Las guerras, la peor devastación ambiental.

Obviamente, en una guerra las víctimas humanas centran toda nuestra atención. Los paisajes debastados, quedan en segundo plano, así como todo el el efecto en ecosistemas y otros seres vivos. En el caso de Ucrania, no es que la guerra haya empezado ahora, sino que ya llevaba unos años. Pero sin haber salido todavía de la pandemia, la invasión y bombardeos por parte de Rusia han sido un jarro de agua fría. Con dos años perdidos en materia climática por inacción, con las políticas aparcadas, como las demás para plásticos y residuos y con todo lo que hay por hacer, esas explosiones, destrucción y fuego eran lo último que podíamos esperar para el Planeta. Nos quedamos con caras de tontoa con nuestros pequeños pero obligados gestos ante el impacto inmesurable de la devastación de Ucrania.

 
Encima, el 4 de abril, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) publicaba su 3º informe que planteaba que «es ahora o nunca»: si las emisiones globales no empiezan a disminuir en tres años, para 2025, será muy difícil evitar una catástrofe climática.

Toneladas de emisiones en explosiones que se suman a la destrucción y en muchos casos a la contaminación por materiales incinerados, reducidos a polvo. Que se suman a toda la contaminación y gases de efecto invernadero asociada a la movilización de todo ese transporte bélico. En unos días, la invasión causó una nueva crisis de combustible, pero sin embargo ellos no tienen ningún problema de abastecimiento. Y esa crisis afectará las economías ya en coloca tras la Covid.
La 1ª Guerra Mundial
Esa contaminación se suma a toda la contaminación y emisiones en la fabricación de todos esos recursos bélicos y logísticos para esos ejércitos; Que se suma a toda la contaminación y emisiones que se precisará para reconstruir tanta destrucción; Que se suma a toda la destrucción, contaminación y emisiones en la extracción de todos esos recursos tanto para la maquinaria de guerra como para los destruidos y los construidos otra vez. Sí, en un mundo en el que muchos recursos ya escasean evidentemente, desde los combustibles (petróleo, gas) a conductores como el cobre, litio, fósforo, tierras raras, y semiconductores -lo que provocó la crisis reciente de los chips fundamentales para tantas industrias-, o los metales preciosos como oro y plata en los que se basa la economía. Su extracción conlleva tantos impactos ambientales y sociales (en casi todos los casos, también conlleva otras guerras), o hasta el agua, por lo que una conflagración de estas dimensiones se antoja un disparate aún mayor. Un disparate para las sociedades que la sufren, para esos ecosistemas afectados, pero también para la sostenibilidad del Planeta, sus recursos limitados (cada vez más) y para la emergencia climática.
Cabe añadir que no es el único conflicto de esta embergadura. Pero por ello también, añade más sinrazón a lo mencionado. Se une a los desastres de Yemen, al todavía irresuelto de Siria, a los de Sudán, Libia, las no tan lejanas de Iraq y Afganistán, etc, etc. O otra guerra no considerada tal como la de Palestina, donde los mismos bombardeos se suceden; los últimos esta semana en dos ocasiones. Gaza también está devastada. De todos ellos podemos (si queremos) extraer conclusiones para ellos, pero también para el Planeta.
Todos aquellos pozos ardiendo en Kuwait en la 1ª guerra de Iraq: 700 pozos, un estimado de 11 millones de barriles de petróleo quemado. ¿Puede ocurrir eso en un Planeta en el que el petroleo es tan preciado? ¿En el que el petroleo supone tantos impactos y tanto a nivel de emergencia climático? ¿En un Planeta en que algunas renuncian a tanto o que a algunas personas afecta tanto? ¿Cuál fue el impacto climático de aquel desastre? Los habitantes de Kuwait e inmediaciones (el humo se desplazó más de 1.200 kilómetros) vivieron 10 meses en la oscuridad y respirando los humos resultantes.

La guerra de Siria como sus víctimas ha perdido relevancia también, pese a que ya se alarga por más de 11 años y no ha concluido. En este caso, debemos recordar que por sus carácterísticas semidesérticas y con pocos recursos hídricos, Siria es uno de los países más vulnerables ante los impactos climáticos. Debido a la contaminación por la guerra de su suelo y su agua, a la desaparición de ecosistemas, se cree ahora que una vez finalizada la guerra, sumando a los efectos de ésta el delos de los concionantes climáticos, la vida será prácticamente imposible en ese territorio. Este hecho es inaudito para un lugar que rebosaba tanta vitalidad, pero muestra la vulnerabilidad de la vida, el gran impacto de los conflictos bélicos y el drástico momento en el que nos encontramos, como humanidad, como Planeta, y sobre todo en algunos lugares.
Pero luego vendrá la reconstrucción que supondrá nuevo (ab)uso de recursos y nueva contaminación y destrucción asociadas a su extracción y procesamiento, y nuevos impactos climáticos y ambientales. Recordemos que uno de los materiales de mayor impacto ambiental es el mismo cemento y el hormigón fundamental en todas las infraestructuras. Tanto el procesamiento del cemento como el del hierro de la ferraya que precisa altas temperaturas y por tanto suponen muchos gases de efecto invernadero (GEI) por las altas temperaturas a las que se tiene que procesar. El otro elemento de gran impacto es la arena y grava que supone una extracción agresiva con eliminación de roca y ecosistemas, y también GEI en su procesamiento y transporte.
La reconstrucción además precisará recursos económicos considerables en forma de prestámos y deudas, que primero recaerán en esas poblaciones pero también en el resto de inversiones fundamentales del Planeta, siendo la climática, por su urgencia y dimensión, la principal. La reconstrucción de Iraq precisó más de 220 mil millones de dólares (2003 – 2014), algo que ni Iraq con su petróleo se podía permitir. Se cargó en forma de deuda, y también a lo que entienden como comunidad internacional (para algunas cosas si que saben emplear ciertos conceptos).
La seguridad energética por delante de la lucha climática
Ahora, además, con la guerra de Ucrania la seguridad energética de los países ricos se prioriza a la lucha contra la emergencia climática. Las agendas se modifican, pero creo que nuestros planteamientos también.
Svitlana Krakovska, la principal científica ucraniana especializada en el clima, que ayudó a finalizar el último informe de la IPCC desde Kiev mientras Rusia invadía el país, vinculó esta guerra al cambio climático: «La quema de petróleo, gas y carbón está provocando el calentamiento y los impactos a los que tenemos que adaptarnos. Y Rusia vende estos recursos y utiliza el dinero para comprar armas. Otros países dependen de estos combustibles fósiles; no se libran de ellos. Esta es una guerra de combustibles fósiles”.
Extinction Rebellion Ucrania denunció que los combustibles fósiles están financiando la invasión de Rusia. Por ello extendió la responsabilidad a la dependencia de la UE de los combustibles fósiles rusos financió la invasión de Ucrania. Plantean que sólo deteniendo el abastecimiento de gas ruso de la empresa Gazprom se podría acabar con la guerra en un día. En Glasgow activistas de Extinction Rebellion bloquearon las oficinas de Seapeak, compañía que transporta gas ruso por mar.
Rusia es uno de los mayores productores de combustibles fósiles del mundo, por lo que sería vital en el esfuerzo internacional de eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero hasta ahora según Climate Action Tracker ha mostrado un compromiso insuficiente.
La amenaza nuclear
En cuanto se inició la invasión rusa de Ucrania, el primer día ocurrió la toma de Chernóbil , que además de atrapar al personal presente (100 trabajadores y 200 de seguridad), por lo incipiente de la invasión, también sorprendió al resto del mundo. Esta central sufrió un accidente en 1986 que se considera junto al de Fukushima de los mayores en el sector de la energía nuclear del mundo. Su ubicación es una zona de exclusión, por la presencia aún de desechos radioactivos y de partes que no se han desmantelado todavía muy peligrosas. Distintos artículos aluden a ser Chernobyl la entrada al país por el Norte. Entiendo que tras el efecto sorpresa, el ejército ruso se apoderaba de un enclave en el que se hacen fuertes pues nadie lo va a bombardear por los riegos que supone. En cierta forma se apoderaron de la mayor carga de explosivos radiactivos ya instalada en aquel país.

Mientras, tras la amenaza nuclear que dominó el ambiente político de la Guerra Fría, ahora retorna la posibilidad de que Rusia lo utilice. Obviamente, su efecto en la población de distintos países puede ser terrible, y también, como está pasando en los distintos casos, perdurar durante generaciones. Pero sin duda el ambiental también lo es, con su efecto también en las personas. Y éste, como lo demuestra el caso de Chernobyl y todos el esfuerzo desde 1986, es imposible de contener.
Nuevamente se ha instaurado el pánico nuclear, y con él, se acusa a Rusia de causarlo, lo que no es incorrecto. Pero tampoco se debería limitar a eso. Vivir hoy en día asumiendo nuestro consumo nuclear con todas esas centrales también conlleva ese riesgo. Y más si vives en el estado francés. Pero la hipocresía de la OTAN y Occidente no tiene rival. Estados Unidos y la OTAN utilizaron bombas nucleares no solo en Japón en 1945 sino también en Iraq en 1991 y 2003, en Serbia en 2000 y en Siria en 2015.
De hecho la invasión de Ucrania coincidió con el aniversario del bombardeo de Serbia, el 24 de marzo de 2000. Como alguien apunta por ahí “el bombardeo de Serbia por la OTAN sentó un precedente «moral» para Ucrania”. El experto serbio en cuestiones medioambientales, el profesor Velimir Nedeljkovic, sostuvo que el uso de uranio empobrecido contra Yugolavia por la OTAN en 1999 fue un «ecocidio a escala planetaria«. Este experto aduce que, como en el caso de Japón, la guerra ya había terminado.

Para él, el objetivo era bombardear Kosovo para probar como contaminar todo a través de los ríos, ya que los ríos de Kosovo fluyen al mar Egeo, al Negro y al Adriático, con lo que contaminaron tres mares. Se calcula que la OTAN lanzó en Serbia unas15 Tm de uranio empobrecido, equivalentes a 170 bombas nucleares, similares a las lanzadas en Hiroshima. Después de eso, Serbia ha registrado el mayor índice de tumores malignos de Europa, con más de 30.000 personas diagnosticadas de cáncer en los primeros 10 años desde el bombardeo. Entre 10.000 y 18.000 de ellas murieron.
Con la invasión de Ucrania, el premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel, también contribuyó con sus reflexiones. Para ello recordó su visita a Iraq en una misión humanitaria en 1991. Y también se detuvo en su experiencia ante el bombardeo radioactivo de la población iraquí por la OTAN: “el agua en Bagdad estaba contaminada por las radiaciones de las bombas con uranio empobrecido”. En 2003 la OTAN disparó en Irak unos 10.000 proyectiles de uranio empobrecido, contaminando unas 350 zonas distintas de Iraq. En las dos guerras (1991 y 2003) se lanzaron sobre Iraq unas 1.200 Tm de esta munición. En la actualidad, los iraquíes se enfrentan a unos 140.000 casos de cáncer, registrándose entre 7.000 y 8.000 nuevos cada año, y duplicándose y tripicándose los de mama, pulmón, linfoma, y leucemias.

Debemos recordar que las armas nucleares producen estragos a tres niveles distintos: a través de energía térmica, a través de energía cinética y por último por energía radioactiva. Las tres suman un efecto devastador para la Vida (para tda la Vida), y en el caso de la radioactiva perdura durante años.

 

El impacto ambiental de los ejércitos
El 11 y 12 de marzo Bake-Ekintza Antimilitarista celebró en Donostia junto al Centre Delàs la Escola de Pau (Escuela de Paz) bajo el epígrafe “Pacifismo y antimilitarismo desde los movimientos sociales y retos en un marco de polarización y militarización globales”. El momento no podía ser más oportuno, y creo que la respuesta demostró la necesidad que teníamos todas por compartir y debatir ante la conmoción provocada por el cariz que la guerra había tomado en Ucrania. La reflexión fue muy positiva, también para reafirmarnos en nuestro anti-militarismo y la sinrazón de la guerra. Y la sinrazón de los ejércitos. Obviamente. Porque entiendo que si no se armaran, si no se alimentaran, no se utilizarían y no se plantearían como forma de solucionar situaciones indeseadas. Como decía La Polla Records “no han hecho los misiles para no explotar”.

Y además, los ejércitos no se crean de la nada, como bien ha ilustrado este conflicto. Están ahí, y se están preparando, armando y manteniendo para eso. En su día a día, esos ejércitos también tienen su alto impacto ambiental. No se puede minimizar. Los estadios previo y posterior, como son su preparación en paz, y la pos-guerra (reconstrucción, etc) conllevan grandes impactos ambientales, si bien no tan drásticos y terribles como los de la propia guerra.
Son impactos que se corresponden sobre todo con el uso de combustibles de sus vehículos (emisiones de GEI, contaminación), y que contabiliza por la mitad de sus emisiones (tomando el caso estudiado del ejército noruego) (por otro lado de estas emisiones la mitad corresponden también con el ejército del aire). A ellos sumar el gran volumen de residuos, muchos altamente tóxicos, la contaminación asociada a las municiones (metales pesados, explosivos, etc – uno los casos más destacables es la contaminación por TNT, o trinitrotolueno, que sin explotar es altamente nocivo también para el medio ambiente y los humanos) o incluso las asociadas al resto de su logística (oficinas, informática o construcción (y destrucción) de infraestructuras, producción de armamento) y otras. Como en cualquier otra actividad a todo ello habría que sumar los impactos y gases de efecto invernadero asociados a toda la fase de extracción de los recursos precisos, que también son altos y muchos de muy graves consecuencias.
Todos ellos conllevan también grandes impactos climáticos. En la misma reunión, el Centre Delàs compartía uno de sus muchos informes1,el nº 49 “Crisis climática, fuerzas armadas y paz ambiental”.2 Irónicamente, los ejércitos tienen también otro cometido en la emergencia climática que no es otro que el defender a aquellos responsables de esa emergencia y que se enriquecen de ella, a las empresas transnacionales, defender las fronteras de los países enriquecidos de migrantes climáticos, defender el acceso a recursos energéticos y vitales, etc.
A nivel climático es referencial el trabajo de Nick Buxton y Ben Hayes(2015), “Cambio
climático S.A.”1. En el llama la atención la enorme responsabilidad del ejército estadounidense en la emergencia climática: si EEUU es el principal país responsable de esta emergencia, su ejército es el mayor responsable2. El Departamento de Defensa de EEUU es el mayor consumidor de energía del país y el mayor consumidor institucional de petróleo del mundo3, como es el ejército con el mayor presupuesto del mundo. Por tanto es el mayor emisor institucional de gases de efecto invernadero. Sólo su huella de carbono excede a la de unos 140 países. Entre 2001 y 2017 fue responsable de la emisión de 1.220 millones Tm de gases de efecto invernadero, el equivalente a las emisiones anuales de 257 millones de coches4. Su consumo anual de electricidad supone 4,1 millones Tm de gases de efecto invernadero (2020), 1 millón de toneladas más que las emisiones, por ejemplo, de Suiza (2017).

El ejército USA, el mayor responsable climático
Hay que hacer la reflexión sobre la participación de este ejército en numerosos conflictos con grandes impactos ambientales y climáticos, así como en guerras por el control de recursos energéticos, y por tanto de más emisiones. Por ello, su reponsabilidad climática no se limitaría tan solo a su consumo y emisiones directas.
Y cerca se hallarían los 24,8 millones de Tm de CO2 de la industria militar de la UE que equivaldría a 14 millones de coches al año (el parque total de Portugal, Grecia y Noruega juntos). El Centre Dèlas también calculó las emisiones del ejército español que alcanzarían 2,7 millones de Tm de CO2 (2019), el equivalente a las de todos los coches de Madrid en un año.
Además de en los campos de batalla, o per sé, cualquier campo o espacio al que se lleve la guerra, grandes impactos ocurren también en los lugares de entrenamiento, en los campos de tiro y campos de prueba de armamento, como bien conocemos aquí, en el Polígono de Tiro de las Bardenas, usado para ese propósito desde 1951 y actualmente usado por la OTAN. El informe del Centre Dèlas recoge las implicaciones tanto de los ejércitos como de las guerras en la alteración y desaparición de ecosistemas, a partir de las conclusiones de otro informe7.
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NOTAS
1También publicaron “Militarismo y crisis ambiental. Una reflexión necesaria”
http://centredelas.org/publicacions/militarismoycrisismedioambiental
2Pere Brunet, Chloé Meulewaeter y Pere Ortega. Centre Delàs. 2021. Crisis climática, fuerzas armadas y paz ambiental. http://centredelas.org/wp-content/uploads/2021/11/informe49_CrisisClimaticaFuerzasArmadasYPazMedioambiental_CAST.pdf
3Buxton, Nick & Hayes, Ben (2015/2017). Cambio climático S.A.. FUHEM Ecosocial. www.fuhem.es/2017/06/09/cambio-climatico-s-a
4Este año ha publicado su primera estrategia climática, pretendiendo, como tantos otros macro-emisores, alcanzar el objetivo de cero emisiones para 2050.
5El ejército de Estados Unidos no informa al Congreso de su uso de combustible, y mucho menos del empleado en escenarios bélicos.
6www.theguardian.com/us-news/2022/mar/10/pentagon-us-military-emissions-climate-crisis
7Lawrence, M, Stemberger, H, Zolderdo, A, Struthers,D and Cooke, S. The effects of modern war and military activities on biodiversity and the environment. https://cdnsciencepub.com/doi/10.1139/er-2015-0039

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