuertes aumentos de costos en las zonas urbanas y contaminaciones en sectores rurales vulnerables. Lo mismo con descontrolados vertederos en las diversas comunas que contaminan las aguas necesarias para la agricultura y la vida.
Para graficar la situación crítica en la región de la Araucanía, a modo de ejemplo, entre enero y febrero del 2012, fueron más unas 46.000 personas de zonas rurales las afectadas por la falta de agua y con serios trastornos a su agricultura de subsistencia , hechos que llevaron a establecer un decreto de emergencia agrícola a finales, siendo las mujeres y niños y niñas las más afectadas por estas situaciones. Situación similar se vivió en el Bio Bio.
La industria minera utiliza millones de litros de agua diaria sin restitución. El enorme consumo de agua que requiere la actividad minera reduce la napa freática del lugar, llegando a secar pozos de agua y manantiales. El agua termina contaminada por el drenaje ácido, es decir la exposición al aire y al agua de los ácidos que se forman en ciertos tipos de mena -especialmente las sulfúricas- como resultado de la actividad minera, los que a su vez reaccionan con otros minerales expuestos. Se genera así un vertido autoperpetuado de material tóxico ácido que puede continuar durante cientos o incluso miles de años. Por otro lado, las pequeñas partículas de metales pesados que con el tiempo pueden separarse de los residuos, se diseminan con el viento depositándose en el suelo y los lechos de los cursos de agua e integrándose lentamente en los tejidos de organismos vivos como los peces. A su vez, productos químicos peligrosos utilizados en las distintas fases de procesamiento de los metales, como cianuro, ácidos concentrados y compuestos alcalinos, es común que terminen, de una forma u otra, en el sistema de drenaje, mientras se destruyen toneladas y toneladas de roca para producir por ejemplo “un anillo de oro”. La alteración y contaminación del ciclo hidrológico tiene efectos colaterales muy graves que afectan a los ecosistemas circundantes, especialmente agravada a los ecosistemas y a las personas.
Por su parte, la industria de la carne en Chile, de acuerdo a datos globales de organismos internacionales como ONU – FAO, señalan que para producir un kilo de carne de vacuno se requieren 15.000 litros de agua y la de 1 kilo de carne de pollo unos 3.500 litros. La producción de carne vacuna y avícola representa un gasto escandaloso de agua comparada con la producción de vegetales o cereales (ejemplo: 1 kg.de papas se necesitan 500 lt.de agua y 900 lt.para 1 kg.de trigo).
Los derechos de agua en Chile y la distribución mundial del vital elemento
La mercantilización de las aguas en Chile es extrema, de profundo corte neoliberalismo, sin ningún resguardo al uso público como bienes y derechos colectivos y como un ejemplo de lo que ha venido ocurriendo en estos últimos años, el panorama es el siguiente: -Más del 90% de las empresas sanitarias en manos privadas y transnacionales al año 2004; -81% del uso no consuntivo de agua en manos de ENDESA- España; El sistema tarifario del agua en Chile es el más caro de la región, según cifras de CEPAL (2003); Pérdida de control público y gobernabilidad; El 90% de los derechos de aprovechamiento de aguas consuntivas (no devuelven un caudal al río), en el norte, se encuentra en manos de empresas mineras y agroexportadoras; Y, prácticamente el 100% de los derechos de aprovechamiento de aguas no consuntivos (devuelven un caudal al río) se encuentra en manos de transnacionales como ENDESA (80 %).
Un dato que no es menor ya que Chile no es una isla, que del total del recurso hídrico existente en el planeta, el 97 por ciento corresponde a agua salada y sólo un 3 por ciento a dulce, sin embargo, sólo un 1 por ciento está disponible para los ecosistemas y el consumo humano y animal. El 2 por ciento restante está congelado en glaciares y Polos. El 20 por ciento de la población mundial carece del agua necesaria para una vida sana y se espera que para el 2025 esta situación afecte a un 30 por ciento de los seres humanos. Hoy, 5 millones de personas mueren al año por enfermedades asociadas a aguas contaminadas.
Mapuexpress - Imagenes: kaosenlared.net - coordinadora-norte.blogspot.com - Fuente: elciudadano.cl
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El agua: entre el mercado y el interés público
Por González Llaguno
Se ha mencionado en más una oportunidad no sólo que el agua es el oro del siglo XXI, sino también que las guerras del futuro tendrán como origen el control de este vital elemento. Se trata, por tanto, de un recurso estratégico fundamental para el planeta y sus habitantes. ¿De dónde proviene esta magna relevancia?
La respuesta es muy simple: sin agua no hay vida. Es tal su relevancia para la vida, que datos de la OMS muestran que más de dos millones de seres humanos mueren al año por causas asociadas a la “falta de agua” y a su contaminación. Se estima, que hoy el 20% de la humanidad padece “escasez hídrica” y que aumentará al 30% hacia el 2025.
Estas últimas semanas hemos visto cómo distintas comunas de la Región Metropolitana se han visto afectadas por problemas en el suministro de este vital elemento. Este hecho, no sólo genera alarma, preocupación y debate, sino también nos enfrenta a uno de los problemas más relevantes de los próximos años en materia de seguridad pública: la escasez de agua.
Si ampliamos la visión y salimos de esta coyuntura “de cortes temporales de agua” –derivados de la falta de inversión en infraestructura y de la mercantilización del recurso-, nos encontramos frente a un hecho más complejo a nivel país. En efecto, en Chile hay muchos más escenarios críticos en los que la falta de agua se convierte en un problema político de resolución pública. De hecho, en los últimos meses hemos visto cómo la “crisis hídrica” del Norte del país ha golpeado con mucha fuerza el desempeño normal de las actividades humanas y productivas de la zona. Es más, la falta de agua genera condiciones para tener crisis energética y escasez de electricidad.
El problema humano que genera un escenario de “escasez hídrica” no sólo tiene que ver con el abastecimiento para el consumo diario de los habitantes, sino también con las actividades productivas –agrícolas, industriales, mineras y energéticas- del país. Mientras el primer caso se relaciona con la sobrevivencia y la salud de los seres vivos, el segundo, con el desarrollo, el crecimiento y el progreso. Esto último, es lo que más le preocupa a los que hacen apología de “la libertad de elegir”.
Las cifras muestran que sólo el 8% del consumo de agua disponible se destina para uso humano y doméstico. En Chile, el consumo promedio de agua es de 190 litros diarios por persona, superior, a las recomendaciones de la Unesco que no deben superar los 100 litros por día, y muy superiores, a las recomendaciones de la OMS que es de 50 litros.
Si el consumo diario lo consideramos estrictamente en “beber agua” la cifra oscila en torno a los dos litros por día. Esta última cifra, se ve aumentada cuando observamos que en promedio una ducha consume 20 litros de agua por minuto, tirar la cadena del WC 10 litros, en lavar un auto 400 litros y en usar una lavadora 300 litros por carga. De este modo, llegamos a la cifra anteriormente indicada.
Las diferencias son abrumadoras entre las distintas zonas y comunas del país. En efecto, una persona de una comuna del sector alto de Santiago consume en torno a los 1.100 litros por día; al contrario, hay sectores en que ese consumo baja a los once litros.
Son cifras, no obstante, muy inferiores a las que necesitan los procesos productivos para generar los millones de objetos y bienes que usamos a diario para configurar el orden moderno del cual formamos parte. El “bazar del mundo” y el prometido bienestar así lo exigen. De este modo vemos que una manzana ha sido posible luego de 70 litros de agua consumida; un litro de cerveza consume 300 litros de agua, un litro de leche mil litros, un kilo de vacuno, consume 15.000 litros, una hamburguesa 2.400 litros, un litro de Coca Cola 200 litros de agua y un kilo de oro requiere de 700 mil litros de agua. Datos del 2004 muestran que Coca Cola usó 283 mil millones de litros de agua para producir la felicidad que promete. La presión productiva, por tanto, es muy fuerte. El agua, por tanto, no sólo hace posible la vida como actividad bio-química, sino también como construcción histórica. Todo requiere agua, para ser posible.
¿Cómo equilibrar ambas demandas; la necesaria para vivir y la necesaria para producir? Es una pregunta política que el país no ha logrado resolver desde la perspectiva de la “seguridad hídrica”. En rigor, el Chile neoliberal ha privilegiado la segunda alternativa; es decir, ha optado por entender el uso y consumo del agua desde un horizonte productivista y desde la ganancia rápida. Las cifras muestran que las grandes presiones para el uso del agua provienen de la actividad agrícola y la minera.
En nuestro país el agua es un “bien de uso público” de explotación económica que se ha privatizado en forma encubierta. Sin embargo, este modelo también ha entrado en crisis y las actividades productivas se ven amenazadas por la escasez de un recurso vital que no se puede inventar, crear ni producir. Del mismo modo, el modo privado de las sanitarias también manifiesta grietas que exigen un retorno a su control público.
El agua como recurso natural renovable no puede administrarse desde la lógica privada de la ganancia mercantil. El agua no es ni debe ser una mercancía. El agua es un derecho humano.
Para entender la problemática del agua y sus efectos socio-políticos hay que partir del hecho de que el agua forma un ciclo que se repite no sólo desde hace millones de años, sino también que oferta o pone a disposición de la humanidad la misma cantidad de agua: No hay más agua que la que tenemos y seguiremos teniendo. La oferta, por tanto, es constante y la demanda se expande de modo permanente. Aquí, una fuente de conflictos.
Chile es un lugar en el que el agua es abundante. Aquí la paradoja: ¿Por qué hay escasez de agua, si nuestro país es una potencia mundial en este recurso fundamental para la vida?
En un primer nivel, la respuesta se encuentra en que no toda el agua existente está en condiciones de ser usada para el consumo. Al mismo tiempo, su disponibilidad se distribuye de manera desigual: de Norte a Sur, se transita de la escasez a la abundancia.
En efecto, el 70% del planeta está constituido por agua; de ese total, sólo el 3% es agua dulce –es decir, apta para el consumo humano-; y de esa cifra, sólo el 1% está disponible para su consumo inmediato. Del agua potencial -equivalente al 3%- el 87,3% corresponde a glaciares y nieve, el 12,3% a aguas subterráneas y el 0,4% a lagos, ríos y atmósfera. En Chile, estas cifras difieren de modo no muy significativo.
Tenemos mucha agua. Somos potencia mundial. Pero, no toda la tenemos en condiciones de usar. Mar, ríos, lagos, acuíferos –agua subterránea-, glaciares y lluvia cada vez más escasa es el inventario de las fuentes de agua que disponemos. Aún así, es suficiente para todos. Agua para todos y barata debería ser la consigna y el objetivo.
La escasés, por tanto, no sólo surge de la presión productiva con objetivos mercantiles –ganar mucho a bajo costo-, sino también por los bajos niveles de conciencia colectiva que hay en torno a su uso. Revertir esta situación, implica, en primer lugar, asegurar el derecho constitucional del recurso y transitar del agua como mercancía al agua como derecho.
La élite local está al debe en estas materias. De hecho, ¿qué dijeron cuando la Foreing Office le regaló a la reina Isabel 271.000 kilómetros cuadrados del territorio antártico que hoy es de soberanía chileno-argentina?; ¿acaso, creyeron que era una broma?

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