La pintarroja: un tiburón tranquilo en un planeta en crisis

De ojos negros y cuerpo alargado, la pintarroja vive pegada al fondo, a un metro o a 800 de profundidad, y su supervivencia está ligada, de una forma u otra, a la de nuestra propia especie: La física de la Tierra es algo increíble. De pie en una playa, un ser humano soporta sobre sus hombros el peso de toda una atmósfera. La fuerza que ejerce sobre el cuerpo es de unas 10 toneladas, algo con lo que vivimos sin enterarnos. Pero si decidiésemos meternos en el agua y bucear a solo 10 metros de profundidad, esa fuerza se duplicaría. A 20, se triplicaría. A partir de los 30, empiezan los problemas (aunque los buceadores llegan mucho más abajo). Por eso, el caso del tiburón pintarroja es también extraordinario: lo mismo le da vivir en la orilla que a 800 metros de profundidad, donde soporta el peso de nada menos que 81 atmósferas sobre su esqueleto cartilaginoso.

Juan F. Samaniego

Ya sea en la orilla o en lo más profundo del mar, la mirada de una pintarroja es difícil de olvidar. Sus dos ojos negros, ensartados sobre un morro chato y redondeado seguido de un cuerpo larguirucho, le dan un aire felino. De ahí que también se las conozca como peces gato. Su familia, que en realidad incluye más de 110 especies parecidas de tiburones, está distribuida por los mares de todo el mundo, de ahí que pintarroja o pez gato no sea el único nombre del que disfruta. En Galicia son melgachos o cazacús, en Andalucía son gatillas y en el País Vasco momatxas. Y en Chile, donde viven agazapados entre los bosques de algas laminarias gigantes que se extienden desde el norte del país al estrecho de Magallanes, son gatas o perras.
Como casi todos los tiburones, las pintarrojas son seres solitarios. Se activan con la caída del sol y cazan, sobre todo, pequeños crustáceos, decápodos como cangrejos y nécoras y peces pequeños, pero también se alimentan de esponjas y algas. Varían mucho de tamaño: aunque la mayoría de especies no pasa de los 60 centímetros de longitud en su edad adulta, algunas, como el tiburón gato jorobado del Mar de China Meridional, llegan a los cuatro metros. Además, todas las especies tienen ocho aletas y su piel casi siempre tiene manchas o rayas, lo que permite a las pintarrojas vivir siempre pegadas al fondo, donde se mimetizan a la perfección.

Ilustración de la pintarroja. Foto: Atxe.

Casi todas las especies son ovíparas y de reproducción muy lenta. La pintarroja chilena, por ejemplo, produce uno o dos huevos en forma de cápsula que engancha a las algas laminarias. Los embriones tardan en gestarse, de media, 211 días. Por eso, la extracción masiva de macroalgas en los bosques de kelp de la costa de Chile y la pesca industrial están poniendo cada vez más presión sobre uno de los tiburones más sosegados que existen. Su historia, sin embargo, está cambiando en cinco nuevos refugios marinos, cinco zonas voluntarias de protección administradas por los pescadores artesanales que no solo están logrando recuperar la presencia de muchas especies, sino también mejorar la vida de las comunidades locales.
Los refugios de la Polcura, Zapallar o Cachagua son pequeños, de apenas una decena de hectáreas, pero están logrando reescribir la relación de las personas con el mar. Son zonas en las que no se puede llevar a cabo ninguna actividad extractiva, insertadas en otras más grandes en las que sí se permite la pesca artesanal. Desde que las primeras se crearon en 2019, los resultados han sido claros. Más biodiversidad y mejores condiciones para la pintarroja y otras especies icónicas del litoral chileno. Y al mismo tiempo más pesca y mayor resiliencia para las comunidades costeras.

El de la pintarroja y los pescadores chilenos no es un caso único. Cada vez más estudios señalan que las áreas marinas protegidas, sea cual sea su tamaño, no solo benefician a la biodiversidad local, sino que sus efectos positivos desbordan sus fronteras y llegan a todo tipo de especies, incluida la nuestra. Además, mejoran la capacidad de adaptación de todas ellas al cambio climático y contribuyen a la salud de los océanos, uno de los grandes sumideros de carbono del planeta. Y es que, al igual que las grandes crisis del planeta están conectadas, también lo pueden estar sus soluciones. Pintarrojas, algas y humanos todavía podemos salvar el mundo.

Fuente: https://climatica.coop/muy-especiales-pintarroja-tiburon/

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