¿Por qué quiere Trump anexionarse Groenlandia?

La mayor isla del mundo está perdiendo hielo a pasos agigantados. Debajo de su gruesa capa de agua congelada se esconden 'tesoros' energéticos que han puesto a salivar a la economía de Estados Unidos: No es la primera vez que Estados Unidos pone sus ojos en Groenlandia. Desde hace más de 100 años ambiciona clavar sus garras en este territorio de soberanía danesa para convertirlo en una segunda Alaska. El procedimiento sería básicamente el mismo: comprarlo y añadirlo a la nación más poderosa del mundo. Por Alaska pagaron 7,2 millones de dólares a Rusia en 1867. La cifra por Groenlandia sería, obviamente, mucho mayor. No sólo por el paso del tiempo, la inflación y esas cosas, sino porque las riquezas que esconde son, literalmente, incalculables.

EL APUNTE

El calentamiento global provocado por la quema de combustibles fósiles se está cebando con Groenlandia: hoy pierde hielo seis veces más rápido que en la década de 1990. Según la NASA, si se descongelara todo el hielo de Groenlandia el nivel del mar subiría 7 metros en todo el mundo. Pero no hace falta llegar a ese extremo para considerar que lo que está ocurriendo ya en ese territorio es un drama ecológico en toda regla. Ese drama, como de costumbre, se traduce en grandes dividendos para la oligarquía capitalista. El deshielo facilita la extracción de los tesoros que la isla guarda en sus entrañas: petróleo, gas, oro, uranio y materias primas críticas (litio, tierras raras, etc.), estas últimas fundamentales para la transición energética.
La excusa que ha puesto Trump para hacerse con semejante botín es, como puede preverse, un galimatías en el que habla de «seguridad» y de «libertad» y demás farfolla patriótica-neoliberal. Dicho en sus propias palabras (publicadas en su propia red social, Truth Social): «Con el fin de garantizar la Seguridad Nacional y la Libertad en todo el mundo, los Estados Unidos de América consideran que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta».
Además, la anexión de Groenlandia forma parte del plan para dominar las nuevas rutas comerciales surgidas con el deshielo del océano Ártico. Este plan incluye, por si fuera poco, la incorporación del canal de Panamá a la hegemonía estadounidense. Trump cree que están pagando demasiado dinero por utilizarlo y, ya que fueron ellos los que lo construyeron, cree que debe volver a sus manos. Desde los gobiernos de Dinamarca y de Panamá ya le han advertido al próximo presidente de Estados Unidos que vaya olvidando sus sueños imperialistas. «Groenlandia es nuestra. No estamos a la venta y nunca lo estaremos. No debemos perder nuestra larga lucha por la libertad», dijo el primer ministro groenlandés, Múte Egede. La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, se ha expresado en términos parecidos.
El caso panameño es, si cabe, aún más sensible, pues el canal es el símbolo nacional de su autonomía. «Pueden estar tranquilos, en nuestras manos se va a quedar [el canal] para siempre», aseguraba recientemente el presidente de Panamá, José Raúl Mulino. El mandatario centroamericano explicó, además, por qué es bueno para el mundo que su país mantenga la soberanía sobre este paso de navegación: «Es por nuestras manos neutrales por lo que las naciones no temen que un canal del nivel estratégico del de Panamá tome parte activa en ningún conflicto».
Según los trumpólogos (gente capaz de traducir los pensamientos del futuro presidente en mensajes inteligibles), detrás de toda esta verborrea intervencionista hay un patrón más o menos racional. Quizás no demasiado lúcido, pero un patrón al fin y al cabo. El ruido, explican, es una necesidad vital para Trump y eso es lo que está haciendo: ruido. Su agenda exterior, como apuntan en Politico, está marcada por «un montón de amenazas, confusión, descontrol y una importante dosis de imprevisibilidad». En ese caos es capaz de pescar algo, quizás no Groenlandia, quizás no el canal de Panamá (y mucho menos Canadá o México, donde, en su delirio, también sueña con injerir), pero sí ciertas concesiones. Lo que Trump pretende decir es «trabajad para mí, dadme facilidades comerciales y precios de amigo, convertidme en vuestro socio preferente, dadme una parte del negocio de las tierras raras, no habléis con los chinos, no toméis decisiones sin consultarme antes y, sobre todo, comprad mis armas, mi petróleo y mi gas licuado».

Lo que resumido en una frase célebre sonaría así: «Vamos a llevarnos bien, porque si no va a haber hondonadas de hostias aquí, eh».


Fuente: https://climatica.coop/trump-groenlandia-panama/  - Imagen de portada: Imagen del pueblo de Aasiaat, en Groenlandia. Foto: FILIP GIELDA / VISIT GREENLAND

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