Expresión






ESCRITO POR FUSIÓN   

Todo ser vivo necesita expresarse. Lo vemos, en forma pura, en la naturaleza. Para los animales y los vegetales, expresarse es sinónimo de vida, de correspondencia con el hecho de estar vivos y, al mismo tiempo, la única forma que poseen de relacionarse para reproducirse, algo que para ellos es vital y lo cumplen de forma automática.
Para la especie humana, sin embargo, expresarse es sinónimo de casi todo, de aquí vale todo. Lo que es natural y sagrado en las demás especies, el ser humano lo convirtió en la primera y principal base de conflicto.
La razón está en que el ser humano posee el don de la palabra y en el hecho de que no consiguió aún, en su largo camino evolutivo, desarrollar el control sobre tan preciado poder y, por consiguiente, darle el correcto uso para que sea un instrumento a favor de la adecuada y necesaria comunicación para fortalecer la unidad dentro de la especie humana.
La palabra sirve para relacionarnos con los demás, para poder penetrar en el mundo interno de los demás y para poder transmitir a los demás nuestro mundo interno. Lógicamente también sirve para mentir, para transmitir falsas impresiones, para hacer daño y para tratar de mostrarnos más “cultos”, más “sabios” y mas atractivos de lo que somos. Claro que al final sólo conseguimos mostrarnos más idiotas aún de lo que en verdad somos.
Como cualidad superior que nos diferencia de las demás especies, la palabra es un símbolo evolutivo, un don divino que está más relacionado con lo que se pretende que seamos que con lo que somos en la actualidad.
Sería hasta cierto punto lógico pensar que el Creador se “equivocó” al concederle al hombre la palabra antes de que este superara ciertos niveles evolutivos. Pero también es cierto que el uso correcto de la palabra facilitó muchos cambios positivos en la historia de la humanidad, aunque parece como si últimamente, en las últimas décadas, entrara en un proceso de degradación paralelo al que está sufriendo la humanidad y el planeta entero. Aunque a lo mejor es así por lógica, porque si se nos concede un don para facilitar la correcta relación entre los humanos y lo usamos en sentido contrario, el que se degrade y nos enfrente es tan sólo una consecuencia.
Lo que es evidente es que la palabra, como vehículo de expresión de los valores internos y eternos, cada día cotiza más a la baja.
Los responsables sociales, políticos, jueces, periodistas, etc. fomentan el uso irrespetuoso, hiriente, agresivo y rastrero de la palabra. Están convencidos que así se les escucha y se les valora mas. Y no van descaminados, porque los programas televisivos de debate, diseñados en esos términos, crecen y se multiplican cada día con el beneplácito de los ciudadanos.
Así, las nuevas generaciones identifican ese tipo de lenguaje con el éxito, lo que implica que cada día sea más difícil entendernos y muchos sólo se comuniquen ya a través de las redes sociales, porque el cara a cara ha fracasado.
¿Se preguntaron alguna vez si lo que nos contaron sobre la Torre de Babel es más un hecho que está por suceder que una historia del pasado?
¿Se dan cuenta que cada día hay más mezcla de lenguajes, de idiomas, de sonidos y resulta mas complicado entenderse?
En realidad, todo parte del mismo punto y todo conduce al mismo punto: la correcta expresión.
Pero para que la expresión sea correcta es imprescindible pensar en los demás, volvemos a la unidad, es decir, expresarnos de forma tal que los demás puedan entender lo que decimos, no dar por hecho que es su obligación entendernos y que si no nos entienden es porque son unos tarados.
El día en que logremos expresarnos sin implicar a los demás en las cosas que nos pasan, habremos dado un paso importante en nuestra evolución.
El día en que comprendamos que al expresarnos, bien o mal, estamos dejando una evidencia muy clara de cómo está nuestro mundo interno, habremos descubierto que en realidad somos transparentes para el ojo de quien sabe leer entre líneas.
Porque, por diseño, somos animales que necesitamos la relación, el contacto, el compartir. Solo que la correcta relación está basada en dar sin pedir, y a través de la expresión, sea de palabra o por otro medio, damos o pedimos.
Si somos lógicos, procuramos hacerlo bien, es decir, convertir nuestra expresión en un dar permanente.
Si somos estúpidos, lo que mas abunda, utilizamos la expresión para pedir comprensión, compasión, lástima, o bien aprecio, reconocimiento, valoración, etc.
En cualquier caso, no nos expresamos para construir “puentes”, para desarrollar “sinapsis”, como hacen nuestras neuronas, para que la electricidad circule y se refuercen los lazos con los demás, no, lo hacemos para tratar de “mostrar” a los demás lo que nos gustaría que viesen en nosotros y que en realidad no poseemos. Es decir, mentimos como bellacos buscando con ello una “satisfacción” personal, falsa e ilusoria.
Sobre tales bases es imposible construir una sociedad que no sea frágil, una relación correcta y duradera, y unos seres humanos fuertes, responsables y preparados para un salto evolutivo.
Si nos fijamos bien, nosotros, los humanos, valoramos a las demás especies por lo que expresan, por lo que son y nos transmiten, limpias, sin engaños.
¿Se nos ha ocurrido pensar que, de la misma forma, estamos siendo evaluados, a través de nuestra expresión, por seres superiores responsables cósmicamente de nuestra evolución?
Si a un pintor se le valora por sus cuadros… ¿No se nos valorará a todos por nuestras expresiones, por nuestras obras, por nuestros actos?
Puede parecer absurdo para muchos, pero este pensamiento tan solo es la expresión de algo que puede ser muy lógico y que, además, no hace daño a nadie, y tampoco nadie puede demostrar que no sea así, porque, sencillamente, no estamos solos en la inmensidad del Cosmos.
Es un ejemplo sencillo de expresión pura que se opone a la complejidad de otros pensamientos malintencionados que se empeñan en hacernos creer que somos lo único inteligente y vivo de la galaxia.
Que lo mediten bien. Δ

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