Fukushima-Sendai: Reactivación de reactores, construcción de riesgos y tiranía nuclear





El 14 de agosto pasado, el gobierno japonés incumplió su promesa de mantener apagadas las plantas nucleares y reactivó los reactores I y II de Kyushu, Sendai. La reapertura es una calamidad. De acuerdo a reciente estudio de la Universidad de Princeton la industria nuclear japonesa presenta errores de diseño, normas insuficientes y planes de emergencia ineficaces. El día 6 de agosto, durante la conmemoración del septuagésimo aniversario de Hiroshima, Yukio Yoshioka, dirigente de la Alianza de Organizaciones de Hibakushas, exigió a Shinzo Abe detener las reformas constitucionales que autorizarán a Japón a participar en tareas militares en el extranjero: es imperdonable, señaló, atentar contra el derecho de las víctimas a vivir en paz. En un sentido similar, la reactivación de la planta nuclear de Sendai, significa una burla para los nuevos Hibakushas, aquellas 30 mil personas, avecindadas cerca de Fukushima, sobrevivientes de la fuga radioactiva que alcanzó las costas de California y actualmente muy preocupadas por el reinicio de las plantas nucleares.
El accidente de Fukushima era evitable
Recientes estudios sobre el accidente en las plantas Daichi y Daini, de Fukushima muestran éste pudo haberse evitado, pues, fue la culminación de una larga lista de decisiones políticas y tecnológicas, que ensamblaron paso a paso el infausto accidente industrial. Los reactores instalados en Japón y exportados a otras naciones, por las empresas japonesas Toshiba y Hitachi y las estadounidenses General Electric y Westinghouse, ya habían mostrado antes severos problemas. El 16 de julio de 2006, un sismo de 6.1 grados, sacudió la planta nuclear Kashiwazaki-Kariwa y provocó algunas fugas de radiación. La empresa advirtió la fuga de radioactividad a las 12:50 pm, pero informó al público hasta las 8:28 p.m. Un peritaje posterior estableció que las autoridades y las empresas de la industria nuclear japonesa habían incumplido los estándares de seguridad, y que éstos últimos eran insuficientes. Ashwin Kumar y V. Ramana afirman en “Nuclear Safety Lessons from Japanese Summer Earthquake” (The Boletín de los científicos atómicos dic/06) que el movimiento telúrico, en Kashiwazaki-Kariwa, fue dos veces y medio mayor, al máximo accidente posible previsto por la empresa Tokio Electrical Power Company. Si se hubieran atendido las recomendaciones desde entonces, el posterior accidente de Fukushima hubiera sido menos grave.
Los héroes durmieron en el suelo
El 11 de marzo de 2011 las televisoras de todos los continentes informaron que aproximadamente 30 mil japoneses deberían permanecer enclaustrados en sus hogares durante varias semanas debido a los niveles de radiación, en el aire y en el agua, presentes en su vecindario. Los nuevos hibakushas describieron su angustiosa experiencia mediante diarios publicados en facebook. En los días posteriores al accidente, la empresa TEPCO ofreció altos sueldos a sus trabajadores para que realizaran misiones suicidas destinadas a extinguir el incendio y reactivar el sistema de enfriamiento, a otros, los amenazó con rescindirles su contrato. De acuerdo a Fukuda Kyuta, quien desdeñó 5 mil dólares diarios, por ir a la planta, la empresa envió trabajadores de más de cincuenta años a misiones kamikaze, a cambio de sumas astronómicas. Los trabajadores enviados a Fukushima, trabajaron largas jornadas, comieron y durmieron cerca de los reactores, en zonas donde los lectores de radiación, marcaban entre 2 y 6 microsivierts, algo así como tomarse una radiografía dental, cada hora, algunos durmieron en el suelo y muchos de ellos no tenían cobijas.
Tadahiro Katsuta: reabrir las plantas es practicar una ciencia funesta
Para Tadahiro Katsuta, en la reapertura de la planta nucleoeléctrica de Sendai, se priorizó la salud económica de las empresas sobre la seguridad y la salud de las personas (“Why was the Sendai nuclear power plant restarted? The Bulletin of Atomic Scientist 12/agosto/15). Kyushu Electric Companny, la empresa que opera la planta, afirmó Katsuta, exploró otras tecnologías para producir electricidad, por ejemplo, térmicas, pero los costos se duplicaron. El presidente de la empresa se empecinó en reabrir la planta, lo intentó todo para manipular a la opinión pública: disfrazó empleados de ciudadanos y los envió a las audiencias públicas a “enaltecer la energía nuclear”; mandó correos electrónicos falsos a una televisora clamando la reactivación. Al descubrirse sus trucos tuvo que renunciar. La empresa se ha negado a recibir a los vecinos de la planta.
Benedict: La democracia es la kriptonita de la tiranía nuclear
Para Kennette Benedict (“The Road no taken: Can Fukushima Put Us On a Path Toward Nuclear Transparency?” Bulletin of Atomic Scientists, 26/marzo/11) la tragedia industrial de Fukushima genera muchas interrogantes: ¿cuántos reactores nucleares podrían soportar un terremoto de 9 grados?, ¿están las empresas nucleares preparadas para afrontar eventos de esa magnitud, en los ámbitos de la seguridad industrial, la seguridad laboral, la transparencia informativa y el pago de indemnizaciones? ¿qué riesgos ofrecen los reactores a las comunidades locales? En (“The legacy of Hiroshima: Nuclear tyranny or democracy?”, The bulletin of atomic scientist, 08/09/2015), Benedict recuerda que tras Hiroshima creció el temor por la eventual diseminación de información nuclear y se creó un clima de secreto en la industria nuclear civil y militar, esa opacidad afecta hasta la fecha el debate científico, la supervisión democrática y la reflexión ética: la información y la discusión pública son la kriptonita de la tiranía nuclear.
Shinzo Abe desestabiliza Asia y pone en riesgo a la población de Japón. Los ositos Oochan, juguetes en forma de huevo, capaces de erguirse una y otra vez, se han convertido en un emblema de la dignidad de los viejos y los nuevos hibakushas, empeñados -incluso después de la tragedia- en continuar la vida y reconstruir la esperanza.


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