Japón-Fukushima: Ubicados en el borde de un abismo apocalíptico

Salvador López Arnal
Rebelión

Mariano Rajoy (primer ministro de España) afirmó lo que no puede ser afirmado. Que en Fukushima las cosas están bajo control. No es así. En absoluto.

El contexto, algunas de sus caras, pueden ser descritas más o menos así (tomo pie en Andrea Germanos en un artículo suyo publicado por Common Dreams traducido por G. Leyens para rebelión [1]).
En noviembre de 2013 se deben comenzar a extraer barras de combustible de la central siniestrada. Una operación con consecuencias potencialmente “apocalípticas” comenzará en poco más de dos semanas en el reactor 4 de Fukushima. TEPCO intentará extraer más de 1.300 barras de combustible gastado -contienen el equivalente en radiación de 14.000 bombas de Hiroshima- de un tanque de almacenamiento situado sobre el último piso de ese reactor. Aunque el edificio del 4 no sufrió ninguna fusión, sí hubo una explosión de hidrógeno. Ahora se inclina y hunde. No tiene ninguna capacidad para resistir otro sucedo sísmico.
Bajo circunstancias normales, una operación semejante tardaría poco más de tres meses. TEPCO espera completarla dentro de 2014. Un coro de voces ha estado haciendo sonar la alarma sobre este plan. Nunca se ha realizado en esta escala: se trata de remover las 1.300 barras, las 400 toneladas, los 400.000 kg de combustible gastado. TEPCO, hasta ahora sido responsable de un contratiempo tras el otro, estará a la cabeza de la operación.
Arnie Gundersen, veterano ingeniero nuclear estadounidense, director de Fairewinds Energy Education, advierte: “Van a tener dificultades para extraer una cantidad significativa de barras… Llegar a la conclusión de que todo irá bien es un verdadero salto de lógica... Sospecho que cuando llegue noviembre, diciembre, enero, vamos a oír que el edificio ha sido evacuado, que han quebrado una barra de combustible, que la barra está liberando gas. […] Sospecho que tendremos más gases llevados por aire a medida que tratan de sacar el combustible. Si tiran demasiado fuerte, lo partirán. Pienso que los estantes han sido deformados, el combustible se ha sobrecalentado –la piscina hirvió– y el efecto neto es que es probable que parte del combustible se quedará adentro, por mucho, mucho tiempo.”
La opinión de un tenaz activista antinuclear, Harvey Wasserman, no es diferente: “La piscina podría derrumbarse, lanzando las barras juntas en una pila que podría fisionar y causar una explosión muchas veces peor que en marzo de 2011.”
En su opinión, el descenso de las barras de combustible del reactor 4 podría ser la tarea de ingeniería más peligrosa jamás emprendida. Todo indica que TEPCO “es totalmente incapaz de hacerlo con seguridad, o de informar fiablemente a la comunidad global sobre lo que está sucediendo en realidad” y tampoco hay motivos para creer que el gobierno japonés podría hacerlo mejor. Es opinión generalizada, que “es una tarea que solo debiera ser emprendida por un equipo dedicado de los mejores científicos e ingenieros del mundo, con acceso a todos los fondos que puedan ser necesarios”.
Si la tarea fracasa, las emisiones de radiación podrían obligar a evacuar a todos los pobladores del lugar. “La humanidad sería obligada a contemplar impotentemente mientras miles de millones de curios de radiación letal que lleguen al aire y al océano”.
La suerte de la tierra está en juego señalan algunas voces. Once mil barras de combustible diseminadas por el lugar, un flujo incesante de agua radiactiva que envenena los océanos,... La propia supervivencia de la Humanidad está en juego.
Empero, hay un elemento más –esencial siempre- que no debería olvidarse: los nuevos avatares de nuestro planeta, los nuevos acontecimientos, las nuevas potenciales sacudidas. La Tierra no es un sistema cerrado ni inalterable.
Un terremoto de magnitud 7,6 (la Agencia Meteorológica de Japón habló de magnitud 7,1 y anteriormente había informado de una magnitud de 6,8) se registró a unos 371 km al este de la isla japonesa de Honshu el pasado viernes 25 de octubre, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) [2].
El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico señaló inicialmente que no había amenaza de maremoto. Sin embargo, la agencia nipona emitió una alerta amarilla. Por olas de “un metro que podrían alcanzar la costa de la región de Fukushima en los próximos minutos.”, mucho menores, eso sí, que las que golpearon la planta tras el devastador terremoto de 2011. ¡Menos mal!
La planta de Fukushima, por el momento, no presenta daños. TEPCO, una corporación cada vez menos creíble, ha informado que no se ha producido “daños ni un aumento en los niveles de radiación de las instalaciones tras el fuerte terremoto” [3]. Un portavoz informó que “se ordenó a algunos trabajadores evacuar el lugar tras el terremoto pero que no se produjeron daños o cambios en las lecturas de radiación en la planta”.
El terremoto, por cierto, se sintió hasta en Tokio, unos 230 km al sur de la planta. Ahí seguimos, ahí estamos instalados, al borde del abismo. Y no es, por supuesto, una cuestión local, un asunto de la industria japonesa.
¿Energía, industria, segura, pacífica, barata, eficiente, alternativa, sin contaminación, sin problemas con sus residuos, sin graves peligros, todo bajo control humano, dominada sin riesgos por nuestros grandes saberes científicos y tecnológicos?

Notas:
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=175997
[2] http://lta.reuters.com/articlePrint?articleId=LTASIE99O06N20131025
[3] http://es.reuters.com/article/idESMAE99O04N20131025
IMagen: rebelion.org

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