El papel de la naturaleza en los nuevos ‘westerns’, ¿de qué horizonte habla Kevin Costner?

El género cinematográfico blanco y macho por excelencia lleva más tiempo deconstruyéndose del que tuvo como clásico. En su nueva relación con el paisaje se dibuja la posibilidad de una identidad diferente para el viejo vaquero, y con él, para el hombre blanco con la naturaleza que lo rodea.

Jose A Cano

Horizon: An American Saga – Capítulo 1, de Kevin Costner, comienza con un hombre intentando ponerle puertas al campo, y no es una forma de hablar. Un colono de 1859 en el actual valle de San Pedro, Arizona, coloca postes marcando los límites de sus nuevas propiedades, o eso cree él. El primer plano de la película es de un hormiguero sobre el que coloca sin darse cuenta el primer madero. Desde un montículo, dos niños apaches lo observan. «¿Qué hacen?», pregunta uno. «Es un juego», responde el otro, «colocan palos». En unos minutos veremos cómo sus mayores perpetran una masacre entre los colonos, expulsándolos de su territorio.
Está por ver en qué acaba el proyecto de Costner, que quiere rodar cuatro partes, ya ha hipotecado su casa para financiarlas, y de momento no le ha ido muy bien con la primera en taquilla. Aunque su saga de épica crepuscular empiece con apaches en guerra contra el hombre blanco, el director de Bailando con lobos (1990) parece tener interiorizadas las tendencias del western deconstruido al que, entre otras cosas, dio paso él mismo en Hollywood, y los indios terminarán por ser humanizados.
De hecho, el título ya es una característica propia del ‘western revisionista’: el paisaje como personaje. Horizon es el nombre del pueblo ficticio, pero también la marca de la frontera del espacio, físico y simbólico, en el que se mueven los personajes. A la hora y media de metraje, casi a la mitad de la película, lo comenta un militar a otro: el día que ya no haya horizonte ―es decir, en el que Arizona haya sido «civilizada»― no será un buen día ni para ellos ni para los indios.

El poder del perro. Netflix.

«En el western clásico la naturaleza cumplía dos papeles. El primero era contextual, era el sitio donde sucedían los hechos: un valle, un desierto, un desfiladero. El segundo era icónico: el desfiladero es una emboscada, el bosque es la frontera», explica Ruth Gutiérrez, profesora de guion y epistemología de la Universidad de Hawaii y coautora junto a Alberto Fijo Cortes y Gema Pérez Herrera del ensayo El western renacido del siglo XXI (Nipho, 2023), sobre las tendencias de este género cinematográfico en las dos primeras décadas de su tercera centuria de existencia.
«Es tan potente ese efecto simbólico que, en el western postmoderno, los lugares naturales han adquirido un carácter protagónico: es decir, la naturaleza es contemplada y actúa como un personaje más dentro de la historia», añade. Gutiérrez no confía demasiado en la capacidad de revisarse del cineasta estadounidense medio y cree que se debe a «una mirada nostálgica, un homenaje a la belleza que tiene en sí y en lo que ha significado en la construcción de esa nación llamada USA. Es un planteamiento patriótico, sobre todo», como pudiera ser el de Costner.
Nuevos sujetos y nuevos espacios
Aunque se sobreentiende que es un género anticuado, que un día dominó la pantalla mucho más que los superhéroes Marvel de ahora y fue santo y seña de la identidad estadounidense y la ‘venta‘ de la misma al mundo, el western sigue produciendo películas, series, novelas o cómics a puñados anualmente. Lo que destaca en el contenido blanco y macho por excelencia es cómo en las últimas décadas el protagonismo ha ido saltando a otros sujetos.
El Django Unchained (2012) de Quentin Tarantino es un esclavo emancipado ―y el de la serie Django (2023) vuelve a ser blanco, pero vive rodeado de negros, mujeres, mestizos y «degenerados»―. En la miniserie Godless (2017), creada por Scott Frank, seguimos a un pueblo solo habitado por mujeres tras la muerte de la mayoría de los hombres en un accidente en la mina y que protege un sheriff miope. En The English (2022), creada por Hugo Blick, un guía pawnee y una inglesa se enfrentan al vacío de las grandes llanuras como muestra de su vulnerabilidad. Por no mencionar The Power of the Dog (2021), de Jane Campion, con sus vaqueros homosexuales y la enfermedad como metáfora nada sutil de la masculinidad tóxica y la lujuria mal llevada.

Godless. Netflix

«El significado de los grandes espacios del western ha ido evolucionando a la par que el género» comenta el escritor Francisco Serrano, extremeño pero autor de una novela también ambientada en Arizona, En la costa desaparecida (Episkaia, 2020), así como de distopías climática como Hajira (Espikaia, 2019). «Han pasado de simbolizar el Destino Manifiesto, ideología bastante terrible, a representar intentos de convivir de manera más armónica con el entorno, pero también la manera en que el avance de la civilización transforma y destruye casi irremediablemente la naturaleza».
Serrano cree que esa mutación, del espacio natural que el vaquero «domestica» a aquel al que aprende a amoldarse, va en paralelo a «los intentos de encajar una narrativa distinta de lo que fue el encuentro de los colonizadores con las culturas y naciones precolombinas. Yo diría que es la auténtica razón del resurgir del western como narrativa relevante y evita que se quede en un ejercicio nostálgico inofensivo y conservador».
Lo mismo vale para que los vaqueros de Costner aprendan a convivir con los lobos en lugar de exterminarlo a que los de Tarantino sean negros o mujeres: «es otro síntoma de esa modernización, aunque a veces el discurso no sea muy profundo. Demuestra que ya no se pueden seguir contando las mismas historias de idéntica manera, con los mismos protagonistas».
Ruth Gutiérrez advierte que ya John Ford «hace bellísimos retratos del pueblo indio, y lo separa de una comunidad corrupta, aunque retrata por igual sus inmoralidades que las del hombre blanco». Para la experta, hay un cierto eco en las ficciones que «amabilizan al indio» de la «culpabilidad» por la situación de las reservas que aún hoy en día siguen existiendo en el corazón de Estados Unidos y la situación de los nativos americanos. «Las transformaciones que ha sufrido el western en cada período de renacimiento afectan a la perspectiva sobre el origen y la formación de EE. UU., así que es lógico que refleje la revisión de cómo se ha tratado a esos pueblos», añade.

The English. Max.

Más allá del la idea de «buen salvaje»
El imaginario del «buen salvaje» en relación con «lo indio» está tan arraigado que protagonizó uno de los primeros anuncios de corte ecologista de la historia de la televisión. Fue en 1971, el famoso spot de la organización Keep America Beautiful en la que un nativo (interpretado por un actor de origen italiano) llora una solitaria lágrima de impotencia al contemplar como alguien tira una bolsa de basura desde un coche.
El anuncio está considerado un hito del greenwashing, pero lo curioso es como la historiografía reciente tiende a presentar una imagen menos paternalista de la relación entre pueblos originarios y naturaleza. Baste citar dos ensayos, como 1491: Una nueva historia de las Américas antes de Colón, de Charles C. Mann (Taurus, 2006), o Continente indígena. La implacable pugna por Norteamérica, de Pekka Hämäläinen (Desperta Ferro, 2024), en los que estos pueblos y naciones tienen sus formas particulares de relación con el medio, por motivos tanto históricos como culturales propios, no filtrados por el punto de vista ‘europeo’.
En el audiovisual, los dos ejemplos que parecen caminar en otras direcciones son de autores de fuera de Estados Unidos, los mencionados The English ―Blick, director alemán― y El poder del perro ―Campion, directora neozelandesa―. Francisco Serrano, que ha escrito él mismo un western canónico desde España, añade: «la hegemonía cultural estadounidense ha hecho que este mito forme parte también de nuestro imaginario colectivo. Resulta sencillo apropiarse de ello para contar nuestras propias historias, utilizarlo como marco para introducir los temas que nos preocupan ahora, ya sean sociales, ecológicos, etcétera».
La serie de Blick y la película de Campion, ambas con referente literario previo, establecen un paralelo nada sutil entre las enfermedades de transmisión sexual (más o menos) y los pecados del cowboy clásico contra las minorías sobre las que se construyó el mito de la ‘conquista’ del Oeste.
En una, el paisaje vacío hasta donde alcanza la vista es tanto horror como esperanza, la amenaza de la nada junto a la posibilidad de un futuro diferente. En la otra, el bosque como límite y hogar de todo lo que no está domesticado puede ser la misma muerte. En las dos, la conclusión es la misma que la de Costner: el día que no haya horizonte, no será un buen día para ninguno de los que estamos aquí.

Fuente: https://climatica.coop/papel-naturaleza-nuevos-westerns-kevin-costner/ Imagen de portada: 'Horizon: An American Saga', de Kevin Costner, es un ejemplo de la tendencia de 'western deconstruido', que mira con nuevos ojos las relaciones entre 'cowboys' y nativos, o las de todos ellos con su entorno. Foto: New Line Cinema.

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