La crisis climática debe esperar, ahora la guerra es lo primero

 

La Comisión de la UE ha reaccionado a la guerra y ha decidido: La protección de la biodiversidad debe esperar. La estrategia de sostenibilidad para la agricultura y la alimentación adoptada en 2020 se suspenderá en gran parte. En el marco de "De la granja a la mesa" (Farm to Fork), la UE había acordado un conjunto de objetivos de reducción: el 25% de las tierras agrícolas deben cultivarse de forma ecológica para 2030 y el 4% de las tierras deben dejarse en barbecho a partir de 2023, como medidas contra la crisis de la biodiversidad y la crisis climática. Ahora la guerra de agresión a Ucrania ha cambiado las prioridades, puesto que amenaza una crisis de hambre. El combustible, los abonos minerales y los piensos se han encarecido, por lo que la UE quiere ayudar a los agricultores especialmente afectados con 500 millones de euros. Ahora se les permite cultivar en tierras en barbecho que debían servir para la biodiversidad sin que se les recorten las subvenciones. Y se ha pospuesto indefinidamente la reducción a la mitad del uso de plaguicidas.

Tanja Busse

A primera vista, esto parece tener sentido: hay una guerra en un país que es uno de los mayores exportadores de trigo del mundo. Los agricultores ucranianos no pueden labrar sus campos porque son bombardeados y porque todo el combustible es necesario para los militares. Antes de que la labranza de primavera haya terminado, los precios han subido. La escasez es previsible, lo que impulsa a los especuladores. Rusia también está restringiendo sus exportaciones de grano y azúcar para proteger el mercado interno de alimentos. Otros países también están empezando a hacer acopio.
El pan podría costar pronto diez euros, advirtió en Bild Klaus-Peter Lucht, vicepresidente de la Asociación de Agricultores de Schleswig-Holstein. Y cuando los precios de los cereales suben, aumentan los apuros en los países que dependen de las importaciones de alimentos. Alemania no es uno de ellos. Pero en los países del norte de África, el trigo a buen precio es vital para la supervivencia de las personas pobres. En esta situación, ¿podemos permitirnos dejar la tierra sin producir, podemos prescindir de los plaguicidas y arriesgarnos a provocar pérdidas de cosechas cuando el hambre y los problemas de abastecimiento están en el horizonte?
No, la Comisión de la UE ha decidido que no podemos hacerlo. Ahora hay guerra, ahora tenemos que ayudar a la gente de Ucrania, a los agricultores, a los hambrientos. Pero no lo está haciendo.
Solidaridad vegetariana
Es probable que lo acordado (Business-as-usual) complazca a los grupos de presión agrícolas, pero a corto plazo no aportará más grano a los mercados (los barbechos, por ejemplo, no estarían disponibles para 2023). Para aliviar ahora efectivamente los mercados, sería aconsejable dejar de utilizar el trigo, el maíz y los aceites vegetales para la producción de biocombustibles, que de todos modos son criticados ecológicamente. Además, tendría todo el sentido impedir la especulación con los alimentos así como prohibir el despilfarro de los mismos, como exige el “Levantamiento de Última Generación”, nombre que el movimiento de desobediencia civil ecologista alemán y austriaco contra la crisis climática Letzte Generation (Útima Generación) ha puesto a la campaña de acciones de primavera. Se necesitarían nuevas categorías en el comercio, según las cuales las frutas y hortalizas no se clasificarían y destruirían por pequeños defectos de forma. Francia ya cuenta con una ley que obliga a los supermercados a donar los alimentos no vendidos.
La Comisión debe velar por que se destine más grano al consumo humano y menos acabe en el comedero, es decir, que se reduzca el número de animales. Los y las activistas del clima llevan mucho tiempo reclamando esto, porque la producción de proteínas animales produce muchos más gases de efecto invernadero que el cultivo de plantas. Casi el 60% de las emisiones totales de la producción de alimentos proceden del sector cárnico y lácteo, a pesar de que este sector solo aporta el 18% de las calorías y el 37% de las proteínas de la dieta de las personas: una gran cantidad de gases de efecto invernadero para relativamente poco alimento.
Las emisiones globales del sector cárnico son tan elevadas porque actualmente hay más animales en los establos del mundo que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad. Hay tres veces más pollos que personas en el mundo, y el peso total de los animales en la agricultura es quince veces mayor que el de todos los animales salvajes juntos. Los campos en los que se cultivan los piensos representan el 40% del total de las tierras de labranza del mundo. Eso es casi uno de cada dos campos de cultivo en el mundo. Para los investigadores de recursos está absolutamente claro: si hasta diez mil millones de personas en el mundo quieren llevar una dieta saludable dentro de límites soportables a nivel planetario, solo puede hacerse con mucha menos carne de la que se come hoy en los países ricos. Por ello, la UE no debería financiar la compra de piensos con sus 500 millones de ayudas, sino financiar el cambio a menos animales con una mejor cría. Sin embargo, esto solo funcionará si realmente comemos menos carne y no importamos más carne de otros países. Por eso, la UE y los gobiernos nacionales deben tener ahora las agallas de comunicar claramente que los montones de carne en nuestros platos están perjudicando el clima y avivando el hambre en el mundo. Iniciar una campaña de amplia base para la nutrición de la salud planetaria, como la desarrollada por la Comisión Eat Lancet con personal internacional, sería un paso importante. Y una política social justa que permita a la gente comer alimentos sanos, deliciosos y respetuosos con el clima y el mundo sería otra.
Las asociaciones agrarias quieren dar marcha atrás
Está claro: estos cambios no son poca cosa. Al mismo tiempo, son inevitables a largo plazo. Pero la UE ha eludido su deber. El presidente del Colectivo de Trabajo para la Agricultura Rural (Arbeitsgemeinschaft bäuerliche Landwirtschaft) de Baja Sajonia, el ganadero Ottmar Ilchmann, lo ha dejado claro: A pesar de haber llegado hace tiempo a un acuerdo sobre el futuro del sector agrícola, las asociaciones agrarias quieren ahora dar marcha atrás aprovechando la guerra de Ucrania. Para ello, quieren ponerlo todo a prueba, como si no hubiera evidencias científicas, y como si el cambio climático estuviera dispuesto a esperar todo el tiempo que haga falta.
Ilchmann lleva mucho tiempo sintiendo las consecuencias de los conocimientos científicos en sus propios pastos de vacas, así como lo implacables que son los mercados mundiales y sus precios de la leche, que premian una producción insostenible, explotadora y barata, y están totalmente orientados a los mercados libres y globales en tiempos de paz. Y que no funcionan cuando algunos paises fallan: Ahora faltan los fertilizantes de Rusia y los piensos de Ucrania.
La agricultura a prueba de crisis, en cambio, necesita circuitos regionales y creación de valor justo; no importar de países donde la gente se muere de hambre; placas fotovoltaicas en los tejados en lugar de grano en los depósitos; solo tantos animales en el establo como forraje crezca en la propia tierra, y diversidad en el paisaje. Esa es la vía para combatir la extinción de las especies. Sin biodiversidad, no se puede combatir el hambre.

Tanja Busse es periodista y autora de varios libros sobre agricultura, ganadería y alimentación sostenible y biodiversidad.
Fuente: https://www.freitag.de/autoren/der-freitag/klimakrise-muss-warten-jetzt-ist-krieg

 

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