“La crisis energética se encuentra en el fondo de la actual situación de crisis…” (Segunda parte)

Segunda parte de la entrevista a Urra Urbieta, quien ha publicado numerosos artículos y otras contribuciones académicas, como el libro “Las mentiras de la crisis…”.

“Se observa en prácticamente todo el mundo un recrudecimiento de la lucha de clases…”
Alicia coscollano
 
¿Cómo se soluciona la ecuación crecimiento-medioambiente?
En realidad no existe tal ecuación en términos de contradicción intrínseca. La verdadera contradicción es la relativa a “crecimiento capitalista” versus medioambiente. Esta distinción, entre crecimiento con desarrollo “malo” y desarrollo “bueno” con crecimiento, es crucial, pues abre puertas que todavía nos permiten contemplar una salida “humana” y razonable al actual atolladero.  En la actualidad,  si bien es indiscutible que la solución de la crisis ecológica no es principalmente técnica y requiere una disminución de la producción material, pasa sin embargo por una forma de desarrollo. Por ejemplo, evitar un cambio climático grave necesita la transición hacia un sistema energético y económico basado exclusivamente sobre la puesta en práctica y la mejora de tecnologías de conversión de las fuentes renovables; igualmente, una agricultura orgánica de proximidad, la gestión de un sistema energético renovable y descentralizado, la reforma ecológica de las ciudades y la restauración de los ecosistemas necesitarán de una gran cantidad de mano de obra. En consecuencia, disponemos de una salida “humana” y razonable, pues la población que el capitalismo considera con desprecio como “excedentaria”, debería, dentro de otra lógica, ser considerada como una oportunidad para una política ecológica.
El planeta es finito, y eso no es relativo ni opinable…
Así es. Kenneth Boulding lo expresaba de esta forma: “Cualquiera que crea que el crecimiento material infinito es posible en un planeta físicamente limitado, o es un loco o es economista”; mientras que Nicholas Georgescu-Roegen lo hacía en estos términos: “Es imposible un crecimiento exponencial indefinido en un medio ambiente que es finito”. Albert Einstein llegaba todavía más lejos al aseverar que, “El mayor problema de la Humanidad es que no entiende la Función Exponencial”. Pero no solo es que nuestra biosfera sea finita y limitada, ¡es una esfera!, sino que además, dada nuestra actual tecnología, para el ser humano es un sistema prácticamente cerrado en el que, si nos aplicamos y esforzamos, en las próximas décadas a lo sumo podemos aspirar a un mejor aprovechamiento de la energía que nos llega del Sol.
Es necesario tomar conciencia para poder impulsar un cambio, pero, ¿estamos por la labor?
Bueno, pues como en casi todo, algun@s más, otr@s menos, y aun la mayoría parece que no… Lo que parece evidente es que, a medida que la situación se deteriora rápidamente en la práctica totalidad del globo, cada vez más gente intuye que algo no va bien y cada vez se cuestiona más cosas y más profundas. Desgraciadamente, lo más frustrante resulta que la mayoría de la gente que comienza a cuestionarse cosas lo hace espoleada por el deterioro personal e intransferible que experimenta, en un afán de recuperar una situación pretérita que no volverá, y con poco ánimo de reconocer que el verdadero problema de fondo se deriva del desacople entre nuestro sistema cultural y de desarrollo socioeconómico y los límites físicos que marca nuestro universo. No deja de resultar tristemente curioso que, en general y salvo excepciones, la gente sea capaz de imaginar un apocalipsis nuclear, una debacle climática, una bacanal zombie sobre el planeta, o incluso una extinción masiva de todas las especies, y sin embargo se muestre incapaz de imaginar que podemos organizar nuestras relaciones socioeconómicas con un sistema distinto al capitalismo, ¡cuando la mayor parte del tiempo de nuestra historia como civilización el capitalismo como tal no ha existido! Pero esto, como han demostrado la antropología y la psicología cognitiva, está más bien profundamente relacionado con nuestra evolución como especie: mientras nuestros comportamientos individuales y colectivos tienen tremendas consecuencias a medio y largo plazo, genéticamente no hemos superado el instinto que nos lleva a centrar nuestra preocupación estrictamente en aquello que nos afecta en un plazo más inmediato. Y no nos damos cuenta de que nuestras decisiones y comportamientos a corto plazo configuran lo que construimos a largo plazo y establecen los grados de libertad que tendremos para rectificar a lo largo del tiempo. No somos tan racionales como la sabiduría popular cree, mucho menos de lo que afirma la ortodoxia económica, y además nadie se libra de portar su mochila de contradicciones.
En este marco de economía especulativa, ¿en qué situación quedan las políticas proteccionistas del ámbito social?
Como vengo argumentando, cada vez más rápidamente en una situación de abandono público y privatización para tratar de continuar el negocio del Business As Usual toda vez que los límites sobre el factor de rentas de los recursos están cada vez más próximos. Creo que al capitalismo no le importamos demasiado las personas fuera de nuestro papel como productores de renta, bien sea mediante el trabajo, bien mediante el consumo, o mediante ambos, y a la evidencia me remito. De hecho, hay algunos intelectuales que incluso argumentan que en el sistema capitalista el valor marginal de la vida humana disminuye a medida que la población aumenta; el capitalismo nos transforma, de personas en mercancías con un estricto valor de uso.
En el fondo, estamos viviendo lo de siempre, una lucha de clases, aunque suene anacrónico.
A mí no me suena anacrónico. Solo hay que ver las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para darse cuenta de cómo, desde prácticamente hace 40 años, las rentas empresariales, el Beneficio, crecen en todo el mundo mientras las rentas del trabajo, los salarios, no paran de disminuir, cada vez a mayor velocidad, y las rentas de los Estados, los impuestos, también, aunque no tanto ni tan rápidamente. El mensaje del anacronismo de la lucha de clases es una de las grandes apuestas del capital; son el capital y los capitalistas los más interesados en que los pueblos piensen que la lucha de clases es tan solo un recuerdo del pasado. El problema es que son los propios trabajadores los que más, y antes, han claudicado, por diferentes razones: el espejismo del Gran Pacto Social tras la II Guerra Mundial, impulsado por el temor del Capital a los sistemas socialistas soviéticos que despertaron de nuevo la conciencia de clase en Occidente; el desarrollo de los medios de difusión, que no información, de masas y la propaganda capitalista bien empaquetada; el confort y mejora alcanzados durante varias décadas por los trabajadores occidentales, que ha introducido y arraigado la idea de que cualquiera podía prosperar acumulando cierto capital para dejar de ser trabajador… ¿Sabías, por ejemplo, que actualmente cada ciudadano norteamericano está expuesto, en media, a más de 2000 impactos publicitarios al día; o que, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en España el 97% de la población se informa casi exclusivamente a través de la televisión…? De todas formas, al final, no hay peor ciego que el que no quiere ver, y encima soporta la carga…
Da la sensación de que, a pesar de que son muchos los que opinan que el Gobierno no está haciendo, precisamente, lo que debería, se haga lo que se haga siguiendo parámetros ya inventados, no va a dar resultado.
El Gobierno, pero tanto éste como el anterior, o mejor, los gobiernos, porque el modelo se reproduce por toda Europa y Norteamérica, solo aplican lo que la ortodoxia económica propuso para salir de la crisis: una combinación de política fiscal restrictiva (disminución de impuestos directos o progresivos, incremento de impuestos indirectos o regresivos y disminución del gasto público), política monetaria expansiva (emisión de dinero sin respaldo alguno mediante ampliación de los balances del BCE y de la FED), y devaluación interna (básicamente mediante deflación salarial). Pero las hipótesis sobre las que tratan de sostener estas medidas son incontestablemente falsas, sin que, hasta la fecha, sepamos si lo son deliberadamente u obedecen a un diagnostico absolutamente erróneo de lo que está pasando en el mundo. En cualquier caso, son falsas, y, en consecuencia, todas las medidas económicas están fracasado estrepitosamente, tal como podemos observar: el multiplicador monetario, o impacto de la masa monetaria sobre la demanda agregada, no funciona, porque ya estamos atrapados en la trampa de la liquidez; el multiplicador del gasto público, o impacto negativo de las restricciones presupuestarias públicas sobre la demanda agregada, es casi cuatro veces superior al estimado por los modelos de los sesudos economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI); el abaratamiento generalizado de los salarios y del despido solo está hundiendo irremisiblemente la demanda efectiva. Pero lo peor, en mi opinión, es que parecen ser insaciables, y no solo no piden perdón por sus flagrantes errores, sino que además intentan perpetuar el engaño y la huida hacia adelante miserablemente con el único fin real de proteger a la élite financiera y corporativa quebrada. Somos much@s l@s que pensamos que los gobiernos, prácticamente de todo signo, no están haciendo lo que deberían. Pero solo son opiniones, porque otr@s, aunque los menos, piensan que los gobiernos sí están haciendo lo que deben. De hecho, son es@s poc@s que se encuentran arriba  en la pirámide capitalista los que más y mejor cabildean y cooptan los gobiernos de todo signo para que regulen o desregulen en su estricto beneficio; claro, evidentemente, desde su perspectiva, los gobiernos sí están haciendo lo que deberían, ¡vaya que sí! Desde la perspectiva de los políticos institucionales, también parece claro que los gobiernos hacen lo que deberían, pues los gobiernos, en general, parecen regirse más por las decisiones que en cortos horizontes temporales les aseguren más la continuidad en el puesto.
¿Cómo describirías el marco socioeconómico actual?
A mi juicio, existen al menos tres fuerzas inerciales muy potentes. Por un lado, por acción u omisión, hemos construido un sistema económico de mercados globalizados mientras que los marcos jurídicos regulatorios permanecen, deliberadamente me atrevería a decir, fragmentados, parciales y territoriales; ¿qué decisiones pueden tomar, sin ir más lejos y por ejemplo, los gobiernos de España, o de Grecia, en el marco de la UE, o en el marco del Acuerdo Bilateral de Comercio entre Estados Unidos y la UE que se está fraguando entre bastidores…? Por otro lado, si cualquier partido político con aspiraciones a gobernar propusiese o adoptase las medidas que con mayor probabilidad pueden mejorar las cosas integralmente, ni sería elegido ni seguiría gobernando; ¿o a quién le gusta que, en mitad de la fiesta, cuando el clímax se va alcanzando, alguien llegue, apague las luces y advierta de que hay que cerrar porque la resaca va a ser ya monumental…? Y, además, como fruto de la cultura dominante establecida, que ha exacerbado, y continúa haciéndolo, el culto al individualismo, estamos anclados en un proceso de locus de control externo, seguimos esperando, más o menos alegremente, que, como dices, “se haga algo”, que un tercero ajeno a nosotr@s venga a solucionarnos la papeleta, en vez de asumir nuestra responsabilidad para darnos cuenta de que somos los únicos dueños de nuestra libertad. Y, en mi opinión, no; no va a dar resultado nada de lo que se haga mientras, más que parámetros ya inventados, sigamos haciendo lo mismo de siempre para únicamente poder ganar algo de tiempo mediante meras huidas hacia adelante. No va a funcionar, aunque intentarán mantener el engaño mientras puedan mediante mentiras, estadísticas amañadas y cortinas de humo, tal y como estamos viendo. De nuevo, Einstein se dio cuenta de que “Se requieren nuevas formas de pensar para resolver los problemas creados por las viejas formas de pensar”.
¿El cooperativismo, o repartir las horas de trabajo, puede ser una solución viable para poder paliar de alguna manera las consecuencias económicas y hacer frente a las listas de parados?
Una solución viable en sí misma no, pero tampoco tan solo para paliar los síntomas. Sin duda, volver la mirada y la acción tanto a modelos cooperativos como al reparto del trabajo, forma parte de una posible salida humana y razonable a la actual situación. La realidad es que en la antítesis lineal de la cooperación se encuentra la competencia, y el sistema que venimos institucionalizando se ha pasado de frenada con la competencia y la competitividad, dejando solo algunos resquicios simbólicos para la cooperación. Un sistema a todas luces desequilibrado, oligofrénico y autodestructivo, me atrevería a decir.
La deslocalización de las empresas, ¿es un mal irreparable?
Las deslocalizaciones empresariales obedecen a la lógica perversa del sistema, y son ruinosas para tod@s, incluso para las empresas, por diferentes razones. Por un lado, generan desempleo en los países de origen y subempleo en los países de destino, por lo que sociolaboralmente son desastrosas. ¿Sabías, por ejemplo, que los 20 millones de dólares que NIKE pagó a Michael Jordan en 2008 por un spot publicitario de 1 minuto de duración, equivalen al total de los salarios que NIKE pagó durante ese mismo año a sus 85.000 trabajadores de todas sus fábricas de Indonesia? Adicionalmente, las deslocalizaciones introducen importantes incentivos perversos, debido a los laxos marcos institucionales y la elevada corrupción de los países de destino, para que las empresas incurran en elevados impactos sociales y medioambientales por los que no responden y con los que cargan a las poblaciones de esos países, lo que en Economía se conoce eufemísticamente como “externalidades”. Pero es que, además, abocan a las empresas a la paradoja de los costes, ya que lo que puede ser bueno para una empresa deja de serlo para todas cuando todas juegan a lo mismo. O sea, si deslocalizándose una empresa reduce sus costes de producción, se hace más competitiva (puede vender más barato o con mayor margen), vende más, y su beneficio es mayor; pero si todas las empresas hacen lo mismo, entonces ninguna resulta más competitiva que las demás, y todas venden menos (porque la presión generalizada a la baja sobre los salarios reduce la demanda efectiva), y sus beneficios se desmoronan. Es la carrera hacia el precipicio.
¿Qué medidas pueden tomarse que puedan ofrecer un poco de oxígeno a la situación actual?
Esto es complicado, tampoco van a funcionar las “medidas que puedan tomarse”, así,  de forma aséptica, como si cada un@ de nosotr@s no fuésemos parte del problema y de la solución al mismo tiempo y necesitásemos ser constantemente y eternamente tutelados. Además de lo que ya venimos comentando, lo que parece evidente es que deberíamos ir hacia modelos institucionales socioeconómicos ecológicos: con ciclos económicos cerrados, computando tanto la producción como el reciclaje más completo posible en los sistemas de costes y precios; con sistemas productivos locales anclados al territorio que acerquen la producción al consumo; con elevados impuestos a los comportamientos negativos (como la polución o la especulación financiera más allá de lo necesario para el funcionamiento del sistema); con fuerte regulación que sancione sin contemplaciones los comportamientos en contra del bien común;  con sistemas energéticos descentralizados y autogestionados, y basados en aquéllas energías renovables de mayor TRE, como la mareomotriz, la eólica y la solar de concentración; con actitudes personales e individuales más conscientes, empáticas, solidarias y autocontenidas… Como podemos comprobar fácilmente, exactamente lo contrario de lo que venimos haciendo desde prácticamente siempre… Buscamos soluciones “mágicas” o tecnológicas que solo incrementan el grado de complejidad que ya se encuentra en el mismo origen de los problemas, y ni siquiera prestamos atención a la búsqueda de salidas genuinamente alternativas que, en abierta ruptura con los mitos del crecimiento, el consumo y la competitividad, son descalificadas repetidamente. Como afirma nuestro compañero Carlos Taibo, “preferimos ignorar que hay soluciones relativamente sencillas que no reclaman ni avanzadísimas tecnologías ni presumibles descubrimientos, y que tan solo exigen, sin más, asumir un estilo de vida austero, social e igualitario”.
¿Cuántas mentiras se han construido sobre esta crisis?
Muchas, pero por no extenderme más en este punto, si te parece, me remito a algunas de las que he evidenciado en las cuestiones anteriores, así como a todas las que evidencio y describo en “Las mentiras de la crisis…”: http://www.iudescoop-formaempleo.es/wp-content/uploads/2010/09/Urra2010_LasMentirasDeLaCrisis.pdf
¿Cómo se está educando y formando hoy en las universidades a los futuros economistas y empresarios?
Diría que nada bien. La realidad es que mientras ya no tenemos la Física de hace 200 años, ni la Biología de hace dos siglos, ni la Psicología de hace 100 años…, la Economía, su corriente principal y dominante, se ha quedado anclada en los modelos y paradigmas del siglo XIX. Cada vez más, la mayor parte de lo que se enseña en las Facultades de Economía, más aún en las Escuelas de Negocios, salvo honrosas y muy poco significativas excepciones, permite entender menos el mundo en el que vivimos y las inapelables leyes de la física y la ecología que lo rigen. Se forma en los valores centrales del sistema, como el crecimiento, la competitividad, los mercados y el consumo; todo aquello que cada vez más fehacientemente sabemos que nos aboca cada vez más rápido al colapso más absoluto e irreversible.
¿Cómo gestionas tu percepción de la situación para que encaje en el modelo educativo actual?
Mal, y, personalmente, muy frustrante convivir en un medio donde la mayor parte de tus compañer@s a duras penas te llegan a comprender, y muy triste el morir lentamente del complejo de Cassandra. Sin que sirva como excusa, creo que no se debe dejar de considerar que la rampante y progresiva privatización de los “comunes” ha introducido, también en las universidades, unos factores de competencia, inestabilidad e incertidumbre que han degenerado en que la mayor parte, me atrevería a decir, de docentes e investigadores estén más preocupados y más volcados en ensanchar sus currículos con investigaciones y estudios mercantilistas que solo el perverso “sistema” considera útiles, que en atender a sus deberes deontológicos. Lo veo a diario… Y conocer la realidad, datarla y contrastarla, como venimos comentando, cambia la vida; es un trauma en toda regla: la conmoción es muy fuerte, y la aceptación muy dura y con muchas implicaciones…
¿Crees que queda sitio para la esperanza?
La realidad es que son cada vez más los científicos e intelectuales que solo auguran un gran precipicio, que ya vislumbramos, de seguir por el mismo camino. Personalmente, prefiero pensar que aún no es demasiado tarde y que lograremos darnos cuenta y rectificar el rumbo, con grandes tragedias y pérdidas, seguro, pero sin perder todas las naves. Lo que la mayoría vivimos y sentimos como una crisis cada vez mayor y más profunda, no deja de ser también una enorme oportunidad para recapacitar, analizar y cambiar las cosas; y construir un mundo distinto, donde la libertad, la justicia, la colaboración, el equilibrio, y la armonía con el medio recuperen su centralidad como valores y prácticas. Los pesimistas no somos los mensajeros portadores de la evidencia del cataclismo que se avecina si no cambiamos nuestra forma de vivir y relacionarnos, son aquéllos que renuncian a todo cambio.
¿Cuál es el mapa del futuro?
No sé si hay un mapa del futuro. Personalmente, me contentaría si tuviéramos, como dice nuestro compañero y amigo Antonio Turiel, tan solo un futuro. Desde luego, lo que resulta ya más que evidente para cualquiera que se tome la molestia de mirar y escuchar es que, o es radicalmente distinto al sistema que conocemos, o no será.

Imagenes: nadanoslibradeescorpio.blogspot.com - lappes.iee.usp.br

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